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Mujer, pilar de la sociedad universal

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EDITORIAL

A nadie escapa que la sociedad contemporánea ha fortalecido la idea -muy positiva- que la mujer puede, quiere y tiene derecho a ejercer un sinnúmero de roles en las diferentes esferas de la cultura y la vida de las sociedades; cada año, en el Día Internacional de la Mujer se reivindica este principio en la gran mayoría de las organizaciones y plataformas nacionales e internacionales.

Cada año, tampoco escapa la crítica necesaria a todos aquellos espacios donde este principio aún no cuenta con el apoyo necesario de los gobiernos, instituciones o espacios de convivencia social; o donde el discurso del valor femenino no contempla la profunda dignidad integral de la singular constitución biológica dadora de vida y proveedora de las necesidades básicas de cada ser humano por nacer y recién nacido.

Este día internacional se ha convertido en una celebración del respeto, de reconocimiento, cariño y cuidado para las mujeres en todas las etapas de su vida y en cualesquiera que sean las decisiones que tomen para vivir en plenitud. Por supuesto, la celebración incluye a las niñas y adolescentes para que en los espacios educativos, formativos y familiares siempre estén provistas de la protección integral y de las herramientas necesarias para su buen desarrollo en las competencias del desarrollo social y en el reconocimiento de los logros que alcanzan al abrirse paso en más espacios de liderazgo y trabajo.

La conmemoración al día internacional de la mujer reconoce la importancia de su existencia y bienestar; y motiva a la sociedad para garantizar logros sociales en la ruta de la equidad y el desarrollo integral de las mujeres.

Por ello, celebrarlas es una forma también de hacer un gesto profundo de gratitud por la vida de cada una de las mujeres y de la vida que sólo ellas pueden gestar y alimentar desde los primeros momentos de la concepción. Por supuesto, las mujeres en los roles profesionales, así como en los personales, son motivo suficiente para celebrar y animar el coraje y el servicio que todas hacen a la humanidad entera.

La ruta para que la celebración de este papel invaluable de la mujer en la cultura y en la existencia misma de la humanidad no ha sido sencilla. Debido a construcciones políticas e ideológicas a lo largo de la historia se ha sembrado la idea terriblemente perversa al desasociar la trascendencia inherente del potencial femenino (gestar vida y crear familia) de las capacidades sí geniales, pero infinitamente limitadas de la obra intelectual, profesional o económica que se erigen hoy como únicos valores culturales posibles.

Sin duda, el Día Internacional de la Mujer permite que precisamente se alcen las voces de todas las mujeres para clamar por oportunidades y equidad en los diferentes escenarios de la vida pública de las naciones; pero también es la oportunidad de reconocer que, en el campo de la constitución social, del origen, futuro y trascendencia de la familia humana, no hay ente posible que pueda reemplazar la naturaleza, el genio, el don y el servicio que la mujer hace a toda la humanidad.

La plena realización de las mujeres en los escenarios de su vida personal por supuesto puede pasar por los más variados campos de experiencia; pero la experiencia natural de la vida, de su concepción, gestación y desarrollo, sólo puede pasar por la mujer. Y esa posibilidad natural, donde la dignidad de la persona y del ser humano gestante y concebido no depende de cláusulas en contratos ni de protocolos éticos de laboratorio, debe hacerse un espacio en la celebración para poder apreciar el coraje, la esperanza y la paciencia maternal de miles de millones de mujeres.

 

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