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¿A quién despedirá el Presidente? ¿A ninguno? Es posible

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¡Qué chulada de Jefe! La riega uno, y todo sigue igual

Dicen los que saben de política, que el mejor servicio que le pueden hacer los amigos al poderoso en turno que los designo -para éste o aquel puesto-, es su sacrificio.

En los tiempos que corren, de economías abiertas y la globalidad en casi todo el planeta, que la constante más evidente de todo gobierno, es el cambio constante de funcionarios, por una razón u otra. Más aún, cuando los errores y metidas de pata son ya imposibles de ocultar o siquiera de maquilar.

En consecuencia, hoy en día, es rara aquélla sociedad en la cual, los ajustes de los gabinetes causan alguna sorpresa. Los ciudadanos han aprendido, a fuerza de acostumbrase a los cambios y ajustes generales, de los equipos que rodean al gobernante en turno.

Por el contrario, lo que sorprende a los ciudadanos y a la sociedad en general, es la permanencia -casi intacta-, del equipo más cercano que rodea al gobernante en turno. Cuando así sucede, prácticamente nadie piensa que esta permanencia se debe al excelente desempeño sino a las complicidades y corrupción que reina en el círculo de los cercanos al poderoso en turno. De ahí que, de cuando en cuando, el gobernante decida realizar ajustes entre los suyos.

Por encima de todas estas consideraciones y varias más de diversa índole, hay una situación que en los tiempos que corren, casi ya no se ve. Esta tiene que ver, con lo que va más allá de la complicidad y toca los límites del temor por los compromisos con los que cual pesado fardo, llego el gobernante al puesto que ocupa.

Esta situación es la que se presenta cuando, ante las fallas e incapacidades más que evidentes de éste o aquel miembro del equipo cercano -o de uno de los que desempeñan un alto cargo sin ser de los más cercanos-, el gobernante tolera y cobija al o a los señalados, y presta oídos sordos a los reclamos de diversos grupos sociales para que despida a los incapaces y/o corruptos.

Cuando un gobernante actúa así, olvida lo que mencioné al principio: En la política, ¿para qué son los amigos? ¡Para sacrificarse!

Hoy, en México, parece que el gobernante presta oídos sordos a los reclamos y, además, desconoce para qué son los amigos. La tormenta perfecta.

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