Análisis y Opinión

Desconectarse del trabajo al tomar vacaciones

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El Mundo Interno de las Organizaciones

Terminando la Semana Santa, en la que muchos trataron de tomar vacaciones, fue curioso observar cómo la delgada línea entre trabajar a distancia y vacacionar fue borrada por completo por la pandemia.

Antes de la cuarentena, para muchos ejecutivos tomar vacaciones implicaba trasladarse a algún lugar de descanso o turístico, pero mantenerse conectado por si surgía algún pendiente en el trabajo. Incluso sus jefes les pedían que estuvieran disponibles.

Este pedido de estar disponible “por si acaso” en realidad era mayormente una falacia ya que todos los días surgían pendientes y, por lo tanto, la gente aun y cuando andaba de vacaciones, se mantenía atenta a su celular, buscando lugares donde tuvieran buena recepción para responder correos, tomar llamadas y mantener conversaciones de trabajo a través del chat. Al menos quedaba el consuelo de que durante ese tiempo, alcanzaba a convivir con su familia o seres queridos.

Bueno, eso de convivencia es un decir, ya que solo terminan compartiendo la misma localización geográfica pues desde la aparición de los teléfonos inteligentes, cada miembro de la familia se pierde en la más amplia soledad de su dispositivo móvil. De lo que sí descansaban los ejecutivos era de su rutina diaria –levantarse, arreglarse e irse a su trabajo. Descansaba de sus oficinas, de llevar su almuerzo o de comer en los restaurantes cercanos, descansaban de tener que vestirse bien y del tráfico.

¿Pero ahora? Ellos mismos llevan más de un año descansando de todo lo referente al traslado, la oficina y el arreglo personal con código de vestimenta Godín, aunque conectados 7×24. Me pregunto: ¿cuál entonces es la diferencia entre tomar vacaciones o no? ¿Vale la pena pedir vacaciones cuando en realidad, no va a cambiar nada de la rutina diaria actual?

En realidad, parece que el problema es que no sabemos respetar las vacaciones como un período de descanso que resulta necesario para cualquier persona. Las vacaciones deben ser para descansar tanto física como mentalmente, por lo que resulta necesario desconectarse del trabajo, dejar de pensar en los pendientes, hacer las cosas que no se pueden hacer comúnmente, reflexionar y reencontrase con uno mismo y con los seres queridos.

Esa mala costumbre o paradigma de creer que las personas deben mantenerse conectadas todo el tiempo ha evitado, desde antes de la pandemia, que la gente pueda disfrutar de unas vacaciones reales; lo más sorprendente de todo es que esto a veces ya no es provocado por los jefes sino por los propios empleados que por voluntad propia deciden mantenerse pendientes de lo que sucede y participar activamente en las conversaciones, por cualquier medio.

El argumento que todos ponen es que “no se pueden desconectar o que no se ve bien que uno se desconecte por completo”; los jefes tomarán represalias; el mundo girará más rápido en una semana y cuando el empleado regrese a trabajar, todo habrá cambiado a tal grado que al empleado será un completo extraño y no le quedará más remedio que renunciar. Así tan dramática es la creencia de muchas personas.

Yo dudo que la mayoría de las veces sea así, pero es un paradigma que resulta difícil de eliminar y, mientras tanto, causa un daño brutal para la vida de muchos.

La presencia física con ausencia mental es la principal causa de la ruptura de las relaciones de pareja así como del desarrollo de jóvenes que crecen con problemas psicológicos o de adicciones. La falta de un buen descanso es la principal fuente de estrés, que a su vez es la principal causa de problemas de salud en un ejecutivo y de la gran mayoría de los infartos que se presentan en personas jóvenes.

No poder “desconectarse” es para mí un gran paradigma que cobra altos costos para los ejecutivos de hoy en día y para sus seres queridos. Y no hablemos del costo que tiene para la empresa, por el impacto negativo en su desempeño.

Los que me conocen pueden confirmar que por supuesto se puede y se debe desconectar de los temas laborales durante los períodos de descanso. Respetar todos los días el horario de inicio y término de la jornada laboral y no responder ni atender ningún asunto, ni al jefe ni al cliente, mucho menos conectarse en fines de semana y ni se diga en los períodos vacacionales.

Antes de buscar en tu mente la mejor justificación de por qué te resulta imposible desconectarte del trabajo, te invito a que mejor busques un argumento para hacerlo. Podrás comprobar que es lo mejor para ti, y también es lo mejor que puedes exigirle a tu equipo de trabajo.

Tu empresa será la primera en agradecértelo al ver el impacto en tus resultados.

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