Análisis y Opinión

Tabaco, adicciones y…

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Hoy nos encontramos como sociedad frente a muchas encrucijadas que terminan representando incongruencias. Por una parte, vemos una tendencia para legalizar la cannabis con fines recreativos como un modo de despresurizar la problemática del consumo de drogas, tanto desde una perspectiva de salud pública, como por la violencia y problemas sociales que se derivan de la comercialización.

En contraste, como parte de la lucha emprendida contra las adicciones, existe el objetivo de desestimular el consumo de tabaco con base en las graves consecuencias que esta substancia tiene deteriorando la salud. El cigarro es causante de graves afectaciones a las vías respiratorias y pulmones, que ponen en riesgo la vida.

El tabaco es un problema social tan grave, como la cifra de 14.9 millones de mexicanos son fumadores. Sin embargo, el estigma social que hoy representa fumar, así como todas las estrategias para desestimular el consumo, no han logrado el objetivo alcanzado.

Como parte del contexto nacional tenemos que considerar las restricciones gubernamentales que se impusieron sobre los snacks y alimentos de alto valor calórico, que están dirigidos a niños y adolescentes, como parte de las políticas de salud pública.

Seguramente el fracaso de las estrategias de cuidado de la salud pública se debe a condicionantes psicosociales que impactan la conducta de los consumidores.

Centrándonos en la problemática del tabaco Vemos que la forma en que se han enfocado generalmente las estrategias para desestimular el consumo de tabaco han sido argumentaciones sustentadas en información que describe los daños a la salud, desde una perspectiva racional. De este modo vemos que las denominadas “leyendas precautorias”, que son aquellos mensajes incluidos en las cajetillas de cigarros, las cuales describen de modo crudo los daños que provoca el tabaco en pulmones, garganta y boca son presentadas de modo dramático y sin embargo, no han logrado buenos resultados. El efecto no ha sido el esperado y esta estrategia aplicada internacionalmente desde hace quizá treinta años, lo único que ha logrado es polarizar las conductas, fortaleciendo las actitudes preexistentes.

Melvin De Fleur, importante académico norteamericano, en sus estudios descubrió que las personas nunca estamos totalmente sensibles para ser impactados por el contenido de los mensajes que nos llegan a través de los medios de comunicación masiva. Mas bien los recibimos y filtramos a través de un bagaje inconsciente de prejuicios, ideas y opiniones, valores morales y otros factores de referencia que le dan un significado personal a dichos mensajes y más que ayudar a formar una opinión, reafirman las actitudes pre-existentes.

Por tanto, el impacto final de las campañas del sector salud que pretenden desestimular el consumo de tabaco, así como las “leyendas precautorias” exhibidas en las cajetillas, lo que provocan es el fortalecimiento de la aversión al cigarro por parte de quienes ya lo aborrecían y a su vez, estimulan el consumo de los fumadores habituales.

Este fenómeno se interpreta mejor a través de la “disonancia cognitiva”, que es la teoría desarrollada por el psicólogo social León Festinger a partir de múltiples estudios que le permitieron descubrir que, si bien la congruencia entre lo que pensamos y nuestra conducta es una aspiración humana deseable, la realidad es que cuando la información que tenemos respecto a un tema se contrapone a nuestros deseos, terminamos aceptando la incongruencia y nuestra conducta se alinea a nuestro capricho.

De este modo, podemos concluir que si bien las campañas mediáticas del sector salud y las leyendas precautorias de las cajetillas de cigarros han cumplido su cometido alertando a la población respecto de los daños que el fumar provoca en la salud, este contexto informativo no ha sido capaz de desestimular el consumo del tabaco, lo cual constituye una incongruencia conscientemente aceptada por los fumadores sin que esto les signifique un conflicto moral.
En el Diario Oficial de la Federación del 19 de enero del 2004 se publicó el decreto por el que se reformó y adicionaron diversas disposiciones de la Ley General de Salud, en relación a la publicidad del tabaco. En este documento el Congreso decretó disposiciones como la utilización de las leyendas precautorias en las cajetillas de cigarros, así como la prohibición de fumar en algunas áreas públicas y condiciones que debe observar la publicidad de estos productos.

Hoy, a quince años de distancia de la publicación de esta reforma a la Ley General de Salud, debemos aceptar que si no se buscan estrategias más persuasivas y emocionales para desestimular el consumo del tabaco, -que las actuales estrategias informativas-, los resultados finales seguirán siendo pobres en el cumplimiento del objetivo final.

Aunque se haya logrado el objetivo de la concientización, este logro no concluye forzosamente en el cambio de hábitos y conductas.

La posibilidad de imponer controles directos al consumo del tabaco, para desestimular la demanda, seguramente agravaría el problema pues generaría el efecto contrario: lo que se prohíbe generalmente logra el efecto contrario, se estimula.

A su vez, las conclusiones aquí mencionadas respecto al combate al tabaquismo como un problema de salud pública, quizá también puedan ser aplicables a otros hábitos dañinos para la salud, como el alcoholismo y el desorden alimenticio.

Para frenar adicciones y malos hábitos debemos sustituir las campañas publicitarias tradicionales y las estrategias informativas y de concientización, por estrategias integrales de comunicación diseñadas con el apoyo de especialistas en las ciencias de la conducta humana.

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