Laboratorio de Ideas

Por el afán de buscar diferenciar

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En el mundo interno de las organizaciones, las definiciones de la Real Academia de la Lengua Española no se utilizan. Lo que se utiliza son los términos y nombres asignados por los consultores a conceptos, metodologías, soluciones o ideas utilizadas para ayudar a las empresas a cumplir con sus objetivos estratégicos y que se han arraigado a lo largo del tiempo con una connotación muy distinta a la que tienen en el diccionario. 

Cuando un consultor o una empresa inventa o desarrolla un nuevo enfoque o concepto y quiere diferenciarse de los demás, busca una nueva palabra distinta a las que se vienen utilizando y la trata de posicionar como algo innovador, así se han iniciado muchas modas a lo largo de las últimas décadas. Muchos de estos términos son traducciones del inglés o adaptaciones de mismos términos al español que poco o nada tienen que ver con su significado original.

Esta situación ha generado que los ejecutivos se hayan desarrollado profesionalmente, por una parte dando distintos significados a un mismo concepto, y por la otra, manejando distintos conceptos para algo que tiene el mismo significado. Ejemplos hay muchos, solo por nombrar algunos de los más comunes podemos mencionar las palabras “objetivos”, “estrategias”, “metas”, “proyecto”, “procesos” o “soluciones” entre otras. 

Cada quién habla como le va en la feria, así que seguramente cada ejecutivo podrá tener una definición distinta para cada uno de estos conceptos y seguramente será porque en su historia profesional, aprendió esos términos de los jefes que tuvo, de los proyectos en los que ha participado, de los libros que leyó y gracias a los consultores con los que le ha tocado trabajar.

“Yo no soy consultor, soy asesor”, es el intento de muchos por separarse de la imagen negativa que se ha generado de estos profesionales, agrégale quién se dice coach, mentor o experto y que además se encarga de dejar claro que no hace consultoría, sino que asesora, acompaña o facilita, ¡ah!, porque estas tres, son cosas distintas.  

El afán por diferenciarse y nombrar a las cosas de manera distinta no es el problema, desde mi punto de vista, el problema es la irresponsabilidad para utilizar términos que no son apropiados y que contribuyan aún más a fomentar mayor confusión y desinformación de la que ya existe en la actualidad entre los ejecutivos y asesores de negocio externos, solo porque la palabra se escucha padre, innovadora o simplemente porque es distinta a las que ya se han utilizado. 

La definición que existe en el diccionario de la palabra “Proceso” por ejemplo, dista mucho de satisfacer el detalle necesario para entender este concepto aplicado al mundo de las organizaciones, es por ello por lo que cualquiera puede plantear una definición al respecto y argumentar que la suya es la real. Entonces la pregunta sería, ¿quién tiene la definición correcta de lo que es un “proceso” en el mundo de las organizaciones?

En mi opinión es un tema de convenciones, es decir, de convenir entre varios la connotación que queremos adoptar para aplicarla. Para decirlo en términos más simples, es que nos pongamos de acuerdo en cada organización, qué significado le vamos a dar a cada cosa y con el cuál vamos a trabajar, más allá de querer demostrar que cada uno sabe más que el otro y más allá también de enfrascarse en discusiones lingüísticas inútiles que no nos permiten accionar ni avanzar. “Para esta organización, un objetivo es… y así lo vamos a utilizar, punto.”

A los que somos empleados en alguna empresa, les pido que no asumamos que nuestro entendimiento es el adecuado, más vale preguntar y confirmar que lo que entendemos es lo que la organización necesita que entendamos y confirmar que todos en el equipo entendemos lo mismo. 

A los ejecutivos de las empresas, les pido que no traten de buscar quién tiene el significado real de cada término, como por ejemplo “proyecto”, porque en el diccionario no está esa respuesta, así que, simplemente acuerden el significado que van a utilizar para cada término y listo. 

Y a mis queridos colegas consultores (porque son consultados, aunque el nombre no les guste) les pido, un poco más de respeto tanto a nuestra maravillosa lengua española, como a nuestros clientes, y llamemos a las cosas como son, al pan, pan, y al vino, vino. Demuestra que eres diferente a través de tus servicios y por el valor real que tiene tu trabajo con base en el impacto en los resultados de tus clientes, y no porque le das un nombre distinto a los servicios que ofreces.

Sugerencias y comentarios en Twitter: @gemedinaro

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