Opinión

¿Qué mensaje envían esas modificaciones legales?

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Para todo fin práctico, la historia de nuestro aparato jurídico-electoral ha sido -desde el sexenio del presidente López Portillo a la fecha-, un estado permanente de cambio.

Si quisiéremos encontrar un símil adecuado, diríamos que estamos frente a un proceso, no de mejora continua sino de complicación y obstaculización continua. En cada nueva reforma, aparecen requisitos y obstáculos para que sea más difícil, tardado y costoso por no decir imposible, la formación de nuevos partidos políticos.

Contrario al papel que deben jugar congresos y parlamentos en las sociedades modernas, abiertas y democráticas (Mantener actualizado, para bien, el andamiaje jurídico en un país), en México es exactamente lo opuesto. Donde es más claro, evidente si lo prefiere, es en el ámbito electoral.

Es a tal grado la complejidad reinante en esta materia, que la derogada LOPPE, dio lugar a tres nuevas leyes. Además, la reforma constitucional que soporta a éstas tres -Artículo 41 de la constitución Política-, es de una longitud que no la tienen varias constituciones en el mundo.

¿Qué explica esta propensión perversa -traducción clara de la degradación a la que ha llegado el sistema de partidos, y de la corrupción profunda que los alimenta-, a pretender que los privilegios que se han otorgado desde ambas Cámaras del Congreso durarán por siempre?

¿Acaso piensan los legisladores de todos los partidos y sus dirigencias, que los ciudadanos siempre van a contemporizar con su visión corrupta de la política y de todo lo que tenga que ver con lo electoral?

¿Tan ignorantes y/o soberbios son, que después de cada reforma que eleva sus privilegios, y casi imposibilita a los ciudadanos organizarse para formar un nuevo partido, piensan que así seguirán las cosas?

¿No hay alguien -aunque fuere uno- en uno de los partidos, que tenga consciencia clara del futuro que les esperaría de seguir así?

Sé que esperar algo así de Ochoa, Anaya(PT), Barrales, González, Castro, Delgado, López y Flores es una ilusión. Sin embargo, contra toda lógica no pierdo la esperanza de que sea el PAN el que encabece una sacudida al andamiaje legal obstruccionista que tiene ahogada a la democracia mexicana.

Me dice un amigo con quien discutí el tema, que si bien ha habido episodios interesantes en el PAN -como el que se registró cuando devolvió los recursos públicos que le correspondían por ley-, las más de las veces se ha plegado a seguir manteniendo el conjunto de obstáculos e impedimentos para facilitar la formación pronta, fácil y nada costosa de nuevos partidos políticos.

¿Qué significa esto entonces? ¿Que no habrá una verdadera reforma del andamiaje jurídico-electoral, que abra las puertas para que desaparezca el actual ambiente pútrido que reina en los partidos políticos en los tiempos que corren?

En consecuencia, de no haber esa gran reforma que el Estado debe a los ciudadanos, éstos lo harán de una manera heterodoxa para no decir violenta.

Ya lo verá. 

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