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La violencia psicológica contra las mujeres: Realidades, retos y oportunidades

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Por Isabel Ximena Vázquez Ruiz

Amenazas, burlas, humillaciones, chantajes, sobornos, celos, ¿Cuántas veces no hemos sido testigos, o peor aún, víctimas de la violencia psicológica? De acuerdo con la fracción I del artículo 6 de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la violencia psicológica en lo general es cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad psicológica, que puede consistir en: negligencia, abandono, descuido reiterado, celotipia, insultos, humillaciones, devaluación, marginación, indiferencia, infidelidad, comparaciones destructivas, rechazo, restricción a la autodeterminación y amenazas, las cuales conllevan a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de su autoestima e incluso al suicidio.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), señala que en México hay alrededor de 15 millones de personas que padecen de algún trastorno mental, siendo los principales la depresión, ansiedad y el déficit de atención. Además, ha expresado que algunas situaciones como la violencia, inseguridad, e incluso las crisis económicas, pueden llegar a aumentar los niveles de depresión. Según la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica (2017), si dividimos las estadísticas por género, tenemos que el 10.4% de mujeres tienen mayor depresión que los hombres.

Por su parte, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH 2016), que es la más reciente y que parece ser ya no habrá próximas encuestas por falta de presupuesto, al menos por el momento, señala que el 66.1% de las mujeres mayores de 15 años han sufrido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o discriminación a lo largo de su vida, siendo la violencia emocional el tipo de violencia más alto, estadísticamente hablando, siendo del 49%, seguida de la violencia sexual con el 41.3%.

Las medidas de confinamiento durante la pandemia han generado también escenarios de riesgo para las mujeres, teniendo en ocasiones una triple jornada de trabajo. Históricamente se le han asignado a las mujeres las tareas del hogar y los trabajos de cuidado, como estar a cargo del cuidado y crianza de las hijas e hijos, por lo que se ha detectado que en la cuarentena, una mujer que cuenta con un trabajo debe dedicarse a éste, al cuidado de menores de edad, de mayores de edad, de la limpieza del hogar, entre otros, lo cual ha llevado a las mujeres a incrementar sus niveles de estrés, depresión, ansiedad y esto se multiplica al encontrarse cohabitando 24/7 con la persona agresora, de ser el caso en que se vea inmersa en un contexto de violencia familiar. Las mujeres también han ejercido, además del papel de madres y esposas, el papel de maestras al dedicarse también a la educación de sus hijos y las llamadas al 911 por violencia sexual, verbal y psicológica han ido en aumento.

Es alarmante ver también como, según la ENDIREH 2016, el 88.4% de las mujeres no solicitó apoyo a alguna institución, ni tampoco presentaron queja o denuncia alguna autoridad, ¿Por qué? Por distintas razones, miedo a las consecuencias, amenazas, vergüenza, no sabía cómo o dónde denunciar, e incluso, se llega a pensar que no le darán credibilidad a la víctima o le “echarán la culpa”.

Si nos detenemos a observar lo antes expuesto, la violencia psicológica se da de distintas maneras generando principalmente temor en la sociedad, hacia quienes nos rodean, e incluso, para las autoridades en sí mismas, pues existe temor y vergüenza ante los prejuicios de la sociedad, del qué dirán. Las víctimas deben poder hablar, sin miedo, sin penas. Pero, ¿Cómo lo logramos?

Es una realidad que el Estado Mexicano, a través de distintas instituciones, tanto gubernamentales como no gubernamentales, ha desarrollado diferentes métodos y estrategias de prevención y atención, sin embargo, algo que se recomienda constantemente y debemos impulsar todas y todos es el generar espacios de difusión con acciones para la prevención de la violencia en lo general, crear espacios de escucha para una atención psicológica a las víctimas, desarrollar campañas en favor de la salud mental, misma que forma parte de la persona y hacer del conocimiento de la población en general de los espacios de atención y asesoría que existen.

La violencia psicológica, así como la violencia en todos sus tipos y modalidades, es una realidad, así como es una realidad que afecta, sí a mujeres y hombres, pero en mayor proporción a las mujeres. También es una realidad que el Estado Mexicano ha actuado, pero aún quedan muchos retos por atender, empezando por dar a conocer información para poder denunciar sin miedos, sin amenazas; por conocer nuestros derechos, por el acceso a una salud de todas y todos con las mismas oportunidades, por desarrollar protocolos más eficientes de atención y generar mecanismos que garanticen la salud física y mental. Como dijo Ban Ki-moon: “Rompe el silencio. Cuando seas testigo de la violencia contra las mujeres, no te quedes de brazos cruzados. Actúa”. Y para ello, es importante saber actuar. Difundamos las puertas que hay que tocar y seamos empáticas y empáticos los unos con los otros.

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