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Opinión

Sismo, impunidad y Mancera

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Tal Cual…

Han pasado prácticamente 20 días, tres semanas, desde el sismo del pasado 19 de septiembre que devastó decenas de edificios en la Ciudad de México y derivó en un saldo preliminar y oficial de 228 personas fallecidas.

Miguel Ángel Mancera, Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, hace malabares para decir que hay 154 carpetas de investigación en las Fiscalías de Cuauhtémoc, Benito Juárez y Coyoacán y del Medio Ambiente, por la pérdida total o daños a inmuebles adquiridos con una antigüedad no mayor a cinco años y en los que las constructoras o directores de obra, pudieran tener alguna responsabilidad penal.

Pero ni en el caso más emblemático que dejó el sismo de 7.1 grados, el Colegio Enrique Rébsamen, donde fallecieron 19 menores y 9 adultos, existe hasta el momento un sólo responsable, ni un detenido. Ni la directora del plantel, Mónica García Villegas, ha declarado, ni los funcionarios o ex funcionarios de la Delegación Tlalpan o del propio gobierno que encabeza Mancera que otorgaron licencias, que solaparon obras. Así de lenta, tortuosa, infame e impune es la justicia en la Ciudad que presume en spots el Jefe de Gobierno.

El “boom inmobiliario” que presumía hasta hace algunos meses Mancera, ahora lo encamina a nuevos negocios de las mismas constructoras que defraudaron y provocaron muertes, pero ahora en labores de reconstrucción. Nuevo negocio de fin de sexenio, ahora que la candidatura presidencial se aleja con el tufo de la corrupción.

El Jefe de Gobierno, como parte de esta buena relación con las constructoras, suprimió el 10 de noviembre del 2016 en la Gaceta Oficial de la Ciudad de México, una serie de artículos propuestos por colegios y asociaciones de arquitectos, que buscaban a terminar con la figura de los Directores Responsable de Obra (DRO), así como anomalías y casos de corrupción en la supervisión de obras. No se entraron en vigor por decisión de Mancera y con ello la impunidad prevalece después del sismo.

Ni el Atlas de Riesgos de la Ciudad de México, en cual ha sido solicitado por más de un centenar de ciudadanos en los últimos años ha querido transparentar Mancera. Incluso recurrió al coordinador del PRI en el Senado, Emilio Gamboa, para pedirle que se retire un punto de acuerdo presentado por la senadora Verónica Martínez Espinoza donde se le exhortaba hacer público dicho instrumento, ello bajo el argumento de que se podría acceder a ubicación de instalaciones estratégicas como plantas de CFE, ductos de Pemex o el Sistema Cutzamala.

Mancera se limitó a presentar un remedo de Atlas de Riesgos que expone un aparato denominado “Sismo del 19 de septiembre”, donde se señalan los inmuebles colapsados y las zonas de mayor afectación, las cuales coinciden con la llamada “zona de transición” (zona II), entre el subsuelo firme (zona I) y del antiguo Lago (zona III). No hay referencia o correlación con el “boom inmobiliario” de sus cinco años de gobierno.

En el Concierto “Estamos Unidos Mexicanos” que se realizó este domingo 8 de octubre en el Zócalo capitalino para recaudar fondos para los damnificados, la cantante mexicana Julieta Venegas les envió un mensaje con claro destinatario a Mancera y al propio presidente Enrique Peña y pidió a los mexicanos “fijarnos en los gobernantes que tenemos, en cómo se desaparecen en momentos de crisis”.

Hasta en el extranjero se percibe ese tufo de corrupción tras los escombros del sismo y la cantante chilena, Mon Laferte, en el mismo concierto, resumió ese sentir y lo que se piensan en el mundo de nuestros gobernantes como Mancera y de otros funcionarios federales: “Señores gobernantes deberían sentirse orgullosos de su pueblo, deberían ser y estar a la altura de la gente y del pueblo que tienen”. Tal Cual.

www.theexodo.com

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Felipe Monroy

Navidad y tinieblas

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Vivimos bajo un permanente agobio por las malas noticias; desde las más inmediatas y próximas hasta las globales y trascendentes. Cuando no son hechos de conflictos políticos y de carencias más básicas de justicia en nuestro propio territorio, son las violencias internacionales y los angustiantes efectos de la destrucción de nuestro hogar planetario los que oscurecen el panorama de nuestros días cotidianos y de la humanidad entera.

Este 2024 ha confirmado que la maldad producida en nombre de casi todas las creencias y convicciones tiene pocas resistencias; sin alarmismos ni dramatismos podríamos asegurar que el mal viaja por anchas carreteras de alta velocidad y encuentra los vehículos de poder más eficientes para replicarse, para extenderse y para arraigarse sobre las instituciones sociales y los grupos humanos. Y, sin embargo, si no brillara una pequeña luz de esperanza entre tanta oscuridad; no habría mucho sentido de seguir adelante.

Nunca ha habido tiempos realmente sencillos, el ser humano vive entre guerras y desastres permanentes. Con las mejores intenciones se reinventa la política y la tecnología para apaciguar los dominios de la maldad y la carencia. Y en general, la humanidad lo ha hecho bien: la ciencia y la tecnología no sólo han facilitado muchos aspectos de la vida, han alargado la expectativa de la misma y han conjurado muchos de los males que la naturaleza no alcanza a remediar para todas sus creaturas; y, por otro lado, la política y las instituciones se han complejizado y especializado intentando atender un mundo cada vez más complejo.

Pero también hay que reconocer que los relatos más simples y más ancestrales son los que siguen configurando buena parte de los mínimos sociales de justicia, bondad, caridad y esperanza. Estos relatos provienen de expresiones humanas fundamentales y trascendentales, son las expresiones de la fe. Aunque en ocasiones también estas sean utilizadas como armas de exclusión, división, castigo y condena.

Sin duda, en su nombre, se han ejercido actos terribles y en la historia se pueden enumerar copiosos ejemplos; casi siempre en cada uno de estos actos maliciosos, esas expresiones religiosas vienen acompañadas por rasgos de fanatismo, fundamentalismo e integrismos; por lógicas de poder, gloria terrena y por jactancias de dominio sobre los débiles.

Sin embargo, cuando se habla de las historias de las principales religiones del mundo solemos olvidar que sus actos de ayuno y templanza van de la mano con la compasión y sed de justicia social; que la confianza en el destino ulterior no está desligada de las responsabilidades personales cotidianas; que las obras más grandes de la fe involucran la devolución de la dignidad a los pobres, la atención de los desvalidos, la asistencia a los enfermos y la lucha junto a los marginados; que la liberación de cada persona y de los pueblos tiene que ver con un rescate integral de esas oscuridades en que el mundo cae frecuentemente.

Por ello, casi todas las religiones tienen un fermento de esperanza; y, en particular, la religión cristiana no puede dejar de contemplar en el Nacimiento de Jesús (la Natividad, la Navidad), el primordial ejemplo de esa virtud. Desde hace siglos, algunas tradiciones cristianas cantan himnos de la Navidad destacando el oscuro escenario como el ambiente en el que el Salvador nació (aunque no necesariamente se ajustan a los textos evangélicos): a mitad de la noche, en una cueva o un pesebre, en un sitio prestado, vulnerable, incluso riesgoso; nacido en una tierra agitada por el poder o como hijo en un pueblo sometido.

Pero para estos relatos es allí, en ese sombrío mundo al descampado, donde la luz nos regala la esperanza. Por ello hasta ahí acuden ricos y pobres, magos y pastores, al encuentro que les devuelve la esperanza, aunque no siempre es sencillo reconocerla. En los relatos algunas veces se dice que llevaban puestos los ojos en el cielo (el símbolo es la estrella que les indica el camino) o también que recibieron seráficas instrucciones; pero en el fondo son un pueblo que es guiado hacia una promesa; y, sin embargo, al llegar descubren que no es en ningún trono o ninguna celestial peana sino sobre el más humilde de los recintos de la tierra donde reside la verdad que anhelan.

Para el mundo cristiano, la contemplación de la Encarnación de Dios en ese humillado rincón del mundo y de la historia no sólo otorga sentido a la “rica pobreza” y la “preciosa miseria” sino que, en el humano peregrinar sobre las tinieblas de cada época, siempre habrá una luz que brilla en nombre de las voces olvidadas, de los que padecen los actos ignominiosos del poder y la vanidad; para rescatar, para iluminar las cíclicas tinieblas.

Así lo dice el himno navideño de Romano de Emesa de hace mil quinientos años, que pone en voz de María, madre de Jesús, el sentido de esta esperanza: “Por los aires, por los frutos de la tierra y los hombres que la habitan, te ruego, niñito mío: reconcilia al mundo… Salva al mundo, salvador; que por eso has venido. Toda tu obra restáurala; por esto has brillado… Y ustedes –dice ahora María dirigiéndose a la humanidad–, abandonen la tristeza: yo he parido la alegría del mundo. Para saquear el reino del dolor he venido”. Lo que nos hace pensar que en este reino de dolor, en este permanente agobio por las malas noticias, incluso para nosotros, en estos tiempos tan oscuros, brilla la esperanza.
Feliz Navidad.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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Felipe Monroy

Erotismo virtual y las cavernas del desierto

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La compra, venta y suscripción de material pornográfico o semi-pornográfico en diversas plataformas digitales es un fenómeno que se ha instalado en la sociedad contemporánea de una forma peculiarmente natural, normalizada incluso. Sin embargo, hay mucho qué reflexionar sobre los efectos que este fenómeno provoca sobre la autopercepción personal, las valoraciones sociales en torno a la dignidad de las personas y las cualidades del auténtico bienestar integral.

Hay voces que, en favor del negocio a través del cual se prostituye la imagen, el nombre o la vida íntima de las personas, afirman que el intercambio de estas ‘mercancías’ no corrompe el cuerpo de quien se vende o no pone en peligro su integridad física; por el contrario, otros consideran que el comercio indiscriminado del cuerpo, la imagen y la identidad (especialmente de mujeres) repercute negativamente en varios aspectos de la vida al supeditar la libertad, identidad y dignidad humana a los mecanismos más deshumanizantes del mercado.

Parece que sólo desde una lógica racionalista del mercado y desde la perspectiva de que es inevitable la autoexplotación de la dignidad personal es posible justificar los bienes que este modelo de negocio. Por el contrario, las iglesias y religiones, al operar bajo lógicas diferentes, suelen ser muy críticas a aquellas actividades comerciales. Por eso ha sorprendido la entrevista publicada en People de la joven ‘Sophie Rain’, de 20 años, quien asegura haber ganado 43 millones de dólares por vender su contenido en la plataforma OnlyFans al tiempo de “conciliar sus valores cristianos”.

Para la joven, el publicar contenido sexual o erótico explícito para adultos no afecta su fe porque es asidua a los servicios religiosos de su congregación. En la entrevista señala que “el Señor es muy indulgente y me puso aquí. Él me puso en la Tierra por una razón y yo sólo estoy viviendo cada día”. En la entrevista, se da a entender que su adhesión e identidad cristiana también está ligada a la caridad de la comunidad religiosa recibida por su familia y por ella, cuando era niña. Y esta declaración recuerda a un par de anécdotas del siglo IV de ciertos monjes cristianos que se retiraron a las cavernas del desierto a vivir de forma ascética y cuya forma de vida era ejemplo para los pueblos aledaños.

La primera historia es sobre Paesia, una joven que perdió a sus padres y quedó huérfana; inicialmente hizo de su casa un hospicio para recibir a los monjes y sacerdotes de Escete (Egipto). Cuando gastó todos sus bienes, la joven comenzó a pasar penurias, “entonces algunos hombres perversos la buscaron y la alejaron del buen propósito, ella comenzó a obrar mal hasta prostituirse”. Los monjes buscaron al famoso abba Juan Colobos (340-410 d.C.) y le contaron lo que sucedía con aquella hermana que había sido tan buena y generosa con los frailes mientras tuvo recursos: “Mostrémosle ahora nosotros caridad a ella, ayudándola”.

El monje fue a verla. Con el dinero por vender su cuerpo y juventud, Paesia ahora vivía en un pequeño palacete con muchos criados y recibió a Juan Colobos con cierto orgullo y vanagloria. El monje, al verla lloró y ella le preguntó por qué. “Veo a Satanás jugando en tu rostro, ¿no he de llorar?”, dijo el religioso. La joven se conmovió, reconoció el mal que se hacía a ella misma y preguntó al monje si había una ‘penitencia’ para purgar sus errores. Juan Colobos la llevó al desierto, en una cueva “hizo una pequeña almohada en la arena y haciendo la señal de la cruz le indicó: ‘Duerme aquí’… hacia la medianoche, mientras hacía sus oraciones, el monje vio un camino luminoso que bajaba desde el cielo hasta donde ella estaba, y vio a los ángeles de Dios que llevaban su alma”. La historia concluye que una hora de penitencia de la joven había valido más que la penitencia de los muchos monjes que se habían alojado en su hogar: “habían pasado en ella largo tiempo, pero no habían mostrado el ardor de la suya”.

Otra historia cuenta una anécdota del abba Timoteo, presbítero y un monje cenobita también de Escete. El religioso conocía el caso de una mujer que daba en limosna todo el dinero que hacía vendiendo su cuerpo a hombres lujuriosos; preguntó a su maestro el abba Pastor qué opinaba. El anciano monje le dijo: “Ella no permanecerá en ese negocio porque el fruto de la fe se manifiesta en ella”. Pasó el tiempo y la madre de la mujer acudió a ver al padre Timoteo para buscar orientación pues su hija había incrementado tanto sus clientes como las ganancias, aunque seguía dando todo en limosna.

La madre también le dijo al sacerdote que su hija le había dicho que deseaba acudir a ver al fraile para pedirle, con vergüenza por sus pecados, que los monjes pidieran a Dios por ella. Timoteo no sabía qué hacer y pidió nuevamente consejo al anciano abba Pastor. El viejo monje le dijo: “Ve tú, más bien, a encontrarla a ella. No sé por qué has esperado tanto”; y así hizo Timoteo. La historia concluye con el encuentro del presbítero y la mujer comprendiendo sus respectivos errores, ayudándose mutuamente a agradar a Dios.

Existen muchísimas historias ancestrales de los monjes del desierto y aunque pertenecen a una era ya extinta, en ocasiones guardan enseñanzas incluso para nuestra época. Las historias anteriores tienen una similitud más allá del tema: es cierto que –como dice la estrella de la plataforma de contenido sexual explícito– la fe no se pierde incluso en estas condiciones de comerciar con el cuerpo y su dignidad íntima; pero sólo la cercanía personal, desinteresada y humilde de los pastores o religiosos, fraternalmente preocupados por sus semejantes, es el vehículo para que se reconozcan las verdaderas afectaciones a la persona en su integridad (física, moral, espiritual, identitaria) por estar sujetas a este negocio que subarrienda la dignidad y trastorna a sus consumidores.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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Felipe Monroy

Estamos solos en esto

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Las identidades ideológicas, religiosas o partidistas siempre serán una fuerza influyente dentro de las estrategias político-operativas para mantener o conseguir el poder; su efectividad depende usualmente de dos factores: de la dureza en las fronteras en la identidad del grupo y en el tamaño simbólico de sus enemigos reales o imaginados. Y si hay algo que agrava la vida democrática de una nación es la exacerbación de ambos factores.

Por un lado, los conflictos internos en las cúpulas del poder político en México tienen su origen en el propio interés por incrementar o mantener el control. El deseo de orden y estabilidad dentro de las filas del poder produce el estrechamiento de las fronteras de los que se consideran a sí mismos como “puros” frente a los que considera “viciados” o “corrompidos”.

Hemos visto en las últimas semanas cómo se multiplican y recrudecen las pugnas dentro de los grupos en el poder político en México: a través de acusaciones y recriminaciones mutuas se busca deslegitimar a los hermanos por la heredad del trono. El poder acumulado es una tentación natural y ya sin el riesgo de salir a buscarlo, el principal objetivo de los nuevos liderazgos será erigirse como esa identidad que merece el ejercicio de dicho poder o, por lo menos, la potestad para repartirlo a quienes se alineen mejor a la identidad del liderazgo establecido.

Como se ve, quien pertenece a un grupo de poder aún puede crear otras fronteras más íntimas de los privilegiados mientras radicaliza la dureza en la identidad del grupo interno e incrementa el tamaño de sus enemigos con las periferias del poder de los que hasta hace poco fueron correligionarios. Incluso en los estrechos círculos de poder, un grupo que se identifica a sí mismo como ‘más fiel’ o ‘más consciente’ se autoconvence y predica a sus prosélitos: “Estamos solos en esto”.

Por otra parte, los proscritos del poder (eso que algunos insisten erróneamente en llamar “la oposición”) tienen la opción de buscarlo y hacerse de él básicamente de la manera correcta que es acompañando una lucha política por los auténticos clamores sociales; sin embargo, casi siempre prefieren el camino sencillo al usurpar discursivamente las cualidades morales de algún conflicto irracional para auto erigirse como el único remedio. También ellos, al igual que sus adversarios, dicen “estamos solos en esto” antes de emprender auténticas y desaforadas cruzadas identitarias.

Respecto a esto, las capacidades mercadológicas de la nueva política ‘emocional’ han revelado cuán exitosas son las campañas mediáticas y electorales que ya no buscan el diálogo atemperado o debates racionales y argumentados, sino que vencen a través del puro enardecimiento de las masas a través de eslóganes agresivos y panegíricos llenos de autoelogios.

La búsqueda de poder para estas ‘oposiciones’, por tanto, se torna en una carrera por hallar y atizar voces minoritarias para convocarlas a batallas absolutas contra estructuras de poder existentes o contra los cambios sociales. Es en este tipo de motivaciones donde reside un fermento de polarización emocional de uso político: exacerbando las divisiones sociales (señalando y acentuando las diferencias), propugnando por hiperregulaciones (ejerciendo presión legislativa o punitiva contra aquellos que no piensan y obran como ellos desean) y minando los valores democráticos más básicos como la equidad, la pluralidad, la diversidad, la argumentación dialógica y la inclusión de las voces en el concierto de negociación política.

Es imperativo que toda la estructura social entre en dinámicas propositivas de resolución de conflictos, sin obviarlos o eludirlos. Las injusticias están allí: los crímenes y las carencias, los privilegios de unos y las precariedades de otros, los abusos y las víctimas. Faltan los espacios de pluralidad dialogante donde ningún liderazgo azuce a sus huestes con la idea de que “están solos” en el “verdadero” “rescate” de una patria o un pueblo.

Porque la exacerbación de estas identidades pseudo-heróicas reconfigura los conflictos políticos en batallas morales; donde todas las estrategias para superar las conflictividades se encuentran atravesadas por mecanismos socio-psicológicos como el temor, la escisión, la obediencia y la sumisión irrestrictas; y donde los discursos se plagan de agresividad, superioridad y desprecio.

La administración del poder no es una tarea sencilla, siempre se debe mantener un sano temor de que los cuadros internos no se perviertan en actos de corrupción por operar en la cúspide del privilegio o que la creación de ‘niveles’ o círculos concéntricos en torno al centroide del poder no sólo sirva para la gestión funcional y operativa del mismo sino como la jerarquización de clanes o camarillas de ‘puros’ y ‘defensores’ de inasibles ideales.

Pero además, la búsqueda de poder también debe mantener un sano temor de que sus tácticas no alimenten viejos o nuevos fanatismos, fuerzas integristas que dibujan sus propios monstruos enemigos para hacerse pasar por políticos heroicos. Nada es más peligroso que eso.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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Columna Invitada

Apartidismo

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De un artículo anterior, surgieron algunas preguntas de mis lectores. “¿Por qué la obstinación en el apartidismo?” “¿Por qué la insistencia en la necesidad de una oposición apartidista?” A lo cual le di una respuesta relativamente breve, diciendo que la razón de ser de los partidos, es obtener el poder para un grupo y lograr que gobierne. Pero al mismo tiempo es su mayor tentación: la corrupción.

Obviamente, tuve algunas observaciones que vale la pena aclarar. Partiríamos de una cita famosa de un político inglés, del siglo XIX, Lord Acton, quien decía, y cito: “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Claramente, no es el único que ha opinado así. Se encuentran algunas citas parecidas en Maquiavelo y en Rousseau, uno de los ideólogos de la Revolución Francesa. Así como en Mijaíl Bakunin, uno de los fundadores de la corriente moderna del anarquismo.

Lo que se puede criticar aquí es lo absoluto del dicho. Es decir, que no hay ninguna otra opción: que quien tiene poder absoluto, siempre se volverá absolutamente corrupto. Lo que no necesariamente ocurre. Pero también es cierto que es una gran tentación. Claramente, cuando alguien tiene el poder absoluto, es decir, un poder sin contrapesos, un poder sin frenos, verdaderamente requiere ser un verdadero santo para no abusar de ese poder.

El modelo actual de nuestra democracia, no solamente en nuestro país, sino en el mundo entero, es muchas veces tener un poder concentrado en partidos políticos. Desde quien tiene un partido único, hasta quien permite cantidades inmanejables de partidos políticos. Finalmente, se busca concentrar poder, sea a través de las votaciones, o a través de alianzas.

Habría que desarrollar un modelo donde el papel de los partidos fuera diferente. Donde no tuvieran que estar conectados necesariamente con el ejercicio del poder, sino solamente el de concentrar, concertar y combinar las elecciones para poder elegir a quienes deben de gobernar según la ciudadanía. Y una vez hecho esto, dejar de tener un papel en el gobierno en cualquiera de los tres poderes. Claramente, podemos pensar que esto es una utopía. Y también es cierto que es difícil lograr una reforma integral de los partidos políticos. Hay que discutir si el papel de los partidos debe ser temporal, actuando solamente mientras duren las elecciones.

Tenemos que lograr tener “un piso verdaderamente parejo” para todos los participantes. Lo cual, hoy en día, cuesta mucho trabajo lograr. Los partidos existentes han estado recibiendo cantidades importantes de recursos que les han permitido desarrollar capacidades que les permiten estar en ventaja ante sus contrincantes.

Para tener “un piso parejo”, habría que eliminar la posición competitiva, construida por años y décadas de estar recibiendo recursos, que les han permitido crear ventajas que son difíciles de remontar por quienes crean un nuevo partido. En esta utopía, podría pensarse en una moratoria de, por lo menos, unos cinco o diez años, durante la cual los funcionarios de administraciones anteriores a todos los niveles tendrían prohibido participar en los partidos políticos y en las elecciones. Para que no puedan aprovechar un prestigio que fue generado a través de fondos financiados por la ciudadanía y por sus impuestos.

También, obligar a los partidos a cambiar de nombre, colores e imagen, porque eso ha sido resultado de una inversión que hizo la ciudadanía para permitirles operar. Y podría haber otros cambios parecidos. Pero reconozco que esto, verdaderamente, es difícil. Pero el concepto es adecuado. Deberíamos tener una idea clara de cómo se podría crear ese “piso parejo” para los partidos reformados. Se necesitaría también una auditoría ciudadana, independiente de los partidos, que se asegurara de que estas reglas se cumplan.

Y, desde luego, leyes que pudieran hacerse cumplir por jueces adecuadamente preparados para ello. No es fácil, hay que reconocerlo. Hay que tratar de ver hasta dónde se puede llegar, porque esto tiene grandes dificultades. Por un lado: ¿dónde hay ciudadanos que no hayan participado en los niveles importantes de decisión de los partidos existentes, que se formen y tengan la disponibilidad para poder encauzar la democracia con nuevas instituciones? Por otro lado, que tengan conocimiento de la política y de la democracia para poder mejorarla.

Habría que pensar en una transición. Es claro que no podemos aspirar a un remedio rápido, ni completo. Sería una labor de ir construyendo poco a poco lo necesario. Apostar también a la educación de la ciudadanía, para que pueda exigir, a quienes estén desarrollando esas nuevas posibilidades y a quienes los auditen, que reformen esta parte de la democracia. Finalmente, habría que confiar en que esto será posible, gracias al sentido común del votante. Creer lo que en algún momento dijo Abraham Lincoln: que “no se puede engañar a todos durante todo el tiempo”. Ese sentido común, nutrido por un conocimiento profundo de lo que significa ser ciudadano. Eso es lo que puede modificar nuestra situación.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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