Washington.— Este viernes, las calles de Washington serán testigo de un testimonio de fe, amor y acción, donde miles marcharán con un propósito: construir una cultura donde la vida sea siempre la protagonista.

El derecho a la vida no es solo un principio jurídico, sino una afirmación universal de la dignidad intrínseca de toda persona. Este viernes 24 de enero, Washington D.C. será el escenario de la Marcha por la Vida, una manifestación que cada año reúne a decenas de miles de defensores de este derecho humano fundamental.

La movilización busca promover una cultura donde la vida sea celebrada y protegida desde la concepción hasta la muerte natural.

De acuerdo con los organizadores, más allá de una marcha, se trata de un evento cargado de esperanza, alegría y unidad. Mujeres, hombres, jóvenes y niños de todo Estados Unidos caminan juntos hacia el Capitolio, convencidos de que cada vida es valiosa y merece ser protegida.

Movimiento que trasciende las leyes

Aunque la anulación del caso Roe v. Wade marcó un hito histórico al permitir que los estados legislen en favor de políticas pro-vida, el camino hacia una cultura de respeto pleno por la vida está lejos de concluir. Actualmente, más de 900 mil abortos se registran cada año en Estados Unidos, una cifra que se espera disminuir solo parcialmente en este nuevo panorama legal.

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El desafío no es solo legislativo, sino cultural. Los organizadores de la Marcha por la Vida subrayan que su propósito no se limita a influir en leyes estatales o federales, sino a transformar corazones y mentes para construir una sociedad donde el aborto sea considerado impensable.

Testimonio de esperanza

La Marcha por la Vida no sólo celebra la vida, sino también el impacto de políticas como la Enmienda Hyde, que ha salvado más de dos millones de vidas al limitar la financiación gubernamental para el aborto. Sin embargo, estas conquistas no están garantizadas, y los activistas destacan la necesidad de seguir luchando para proteger estos avances.

Además, la expansión de iniciativas estatales de marchas por la vida refleja un compromiso renovado con la defensa de este derecho fundamental. Aun así, mientras persista la amenaza contra la vida, la movilización nacional seguirá siendo un recordatorio anual del trabajo pendiente.

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Virginia.— Michael F. Burbidge, obispo de la diócesis católica de Arlington, Virginia, Estados Unidos, publicó una carta pastoral titulada “La familia cristiana, la fecundación in vitro y el testimonio heroico del amor verdadero”.

En ella, exhortó a los legisladores estadounidenses a evitar cualquier obligación en la práctica de la fecundación in vitro (FIV), planteando una reflexión profunda sobre el significado del amor auténtico y las implicaciones éticas del procedimiento.

En su carta, el obispo resaltó “Santo Tomás de Aquino describió el amor como la voluntad de hacer el bien al otro, y es este tipo de amor el que la Iglesia proclama como necesario para quienes desean ser felices ahora y para siempre”.

Subrayó que el amor verdadero implica una donación total de uno mismo por el bien del otro y rechazó cualquier acción que degrade, instrumentalice o dañe a otra persona.

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Como expresidente del Comité de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, Burbidge manifestó su preocupación ante los intentos de expandir el rol del gobierno en la provisión de la FIV, sea mediante financiamiento directo o a través de la imposición a las aseguradoras de cubrir este procedimiento.

En su análisis, denunció los costos humanos y éticos que conlleva la industria de la FIV, que cada año “mata o congela cientos de miles de niños embrionarios” y fomenta prácticas como la gestación subrogada, las cuales calificó de explotadoras.

El prelado también se opuso a la idea de que la FIV pueda ser considerada pro-vida por su capacidad de producir niños. Argumentó que esta perspectiva ignora las “injusticias morales en el centro del proceso de FIV y las consecuencias fatales para tantos de los niños embrionarios generados a través de este proceso”.

Burbidge advirtió sobre el peligro de un mandato federal que regule o imponga la FIV, calificándolo como una “entrega ilegítima al César de las cosas de Dios”. Según explicó, tal medida “insertaría al Estado en el corazón mismo del hogar” y generaría una falsa sensación de que el gobierno puede y debe dirigir las vidas humanas desde su concepción. Esta situación, alertó, podría amenazar la futura libertad de la sociedad.

Propuso que los funcionarios públicos consideren medidas concretas, como fomentar el matrimonio temprano, promover la formación de familias y establecer programas que aborden los costos del embarazo y el parto. También sugirió ampliar la cobertura sanitaria para tratamientos de fertilidad que respeten la vida y restauren la salud.

En cuanto a la regulación de los centros de FIV, solicitó garantizar normas de salud y seguridad que minimicen los daños asociados a esta industria. También instó a informar a los futuros padres sobre las implicaciones éticas y morales del proceso, así como las alternativas disponibles que afirmen la vida.

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Madrid.— La ministra de Igualdad de España, Ana Redondo, y el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello, sostuvieron un encuentro en medio de la polémica sobre supuestas “terapias de conversión” en diócesis españolas.

La Ministra y el Presidente de la Conferencia compartieron sus puntos de vista en relación a la cuestión sobre la distribución de la comunión a personas homosexuales.

Ambos coincidieron en la importancia que los principios de libertad, igualdad y no discriminación tienen para nuestra sociedad constitucional.

Al respecto, Mons. Argüello señaló que se trata de una expresión imprecisa, amplia y no científica, que la Iglesia católica no apoya y que no se encuentra dentro del ámbito de su acción pastoral.

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El Presidente de la Conferencia Episcopal resaltó, además, que no se pueden tratar como “terapias de conversión” todas aquellas que no sean “terapias afirmativas”.

Mons. Argüello añadió que el proyecto “Transformados”, según explican las personas que lo realizan, invita a la conversión a Cristo y a la propuesta de vida que surge del Evangelio y que se ofrece a todas las personas.

En ese sentido, explicó que en la Iglesia católica no existe discriminación en este sentido ya que la norma básica para recibir la comunión, que es estar en gracia de Dios, afecta igualmente a todos los católicos, con independencia de cualquier otra condición, incluida la orientación sexual.

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Jerusalén. – El Padre Gabriel Romanelli, párroco de Gaza, expresó su beneplácito ante la tregua que inició la semana pasada entre Israel y Hamás.

Sin embargo, advirtió que esto no representa el final del conflicto y falta mucho trabajo para lograr la paz a largo plazo.

“Es un paso adelante significativo, que ofrece esperanza, pero no marca el final del conflicto. Rezamos para que sea el comienzo de una paz duradera. Confiamos en los esfuerzos internacionales para poner fin a la guerra y centrarnos en el futuro de Oriente Medio y Tierra Santa”, dijo a medios vaticanos.

Expresó el alivio de la gente al no escuchar el sonido de los drones en Gaza. Pero al salir de la parroquia, los afectados se enfrentaron con la realidad que enfrenta lo que alguna vez fue su hogar.

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“Algunos salieron del monasterio para comprobar cómo estaban sus casas o lo que quedaba de ellas. Algunos descubrieron que sus casas estaban completamente destruidas, mientras que otros aún no han localizado sus hogares o incluso no han reconocido los barrios en los que vivían”.

El párroco destacó la labor del personal de la iglesia para garantizar la educación de los niños refugiados en la Sagrada Familia.

Además, junto a Cáritas y las Hermanas de la Madre Teresa, ofrecen asistencia médica a los enfermos y necesitados.

“Estamos llenos de esperanza y trabajamos para reconstruir nuestro futuro”. A pesar del dolor y el sufrimiento, la comunidad sigue centrada en crear una vida digna y un futuro más brillante, finalizó el párroco de Gaza.

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