Columna Invitada
“Dinero maldito…”
Por Antonio Maza Pereda
Es interesante que, en la contienda presidencial, se está utilizando el hecho de tener dinero como un indicador de la maldad de los contendientes. En las acusaciones mutuas, sobre todo en el primer debate y su post debate, apareció de manera reiterada el tema de la cantidad de dinero que tienen quienes compiten. Aparentemente, como muchos creen, el hecho de tener dinero, es igual a ser una mala persona y, por lo contrario, el tener escasos recursos es una garantía de que la persona es buena. ¿Cómo llegamos a esta idea? Francamente, lo ignoro.
Pero es algo arraigado profundamente en una parte importante de la población e impulsado fuertemente por los políticos, tanto de la izquierda populista como los integrantes de la dictadura perfecta. Una interpretación que no se sostiene en los hechos, pero qué es creída por muchos. No cabe duda de que el concepto forma parte de nuestra cultura tradicional. Una de las canciones rancheras más exitosas de principios de los cincuenta del siglo XX, hablaba del “dinero maldito, que nada vale”. Y no es el único caso.
Mientras que los adherentes de la 4T presumen de su pobreza franciscana, incluso como la solución a muchos de los problemas nacionales, la oposición evita el tema y trata de no hablar de su posición en ese aspecto. De hecho, de acuerdo con nuestras leyes, cualquier habitante del país tiene derecho a hacer dinero. Para la Ley, no es malo tener propiedades y bienes, mientras se hayan adquirido honestamente y se hayan cumplido todas las leyes de tipo fiscal, así como las que prohíben crear una fuerza monopólica. Pero no cabe duda de que este concepto no ha penetrado fuertemente en la población.
Para muchos la fortuna se ve como algo dudoso. Por definición, porque quien es pobre no tiene capacidad de ahorrar. La acumulación se considera sospechosa. Y muchas veces se crean leyes que buscan modos de penalizar el acopio de recursos económicos. Con bastante frecuencia se sataniza la ganancia, y se habla de las empresas no lucrativas como algo intrínsecamente bueno. A pesar de que puede haber algunas que sirven de tapadera para la corrupción. La idea de lucro tiene muy mala fama.
No está claro, para nuestros representantes populares, que las empresas necesitan tener utilidades. Y esto ocurre por muchas razones. La utilidad es la recompensa por el hecho de que el inversionista está tomando un riesgo. Claramente, cuando no hay riesgo en un negocio, puede haber dudas de su ética. Esto ocurre con frecuencia en el sistema mercantilista que ha dominado la economía de nuestro país por muchas décadas. Porque no es cierto que tuvimos un sistema neoliberal: lo que hemos tenido es la colusión de los gobernantes con una parte de los grandes capitales. A los cuales se les han permitido monopolios virtuales, gracias a los cuales el riesgo de su inversión es sumamente bajo, y sus ganancias muy grandes.
Por otro lado, una empresa que tiene bajas utilidades difícilmente tendrá recursos para modernizarse, invertir en su crecimiento, hacer una mercadotecnia que le permita crecer, pagar bien a sus empleados y capacitarlos. Las empresas, sobre todo las pequeñas y medianas con bajas ganancias, tienen muy poca capacidad de maniobra. Difícilmente podrán competir con la empresa de altas utilidades. Y, para poder mejorar su situación, prácticamente la única libertad que les queda es la de reducir aún más sus precios, con la esperanza de que eso hará que su clientela aumente. Lo cual no siempre ocurre. En esas condiciones, la empresa de bajas ganancias entra en un círculo vicioso del que difícilmente puede salir.
Pero esto, claramente, no es comprendido por cierto tipo de socialistas, basados en los conceptos de Marx y Engels, ideas construidas antes de que se conociera el desarrollo de la contabilidad de costos. Noción que los hace pensar, como esos autores, que la plusvalía es únicamente la diferencia entre el precio de venta y el pago de la mano de obra, ignorando que toda empresa tiene muchos más gastos. La idea de que “la propiedad es un robo”, elaborada por Pierre-Joseph Proudhon, en 1840, sigue siendo un dogma para muchos de ellos.
Estos conceptos siguen estando vigentes en la propaganda política de los próximos comicios del 2024. Algunos los promueven, otros tratan de evitar su discusión porque, de fondo, les da vergüenza sostener que es muy difícil encontrar una economía que crezca y que aumente el poder adquisitivo de las personas, si no se acepta la necesidad de las utilidades. Por otro lado, no queda duda de que, muchos de los que promueven el concepto de la pobreza franciscana, se han enriquecido de manera ilegal y están haciendo grandes esfuerzos para evitar que se investiguen sus propiedades.
Probablemente, no baste con una campaña electoral, a la que le quedan poco menos de cincuenta días, para cambiar esta visión distorsionada. Pero, independientemente de lo que haga la clase política, que casi toda rechaza el papel de la riqueza en el desarrollo de la economía del país, nosotros, los ciudadanos de a pie, no tenemos por qué caer en ese sofisma. Nos debe quedar claro que no necesariamente, quienes han hecho dinero cumpliendo las leyes, son personas malvadas y mucho menos pensar que los que no lo han hecho es porque son angelicales o, por otro lado, porque han sido ineptos.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Columna Invitada
¿Podemos confiar en los medios?
Si no logramos tener en la comunicación tan fundamental, en la vida diaria, de esa vivencia de la esperanza, nuestro futuro será bastante dudoso
En este momento, la gran escasez, es de esperanza. Y no necesariamente porque nosotros, en lo personal, estemos desesperanzados. Básicamente, pensemos en los medios, tanto los profesionales, los oficiales, como los privados, los de las redes sociales, que nos tienen constantemente en un estado de duda, de agobio y desesperanza. Y esto es algo que nos mantiene inquietos.
Pensemos en dos noticias importantes de los últimos días. Uno es el caso de las guerras tradicionales. El otro, el de las guerras comerciales. Ambos, entre naciones. Ambos, con el potencial de dañar a agresores y agredidos. Porque, en una guerra, todos los bandos pierden.
El enfrentamiento entre Trump y su vicepresidente Vance con el señor Zelensky, presidente de Ucrania, quienes nos dieron un verdadero show que deja a la humanidad en la desesperanza. Poco importa saber quién ganó, quién perdió, quién tenía la razón, si alguien fue grosero o si ambos lo fueron, si ambos deberían de pedir disculpas o no. Simplemente, el resultado, después de haber visto un enfrentamiento de este estilo, no nos deja nada. No nos deja una posibilidad clara de que esta guerra, tan compleja, se vaya a resolver pronto.
Y por el estilo: en estos mismos días, se hace realidad la ya tan anunciada amenaza de poner aranceles a distintos países, entre otros México. Tras de un tiempo de espera, el señor Trump cumplió con sus amenazas y de poco sirvieron reuniones, ofrecimientos de acciones por Canadá y México para cumplir las peticiones del presidente de los EE. UU.
Hay varios asuntos alrededor. Por un lado, los temas mismos. Situaciones complejas, difíciles, que no se pueden manejar con simplicidad. Pero, más importante, hay una deformación constante, buscada y desarrollada de la opinión pública. Donde se escuchan informaciones, se presentan datos y se tuercen, se muestran parcialmente, solamente para darle peso a sus ideas.
El resultado de esta comunicación, es desesperanza, miedo, rencores, fanatismo, odio. Tenemos no solamente ese tipo de resultados sino, algo tal vez más importante: nos estamos acostumbrando a tener una apariencia de razonamiento. Se ha hablado mucho de la posverdad, un tema tal vez más para filósofos y especialistas en el lenguaje. Vivimos las llamadas fake news; se nos está diciendo que ya la realidad no es lo que importa, que la razón no cuenta. Es una transformación, una deformación de la percepción de la realidad. A esas visiones deformadas se les hace pasar por razones. Y lo peor, es que lo estamos creyendo. Ante esta situación, ¿podemos confiar en los medios?
¿Cuál es el objeto de esta transformación, de esta deformación? ¿Será acaso buscar la paz? ¿O será tal vez el dinero o el prestigio? Parece que una parte del objetivo es crear y obtener ventajas de tipo económico. Pero también una parte importante es que tal vez, de ambos lados, hay una búsqueda de ganar a costa de la derrota del otro. No hay en esta discusión una búsqueda del concepto de ganar-ganar. Parecen decir: “Te aplico mi poder y no puedes hacer más que aceptar mi voluntad”. Y lo hacemos frente a la prensa o en la plaza pública, donde no voy a aceptar que el otro pudiera tener, ni siquiera, un poquito de razón. Donde quiero quedar bien, porque estoy frente a quienes van a decir: ¿Quién ganó?
En ambos eventos nos encontramos con supuestos argumentos, con frases como: “no nos agradecen, no duran ustedes ni dos días sin nuestro apoyo, nos están faltando al respeto” o en el otro caso, como: “tomaron decisiones unilateralmente, no nos han tomado en cuenta, nosotros somos un pueblo soberano y ustedes no lo están considerando”. Finalmente, argumentos que son más de emotividad y no necesariamente de razón. Y que después de haberlos dicho, es muy difícil echarse atrás.
El punto es cómo avasallar al enemigo, cómo poner fin a sus anhelos. Están poniendo sus ilusiones en mentiras. Y no debemos ser así. Necesitamos poder arriesgarnos a tener esperanza y tenemos que defender nuestra esperanza con respeto, con delicadeza; sostener nuestros puntos de vista, y vivir de acuerdo con esa esperanza. Y esto es verdaderamente importante.
Si no logramos tener en la comunicación tan fundamental, en la vida diaria, de esa vivencia de la esperanza, nuestro futuro será bastante dudoso. Tenemos que acostumbrarnos a tratar de convencer porque lo vivimos, ya que nosotros lo estamos demostrando con nuestro modo de ser, que creemos en aquello que estamos tratando de usar como argumento.
Tenemos problemas, casi siempre, por convertir el análisis en un asunto de política. La comunicación tiene un fondo político por el mero hecho de que trata de lo público, y también al revés: todas las cosas públicas terminan teniendo una faceta de comunicación. El propósito de una buena comunicación es poder construir una comunidad. Pero una comunidad no se construye de la manera como lo estamos presenciando. No se construye sin armonía, no se construye venciendo y derrotando a los demás.
Se trata de aceptar que puede haber diferentes puntos de vista y que, muchas veces, esos aspectos son valiosos. No se trata solamente de tener un buen método para vencer, que es lo que estamos manejando en este momento: hay que tratar de construir la paz tanto en los extremos tan dolorosos como puedan ser la situación en el Medio Oriente o en Ucrania, como la paz en nuestros hogares, en nuestras familias, en el trabajo diario, en la Sociedad. Y, por difícil que parezca, también en la política.
Es importante construir garantías, de manera que pueda haber confianza. Mientras no tengamos confianza los unos en los otros, la paz es imposible. No se trata de lograr la paz para el vencedor y, desgraciadamente, lo que estamos viviendo en este momento es que algunos quieren tener paz, a costa de que otros pierdan.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Columna Invitada
Sonora frente a los aranceles: ¿riesgo de crisis u oportunidad para ser resilientes?
La gestión del riesgo, desde un enfoque de resiliencia, implica atender las señales, conocer nuestra situación, evaluar nuestras capacidades y desarrollar un plan de contingencia. Esto debe complementarse con estrategias de atención a emergencias y preparación para la continuidad de operaciones. Pero este principio no solo aplica a los fenómenos naturales, sino a cualquier ámbito, incluida la economía global. No podemos evitar la lluvia, pero sí decidir cómo protegernos, y siempre hay opciones para hacerlo.
El anuncio de aranceles del 25% por parte de Estados Unidos a productos mexicanos ha generado incertidumbre en Sonora, un estado que exportó poco más de $25 mil millones de dólares en 2024, principalmente en manufactura, agroindustria y minería, pero que sólo representa el 5 % de las exportaciones nacionales en comparación, el más bajo de los estados fronterizos, Chihuahua (13.2%), Coahuila (12.3%), Nuevo León (10.5%), Baja California (10.2 %) y Tamaulipas (6.4%)
Pero ¿y si esta presión comercial, en lugar de paralizarnos, se convierte en el catalizador para modernizar nuestra economía? La respuesta no está en el lamento, sino en identificar dónde están las brechas que debemos cerrar y las ventajas que aún no explotamos.
La manufactura: ¿Podemos ser más que “máquila barata”?
Los aranceles golpean fuerte a sectores como el automotriz, que representa el 38% de las exportaciones sonorenses. Empresas como Ford o GM ya evalúan ajustar sus cadenas de suministro. Pero aquí hay una oportunidad:
- Fabricar componentes de alto valor: En lugar de solo ensamblar, ¿por qué no producir partes críticas para vehículos eléctricos (baterías, motores) o tecnología aeroespacial? Estados Unidos sigue necesitando estos insumos, y Sonora tiene la ventaja geográfica.
- Invertir en automatización: Reducir costos con robots o IA para competir con Asia. El ITSON y el CIAD podrían ser aliados clave en capacitación.
¿Qué nos falta para dar ese salto tecnológico? ¿Infraestructura, educación o voluntad política?
Agroindustria: De vender materia prima a exportar valor agregado.
Sonora es líder en uvas, espárragos y carne, pero el 70% se exporta sin procesar. Los aranceles encarecen estos productos, pero:
- ¿Y si vendemos alimentos deshidratados, enlatados o con marcas propias? Un ejemplo: Japón paga hasta 300% más por fruta orgánica empaquetada listo para consumo.
- Certificaciones internacionales: Solo el 5% de nuestros campos agrícolas tienen sellos como Global G.A.P. o Fair Trade. Estas etiquetas permiten acceder a mercados premium y reducir la dependencia de EUA.
Mientras Sonora y Sinaloa exportan tomate fresco, California vende salsas gourmet hechas con ese mismo tomate a precios 10 veces mayores.
Energía Limpia: El megaproyecto que puede cambiar las reglas.
El Corredor Solar de Sonora, con un potencial para generar 5,000 MW, no es solo un plan ecológico: es una ventaja competitiva. Imagine atraer:
- Data centers o fábricas intensivas en energía: Empresas como Google o Tesla buscan operar con electricidad 100% renovable. Sonora podría ofrecerla más barata que Texas.
- Hidrógeno verde: Producirlo aquí y exportarlo a California, que quiere sustituir combustibles fósiles.
Necesitamos conexiones eléctricas modernas y almacenamiento. ¿Prioridad para el próximo gobierno estatal?
Mercados alternativos: ¿Hemos mirado hacia el Pacífico?
México tiene 13 tratados comerciales, pero Sonora sigue enfocada en EUA. Ejemplos de potencial desaprovechado:
- Asia: Corea del Sur importa el 90% de su carne de res. Nuestros ganaderos podrían cubrir parte de esa demanda si superamos barreras sanitarias.
¿Nuestra mentalidad comercial es demasiado cómoda?
La urgencia de unir fuerzas: Empresas, gobierno y academia.
Ningún sector resolverá esto solo. Casos de éxito parcial:
- Clúster Automotriz de Sonora: Logró atraer inversiones, pero hoy debe evolucionar hacia la electromovilidad.
- Iniciativas locales: La vinícola de Caborca exporta a China, pero son excepciones, no la norma.
Es necesario crear un fondo estatal de innovación con aportaciones tripartitas (gobierno, empresas, universidades) para financiar proyectos que reduzcan la dependencia de EUA.
¿Seremos víctimas o protagonistas?
Los aranceles no son el fin, sino un recordatorio de que la economía global exige reinvención constante. Sonora tiene ventajas únicas: recursos naturales, ubicación estratégica y capital humano. Pero falta:
- Menos discursos, más alianzas.
- Menos conformismo, más resiliencia audaz.
La pregunta no es si podemos hacerlo, sino ¿cuánto tiempo perderemos antes de actuar? La próxima década definirá si somos un estado que reacciona… o uno que lidera.
¿Invertiremos en modernizar nuestros negocios o seguiremos esperando a que “el gobierno arregle las cosas”?
ARH
Columna Invitada
Un mundo tripolar
Recientemente, se está hablando de un cambio de época. Con la toma de posesión y las primeras decisiones del señor Trump, se piensa en un nuevo modo de mundo tripolar. Uno encabezado por el propio señor Trump, que incluye a Estados Unidos, otro polo encabezado por Putin de Rusia, y un tercero, por el señor Xi Jinping, presidente del Partido Comunista de China.
Un concepto interesante porque, claramente, se están excluyendo áreas muy importantes como, por ejemplo, la Comunidad Económica Europea con todos sus nuevos adherentes, Japón y la India, con una participación relevante en el mercado mundial.
Todo esto a raíz de las negociaciones para terminar con la guerra en Ucrania, donde se está excluyendo a Europa en las conversaciones y sobre todo al más afectado, el propio Ucrania. Y por el estilo se plantean las ideas de que, entre esos tres polos de la actividad mundial de la economía, se resuelvan la mayoría de los conflictos geopolíticos y lograr a través de ello una especie de paz.
No es que falten las diferencias entre esas naciones. Mientras que en Estados Unidos se está buscando aislacionismo, China y Rusia están en plan de expansión. Uno es capitalista, los otros buscan una fuerte intervención del Estado en la economía. Tal vez lo único que los une es su populismo.
Por otro lado, esta no es una nueva idea. En los 80 del siglo XX se hablaba de un concepto muy parecido. Un mundo tripolar donde los polos eran, en primer lugar, los Estados Unidos, después la Comunidad Económica Europea, que en aquella época era bastante menor, y por último Japón, claramente excluyendo áreas importantes.
En los 80, todavía contaba la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, más los países satélites de Europa Oriental, incluyendo una parte de las colonias soviéticas en Asia. Australia era también significativa, y no se le estaba considerando desde un punto de vista geográfico, sino como parte, de alguna manera, de la Comunidad Económica Europea.
En los 80, para cada uno de esos tres polos se mencionaban áreas de influencia. Por ejemplo, en Japón se hablaba de que su área de influencia era sobre todo Asia Oriental y una buena parte del Pacífico, sin incluir necesariamente a Australia. Europa, con su área de influencia en el Medio Oriente y África, así como EE. UU., con su área de influencia en Latinoamérica. Con lo cual ya se armaba ese mundo tripolar.
Al final de los 80, principios de los 90, se empieza a hablar de otro concepto. Se habla de la Cuenca del Pacífico, viene la caída de la Unión Soviética, una importante disminución de la influencia de los rusos, y se rompe con ese esquema tripolar.
Al final del día, el concepto de la Cuenca del Pacífico se volvió un área que era influida muy fuertemente por los Estados Unidos, de quien el famoso ensayista Luis Rubio decía que era el factótum del Pacífico, entendiendo por factótum el personaje con una influencia decisiva en ese lugar. Efectivamente, fue lo que ocurrió. Se fortalece China, no por sus propios méritos, sino básicamente gracias a la inversión de los Estados Unidos, el crecimiento de la maquila y sus inversiones en ese país.
En el actual concepto del mundo tripolar se está excluyendo a Japón, quien ni siquiera se menciona, y no se menciona tampoco a la India, que tiene un crecimiento importante. ¿Verdaderamente es creíble que pueda sostenerse un nuevo mundo tripolar? A corto plazo, sin duda alguna. Pero el gran tema es, sobre todo, su sostenimiento a largo plazo.
Y la razón es el invierno demográfico que está ocurriendo en varios de los países que son los que encabezan ese mundo tripolar. Por ejemplo, el caso de China, donde, debido al fenómeno de la obligatoriedad de familias de un solo hijo, se tiene un muy fuerte invierno demográfico, decrecimiento de la población y un envejecimiento importante en una parte considerable de la misma. El crecimiento se ha centrado solamente en algunas zonas llamadas las zonas económicas especiales. Otro ejemplo relevante es el caso de Japón, donde la población está disminuyendo y la proporción de ancianos crece cada vez más.
En Rusia, un tema del que se habla muy poco, también se tiene un importante invierno demográfico, donde cada vez hay menos niños y aumenta el número de ancianos. La que se supone que era la segunda potencia militar del mundo, ha sido incapaz de derrotar a un país relativamente pequeño como Ucrania, quien ha recibido apoyos de Europa y EE. UU. Rusia ha tenido que estar pidiendo apoyo, incluso a Corea del Norte, para poder tratar de ganar una larga guerra en la que no han podido tener mejores resultados.
Europa cuenta también con un invierno demográfico importante, donde su crecimiento viene básicamente de los inmigrantes, muchos de ellos de origen islámico, que es donde crece, realmente, su población. Estados Unidos, si se quita el crecimiento que aportan los latinos, tiene también un fuerte invierno demográfico, tanto en la población de anglos, como entre los afroamericanos, quienes están reduciendo su población, con una natalidad que es cada vez más pequeña.
Eso significa que a largo plazo esas economías necesitarán, forzosamente, que aceptar la inmigración. En el mundo de Trump se buscan cerrar las puertas a la inmigración y se da también en Europa como la petición frecuente de los conservadores. Algo que muy calladamente se ha manejado en Japón desde hace muchísimo tiempo, donde es muy difícil que se permita la inmigración de gente que no sean, étnicamente, japonesa.
Por otro lado, hay países donde existe un auténtico verano demográfico. Es el caso de la India, sobre todo, también en África y, en alguna medida, en Latinoamérica. Esto nos trae un problema muy fundamental. Este concepto de un mundo tripolar es factible a corto plazo, tal vez con una duración como la que pueda tener el señor Trump en el gobierno de los Estados Unidos. Hablamos tal vez de 5 años o máximo una década, pero es algo que es insostenible mientras se mantenga la idea contra la inmigración.
Estamos necesitando de soluciones de largo plazo, para que en las zonas donde todavía hay crecimiento demográfico mejore la economía y dejen de ser dependientes de los grandes países, de los nodos del supuesto mundo tripolar. Se necesita una manera de hacer crecer las áreas de gran crecimiento como la India, África y Latinoamérica. Hay que pensar en un mundo multipolar, o tal vez, en un mundo no polar, donde todos los países puedan tener un reparto adecuado de los beneficios de la modernidad, y de la globalización. Los grandes países deben dejar de pensar en repartirse el mundo, que es el concepto que estamos viendo con su idea actual de tripolaridad.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Columna Invitada
Rubén Ramírez Lezcano se reúne con empresarios mexicanos en su camino a la OEA
En su carrera por la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), el economista y diplomático paraguayo Rubén Ramírez Lezcano sostuvo un encuentro clave con líderes del empresariado mexicano. La reunión congregó a importantes figuras del sector privado con el objetivo de explorar oportunidades de colaboración en el desarrollo económico regional y fortalecer la integración entre los países miembros de la OEA.
¿Quién es Rubén Ramírez Lezcano?
Ramírez Lezcano cuenta con una sólida trayectoria en la formulación de políticas públicas y la negociación internacional. Como Ministro de Relaciones Exteriores de Paraguay, lideró iniciativas para promover el comercio y la inversión, además de participar en negociaciones estratégicas con Argentina, Bolivia y Brasil. Su enfoque se centra en el desarrollo de infraestructura, energía, educación y cooperación económica para impulsar el crecimiento de la región.
Además de su experiencia diplomática, se caracteriza por un perfil técnico y pragmático, alejado de posturas ideológicas, con una visión estratégica orientada a la atracción de inversión extranjera y el desarrollo sostenible.
La OEA y su papel en la región
La Organización de los Estados Americanos (OEA) es el principal foro de cooperación y diálogo político en el continente, integrada por 32 países. Su misión es fortalecer la democracia, la seguridad, los derechos humanos y el desarrollo económico en la región. Sin embargo, en los últimos años, la OEA ha sido criticada por la falta de efectividad en la resolución de conflictos y la polarización entre sus miembros.
Ramírez Lezcano aspira a revitalizar el organismo con un enfoque basado en resultados, impulsando una OEA más activa en la promoción de inversiones, el fortalecimiento institucional, respeto a los derechos humano y la integración económica.
Encuentro con empresarios mexicanos: diálogo clave para la inversión y el desarrollo
Estas reuniones se han llevado a cabo en distintos países de Latinoamérica bajo la coordinación de Manuel Acosta, vicepresidente de Asuntos Políticos del Global Center for Human Rights (GCHR). Acosta destacó la importancia del sector empresarial en la construcción de alianzas estratégicas para el desarrollo de la región y expresó su agradecimiento a la Fundación Incluyendo México, A.C. Representada por Tomás Ibarra, la fundación ofreció una visión sobre su labor y enfatizó la relevancia de participar y respaldar al candidato.
Entre los asistentes se encontraban empresarios de alto nivel en sectores clave como infraestructura, energía, seguridad y tecnología, destacando Francisco Cervantes, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), en su intervención resaltó el papel de la iniciativa privada en la estabilidad económica y el crecimiento de la región, enfatizando que una OEA renovada debe fomentar condiciones favorables para la inversión y el comercio; Juan José Sierra Álvarez, presidente de COPARMEX, subrayó la importancia de construir puentes entre los sectores público y privado para generar oportunidades de desarrollo sostenible, así como Eduardo Bours, empresario, ex coordinador el CCE y ex gobernador de Sonora, destacó que este tipo de encuentros representan una oportunidad para fortalecer el papel clave del sector empresarial en el desarrollo de Latinoamérica y enfatizó el apoyo para concretar acciones en un impacto real.
La visión de Rubén Ramírez Lezcano para la OEA
Estructurada en cuatro ejes fundamentales:
Fortalecimiento de la democracia y la estabilidad institucional.
Promoción de la inversión y el comercio intra-regional.
Desarrollo de infraestructura y financiamiento para proyectos estratégicos.
Innovación y educación como motores del crecimiento.
“El continente necesita una OEA efectiva y centrada en resultados. Debemos transformar el organismo en un espacio de acción y no solo de debate, donde se generen soluciones reales para nuestras economías y sociedades”, afirmó.
Además, el candidato destacó la importancia de generar un entorno favorable para las inversiones, asegurando seguridad jurídica y estabilidad macroeconómica en los países miembros.
Intercambio de ideas y cierre del evento
El evento concluyó con una intervención de Sebastián Schuff, presidente del Global Center for Human Rights, quien reafirmó la importancia de una OEA que promueva el desarrollo económico sin perder su esencia como garante de la democracia y los derechos humanos.
Conclusión: Una OEA de resultados
La reunión con empresarios mexicanos confirmó el interés del sector privado en la visión de Rubén Ramírez Lezcano para transformar la OEA en un organismo más efectivo y orientado a la acción. Su enfoque podría marcar un punto de inflexión en la conducción del organismo, atrayendo el respaldo de diversos sectores dentro de los países miembros.
Mtro. Guillermo Moreno Ríos
Ingeniero civil, académico, editor y especialista en Gestión Integral de Riesgos y Seguros. Creador de Memovember, Cubo de la Resiliencia y Promotor del Bambú.
incide.guillermo@gmail.com
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