Opinión
UNAM-Comipems: autogol, error y figura
Tal Cual…
Lo ocurrido hace unos días con los exámenes de admisión al nivel bachillerato para ingresar a Preparatorias y Colegios de Ciencias y Humidades de la UNAM debe llevar a la reflexión de que algo no está funcionando bien en el sistema instrumentado en la Comisión Metropolitana de Instituciones Públicas de Educación Media Superior (Comipems) y en la propia máxima casa de estudios del país.
La Comipems se creó en 1996 cuando diversas instituciones educativas públicas del entonces Distrito Federal y del Estado de México firmaron un convenio de colaboración para convocar cada año al concurso de selección a nivel bachillerato. Desde entonces y sólo con algunas modificaciones se ha realizado el registro de aspirantes y la evaluación de conocimientos.
Asimismo, se encomendó al Centro Nacional de Evaluación (CENEVAL) la elaboración y calificación del examen que se utiliza en el concurso.
Hasta ahí todo iba bien. Cuando menos no se daban reclamaciones mayores cada año cuando decenas de miles de estudiantes eran rechazados de ingresar a la UNAM. Pero la semana pasada el sistema hizo crisis cuando se detectaron errores en 11 mil 51 exámenes de igual número de aspirantes a ingresar al bachillerato, a quienes les dieron calificaciones de 20 a 30 puntos cuando un buen porcentaje había logrado hasta más de 90 de las 128 preguntas, por lo cual no alcanzaron lugar en ninguna institución pública.
Estudiantes egresados de secundaria con niveles de calificación altos empezaron a aparecer en las redes sociales primero y después a dar testimonios en programas de radio y televisión para exponen sus casos. No había margen de maniobra ni para la Comipems ni para la UNAM.
Las escuelas particulares aprovecharon el largo y tormentoso fin de semana para miles de estudiantes y sus padres. Lanzaron convocatorias, promesas de becas, facilidades de pagos. Quienes tenían recursos se inscribieron, otros sufrieron la reprimenda de sus progenitores, algunos más el apoyo. Junto con las denuncias en redes se registraron manifestaciones frente a la Rectoría de la UNAM.
El 7 de agosto la UNAM a través de un comunicado informó que especialistas de esa casa de estudios detectaron un desfase entre algunas de las plantillas de preguntas y la hoja de respuestas de 11 mil 51 aspirantes. Por lo que ya se realizaba una revisión de los mismos.
Dos días después la UNAM informó que 3 mil 613 estudiantes obtuvieron el puntaje necesario para ingresar a su bachillerato. Esta cifra se suma a los 33 mil 218 egresados de secundaria que ya habían sido aceptados por la máxima casa de estudios, por lo que el total de estudiantes de nuevo ingreso a nivel bachillerato será de 36 mil 831 para el ciclo 2017-2018, luego de varios años en que se mantuvo sin cambios significativos.
Varias preguntas quedan por responder. ¿La Comipems tiene razón de seguir existiendo después de este error garrafal que incluso pudo haber terminado en tragedia entre algunos jóvenes para la grave decepción de esas calificaciones tan bajas? ¿Qué o quién garantiza que en el pasado no existieron esos errores en el proceso de calificación?
¿Por qué la UNAM tiene que esperar varios años, décadas, para ampliar su oferta de espacios educativos? Bien por la máxima casa de estudios que se aplicó ante esta crisis provocada por la Comipems, pero ya es tiempo de no regatear espacios y pensar en la construcción de nuevas Preparatorias y CCH´s.
Para este 2017, se recibieron 325 mil 403 solicitudes de examen. No todos aspirantes a la UNAM, pero si más de 175 mil estudiantes.
Con algunas pequeñas variables cada año, donde se aumentan 500 o 1,000 alumnos por año frente a los más de 100 mil que se quedan sin acceso, los 14 planteles de bachillerato de la UNAM se han convertido en el sueño de jóvenes mexicanos que buscan educación de calidad.
Desde hace 45 años que se construyeron los últimos planteles de bachillerato en la UNAM el presupuesto de la máxima casa de estudios ha crecido obviamente para fortalecer las áreas académicas, de investigación, creación de nuevas carreras e incluso para fomentar actividades deportivas y culturales. Sin embargo, no se ha construido una nueva aula para los egresados de secundarias.
Es necesario que en esta reciente crisis de los exámenes se opte no sólo por fortalecer y transparentar los mecanismos de ingreso al bachillerato de la UNAM, sino también por ampliar significativamente los espacios mediante la construcción de nuevos planteles que permitan seguir estudiando a decenas de miles de jóvenes en la máxima casa de estudios del país. Tal Cual.
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Felipe Monroy
Frente a la guerra
Uno de los problemas de la guerra, particularmente cuando ésta va construyéndose lentamente, es la actitud temprana que se toma ante el conflicto. No importa la distancia física a la que nos encontremos de las acciones bélicas, los mecanismos propagandísticos utilizan todo tipo de recursos para que individuos y poblaciones “tomen partido” por alguno de los bandos en colisión aduciendo una falsa comprensión de geopolíticas teatralizadas.
Es claro que las voces bélicas son más altas, más fuertes y más veloces para cruzar el orbe; y las voces de paz son lentas, profundas, casi incomprendidas por su minoridad actitudinal y, por supuesto, acalladas entre el enardecimiento creado por los amos de la guerra.
La historia nos recuerda lo sencillo que es hacer caer en maniqueísmos mediáticos y de propaganda a ciudadanos concretos y a pueblos enteros. Dividir a particulares porciones humanas que viven un conflicto entre “buenos” y “malos” no sólo es una actitud perniciosa, es un juego que pierde toda gracia cuando las economías suman exponencialmente a sus ecuaciones soldados, armas y féretros.
Las dos guerras mundiales del siglo pasado nos dejaron un sinnúmero de enseñanzas, pero quizá dos tatuadas a fuego que han perdido claridad en estos años: la consecución natural de un conflicto intrincado y poliédrico derivado de un sistema imperial-colonialista; y que la maquinaria belicista se alimenta a sí misma hasta el límite del miedo total. Al final de ambos conflictos, frente a la triada “ganancia, dominación y armas” surgió su contraparte política “regulación, diplomacia y desarme” como una ficción útil durante los años de posguerra; sin embargo, lo realmente útil e importante, sucedería en 1948 cuando la Declaración Universal de los Derechos Humanos fue adoptada como fundamento para las sociedades en relativa paz.
Quizá aún es temprano para debatir si nos acercamos a una guerra global o si ya vivimos una tercera guerra mundial fragmentaria; pero es un hecho que los actos bélicos se han inflamado con las crueldades del pasado: actitudes de superioridad racial o nacionalismos exaltados, la financiación de una ‘creativa’ industria bélica y la radicalización de las certezas ideológicas que cuestionan los fundamentos de los derechos humanos o los ridiculizan al complejizarlos con deseos y ambiciones egoístas, absurdas e inasibles.
¿Qué actitud entonces se puede tomar frente a estos escenarios? Lo primero sería recordar que la neutralidad no es indiferencia. Aunque no se tome partido –o incluso cuando uno mismo llega a ser víctima de los actos belicistas– hay que poner en el centro cada vida humana. Algo así le escribió el papa Benedicto XV al arzobispo de Colonia en noviembre de 1914 cuando la guerra tomaba marcha de crueldad: “Le instamos encarecidamente a que ayude según las obligaciones de la caridad, a todos los prisioneros sin distinción de religión, nacionalidad y rango, y en particular a los enfermos o los heridos”.
En ese mismo invierno, primero de la ‘Gran Guerra’, se hicieron preces públicas pidiendo una sola cosa: “que los gobernantes se comporten con benevolente clemencia […] respetando el derecho de gentes y la voz del sentimiento humanitario […] que se decidan a olvidar voluntariamente toda rivalidad y toda injuria recíproca”.
Nuevamente, frente a los primeros estertores de un nuevo conflicto, el papa Pío XI, en marzo de 1937 alertó que los “derechos de las naciones” sólo pueden tener un sentido justo si se comprendiera que lo moralmente ilícito no puede ser jamás auténticamente bueno para el pueblo. El pontífice alertó sobre el problema de confundir “intereses” con “derechos” y afirmó que tal actitud, en el plano internacional, conduce a un “eterno estado de guerra entre las naciones”.
En esa misma carta de 1937, Pío XI sintetiza lo que después de los horrores de la guerra se aceptaría sin recelo: “el hecho fundamental de que el hombre como persona tiene derechos recibidos de Dios, que han de ser defendidos contra cualquier atentado de la comunidad que pretendiese negarlos, abolirlos o impedir su ejercicio. Despreciando esta verdad se pierde de vista que, en último término, el verdadero bien común se determina y se conoce mediante la naturaleza del hombre con su armónico equilibrio entre derecho personal y vínculo social, como también por el fin de la sociedad, determinado por la misma naturaleza humana”.
¿Por qué es imprescindible recobrar el sentido de esos derechos fundamentales, intrínsecos, irrenunciables e infinitos compartidos por todas las personas en la antesala o en los primeros signos graves de los conflictos bélicos? Porque sólo así se evidencia la matanza inútil de la guerra, se desvelan los artificios y los argumentos falaces de los operarios de los conflictos o, como dijera Benedicto XVI: “Si recordamos que todos los hombres pertenecen a una misma y única familia, la exaltación exacerbada de las propias diferencias contrastaría con esa verdad de fondo. Debemos recuperar la conciencia de estar unidos por un mismo destino, trascendente en última instancia, para valorar mejor las diferencias históricas y culturales […] estas simples verdades hacen posible la paz”.
Sólo después de estas reflexiones resulta ingenuo y hasta chocante plantearse cuál es el lado del conflicto por el cual debemos optar; porque si nuestro bando es la humanidad, la respuesta es simple, aunque no sencilla.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
Columna Invitada
¿De dónde?
Estamos en la temporada de final de año donde el Congreso tendrá que aprobar el presupuesto de ingresos y egresos del Gobierno Federal. Un evento que a veces ha llegado a ser traumático, incluso en algún momento, con el problema de que se cerró el periodo para la aprobación y todavía no se tenía un presupuesto aprobado.
El gran resumen: los egresos se van a reducir en un 2% aproximadamente, con el propósito de lograr un control del déficit, el cual se propone que sea el 3.9% del PIB, que no es poco. Pero, el año que termina, llegó a ser 5.9 % del PIB, el déficit mayor en casi 40 años. De lo cual no tenemos una explicación clara de como se subsanó. Muy probablemente la mayor parte se logró a través de endeudamiento o renegociación de deudas.
Hay recortes de todo tipo. Por otro lado, también se está suponiendo que vamos a tener un aumento en la recaudación del 2% anual. Lo cual suena muy bien hasta que consideramos que la inflación se espera que esté alrededor del 3.5% anual, según la meta de BANXICO. Sin embargo, para la mayoría de la población, este número resulta muy pequeño en comparación con la realidad que se vive en la vida diaria, donde los aumentos han sido bastante superiores a esa cifra.
Hay rubros interesantes en el presupuesto. Destaca el recorte importante en el gasto administrativo, en 16 de las 19 secretarías de Estado. Sin embargo, hay algunas excepciones. Por ejemplo, en el presupuesto de los Poderes de la Unión, con aumento del 6.2%. Nos encontramos, en cambio, con que la Secretaría de Bienestar tiene un incremento del 2.3%. Un incremento superior al crecimiento de la población, que es ligeramente menor al 1% anual pero que, combinado con la meta de inflación programada, resulta un recorte en términos reales.
Crece el gasto de vivienda en 138% comparado con el año anterior. Aumento en las líneas de ferrocarril para transporte de personas y de carga. Mientras que, por otro lado, tenemos recortes importantes, por ejemplo, en la Secretaría de la Defensa Nacional, la Marina y la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Sin que tengamos una explicación clara de cómo es que se va a mejorar el tema de la seguridad y disminuir la impunidad, cuando se dan recortes importantes en las Secretarías que tienen injerencia en estos temas.
Ocurrieron cosas como el así llamado “lamentable error”, que proponía recortes a las universidades públicas más importantes: la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional y también la Universidad Autónoma Metropolitana; reducciones que causaron un gran alboroto y llevaron al Gobierno a decir que había ocurrido un “lamentable error” y que sí va a haber un incremento mayor. Sin que tengamos hasta este momento una idea clara de cuánto más va a ser el ajuste.
Reducciones importantes en medio ambiente, en la cultura y en salud en aproximadamente 30% o más. Lo cual nos deja algunas dudas importantes: ¿Cómo se van a cumplir las ofertas de campaña y los 100 puntos establecidos por la doctora Sheinbaum, cuando propone recortes importantes en estos asuntos?
Una de las dudas, que no han quedado totalmente aclaradas, es que el incremento en los ingresos que se está proponiendo resulta ser menor que el incremento de la meta de inflación que propone el Banco de México. Mientras los ingresos se espera que aumenten un 2%, la inflación estaría aumentando un 3.5%, dice BANXICO.
Claro que necesitamos un recorte para bajar el déficit. No se puede mantener constante un déficit así, a no ser que tengamos una economía con un desarrollo extraordinario. Estamos viendo, por otra parte, que los ingresos van a subir un 2%, menos que la inflación. Lo cual quiere decir reducción en términos reales.
Nos encontramos también con que es de dudarse que lleguemos a que la economía tenga un crecimiento del 2%. En documentos del Gobierno Federal se habla de que para el año próximo se esperan incrementos en la economía de entre el 2 y el 3% y hay incluso algún documento que habla de un 3.5% de crecimiento. Cuándo, en realidad, el último semestre del año 2024 se espera que hayamos tenido un crecimiento en el orden del 1 al 1.5%. Y es lo que también están pronosticando algunos analistas privados, nacionales y extranjeros para el 2025.
¿De dónde va a salir el dinero para pagar estos egresos? Si la economía crece el 1% o el 1.5%, es claro que los ingresos deberán ser mayores que lo que está generando la economía. ¿De dónde va a venir el dinero suficiente para hacer esto? Y esto no lo sabremos hasta que no tengamos una idea clara del presupuesto de ingresos.
Se ha hablado y muchas veces, aunque no lo suficiente, de la necesidad de una reforma fiscal. Algo que nadie ha querido manejar en los últimos tiempos. Claramente, hay temor de muchos de los actores, precisamente porque no quieren comprometerse a decir que vamos a requerir cambiar la estructura de ingresos del Gobierno Federal. Lo cual significa, al final de cuentas, mayores impuestos a la población en general y a las empresas. Que en su caso difícilmente podrán aumentar su aportación mientras la economía esté creciendo en el orden del 1.5%, o menos.
Es correcto que se busquen recortes y evitar hacer gastos que no se pueden pagar. Es importante también reducir la velocidad con que está creciendo nuestro endeudamiento como nación. Pero no estamos considerando en ninguno de los supuestos el efecto que puedan tener la actuación de nuestros socios comerciales. Los riesgos en la renegociación del T-MEC, que influye muchísimo en nuestra economía y otros riesgos más, con la actuación del señor Trump. De modo que habrá que esperar y ver, verdaderamente con lupa, cuál va a ser el modo como se van a pagar estos egresos.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Felipe Monroy
La nueva naturaleza del episcopado mexicano
A pesar de lo que muchas veces se opina, la Iglesia católica se transforma; cambia quizá no en esencia y fundamentos, pero sí en actitudes e incluso en misiones y propósitos ante los tiempos que se le presentan. La Iglesia católica en México ha difundido los nuevos estatutos para la Conferencia del Episcopado Mexicano, es decir: el organismo que conjunta a todos los obispos del país como expresión de la fraternidad bajo un mismo territorio político.
Los estatutos fueron aprobados por el voto de 82 obispos en la 114 Asamblea Plenaria (sólo se tuvo un voto en contra y una abstención) y tras ser revisados por el Dicasterio para los Textos Legislativos “los encontró adaptados al derecho canónico universal y los aprobó”; y por tanto, entraron en vigor desde el 25 de diciembre del 2023.
Los nuevos estatutos de la institución evidencian las preocupaciones más actuales de la Iglesia mexicana: la fidelidad al Papa, la crisis vocacional y la falta de recursos para enfrentar situaciones complejas como los abusos sexuales, la educación católica y las obras solidarias. Pero además, incluyen valores renovados que el papa Francisco ha puesto en el horizonte de la Iglesia del tercer milenio: la “sinodalidad eclesial y el espíritu colegial”.
Estos nuevos estatutos, por ejemplo, elevan la personalidad jurídica a la ‘Sede CEM’, es decir, a un sitio concreto a través del cual –y sólo en ese espacio– el resto de instancias eclesiásticas, diplomáticas o civiles deben dirigir sus asuntos oficiales. Esto, además de garantizar los fines propios del espacio en cuestión y protegerlo (hay que recordar el episodio de la bomba molotov contra la sede en 2017); modera la tentación de “cargar” con los oficios de la conferencia de manera personal en las diócesis de los obispos electos en cargos y servicios.
Sin embargo, los cambios más importantes se resumen en el nuevo artículo 3°: La Conferencia, a través de seis medios novedosos, tendrá potestad para poner estructuras y decisiones a favor de las Iglesias particulares. Los medios son: Decretos generales vinculantes a todo el territorio; la transmisión de la doctrina adaptada a las culturas e idiosincrasias del país; la coordinación de iniciativas comunes; el diálogo unitario con las autoridades civiles federales; los servicios comunes útiles para aquellas diócesis que no puedan asumir por su cuenta; y el mutuo apoyo en el ejercicio episcopal.
Estos medios abren un nuevo panorama de cooperación intraeclesial que en el pasado pudieron haber costado mucho trabajo debido a la naturaleza autónoma de cada obispo y su diócesis. De hecho, la instrucción nacional para que todas las diócesis del país instalasen un comité profesional, especializado y permanente de prevención, protección y atención de víctimas de abusos en la Iglesia fue (y aún sigue siendo) una tarea difícil por varias razones: la primera, por falta de convencimiento de los propios obispos titulares; y la segunda, por la carencia de recursos humanos necesarios para constituir cada comité.
Bajo el espíritu de los nuevos estatutos, se entiende entonces que la propia Conferencia no solo tendría la facultad de establecer decretos vinculantes a todas las diócesis sino coordinar los trabajos comunes que algunos de esos decretos suponen y, además, podrá proveer como ‘servicio común’ algunos medios operativos para su realización.
Para ello, los obispos mexicanos –con la autorización de Roma– aprobaron nuevas líneas de acción concreta: Promover y defender la unidad de la fe y la disciplina común; ejercer funciones pastorales (como aplicación concreta del espíritu colegial); y promover la ayuda solidaria para las diócesis más necesitadas sobre todo en lo que se refiere al clero y recursos materiales.
Esta tres nuevas acciones que se suman a las precedentes (alentar la adhesión al Papa, propiciar la oración y discernimiento episcopal, analizar la realidad y proponer respuestas pastorales, orientar y animar la pastoral, impulsar la subsidiariedad y solidaridad interdiocesana y auxiliar a obispos en necesidad) también buscan responder a desafíos contemporáneos concretos como las crecientes críticas y desautorización al Sumo Pontífice que se vive en varias partes del mundo y en México; los excesos o ambigüedades en la disciplina moral, litúrgica y espiritual que escandalizan; y la creciente crisis de vocaciones sacerdotales que se experimenta prácticamente en todas las diócesis. De hecho, hay regiones enteras que durante casi un lustro no tendrán ordenaciones sacerdotales y otras localidades de varias decenas de millones de habitantes donde los seminaristas no llegan ni a dos docenas.
Por ello, los nuevos estatutos de la CEM implementan una nueva visión a la misión conjunta con destinatarios muy concretos que se añadieron a finales del 2023: formación de ministros sagrados, subsidios para catequesis, la enseñanza católica, la pastoral universitaria, los medios de comunicación y la tutela de menores de edad o personas vulnerables.
Así busca transformarse la Iglesia mexicana; para adaptarse a los tiempos actuales y a los nuevos criterios implementados por el papa Francisco a través de su Reforma Vaticana mediante la constitución apostólica Praedicate evangelium de 2022. En el fondo no cambia lo esencial, que es fortalecer el espíritu de corresponsabilidad, sinodalidad y unidad; pero sí medios, estrategias y destinatarios.
Director VCNoticias.com @monroyfelipe
Felipe Monroy
El triunfo de la post verdad
Corren días de mentiras y ficciones. Frente a nuestros ojos, burlándose de nuestra inteligencia, cunden los prestidigitadores y avezados histriones que podrían jurar ante Dios cualquier exageración con tal de figurar en los escenarios noticiosos más consumidos o para manipular la percepción sobre ciertos acontecimientos. Nos encontramos en el triunfo de la post verdad: una cínica distorsión deliberada, utilitaria, discursiva y mediatizada de la realidad para manipular las emociones y moldear creencias con un sólo objetivo: influir en la opinión y las actitudes del público de nuestro interés.
No se puede ser diplomático en su categorización: son manipuladoras no sólo aquellas personas que distorsionan la realidad sino también quienes revisten con ambigüedad y retórica propagandística las palabras que declaran con interés político, quienes suben al púlpito mediático para ‘provocar’ emociones, enardecer huestes y conmocionar a ingenuos. El resultado es obvio para el entronizado y para sus operarios: conseguir más poder. Poder, para hablar más, para ser más ‘relevante’ y, por tanto, para manipular más justificando su estilo utilitario.
Algunos dicen que utilizan estas estrategias como respuesta a instancias de poder aún mayores. Por ejemplo frente a esos poderes fácticos que no sólo dominan la economía (bajo los principios de la supuesta deidad del mercado) sino que también sojuzgan a las administraciones públicas (sean éstas democráticas o no). Su lógica es la de combatir fuego con fuego, mal con mal; y utilizan la lógica de esos medios de poder como cajas de resonancia para afianzar su posición.
El crimen de la post verdad es, por ejemplo, llamar ‘objetividad’ a intuiciones sobre la psique de un personaje con el que jamás han hablado. Al igual que ha sucedido con el caso –ya famoso en México– de la falsa especialista Marilyn Cote, existe una pléyade de falsarios que, sin ninguna base ética y sin ruborizarse, pueden declarar ‘rencoroso’ o ‘vengativo’ al político de su animadversión. Esas declaraciones sólo tienen un objetivo: engañar a su audiencia.
¿Se puede decir, sin ninguna base, que las decisiones de cualquier político son erráticas debido a su mente afectada? Sí, de hecho, el caso de Cote ejemplifica la tranquilidad con la que se practica este deporte en el país: cínicamente, sin consecuencias, sin pudor.
Otro ejemplo del utilitarismo ramplón de la post verdad es la falsa diplomacia. También en México lo hemos visto una y otra vez. El caso del embajador de los EU en México, Kenneth Salazar, es ejemplo de quien ha estirado demasiado este juego. Por el interés de provocar reacciones y emociones a diferentes audiencias, se pierde objetividad en la lectura de la realidad. Y eso trae consecuencias –tardías, pero determinantes– para aquellos que expresan palabras que hablan de complacencia y hasta apertura colaborativa pero, al mismo tiempo, validan los ataques contra la legitimidad de aquellos con quienes se quiere colaborar.
En un reciente panfleto político se lee literalmente el deseo de cierta organización para colaborar formalmente con el gobierno federal y la presidenta Claudia Sheinbaum; pero, al mismo tiempo, no deja de afirmar que su triunfo y el de su partido fueron producto de una “fraudulenta elección”. La indefinición en estos casos no es por ignorancia; sino por la manipulación de la realidad: mantener en el engaño a quienes consideran a este gobierno ‘espurio’ (alimentar sus huestes) y usufructuar los beneficios que esa misma administración ‘ilegítima’ pueda darles (la connivencia con el poder).
¿Qué se puede hacer en medio de esta confusión? Como ya se ha dicho, combatir fuego con fuego no solo es inútil; en este caso además no es ético ni responsable. Frente al enorme desafío por mantener un oficio informativo y periodístico sobrio, comprometido con la ciudadanía y apegado lo más posible a la realidad –incluso desde nuestros ineludibles sesgos cognitivos y falencias– debe prevalecer el interés por la justicia, la verdad y la historia. Pero además, hacerlo desde lo más simple, desde lo básico.
Por tanto, quizá hoy más que nunca, el periodismo debe observar e interrogarse, con una naturaleza casi salvaje, por el origen y destino de lo observable. Es decir, nos falta mirar a los acontecimientos como si fueran un objeto complejo pero finito, intrincado en curvas, cuya verdad brilla en ocasiones muy tenuemente y otras veces, como un golpe de rayo. El periodista entonces debe darse tiempo y paciencia para girar ese objeto de un lado a otro, buscar cómo comprenderlo en una historia, entender cómo ese fragmento de realidad tiene un sentido pequeño pero auténtico, sin dejarse deslumbrar por falsas narraciones utilitarias que fingen sentidos superiores de su existencia.
Algunos medios y periodistas comienzan ya a comprenderlo: la angustiante búsqueda del impacto, de la masividad, la viralidad o la conquista de la conversación social pueden en ocasiones tergiversar la misión y responsabilidad informativa. La semana pasada The Guardian y Vanguardia, dos importantes medios internacionales decidieron salir de la plataforma de Elon Musk (X antes Twitter) porque aseguran que ha incrementado el contenido tóxico y desorientador de forma abrumadora, porque se ha convertido en un espacio que amplifica las teorías de conspiración y la desinformación. Pero yo iría un poco más lejos: Porque se ha convertido en un mecanismo político, utilitario y pragmático, de la post verdad. Un tapón o un bastón –según convenga– para necesidades políticas pasajeras o para limitadas causas sociales.
Frente a esas mentiras y ficciones, entre las manos de los periodistas hay todavía una pizca de verdad, un fragmento de realidad por contar. De la cual no somos dueños y que, a pesar de los intentos –incluso de la terquedad– de los poderosos, siempre emergerá con luz propia.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
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