Columna Invitada
Un salto de fe
Por Antonio Maza Pereda
A la fecha, mediados de noviembre de 2023, formalmente no ha iniciado la campaña presidencial. Teóricamente, no debería haber promesas de campaña ni mítines enfocados al público en general. Supuestamente, los actos públicos que existan deben ser únicamente aquellos orientados a los miembros de los partidos y sus simpatizantes. Algo muy difícil de controlar, por lo que el INE ni siquiera está intentándolo, y se contenta con hacer exhortaciones que, en la práctica, están resultando bastante inútiles.
Algunas de las ofertas se orientan a los propios partidos. Por ejemplo: defender la 4T y poner un segundo piso a la Transformación, son propuestas orientadas a los adherentes de los partidos que forman una de las alianzas. Por otro lado, el frente opositor habla de destruir los cotos de poder de la 4T y sus proyectos, con excepción de los orientados al bienestar social.
Evidentemente, podría haber otras opciones. Nada en la ley prohíbe que pensadores, comunicadores o que los propios políticos, puedan hacer declaraciones a nivel personal. Y de hecho hay muchos que lo hacen. Lo que ocurre en otros países democráticos, muy peculiarmente en Inglaterra, es la formación de un gabinete en la sombra dónde se reparten áreas de la administración, para analizar las acciones y resultados del gobierno en el poder, diciendo qué acciones tendrían los opositores, si estuvieran gobernando. Es algo complejo. Hubo algún intento de formar algo así en nuestro país, pero no hubo la constancia necesaria para llevarlo a cabo.
La Alianza opositora ha criticado, ferozmente, los resultados y las acciones del gobierno de Andrés Manuel. Pero analizando esas críticas nos encontramos con que hay muy poco de propuesta. La inmensa mayoría de esas, tienen que ver con decir que los funcionarios de la 4T son personas deshonestas o ineptas. Pero raramente se critican las ideas mismas. Parecería que no tienen otras propuestas, salvo la de que sus opositores dejen el gobierno y ellos realizarían las mismas acciones, encargándolas a personas con capacidad y honestidad.
Probablemente, no se han dado cuenta de que le están pidiendo al electorado que den un salto de fe. Me explico. Los creyentes de las distintas religiones aceptan una serie de aseveraciones sin tener un respaldo científico y a veces ni siquiera lógico. En estos casos ocurre lo que se llama un salto de fe: se acepta la afirmación sin tener otra base que sus creencias. Esto pasa con la oposición en nuestro país: nos piden nuestro voto, sin que nos propongan un modo diferente de gobernar, con otras acciones. Si nos piden únicamente que les demos nuestro voto de confianza, para que hagan lo mismo qué está haciendo la 4T, basándose únicamente en que van a tener personas más capacitadas, nos están pidiendo que votemos sin tener muchas bases, qué harán lo mismo y que las cosas saldrán bien.
Algunos ejemplos. Critican las acciones para el rescate de Acapulco. La pregunta sería: ¿qué otras medidas tomarían? Si solo proponen que estas medidas se les encarguen a personas diferentes, nos están pidiendo un acto de fe. ¿Cómo nos garantizan los partidos que ya estuvieron en el poder, que ahora tienen personas con una gran capacidad que pueden llevar a buenos resultados las mismas medidas que se están aplicando? ¿Cuál sería su plan de rescate? En la crítica al cierre del nuevo aeropuerto en la Ciudad de México y la creación del aeropuerto de Santa Lucía, ¿cuál es su propuesta para mejorar la comunicación y el turismo en nuestro país? ¿De qué manera resolverían los problemas que ese cierre y su substitución han provocado? ¿Proponen rescatar el difunto aeropuerto nuevo en Texcoco? ¿Un reordenamiento de las rutas aéreas con varios centros de transbordo importantes en varias partes del país, de manera que los que viajen de Durango, por ejemplo, a Monterrey o a Guadalajara no tengan que pasar forzosamente por la Ciudad de México, como ocurre en muchísimos casos? ¿Cómo resolverían el abasto de medicamentos, manteniendo un costo razonable de la operación de los hospitales públicos? Y, como estos, se podrían dar muchos más ejemplos.
Es claro que nuestra oposición o al menos la mayoría de ella sólo han demostrado que saben atacar, pero no ha mostrado cómo pueden proponer mejores soluciones. Mientras no lo hagan, el votante se encontrará con la situación de que la 4T ha hecho propuestas y las ha llevado a cabo, mejor o peor, pero sus opositores todavía tendrían que demostrar que tienen la capacidad de hacer eso mismo con mejores resultados. Sin esto, nos estamos poniendo en el plan de votar por simpatía o, sobre todo, por credibilidad. Nuestros partidos opositores tuvieron la oportunidad de hacer cosas mejores y no lo consiguieron. Lo que deben lograr en la ciudadanía es la confianza, la cual procede de la credibilidad de sus candidatos. Y esa está por verse. Si el único argumento es que su opositor es inepto, todavía nos tienen que demostrar, sin lugar a dudas, que ellos tienen más aptitud. Y esto es muy difícil de lograr si no tienen la capacidad de proponer nuevas opciones: no nuevos funcionarios, sino nuevas maneras de resolver los problemas nacionales.
En justicia, hay que reconocer que hay un partido que no pertenece ni a la 4T ni a la alianza opositora: el Movimiento Ciudadano. A principios de este año, ellos reunieron un grupo importante de pensadores y especialistas quiénes tomaron diferentes áreas que debe atender el gobierno e hicieron un diagnóstico y una serie de propuestas. El procedimiento, que llevó varios meses, estuvo abierto al público en general y, aunque no tuvo una participación enorme, sí es un esfuerzo interesante y generó propuestas que podrían debatirse, más allá de la crítica a los gobernantes actuales y pasados.
Es claro que no es fácil oponerse, en particular hacerlo de una manera democrática. En los cuatro últimos cambios de gobierno, podemos decir en verdad que los partidos no ganaron, sino que sus contrincantes perdieron. Tanto el PRI como el PAN ganaron porque el partido en el poder al que se opusieron no hizo bien su tarea y perdió la confianza del electorado. No porque hayan presentado cambios fundamentales y creativos, sino porque el ciudadano perdió la confianza en quien los gobernaba. ¿Dará tiempo de que nuestra oposición aprenda estas lecciones y cambie su manera de competir? ¿Habrá modo de que entiendan que no sirve irse por el camino fácil de los ataques, y que en cambio hay que tomar el camino más difícil y riesgoso de ser creativos, propositivos y proactivos? Ojalá lo veamos. Porque de otra manera seguiremos viviendo un clima de polarización y ataque indiscriminado que a nadie le está beneficiando.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
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Columna Invitada
Muerte digna sin dolor
Por Ivette Laviada
Es lastimoso tener que reconocer que vivimos en una sociedad en decadencia y esto se intensifica cuando vemos legisladores más preocupados por el exterminio de la población que por velar por el ejercicio verdadero de los derechos humanos y el goce de los mismos.
Al parecer no les preocupa mucho cómo garantizar la salud de los mexicanos, cómo hacer para que vivan y puedan disfrutar de los privilegios que una vida sana conlleva, entendemos que es caro, pero las cosas que valen la pena cuestan y para ello no tenemos presupuesto suficiente; pero, ¿Qué tal para ayudar a facilitar la muerte de nuestros compatriotas? En Morena, una y otra vez han insistido en tratar de llamar derecho a terminar con la vida inocente del bebé concebido, el aborto es y sigue siendo un delito en el país. Ahora van por la eutanasia, y a las pretensiones de los morenistas se han sumado unos pocos de otros partidos.
La iniciativa de “muerte digna sin dolor” es completamente contraria a los derechos humanos; en México la eutanasia y el suicidio asistido están expresamente prohibidos en el Art. 166 de la Ley General de Salud y en el Art. 312 del Código Penal Federal (CPF).
El disfraz que le quieren poner a la eutanasia activa, considerándola como un acto de piedad a solicitud del enfermo para evitarle sufrimiento ante una enfermedad terminal, tiene muchas aristas que hay que considerar.
No es lo mismo regular la voluntad anticipada, cómo ya se hace en varios estados -Yucatán tiene una de las mejores en este ámbito- en la cual un enfermo terminal puede en el ejercicio de su libertad disponer qué medios, terapias o procedimientos quiere o no recibir durante el proceso de su enfermedad a solicitar que el personal médico o incluso un familiar le procure la muerte para “aligerar su dolor”, ya que como lo establece el CPF comete homicidio quien le procure la muerte a otro.
En esta iniciativa se invoca como máxima el libre desarrollo de la personalidad y la dignidad de la persona, pero sesgan lo que entienden por uno y otra, tratando de justificar que es algo bueno que alguien quiera morir para dejar de sufrir, y no se trata de contravenir la libertad de una persona con derecho a elegir qué quiere para su vida, aquí lo que está en juego es que se requiera de un agente externo con permiso para matar y que esto sea legal.
Invocan también el que otros países considerados avanzados ya cuentan con estas leyes, por cierto tan sólo son 7 en Europa y 1 en América, y para nadie es desconocido el invierno demográfico que vive ese continente, y con estas leyes favorecen su extinción, eso sí, tendrán un ahorro considerable ya que mantener enfermedades catastróficas, terminales, etc. le cuestan mucho al estado.
Favorecer la eutanasia nos haría una sociedad utilitarista, condenan a médicos en hospitales públicos a no ser objetores de conciencia si quieren mantener el empleo, se habla de un pequeño comité para aprobar el ejercicio de la eutanasia para un paciente y para nada del decreto de diciembre de 2011 que obliga a los hospitales a contar con Comités Hospitalarios de Bioética, que prestan un invaluable servicio como instancia de análisis, discusión y apoyo en la toma de decisiones respecto a los dilemas éticos que surgen en la práctiva clínica y la atención médica.
A los legisladores les pedimos que mejor se ocupen en cómo garantizar la salud tan cacareada “como en Dinamarca”, que dicho sea de paso allí la eutanasia no es permitida.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Columna Invitada
Crédulos e incrédulos
Por Antonio Maza Pereda
Un serio problema político, y también social, es que muchos de nosotros ya no creemos en nadie. Bueno, esto no es del todo cierto. La mayoría de nosotros tenemos bastante bien seleccionados a quienes creemos y a quienes no creemos. Es muy raro conocer a alguien que sea absolutamente crédulo o totalmente incrédulo.
La mayoría de nosotros creemos cualquier cosa que nos diga un cierto grupo de personas, mientras que a otro grupo diferente, no le creemos absolutamente nada de lo que dice. Y tal vez haya una pequeña cantidad de prójimos a lo que les podemos creer alguna parte de lo que dicen y otra parte no. Por poner algún ejemplo muy actual: una buena parte de los votantes se creen cualquier cosa que digan los miembros de la 4T. Mientras que hay otros que no les creen absolutamente nada: si nos dicen que mañana el sol va a salir, casi seguro lo pondrán en duda. Y, por supuesto, también ocurre qué hay quienes no creen absolutamente nada a los neoliberales, a los que últimamente les han dado en decirles conservadores, mientras que hay los que les creen totalmente cualquier cosa.
Esta manera de razonar (es un decir), es la que algunos le llaman la falacia del argumento ad hominem: cuando aceptamos algún razonamiento, tomando en cuenta quién nos los dice, sin analizar a detalle la argumentación. Y, desgraciadamente, esto está ocurriendo con muchísima frecuencia.
Este fenómeno tiene muchas variantes: los que creen cualquier cosa, porque la dijo el señor presidente. O quienes creen cualquier argumento que proceda de algún comunicador famoso. Hace algunas décadas, un excelente comunicador llamado Jacobo Zabludovsky, gozaba de una gran credibilidad. Cuando había alguna discusión, el argumento de peso era: lo dijo Zabludovsky. Y ahí mismo acababa la discusión.
No faltan algunos que tienen un criterio, que ellos consideran infalible, para saber cuándo alguna argumentación es verdadera: la realidad-dicen- es aquella que coincide con sus pensamientos. Si alguien les dice algo diferente de lo que ellos piensan, ni siquiera se molestan en revisarlo: lo consideran erróneo por necesidad. Cuando lo que les dicen coincide con lo que ellos ya creen, lo consideran una verdad incontrovertible. Como decía un personaje de una caricatura que vi recientemente: “¿Cómo me pueden decir que eso es una mentira, si es lo mismo que yo estoy pensando?”.
Ahora que estamos por entrar en una de las campañas políticas más complejas en los últimos años, nos enfrentaremos con el método para lograr convencernos, a través de la repetición de frases sonoras, eslóganes y lemas bien pensados, más una gran cantidad de ataques personales. Y también de apoyos personales y soportes de influencers. Pero una gran escasez de lógica, de argumentación, de conceptos con validez demostrada.
Esta combinación de mercadotecnia política, con la mezcla de credulidad e incredulidad qué predomina, tiene por resultado que solamente se puede convencer a los que ya están convencidos. Más la actitud, de que no queremos o, peor aún, no sabemos argumentar. En nuestro sistema educativo, por desgracia, tenemos una gran deficiencia en la educación cívica, sobre todo en los aspectos de tipo político y social. Estamos lastimosamente desarmados frente a falacias de todo tipo. Y esto no se resuelve en poco más de medio año qué nos queda antes de tomar una de las decisiones más importantes que pueden tomar los votantes mexicanos.
Según lo que dice una de las escuelas más prestigiadas en aspectos empresariales, a la mayoría de los hombres y mujeres modernos, y en particular a los tomadores de decisiones, no les interesa que los formen: lo que desean es que los informen. Y puede ser que esta escuela tenga razón. Lo que nos ofrecen la mayoría de los medios, y en particular las páginas de política, es una enorme dosis de información con poco análisis, escaso criterio para validar los hechos que se nos presentan y sobre todo sus consecuencias de corto y largo plazo. Y esa combinación tiene una alta probabilidad de error.
La solución, por supuesto, sería enseñar al electorado a ubicar las diferentes falacias, aprender a distinguirlas de los razonamientos sanos y poder tomar decisiones en consecuencia. Lo cual no es fácil de llevar a cabo en las pocas semanas que nos quedan antes de las elecciones federales del 2024.
No cabe duda de que a muchos nos da temor analizar las situaciones que enfrenta el país. Temor a que nos ataquen, temor a equivocarnos y a quedar mal. Y es cierto que hay algunos que ni siquiera quieren hacer el esfuerzo: existe un grave caso de flojera para analizar. Y también es cierto que, en muchos casos, algunos quisieran hacer ese esfuerzo, pero carecen de método.
En nuestro medio existen algunos, muy pocos, cursos de análisis político. La mayoría de ellos con un enfoque totalmente descriptivo: explicando las distintas fuerzas políticas, sus plataformas públicas, sus capacidades y su historial. Pero difícilmente se incluye en esos cursos herramientas de pensamiento crítico, de análisis, de síntesis y sobre todo el entendimiento a fondo de los diferentes tipos de falacias y cómo se aplican en las distintas fuerzas políticas.
Hay una gran necesidad. ¿Estaremos los ciudadanos sin partido, el votante de a pie, el no alineado, en la capacidad de dar a conocer visiones diferentes de lo político y social, de aquellas que nos están preparando los magos de la mercadotecnia política?
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx