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Felipe Monroy

El poder del nombre

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Nombrar es poseer de alguna manera. En el fondo, la aceptación compartida por lo menos por dos personas (aunque el ideal es que haya un gran consenso de colectividad) de que una cosa tenga un nombre y no otro, siempre tiene una traza de ejercicio de potestad, de poder y posesión. Se dice que la elección y definición de los signos lingüísticos que representan la identidad de los objetos, los seres, lo inasible y hasta lo imposible siempre será arbitraria, pero en el fondo hay un dispositivo que intenta fijar “la cosa” al “nombre” y ahí no participa el azar sino el poder.

Eso es lo que hay detrás del juego de retórica política que jugaron Donald Trump y Claudia Sheinbaum en días pasados: Si una porción de mar delimitada por ciertas playas y traspasada por los más variados intereses políticos y comerciales lleva un nombre u otro podría parecer baladí y, sin embargo, la lucha por esos nombre detona sentimientos y ciertos valores de historia, derecho, propiedad, orgullo, tradición, ley y costumbre que superan las características propias de las palabras con las que se quiere nombrar a la cosa.

El episodio originado por Trump al declarar que el Golfo de México debería llamarse Golfo de América (entendida ‘America’ como la nación estadounidense y no por el continente) y la respuesta de Sheinbaum sobre que los Estados Unidos de Norteamérica deberían llamarse entonces la América Mexicana, no debe parecernos un acto menor en el curso actual de la geopolítica y el cambio en el peso ideológico que enmarca las transformaciones sociales y culturales contemporáneas.

La gran disputa política actual está asentada en el lenguaje y en la forma en que ciertos poderes promueven, convencen, obligan o directamente coaccionan a las culturas a adoptar nuevos nombres para viejas realidades.

El episodio recuerda a ese fragmento mítico-fundacional de Macondo en la novela de García Márquez: el hijo del fundador del pueblo olvida el nombre del yunque y le pregunta a su padre por el nombre del objeto, el padre le dice que se llama “tas” y el chico escribe en un papel la palabra “tas” y se la pega al yunquecito: “Así estuvo seguro de no olvidarlo en el futuro”.

Luego “con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre”. El fragmento de esta novela es interesante porque contrapone la figura de poder del fundador del pueblo quien literalmente pone y pega el nombre a las cosas, a veces conservando unos y a veces inventando otros; mientras, la otra figura de referencia (la vidente) aprovecha “las evasiones de la memoria” del pueblo para no sólo ofrecer ver el futuro sino “ver el pasado” de la gente, adornando o tergiversando los recuerdos de los más viejos.

Al final, lo que García Márquez brillantemente relata es que una etapa esencial en el mito fundacional de un pueblo radica en el nombramiento de lo material y lo inmaterial, de lo propio y lo ajeno, de las esencias y cualidades de la realidad.

Y hoy, en pleno siglo XXI, después de largas décadas de un modelo internacional global, tecnodemocrático, neoliberalista, hiperregulado y dominado por una sola visión idiosincrática de mirar el mundo, sus prioridades y el tono en el que debe sonar el concierto entre las naciones, han surgido exóticos liderazgos, respaldados amplia e intensamente por sus pueblos, cuya lucha política es cultural, histórica y fundacional de sus pueblos; que van en contrasentido a las creencias e “impositivas sugerencias” de los organismos supranacionales y que, por supuesto, utilizan el discurso, la retórica, el lenguaje y el nombramiento de las cosas como dispositivos políticos no sólo para granjearse adeptos y conservar adherentes sino para construir las identidades de sus pueblos.

En efecto, hoy el Golfo de México se llama así, tanto por su historia como por la aceptación internacional, pero la identidad de su designación no es rígida, depende de factores que, como la historia nos ha enseñado, pueden variar: las guerras, las imposiciones, los nuevos consensos, las vanidades y orgullos… es decir, por diversas expresiones de poder.

¿Debería preocuparnos la posibilidad de que las cosas cambien de nombre? Sí, pero quizá no por las razones más evidentes (el cambio de una palabra por otra) sino porque los nombres de las cosas siempre van acompañados de dispositivos de poder, los cuales no siempre son sencillos de identificar. En los últimos años, por ejemplo, los grandes conceptos antropológicos, sociales, culturales, políticos y económicos como democracia, libertad, soberanía, derechos, vida, autonomía, hombre, mujer, igualdad, competencia, etcétera, han sido “pegados”, “adheridos” artificialmente a realidades distintas y justificados en historias o memorias en ocasiones ficcionadas (como hicieran tanto el fundador como la vidente de Macondo).

La crisis cultural y antropológica de la que aquí hemos hablado vive un conflicto de poder esencialmente en el nombramiento de las cosas. Como diría Heidegger: “Ninguna cosa es donde falta la palabra, es decir, el nombre. Solamente la palabra confiere el ‘ser’ a una cosa”. Y es ‘el ser’ lo que está hoy en disputa. Ojalá sucediera como sugirió Joan Margarit y que “al final todo se acaba pareciendo al nombre que soñamos”; pero los nombres no provienen de los sueños sino de las interacciones del poder.

Hay, por supuesto, una alternativa para participar de este juego discursivo y retórico de poderes sin validar las estratagemas de dominación de uno u otro bando, e incluso logrando la construcción de nuevos consensos periféricos, fuera de los centroides de poder en conflicto: abogar por las cosas a las que se les arrancó el nombre y pronunciar el nombre de las cosas olvidadas. Pero para ello se requiere tanto imaginación como delicadeza, dos cualidades poco valoradas en nuestros días.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe



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Felipe Monroy

Iglesia, factor de estabilidad social

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Discreta, pero sumamente relevante en el panorama bilateral actual, ha sido la visita del embajador saliente de los Estados Unidos, Ken Salazar, al presidente de los obispos católicos de México, Ramón Castro Castro.

La visita, hecha en el contexto de la misa dominical en la Catedral de Cuernavaca –sede episcopal de Castro– y no en la sede de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), refleja el interés de no oficializar demasiado el encuentro; sin embargo, ha sido el propio diplomático norteamericano quien hizo relevante el saludo al poner hincapié en la mayor preocupación que han despertado los últimos atentados en EU y la forma en que se relacionarán ambas naciones una vez que Donald Trump entre en funciones: la estabilidad social.

Las últimas semanas de la administración demócrata de Joe Biden han dejado varias inquietudes para el futuro de aquella nación pero que, como sabemos, sus diatribas suelen influir en otros pueblos y culturas: hay falta de seguridad interna, inconsistencia en la política exterior, persisten las malas expectativas en el desarrollo económico y, para colmo: se han expresado criminalmente los desequilibrios emocionales de la tradicional identidad norteamericana (los dos militares perpetradores de los atentados en Las Vegas y en Nueva Orleans, son ejemplo macabro de ello).

La preocupación de la Casa Blanca antes de hacer maletas para dar paso a la segunda administración trumpista es la cuestión de los valores, principios y creencias que propuso el globalismo en los últimos cuarenta años y que entraron en crisis en la última década. Basta ver la lista de los homenajeados por Biden con la Medalla de la Libertad: Hillary Clinton, George Soros, Michael J. Fox, Denzel Washington, Bono, ‘Magic’ Johnson, José Andrés, Anna Wintour, Jane Goodall, Bill Nye, Ralph Lauren y Lionel Messi, para reconocer qué personajes del mundo político, económico, deportivo y del espectáculo pretende que sean los ‘heraldos’ de dichos valores globales, en resistencia, en la segunda era de Trump.

Desde esta perspectiva, las palabras dichas por Salazar tras el encuentro con el obispo Castro toman otra dimensión: “El liderazgo de la Iglesia es fundamental para el pueblo… para tener una sociedad estable, buena, con optimismo… El diálogo es tan importante que las soluciones de cualquier tema que tenemos, en los asuntos de economía, pobreza, migración, problemas como inseguridad, éstos se discuten y se hallan las salidas mediante un diálogo profundo, auténtico y verdadero, y buscando respuestas”.

Hay un buen sector político-ideológico norteamericano que se está quedando esencialmente sin interlocutores, un poco por la soberbia con la que quisieron imponer en el mundo una única forma de ver la vida, la libertad, la educación, el desarrollo y el dominio exclusivo de ciertas élites y un poco porque los nuevos liderazgos “populistas” han recobrado entre la población los sentimientos de soberanía, nacionalismo, bienestar comunitario, autonomía e independencia que fueron casi proscritos en el neoliberalismo ideológico y la hiper-regulación democrática de las últimas décadas.

El gobierno de López Obrador en México (y la reafirmación de sus argumentos político-culturales con Claudia Sheinbaum) así como el segundo triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos (reforzado y ahora con la mirada puesta en la trascendencia) no simbolizan una ‘sacudida’ pasajera sino que ofrecen un auténtico viraje en el camino de sus respectivas patrias, un recambio del statu quo exaltado durante la globalización y que hoy es duramente cuestionado desde nuevas identidades patrias: nacionalistas, proteccionistas, orgullosas de su camino y su autosuficiencia, capaces de tomar decisiones radicales incluso en contrasentido al resto del ‘mundo global e interconectado’.

Y si bien esto es un reto para los poderes políticos y económicos; para la Iglesia católica implica una intensa revisión de su propia historia y los destinos de sus esfuerzos: si algo ha sobrevivido en cada uno de los cambios epocales en los últimos dos milenios, ha sido esa estructura social-religiosa que ofrece sentido a la sociedad cuando ésta se enfrenta a graves cambios culturales. Así lo dijo Ken Salazar: “Los líderes religiosos juegan un papel crucial en nuestras comunidades al impulsar iniciativas que nos permiten avanzar en nuestra seguridad compartida”. Esa ‘seguridad compartida’ de la que habla el diplomático quizá no haya que interpretarla en términos inmediatistas.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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Felipe Monroy

Nuevos símbolos carnífices: Apps, cybertrucks y Trump Towers

¿Cómo afectarán los hechos de Nueva Orleans y la explosión de la Cybertruck al próximo gobierno de Trump?

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Cuando el ultranacionalista serbio Gravilo Princip disparó contra el archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del imperio austrohúngaro, en Sarajevo –territorio bosnio– y el día de San Vito –aniversario de una histórica derrota serbia–, comprendía que los actos perpetrados ese 28 de junio estaban cargados de simbolismos que conducirían a enardecer los ánimos de la población eslava del sur en busca de la independencia. Lo que quizá no intuyó él ni el resto de los conspiradores fue que ese acto encendería lo que hoy conocemos como la Primera Guerra Mundial. El detonante fue ese crimen en medio de una compleja articulación de equilibrios y tensiones políticas y diplomáticas.

Hoy, en el arranque de este 2025, dos trágicos acontecimientos han cimbrado a los Estados Unidos y a buena parte del mundo debido no sólo a los actos terroristas que han dejado 16 muertos y varias decenas de heridos en Nueva Orleans y en Las Vegas, sino por los peculiares símbolos que enmarcan a los atentados.

Sobre el primer atentado en Louisiana se sabe que Shamsud-Din Jabbar, reservista y militar texano enviado a la guerra en Afganistán entre 2009 y 2010, rentó una camioneta en Houston a través de la App Turo, una aplicación de alquiler de autos bajo el modelo de economía colaborativa, en la que la empresa no tiene flota de vehículos sino que conecta a propietarios (anfitriones) con usuarios (huéspedes). El exmilitar condujo más de 600 kilómetros hasta Nueva Orleans, colocó un par de explosivos improvisados a la vista de la gente y hacia las 3 de la mañana del primero de enero utilizó la camioneta para atropellar a decenas de personas que aún celebraban el inicio del año en las calles del famoso ‘Barrio Francés’.

Aún en medio de la conmoción, en Las Vegas, Nevada, a las 8:40 de la mañana, un vehículo eléctrico conocido como ‘Cybertruck’, producido por la empresa Tesla del magnate Elon Musk, se estacionó frente a la torre del Trump International, hotel del presidente electo, y estalló provocando media docena de heridos. Las versiones periodísticas afirman que el conductor, Matthew Livelsberger, un militar norteamericano, también veterano de la guerra en Afganistán, rentó en la misma App Turo el famoso vehículo eléctrico del que el tecno-magnate sudafricano, patrocinador de la campaña del republicano y titular del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental trumpista, se siente inmensamente orgulloso. El veterarno condujo más de mil kilómetros hasta las puertas de la Trump Tower, inició una conflagración con gasolina provocando el estallido e inmolándose en el acto con las letras doradas del nombre presidencial en el fondo.

Estos sucesos a sólo 20 días del cambio de gobierno en EU han marcado un punto de quiebre no sólo en la política de seguridad interna sino, como sabemos, en la política exterior, militar y económica de la nación norteamericana. Trump, de entrada, dijo que ambos atentados convierten a los Estados Unidos en “el hazmerreír del mundo” y sabemos que sus batallas simbólicas contra las nuevas potencias globales no ocultan las agresivas agendas unilaterales del magnate como sucedió en su primer mandato.

Por su parte, el multimillonario Musk –que ha entrado en una guerra ideológica contra varias estructuras económicas, políticas y culturales del globalismo–, antes de mostrar afección por las víctimas de los atentados, dejó en claro que su principal preocupación fue defender la calidad de su aristado y gris vehículo futurista: “Malditos idiotas eligieron el vehículo equivocado”, escribió en X, su personal y particular plataforma de divulgación (antes Twitter). También se apresuró a elogiar el vehículo como “contención de la explosión”.

Nuevamente, como en el 2001, tras los atentados en las Torres Gemelas de Nueva York, los norteamericanos saben que se dirigen a una renovada situación de emergencia. Los actos terroristas no sólo provocan el espanto, las heridas y la muerte de las personas sino que erigen nuevos símbolos de guerra y unidad. Una unidad bajo una nueva identidad que hoy se pone en pie de guerra para luchar por “Hacer a Norteamérica Grande Nuevamente”. Pero, ¿contra quién entrará en conflicto total la nueva administración trumpista? ¿Contra el Estado Islámico (el FBI ya vinculó a Jabbar con ISIS), los musulmanes o la migración? ¿Contra la desregulación de las aplicaciones de ‘economía colaborativa’? ¿Contra las afecciones, adicciones y traumas que persisten en la mayoría de los veteranos de las invasiones norteamericanas de este siglo?

¿Cuáles serán los nuevos símbolos carnífices, de azote y fuego, que habrán de vincularse a estos crímenes, en medio de esta moderna compleja articulación de equilibrios y tensiones políticas y diplomáticas? Ni duda nos quepa: lo veremos antes de que concluya este mes.

*Director VCNoticias.com

@monroyfelipe

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Felipe Monroy

Anticipando el 2025

“Ya llevamos una cuarta parte del Siglo XXI”

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Parece un suspiro, pero llevamos ya una cuarta parte del siglo XXI y cada vez quedan más distantes los recuerdos y aprendizajes de los tiempos antes del fin del milenio pasado. Este 2025 anticipa momentos y planteamientos sociales que sin duda repercutirán en la comprensión del devenir universal.

No podemos dejar de mencionar el inicio del segundo periodo presidencial de Donald Trump en Estados Unidos el próximo 20 de enero. No sólo por el personaje que llega al poder y los efectos que ha prometido a sus vecinos y socios; sino cómo y por qué un personaje así ha vuelto al mando a pesar o gracias a estar sumido en un sinfín de polémicas.

Este estilo mediático, confrontativo, disruptivo y agresivo hasta la provocación de violencias (ahora se le denomina como ‘egopolítica’) no sólo repercutirá en norteamérica sino que ya también anticipa que jugará un papel importante en los procesos electorales que sucederán en el año que comienza: Ecuador, Bolivia, Chile, Honduras, Argentina (el legislativo), Filipinas, Polonia, Alemania, etcétera.

Los procesos europeos, por ejemplo, serán importantes porque sin duda repercutirán en la actitud europea ante la reconfiguración del poder en Europa del Este y el Medio Oriente: la renovación dinástica en Bielorrusia, la guerra en Ucrania, las fronteras de la OTAN, los proteccionismos nacionalistas y el nuevo poder islamista en Siria tras el derrocamiento de Bashar al-Assad. Todo ello aderezado por la agudización de conflictos bélicos domésticos, la migración y la moderna expoliación de las viejas colonias europeas.

Este 2025 será un año de intensa reflexión sobre el renovado individualismo consumista y sobre la distancia emocional de la propia patria; los cuales repercuten directamente en el sentido de colectividad y comunidad. A la sociedad privilegiada –inmersa en las posibilidades tecnológicas del trabajo, la inversión, el peculio y el infoentretenimiento–, parece no preocuparle las necesidades comunitarias concretas como salud, seguridad, movilidad y justicia social, desarrollo regional, bienestar y derechos colectivos; estos pasan a un segundo orden de relevancia. El Reporte de Solidaridad Global del 2024 indicó que las generaciones de jóvenes (15-24) y adultos jóvenes (25-34) abrazan más las cualidades de la globalización sin fronteras (viajes, experiencias, expresiones y consumos) frente a los productos culturales, oportunidades y desafíos de sus propias identidades y comunidades nacionales.

Y esto que sucede a niveles individuales y familiares, también se replica en esferas más amplias. Este 2025 será un año clave en la reconfiguración de los organismos globales e internacionales; si retoman un liderazgo de referencia ante las problemáticas mundiales (ecología integral, armamentismo nuclear, hiperconsumismo y desregulación económica, ideologías anticientíficas) o si, por el contrario, sólo se limitan a justificar ideologías de los capitales y el poder. También este año será el fin de la presidencia de Luis Almagro al frente de la Organización de Estados Americanos; el uruguayo lideró el organismo durante una década en medio de grandes acusaciones sobre la forma en que se utilizan los recursos de algunas naciones poderosas para la imposición de agendas ideológicas que atentan contra la soberanía de otros países miembros.

Y respecto a los procesos electorales bajo nuevos modelos democráticos o post-democráticos (nuevos populismos, egopolítica, ideologización y polarización emocional), en México se celebrarán las primeras elecciones de miembros del Poder Judicial de la Federación. La histórica medida alcanzada por un congreso dominado en cuotas mayoritarias para el partido en el gobierno no deja de recibir críticas y polemizaciones; no sólo por la manera en cómo se alcanzó la reforma, sino por el destino de la misma. Aún entre los propios impulsores de la transformación hay inquietudes sobre qué tipo de nación se desarrollará cuando los jueces, magistrados y ministros sean elegidos en un proceso presumiblemente ciudadano; y no por las vías a veces oligárquicas a veces plutocráticas y a veces meritocráticas favorecidas por el carrierismo nepótico a las que se estaba acostumbrado.

Por si fuera poco, México además tendrá un año complejo en materia económica. Los anuncios realizados sobre cómo el gobierno habrá de apretar la disciplina en el ejercicio presupuestal indican que se hacen previsiones cautelosas sobre lo que quizá llegue a suceder en esa compleja triada que las ‘maganomics’ (la economía de la política trumpista) ha creado sobre México para presionarlo: fentanilo, migración y aranceles.

Como ya hemos hablado, este 2025 también se celebrará el Jubileo Ordinario en Roma y la proyectada visita del papa Francisco a Turquía para la celebración del 1700 aniversario del Concilio de Nicea. Ambos eventos serán importantes pero el aniversario del Concilio tiene una relevancia especial porque a partir de aquel no sólo se comenzó a reconocer poderes y potestades para regular la organización de la institución religiosa, sino que por la vía de la participación y el consenso se llegó a converger en un signo de fe trascendente, el cual ha sido indispensable para el devenir de la historia universal y que incluso en nuestros días continúa alimentando las razones éticas y morales en varios conflictos en los que se anteponen derechos, privilegios y usufructos de las élites por encima de la naturaleza y la dignidad humana, reflejos de la divinidad del Dios-hombre, semejante a todos nosotros excepto en el pecado.

Insistiría en que esto último es relevante para el orden global actual toda vez que, por lo menos en la última década, los conflictos y presiones para aceptar e integrar obligatoriamente formas utilitarias de la existencia humana provienen de misántropos ideólogos económicos como los que lideran grandes corporaciones financieras y que directamente sugieren o indican a las naciones cómo implementar políticas públicas para reducir la población (por las vías que sean) con tal de mejorar las ganancias y privilegios de élites cada vez más estrechas. Tanto la celebración del Jubileo como del aniversario del Concilio Niceno irán en contrasentido a la propuesta tecno-política y de la cultura del descarte promovida por los nuevos industriales y financieros de la hipertecnificación; el resto del siglo parece depender de en qué medida, la infinita, irrenunciable e intrínseca dignidad humana es asumida por las colectividades, reconocida por los poderosos y respetada por todos.

Qué sea un esperanzado y luminoso 2025 para todos ustedes.

*Director VNoticias.com

@monroyfelipe

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Felipe Monroy

Jubileo 2025: Llevar esperanza a donde se ha perdido

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Este 24 de diciembre ha comenzado el Jubileo Ordinario que la Iglesia católica celebra cada cuarto de siglo desde hace más de 500 años. Se trata de un momento muy esperado para los fieles católicos pero también para la ciudad de Roma, hogar de las magnas basílicas pontificias y, evidentemente, la capital urbanística del catolicismo occidental. Durante todo un año, la ciudad se convierte en una renovada sede de peregrinaciones de todos los rincones del planeta.

La celebración se extenderá hasta el 6 de enero de 2026 y, durante este periodo, se realizarán actos inscritos en tradiciones centenarias orientados a facilitar a los peregrinos de las Puertas Santas y las Iglesias Jubilares a obtener la Indulgencia Plenaria (acercamiento a la confesión, tomar la Sagrada Comunión, rezar por las intenciones del Papa y realizar obras de misericordia y penitencia); pero también se han programado eventos especiales y encuentros que reflejan las realidades e identidades eclesiales que en los últimos 25 años no necesariamente aparecían en el panorama social o no bajo las mismas dimensiones de sentido y relevancia.

El último jubileo ordinario sucedió durante el pontificado de Juan Pablo II en el año 2000, mucha agua ha pasado bajo el puente. Los jubileos son además oportunidades para que se intenten acciones simbólicas y se instauren nuevas tradiciones en la Iglesia católica. Hace un cuarto de siglo sucedió el histórico perdón pontificio en nombre de toda la Iglesia; en 1975 se avanzó en el ecumenismo y diálogo interreligioso al celebrar el retiro de las excomuniones a la Iglesia de Bizancio y con la invitación de monjes budistas a los actos del jubileo.

En 1950, el papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de María y reformó al Colegio Cardenalicio con pastores representantes de casi todas las partes del mundo (antes casi todos los cardenales eran italianos y algunos pocos europeos). En otros jubileos se han realizado grandes obras civiles y religiosas (como las famosas escaleras entre Piazza Spagna y la iglesia de la Santísima Trinidad del Monte); también, por ejemplo, durante el jubileo de 1750 se instituyó la realización del Vía Crucis en el Coliseo Romano, tradición que continúa hasta nuestros días.

Este 2025 se ha inaugurado ya una obra civil para conectar el Castel Sant’Angelo con la Via della Conciliazione (calzada que conduce del río Tíber a la Plaza y Basílica de San Pedro) pero quizá lo más simbólico del Jubileo se concentrará en los encuentros, espacios y eventos.

Por ejemplo, se abrirá un espacio para una ‘Conferencia para religiosas comunicadoras de alto perfil’, un encuentro que reconoce la labor profesional, divulgadora y comunicativa (una de las actividades esenciales de la era de la información) realizada por una comunidad aparentemente anticuada (mujeres que libre y voluntariamente eligen un estilo de vida entregado en obra y oración por el servicio al prójimo y la adoración a Dios).

Para este evento y decenas más, Roma espera recibir a cientos de miles de servidores, fieles y organizaciones. Desde catequistas, seminaristas, sacerdotes, diáconos, obispos, misioneros, religiosas y religiosos; hasta comunicadores, artistas, deportistas, educadores, voluntarios, jueces y abogados; líderes sociales, empresariales y luchadores de movimientos populares; miembros cofrades y de organizaciones religiosas muy disímiles. Y además, el papa Francisco ha elegido tres situaciones humanas que han sido centrales en su pontificado y cuyos dramas buscarán reivindicación y consuelo en las fiestas jubilares: presos, migrantes y personas en condición de pobreza.

Hasta el momento ya hay más de un centenar de diócesis italianas y europeas que han organizado formalmente su peregrinación para acudir a las Puertas Santas aunque también el pontífice argentino ha descrito el verdadero sentido del Año Jubilar y que todos los cristianos pueden seguir desde sus propias localidades: “Con la apertura de la Puerta Santa damos inicio a un nuevo Jubileo. Cada uno de nosotros puede entrar en el misterio de este anuncio de gracia… Hay esperanza para cada uno de nosotros”.

Y también ha rematado en la misa de Navidad: “Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia. Llevar esperanza allí, sembrar esperanza allí”.

Llevar y sembrar esperanza en nuestras propias comunidades, localidades y naciones; no podríamos desear algo mejor en tiempos tan convulsos.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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