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Columna Invitada

La magia de la Navidad

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Por Antonio Maza Pereda

En estas fechas, prácticamente en todo el mundo, se maneja el tema de la Navidad.  En algunos medios, particularmente en los de orientación religiosa, es un tema de discusión.  “La Navidad ya no es lo que era”, se nos dice.

Y esto no es totalmente cierto. 

En muchos aspectos la Navidad es muy tradicional: las reuniones familiares, las visitas a parientes y amigos, los regalos, el apapacho a los niños, los árboles y sus adornos. En apariencia, todo sigue igual. El comercio aprovecha plenamente este concepto y lo liga con la entrega de cariño. “Si regalas, estás demostrando amor”.  “Entre más costoso el regalo, más amor demuestras”, aseguran.  El consumismo, a todo lo que da.

Es un fenómeno prácticamente mundial, transcultural, transreligioso.  Precisamente para evitar conflictos al unir bajo la misma cobertura a diferentes creencias, se trata de evitar el nombre de Navidad y se quiere sustituir por “las fiestas de la estación”.  No sea que se nos vayan a ofender aquellos con otras creencias, a los que podría parecer que nosotros les estamos imponiendo una doctrina, alguna agenda.

 Esta qué, posiblemente, es la festividad más extendida y aceptada en la humanidad, ha cambiado un poco en las formas. No así en el fondo, en su razón de ser.  Lo que verdaderamente se celebra. Debo reconocer que, para mí, esto no era una preocupación. Hasta hace relativamente poco. “Qué bueno que se celebre el nacimiento de Jesús”, decía yo. “Tal vez no lo acepten, Tal vez no lo entiendan, tal vez ni siquiera repitan su nombre, pero de alguna manera sé están adhiriendo a Él”, añadía. Y con este pensamiento, por años, no hacía comentarios sobre este tema.

Pero algo ha cambiado.  Está cambiando el fondo de la celebración, su motivo, su intención. Y esto nos lleva tener dificultades para contestar una pregunta muy simple: ”¿qué celebramos?”  De algún modo, el concepto de la Navidad se ha vaciado de significado.  O, por lo menos, de su significado original.

Sí, Navidad es un momento de nostalgia, el recuerdo de mis navidades de niño, la ocasión de mostrar cariño para mis hijos y nietos.  Es un asunto de tipo cultural, dónde seguimos las tradiciones de nuestros padres, las costumbres que tenemos en nuestro terruño. Una manera de ayudar a otros a ser felices. Pero es mucho más.

La mayoría de las iglesias cristianas celebramos a Jesús niño y en los regalos conmemoramos el gran regalo que Dios Padre le hizo a la humanidad al entregarnos a su Hijo.

Pero si no tenemos su significado original, es necesario asignarle algún tipo de significado. 

Recientemente, sobre todo en los canales de televisión originados en los Estados Unidos, se han producido programas de contenido navideño, en algún caso transmitiéndose 24 horas al día desde el mes de octubre hasta los primeros días de enero.  La mayoría con un esquema relativamente homogéneo: una familia incompleta, dónde la madre y en muchos otros casos el padre, dan todo su cariño a un hijo cuando se han quedado solos por diferentes razones.  

Y hay tal devoción por el hijo que no se han preocupado por tener alguna otra relación. El niño es feliz, pero siente necesidad de que su padre también sea feliz.  Aparece alguna chica o algún chico, que no ha logrado encontrar un cariño estable y en el ambiente navideño surge un romance. 

Todo lo cual ocurre en torno a la Navidad, que contribuye a que ellos que viven la soledad, encuentren nuevamente el amor y el modo de completar la ausencia del padre o madre que ya no está ahí.  Y, obviamente, después de algunos problemas, de algunas dificultades, aquellos sedientos de cariño se encuentran finalmente. Todo ello en un ambiente festivo, la rememoración de las costumbres hogareñas, el cariño de familia. Un romance blanco, sin escenas de alcoba, temas muy familiares. Por cierto, con cierta frecuencia, se presentan películas donde se trata el tema de la Navidad entre las familias de los militares quiénes, por su servicio a la nación, se tienen que separar de sus familias en estos tiempos.  Se ve como, estas familias, mantienen vínculos con quienes están lejanos.  Algo hermoso y seguramente muy necesario para las familias de quienes están al servicio de la nación. Todo buenísimo. Pero ese no es el sentido de la Navidad.  Muy bueno y necesario en cualquier época.  Ojalá el mensaje penetre y se afiance. Pero esos son los valores familiares, valores eternos, no exclusivamente navideños.

Pero, últimamente, ha nacido otra tendencia, a la cual no le encuentro realmente las bondades que le puedo encontrar a las que comenté anteriormente. Ahora se ha estado hablando de la “magia de la Navidad”.  Como si fuera un rito, una palabra mágica, que produjera felicidad por sí misma. Como si el mero hecho de repetir ciertas costumbres generara bien por sí mismo. Esto, que se ha venido cocinando en los últimos años y que ahora ha sido encabezado por el poder mercadológico de uno de los refrescos más conocidos del mundo, el mismo que popularizó el concepto de Santa Claus y la imagen que todos le conocemos.  Y en esto, tristemente, yo no puedo estar de acuerdo.  Puedo aceptar las costumbres familiares, las culturas locales y el modo como celebran esta fiesta y también el hecho de que otras religiones y otras culturas deseen celebrar junto con toda la humanidad lo que nosotros celebramos, por sus razones muy particulares.  Porque en cada cultura están las semillas del mensaje que Dios ha puesto para los hombres.  Pero no es un mensaje de magia, es uno de valores de bondad, bien y belleza.

En fin, celebremos la Navidad cómo lo que es: un recordatorio de la verdad, el bien y la belleza, los grandes valores humanos. 

Que para algunos de nosotros están encarnados en el hijo de Dios vivo, que nos llegó cómo un niño.  Otros, que no creen en Él, desean y creen en la bondad, el bien y la belleza. No en un rito mágico que produzca bien por sí mismo, sino el resultado de nuestro deseo de vivir siempre de mejor modo. Que esta Navidad sea, para todos y todas, una gran alegría y que esta ilumine nuestro año próximo.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx



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Otros contrapesos

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Antonio Maza Pereda

Comentaba anteriormente los contrapesos en la democracia y su papel en la política. Es claro que, sin límites, un sistema de gobierno fácilmente puede convertirse en una tiranía. La democracia prevé tres poderes que se deben supervisar mutuamente para evitar caer en una dictadura.

Hay, sin embargo, otros limitantes al poder del Gobierno. Muchos de ellos son organismos intermedios u organizaciones no gubernamentales. Solamente a manera de ejemplos, sin intentar agotar el tema, podríamos hablar de los siguientes:

Autoridad electoral, Auditoría del Estado, Comisión de derechos humanos, Banco Central, que generalmente son nombrados por los propios poderes del Gobierno. Desgraciadamente, cuando son nombrados por el partido gobernante, se cae con frecuencia en una simulación, porque el dirigente tiende a servir al partido que lo nombró y pierde imparcialidad.

La prensa y los medios de comunicación deberían ser un lugar crítico, que informara imparcialmente a la población. Sin embargo, el poder del Gobierno para cooptar a los medios, mediante presupuesto de publicidad y amenazas de quitar permisos de operación, limita su libertad.

Sindicatos, obreros y patronales, actúan como defensores de sus gremios. Cámaras empresariales tienen el mismo objeto. Un contrapeso poco mencionado tiene que ver con la información y la academia. Cuando el único dueño de la información es el Gobierno, y no se toman en cuenta otras opiniones, cualquier reclamo ciudadano es fácilmente ignorado.

Y hay más contrapesos. Algunos incluso con una vida transitoria, pero muy importantes en su momento. Un gobierno poco democrático tratará de influir o dominar esos límites. Es función del ciudadano apoyarlos y sostenerlos.

¿Son suficientemente fuertes los contrapesos al gobierno en nuestro país? ¿De qué modo puede la Sociedad evitar que sean absorbidos y anulados por los partidos políticos? ¿Cómo desarrollar la conciencia ciudadana sobre la importancia de estos limitantes?

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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¿De dónde…?

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Por Antonio Maza Pereda

Si quiere usted un rápido resumen del segundo debate presidencial, para las próximas elecciones mexicanas, se puede sintetizar en dos grandes rubros: abundancia de ataques personales y una feria de ofrecimientos, mayormente enfocados a apoyos sociales, aunque no exclusivamente.

Nada nuevo en el frente de los ataques. Nuestros políticos manejan un dogma laico: “Si yo demuestro que tú estás mal, quiere decir que yo estoy bien”, nos dicen. Y, por asociación, “si quien te apoya estuvo mal hace años, quiere decir que tú estás mal”, agregan.

El tema de las múltiples falacias que usan en estos y otros debates, ya ha sido muy tratado en otras ocasiones. En cambio, el de los ofrecimientos que, por cierto, no fueron muy novedosos, casi no se cuestionan. Y valdría la pena hacerlo. Hay poca variedad en estos. Todos los contendientes ofrecieron beneficios similares. La diferencia estuvo en la prioridad que, a cada oferta, le asignó cada contrincante, generalmente por aspectos ideológicos. La candidata de la izquierda, como era de esperarse, considera necesario poner todo en manos del gobierno o casi. Mientras que la opositora, que difícilmente es de derecha, sí ve la necesidad de descentralizar el poder y dar más participación a la sociedad civil y a la iniciativa privada. El candidato también ve un fuerte papel para el gobierno y casi no elabora sobre el tema de la participación privada y ciudadana en sus propuestas.

Lo que no se respondió es la pregunta que el ciudadano, y en particular el contribuyente, tiene en mente: “¿De dónde…?”. Todos estos ofrecimientos tienen un costo. ¿Cómo se van a pagar? Entiendo que los políticos no quieran contestar estas preguntas. Responderlas tiene algo de tóxico. Si nos dicen que lo pagaremos los contribuyentes, a nadie le va a gustar. Y en este debate, solo el candidato mencionó como de pasada la necesidad de una reforma fiscal. Solo una vez y solo dedicando al asunto un par de segundos.

Tristemente, nada es gratis. ¿Queremos paz? Habrá que gastar en equipamiento, capacitación, comunicaciones, planeación y muchas cosas más. ¿Queremos mejor educación? Habrá que gastar en capacitación, dignificación de las instalaciones, mejor remuneración de los profesores para que no estén en el pluriempleo, y más. ¿Queremos más y mejor calidad de agua? Habrá que gastar en tecnología, recuperación de agua, potabilización, nuevas presas y más. Y la lista sigue y sigue. La gran pregunta es: ¿de dónde? Todas estas ofertas de apoyos sociales, ¿cuánto nos van a costar? ¿De dónde van a salir los recursos? Aun en los sistemas más primitivos de administración, ningún plan está completo si no se consideran los recursos y cuál será su origen.

La réplica facilona y que la mayor parte de los políticos y muchos en la Sociedad dan por respuesta es: “que lo pague el gobierno”. Y aquí se está haciendo la suposición de que el gobierno tiene recursos inagotables. No se dan cuenta de que todo el dinero que tiene el gobierno es porque lo extrajo de los sufridos contribuyentes. No hay de otra. Sí, puede haber ahorros, puede ser que se logre reducir o eliminar la corrupción. Pero eso claramente no basta, como ha demostrado el gobierno actual, que ha necesitado endeudar al país a un nivel nunca antes alcanzado.

El tema que ha estado en la agenda pública en las últimas semanas, muy a disgusto de nuestro actual gobierno, es el asunto de la incautación de los fondos de las AFORES no retirados por los mayores de 70 o 75 años. Este asunto se justifica diciendo que con ello se podrán tener más recursos para las pensiones. Pero hay algo que no está considerado. En 25 años de existencia de las AFORES, se ha acumulado una cantidad de varios miles de millones de pesos que no han sido reclamados por sus dueños. Pero esos son ingresos que ocurren una sola vez. Si la totalidad es gastada en este año, el año próximo solamente habrá una proporción, creemos, del 4% anual de lo disponible en 2024. Esto, suponiendo que los jubilados dejen su dinero sin recoger. Lo que sería muy raro: con todo el escándalo en torno a esto, la mayoría de la gente ya está enterada y seguramente estarán acelerando los trámites para cobrar el dinero que tienen en las AFORES.

Se podrá recuperar una cantidad importante de lo desviado por la corrupción, en 30 años o más. Pero una vez que se ha logrado recuperarlo, cada año la cantidad que se puede obtener es menor. Mucho menor. Eso, suponiendo que fallen los programas contra la corrupción; si de veras son exitosos, cada año habrá menos por recuperar. Y hay muchos ejemplos más.

No se pueden pagar apoyos permanentes, con ingresos que no se repiten de la misma manera año con año. Y eso nos deja dos soluciones. A corto plazo, una reforma fiscal que aumente las recaudaciones. En los países que nos ponen como modelo de servicios sociales, los países nórdicos, por ejemplo, los impuestos llegan a ser superiores al 50% de los ingresos. Por supuesto, ningún candidato va a proponer tal cosa. Otra solución es un esfuerzo enorme para mejorar la economía del país. Algo que es la solución de fondo, pero de largo plazo.

A nosotros, los ciudadanos sin partido, nos toca exigir cuentas claras de cuáles son los costos de todos esos ofrecimientos y de qué manera se va a obtener el dinero para poder pagarlos. Ciertamente, necesitamos un gran debate público, qué habrá que iniciar antes de las elecciones, pero claramente tendrá que continuar por un largo tiempo. Será necesario que los ciudadanos nos acostumbremos a vigilar el desempeño de los gobiernos que elegimos y exigirles un mínimo de sentido común en temas tan importantes como el gasto público. Una gran tarea.

No podemos permitir que las imágenes desarrolladas por los expertos en mercadotecnia política nos hagan pensar que todo saldrá bien, que nuestros candidatos siempre cumplirán con lo ofrecido y tendrán un gasto público responsable. Si pensábamos que la participación ciudadana terminaba con las elecciones, la noticia es que todavía hará falta mucha intervención del electorado.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Origen de la autoridad política

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Por Antonio Maza Pereda

La legitimidad de la autoridad política procede de su origen y la manera como se mantiene fiel al modo como se generó. Esta autoridad procede de la Sociedad, que es la titular de su soberanía. La cual se transfiere a sus representantes de diferentes maneras: en la antigüedad, a las familias reales y ahora, en la mayor parte de los países, a través de mecanismos democráticos. Aunque todavía sigue siendo muy válido que en algunas Sociedades esa soberanía se transfiere a través de sistemas de usos y costumbres.

Pero al transferir esa soberanía a sus representantes, la Sociedad conserva el control de las acciones de los gobernantes y también tiene el derecho de sustituirlos, en el caso de que no cumplan con lo que se les ha encomendado. En otras palabras: la Sociedad tiene la facultad de pedir cuentas a los gobernantes que ha nombrado y exigirles el cumplimiento de sus obligaciones.

La democracia proporciona procedimientos y modos de control, a través del voto directo, libre y secreto. También controla mediante el concepto de la división de poderes y la creación de balances y contrapesos. Es un mecanismo bastante adecuado, pero que claramente está sujeto a una mejora continua.

¿Se está cumpliendo esto nuestra Sociedad? ¿Nuestros representantes tienen claro que tenemos el derecho de exigirles cuentas y que no pueden pasar por encima de mecanismos de control, adicionales a las elecciones? ¿Se sujetan al control de la Sociedad? Cuando usted, ciudadano, toma su decisión de votar, ¿toma en cuenta si los candidatos tienen claro que no tienen un poder absoluto y que están sujetos al derecho de sustituirlos, si no cumplen lo que la Sociedad les ha encomendado? ¿Están sujetos a la división de poderes, o buscan centralizar todas las decisiones?

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Cuando el Búho canta, la huelga muere

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Por Guillermo Moreno Ríos

Veo con tristeza, como ciudadano, como egresado y como maestro de horas sueltas que soy de la Universidad de Sonora, de la carrera de ingeniería civil, como se desmorona la esperanza de los estudiantes con el temor ante la afirmación insensible de quienes promueven la huelga de que se perderá el semestre.

Creo como hombre de bien y respetuoso del derecho, que es legal la huelga a la que acuden los sindicatos universitarios, apelando por sus derechos, los cuales considero deben de ser escuchados y tomados en cuenta; pero, ¿quién ve por los derechos de los estudiantes para tener una educación de calidad? a la altura de las mejores universidades del país; ¿quién ve por el derecho que tienen los padres de familia? sobre todo foráneos que con mucho esfuerzo y la buena de Dios, mandan a sus hijos a prepararse académicamente y fincar sus esperanzas en los futuros profesionistas.

Veo con tristeza, que las autoridades estatales, encabezadas por el gobernador del estado y aún con un secretario de educación que fue un rector de la Universidad y que contó con muchísimo apoyo del gobierno estatal de entonces; sea tan pasivos e indolentes.

Veo con tristeza, a un rector que no da la cara, que se esconde ante una realidad de conflictos no resueltos, que cada día que pasa cuesta y con tranquilidad afirma, al menos en medios de comunicación, pues que el semestre se alargue el semestre hasta junio o julio.

Es probable que reciba respuestas misivas con bastantes argumentos legales sobre los derechos de huelga, incluso tachándome de ignorante o de falto de sensibilidad política, pero no puedo quedarme callado, no puedo quedarme inerte ante esta injusticia respaldada en una legalidad que confunde un bien público, un futuro prometedor, con una empresa.

Sé que de ambas partes, existen argumentos válidos, que han hecho que sus posturas sean rígidas y no dudo, que con un dejo de razón; pero los invito a que recapaciten; que se busque otro tipo de presión, su derecho se pierde cuando pisoteas el derecho de otros, como en este caso sucede con el derecho a la educación de nuestros jóvenes.

No he dejado de dar clases, veo con firmeza el carácter de mis alumnos, recios y constantes, sacrificando el trasladarse a otra sede para poder tomar su clase. Agradezco a quienes me han permitido desde ahí trasladar esta protesta silenciosa y pacífica ante la injusticia que vivimos la mayoría de la comunidad universitaria y la comunidad en general.

Soy maestro, soy exalumno y me duele ver que como sociedad seguimos pasivos, me pregunto cuántos de los que me leen en este momento, no fueron víctimas de alguna huelga o perdieron un semestre.

Hago un llamado a todos quienes quieran y puedan hacer posible que ante la intolerancia y falta de diálogo, nuestros estudiantes no pierdan el semestre, a ti maestro; a ti que puedes prestar tus instalaciones, a ti medio de comunicación que puedes con tu influencia social lograr establecer un ambiente armónico y a las autoridades, tanto sindicales, universitarias y de gobierno, hacer un alto en el camino y recapacitar; por el bien de Sonora y de su gente.

Hago un llamado a los estudiantes, máxima libertad dentro de un máximo de orden; manifestarse y exigir de manera pacífica la apertura de la universidad, también es un derecho al que no se ha acudido; el orden social debe de prevalecer, manifestémonos tomando clases extramuros, demostremos que nuestro corazón de búho no se opaca ante el nido tomado, aprovechemos y extendamos las alas y cantemos, porque cuando el búho canta, la huelga muere.

Escrito originalmente el 2 de abril de 2014

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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