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Columna Invitada

Marchas: vuelta al pasado

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Por Antonio Maza Pereda

El pasado 18 de Marzo, tuvimos una regresión a los tiempos de los cuarenta y cincuenta del siglo XX e incluso un poco después. Una época en que la legitimación de muchos de los decretos del Gobierno se daba mediante marchas. Para la mayoría de la Nación, esto es una historia poco conocida. En ese tiempo solamente el Gobierno y el partido gobernante, con sus sectores obrero, campesino y popular eran los únicos que tenían capacidad de poner en la calle un número importante de ciudadanos. La escasa oposición que había no tenía la capacidad de convocatoria necesaria y los demás partidos eran en realidad satélites del partido gobernante.

Después de un largo y tortuoso proceso de democratización del País, ahora ya se pueden tener grupos de ciudadanos y ciudadanas organizados, con la capacidad de poner en la calle números importantes de personas, como en las recientes marchas defendiendo al INE y protestando por la discriminación de las mujeres. Y, por supuesto, el partido en el Gobierno, quien conserva la metodología y los recursos para poder llevar a las calles a números importantes de manifestantes, reacciona tratando de demostrar que tienen mayor capacidad de movilización.

Lo cual nos lleva a una distorsión importante en la vida política del país. Parecería, y así lo están manejando la prensa y alguna parte de la oposición (es un decir) qué piensan que a la población realmente la van a convencer las comparaciones numéricas. Y tratan de demostrar o al menos dar la impresión, de que pueden poner en la calle a un número mayor de electores que el que mueve el Gobierno. Parecería que el asunto se reduce a un juego de números y al hecho de poder demostrar que el contrincante hace trampa en la contabilidad del personal que llevan a sus marchas.

No es que sea algo nuevo. Los partidos fascistas en la primera mitad del siglo XX, así como los partidos soviéticos que actuaron en más de dos tercios del mismo siglo, justificaban el derecho a gobernar mediante marchas multitudinarias. Como sigue ocurriendo en algunas de las izquierdas latinoamericanas, como las de Cuba, Nicaragua y Venezuela, así como las izquierdas menos consolidadas como en algunos momentos estuvieron las de Brasil, Argentina y Chile.

Sin tratar de justificar estas marchas, su existencia se daba porque, ante sistemas electorales con poca solidez y casi nula credibilidad, los resultados de las votaciones tenían un tanto de “política ficción”. Ante los robos de urnas, el voto de los difuntos, el acarreo de los grupos beneficiarios de los programas sociales y la amenaza de la cláusula de exclusión de los sindicatos, llevaban a la ciudadanía a ver con un profundo cinismo los resultados electorales. La mitología de los métodos como el ratón loco, el embarazo de urnas, el acarreo de empleados del Gobierno, los mapaches y otros elementos de la fauna electoral, hacían pensar al ciudadano que no tenía caso votar.

Yo recuerdo un conocido mío que se lanzó como diputado federal en uno de los estados del norte del País y que citó a la prensa, a sus alumnos y a los escasos ciudadanos que le hicieron caso para un discurso de inicio de su campaña, el cual se dio en el panteón civil de la capital de su estado. Lo cual obviamente provocó muchas bromas de la ciudadanía. Y más aún cuando la prensa le preguntó al candidato: ¿por qué iniciaba su campaña en el cementerio?. A lo cual él contestó que en un país dónde los muertos votan, se tenía que hablarle al electorado.

Esto empezó a cambiar por muchas razones, pero alguien que tuvo un influjo importante fue un ensayo muy bien elaborado por Enrique Krauze, quien pedía que en México tuviéramos una democracia sin adjetivos. Abundando en el tema decía que necesitábamos que los votos se contaran y se contaran bien, para darle credibilidad con la ciudadanía. Lo cual se logró en buena medida, sin llegar realmente a poder desechar del todo los antiguos vicios en los temas electorales.

Ese es el punto crucial. Perderemos mucho sí empezamos a sustituir el aburrido, pero extraordinariamente valioso método de tomar decisiones mediante el voto de la ciudadanía y sustituirlo por la métrica de las marchas. Al parecer en esto está cayendo también nuestra enclenque oposición. Las marchas sólo representan un porcentaje mínimo de la ciudadanía; aún en aquellas dónde se habla de millones de marchantes, ellos representan cuando mucho un 2 o 3% de los ciudadanos. Lo importante es seguirle dando solidez al tradicional método electoral y negarnos a aceptar qué las estimaciones más o menos amañadas del monto de los que marchan, substituyan a una contabilidad precisa y confiable del número de los que votan.

Que, por otro lado, no significa que no debiera haber marchas. Pero en la realidad estas sirven mayormente para convencer y enardecer a quienes ya forman parte de los diferentes grupos políticos. Y también para que aquellos que no forman parte de las facciones electoreras, puedan hacer oír su voz. Pero lo importante realmente es defender un sistema que, estando todavía distante de tener total credibilidad, es un modo mucho mejor de gobernar, que lograr poner en las calles a un número importante de personas.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx



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Columna Invitada

Compromisos por la paz

El evento “Compromiso por la Paz” fue un evento fuera de serie

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Por Antonio Maza Pereda

El pasado 11 de marzo tuvimos un evento fuera de serie.  La Conferencia Episcopal Mexicana (CEM), que agrupa a los obispos católicos del país, junto con cincuenta asociaciones de la sociedad civil, se reunió por separado con cada uno de los candidatos presidenciales. El evento titulado Compromiso por la Paz, incluye un diagnóstico llevado a cabo por aproximadamente veinte mil personas y la presentación de propuestas sobre este asunto, elaboradas por cincuenta expertos en diferentes temas.

Es muy claro que el punto es la preocupación que la mayor parte de la población tiene, en este momento. De las propuestas de la 4T, probablemente es la que se percibe como una promesa incumplida.  A no ser que se quiera medir la paz exclusivamente por la reducción de los homicidios dolosos en unas cuantas entidades federativas. El lema probablemente mejor recordado en este aspecto, el de “abrazos y no balazos”, claramente no ha dado como resultado una reducción de la criminalidad en general ni de los delitos de alto impacto.

Los obispos católicos, que no han dejado de señalar estos problemas y de actuar de diferentes maneras, incluyendo impulsar negociaciones entre los diferentes grupos de la delincuencia organizada, mencionan como un punto de partida el asesinato de dos sacerdotes jesuitas en Chihuahua, hace más de un año. Evento muy mediático, pero que claramente no ha sido el único caso de asesinatos, extorsiones y otros tipos de violencia hacia el clero.

El evento tiene otro aspecto novedoso. En ocasiones anteriores, la CEM tenía reuniones a puerta cerrada con los candidatos presidenciales, de las cuales salía un boletín de prensa en un tono sumamente diplomático, hablando de la franqueza del intercambio y la buena voluntad para trabajar por el bien del país.  En esta ocasión ha ocurrido algo muy diferente.  Hubo más de un año de reuniones en diferentes ciudades del país, mayormente con asociaciones de víctimas, empresarios y algunos otros tipos de agrupaciones. Los resultados de esas reuniones se consolidan en un evento en Puebla y se genera un documento con propuestas para mejorar la situación del país en este aspecto. El documento se revisa y produce 117 propuestas, que se ponen a consideración de la ciudadanía y de los candidatos a la presidencia.

Seguramente en ocasiones anteriores se han hecho esfuerzos parecidos, pero el modo como se llevaba la interacción entre los obispos y los candidatos conducía a que había poca difusión pública de estos asuntos. Claramente, es una mejora importante, en el aspecto de hacer públicos los planteamientos del episcopado y trabajar conjuntamente con una parte de la sociedad para redactar propuestas.

Al evento se citó a la prensa, los candidatos con sus equipos de campaña, así como una cantidad de invitados, representando a otras religiones, etnias y diferentes asociaciones de la sociedad civil. A los candidatos se les entregó previamente el diagnóstico y las propuestas, así como el formato de compromiso, que se les solicitó que firmaran, documento que establecía la intención de que, de ser elegidos a la presidencia, harían todo lo posible para llevar a cabo esas propuestas.

El primer candidato, el maestro Jorge Álvarez Máynez, del Movimiento Ciudadano, recordó sus relaciones con los jesuitas y firmó el documento después de un discurso de 15 minutos, donde en principio se mostró de acuerdo con el diagnóstico y el compromiso. Siguió la Ingeniera Xóchitl Gálvez Ruiz, que se mostró muy entusiasta en cuanto al contenido del diagnóstico y las propuestas, ofreciendo que su primer acto de gobierno, en caso de ser elegida, sería tener una reunión con los obispos y los grupos que generaron este documento, para definir la manera de implementar esas propuestas.  La doctora Claudia Sheinbaum Pardo, quien fue recibida con mucha cordialidad por los organizadores, dijo que no estaba de acuerdo con una parte del diagnóstico, que llamó pesimista y, en particular, se inconformó con la aseveración sobre la militarización de la seguridad en el país.  Dijo que firmaría el acuerdo, agregándole un documento de varias páginas donde establece las partes del diagnóstico con las que no está de acuerdo.

Durante el evento, el secretario de la CEM dijo, en tono diplomático, que agradecía la franqueza de la candidata Sheinbaum, al dejar muy claro en qué aspectos del diagnóstico no estaba de acuerdo. Al día siguiente, el vocero del episcopado, padre Miguel Ángel Flores, quien fue rector de la Universidad Pontificia de México y es miembro de la Comisión Teológica Internacional, hizo declaraciones a la prensa comentando su reacción a las declaraciones de la doctora Sheinbaum. De lo cual destacó, entre otros temas, que “si no se reconoce una realidad, no podemos cambiar esa realidad”.

Quedan varios puntos por analizar, que son demasiado extensos para este artículo.  Por un lado, la representatividad del documento qué se les presentó a los candidatos y, al menos de manera general, el análisis de las propuestas, en cuanto a la factibilidad de que tengan consecuencias a corto plazo o cuáles, como parece ser el caso, son propuestas que requerirán varios sexenios para tener resultados. Como han sido algunas de las medidas que ha tomado la 4T en este aspecto.

 El punto más importante es que uno de los organismos que forman una parte considerable de la población, como es la Iglesia Católica, que abarca poco menos del 80 % de los ciudadanos que se declaran religiosos en los censos, está incorporando en su actuación a grupos de seglares, no únicamente católicos, pero a quienes los une una problemática común, que urge ser atendida.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Para que no se olvide: M8

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Por Antonio Maza Pereda

No celebramos. No felicitamos. No es un día de alegría. El Día Internacional de la Mujer, M8 como se le dice de manera sintética, es una conmemoración fúnebre. Esa fecha recuerda el fallecimiento de 129 mujeres trabajadoras que perdieron la vida en una fábrica de Nueva York en 1911. Las trabajadoras se habían puesto en huelga pidiendo mejoras salariales, los dueños de la empresa las encerraron con llave para que no pudieran abandonar los talleres; ocurrió un incendio, y las trabajadoras no pudieron huir, con el resultado que se comenta. Posteriormente, se definió esta fecha para recordar ese trágico hecho. No, no es una fecha para felicitar a las mujeres. Es una conmemoración. Es un hecho trágico y doloroso. Una fecha que hay que destacar, para que no se olvide. Para que recordemos que la situación de la mujer ha sido terrible por milenios. Y que falta mucho por lograr para que su situación sea, por lo menos, justa.

Después de un largo tiempo de conmemoraciones, claramente hay cambios. Y también es cierto que no todos ellos han sido para bien. Se han logrado avances en leyes y reglamentos, pero también es cierto que la violencia contra la mujer no se ha reducido. Incluso se puede decir que la pandemia trajo un incremento en el registro de reportes de violencia contra las mujeres. Es difícil decir con precisión cuál es la situación real. Una posibilidad es que ahora las mujeres se sienten más facultadas para denunciar los actos de violencia, mientras que todavía hace poco muchas lo veían como algo totalmente inútil e incluso una oportunidad para que las autoridades menores las revictimizaran. Todavía se dice, probablemente sin muchas bases, que solo se denuncia el 10 % de los delitos y de esa proporción denunciada, únicamente el 10 % termina en un dictamen judicial. Los números son demasiado redondos para ser creíbles, pero deben ser una proporción similar a esa. O sea, que el gran problema es la impunidad.

Un cambio importante en nuestra situación es que en las próximas elecciones federales, dos mujeres son las más probables triunfadoras para ser presidentas de la república y una cantidad significativa de mujeres triunfarán en los próximos comicios de nivel estatal y municipal. Y, lo más interesante, el hecho de tener una mujer en la Presidencia ha sido aceptado sin discusión. En los congresos federales y locales muchos puestos serán ocupados por mujeres. Lo cual claramente es un avance considerable. Es de esperarse que haya cada vez mayor proporción de mujeres en puestos de gobierno, y que también haya mayores probabilidades de que exista igualdad de derechos, en la práctica, para las mujeres.

Pero, claramente, eso no es suficiente. Desde hace ya algunas décadas ha aumentado el número de mujeres en puestos de autoridad y no hay una correlación con la disminución de la violencia contra la mujer. Es decir, aunque hay mayor proporción de mujeres en puestos de mando, el aumento de la violencia a las mujeres continua. Y esto es porque el gobierno solo puede actuar de algunos modos muy limitados. Puede establecer cuotas de género en algunas ocupaciones que domina, puede crear nuevas figuras de delito y aumentar sustancialmente las penalidades. Como se ha estado haciendo. Pero ninguna de esas acciones ha permitido reducir sustancialmente la violencia contra las mujeres.

Es muy importante que sigamos pidiendo, tanto hombres como mujeres, más acciones para evitar esta discriminación. Pero también es un hecho que la solución de fondo no viene del gobierno, viene de la Sociedad: de las costumbres, de la cultura, de la educación en la familia y en la escuela. Y es ahí donde se necesita una acción más decidida. Una determinación que debe ser de todos.

Hay muchos pendientes por resolver. La discriminación laboral, expresada en salarios inferiores para las mujeres, cuando tienen trabajos equivalentes a los de los hombres, así como el llamado “techo de cristal”, qué hace que haya una gran desproporción entre los puestos de nivel superior ocupados por hombres comparados con los ocupados por mujeres. Otros aspectos importantes, como pueden ser las guarderías y las escuelas de tiempo completo, que permitan a las mujeres tener trabajos con mejor nivel de remuneración. La conciencia de qué casi un tercio de los hogares son sostenidos por mujeres, lo cual hace insostenible el concepto de qué los hombres tienen que ganar más porque sostienen a los hogares. Hay que considerar los cambios sociales con mayor cantidad de madres solas y solteras, familias abandonadas por el varón y situaciones similares que hacen que las cargas laborales de la mujer sean cada vez mayores.

El tema de fondo, el más difícil: el de la violencia contra la mujer. La situación de 10 muertes por feminicidio al día, y el crecimiento de las violaciones, no se resuelven con cuotas de género y mayor acceso a los altos niveles de gobierno.

El asunto es fundamentalmente uno de convencimiento de la Sociedad, en su conjunto, de que no es posible continuar la situación que denuncian estas mujeres que ya perdieron la paciencia y que se manifiestan el 8 de marzo. Esto debería ser una preocupación fundamental de todos los mexicanos. En buena hora tengamos una mujer presidenta: seguramente ayudará. En buena hora es que haya más mujeres dispuestas a manifestarse públicamente y hacer sentir su disconformidad y su miedo por esta situación que ya ha durado demasiado. Esta tarea es una tarea de todos y los hombres tenemos que tomar conciencia de que no es una necesidad solo para las mujeres, sino para toda la Sociedad.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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“Likes” y votos

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Por Antonio Maza Pereda

En general, todos los miembros de la clase política perciben un problema con los nuevos ciudadanos. Los jóvenes, y en particular los que tienen entre 18 y 24 años, no están participando de una manera significativa en la política y ni siquiera en las votaciones. De ahí el interés por atraer esta proporción importante de la población, que recientemente fueron reconocidos como ciudadanos y que no muestran mayor interés por las situaciones que importan al electorado.

Para explicar este fenómeno se manejan diversos supuestos: la influencia de los medios, sobre todo de las redes sociales, una deficiente educación cívica, la superficialidad de ese sector de la población, que se refleja en desinterés por el bien común y otros más. Supuestos que no han sido demostrados de una manera clara. Y, no cabe duda, son suposiciones que tienen algo de denigrante para esa parte de la población.

En todo caso, al aceptar esos supuestos sin preocuparse por su demostración, se trata de atraer a los jóvenes con temas que reflejan ligereza, y se muestra desprecio para estos nuevos ciudadanos. Claramente, es muy difícil atraer a los jóvenes cuando se les trata con desdén. Y al verlos como poco aptos, únicamente se puede cosechar su desinterés. Claramente, hay otro enfoque. Los jóvenes de esa edad, los nuevos ciudadanos, ciertamente tienen una gran aversión por la política y los políticos. Una característica muy frecuente en ellos es un rechazo profundo por la hipocresía, que perciben en la clase política en particular y en una buena parte de la población en general.

Debo de confesar que, en lo personal, posiblemente por un sesgo profesional, tiendo a estar de acuerdo con estos muchachos y muchachas. Habiendo dedicado más de la mitad de mi vida profesional a la enseñanza, nunca de tiempo completo, pero de un modo bastante continuo, he tenido una mayor exposición a los jóvenes de 20 a 35 años que la mayoría de la población. Y en particular, he sido bendecido con la posibilidad de dar enseñanza a nivel maestría y capacitación a grupos empresariales, por más de cuarenta años. Entiendo su decepción y tengo claro que muchos de ellos no ven un camino cierto para participar en política. También percibo una tendencia nueva: una proporción importante de jóvenes que quieren dedicarse a empresas no lucrativas y de tipo social. Lo que habla de interés por la comunidad. Esos nuevos ciudadanos ya no quieren oír propuestas vagas y, mucho menos, que se les trate como menores.

Recientemente, se ha visto en la clase política que usan las redes sociales que tienen mayor impacto con los jóvenes y en particular la llamada TikTok. Pero, en lugar de tratar de entender cuáles son los intereses de los nuevos ciudadanos, se ha hecho una investigación sobre lo que predomina en esa red y se ha intentado mimetizarse, parecerse a lo que generalmente ofrece la misma. Y así nos encontramos a políticos de edad madura e incluso mayores, tratando de demostrar que son tan buenos para bailar cómo los jóvenes, con el propósito de que ellos se identifiquen con un político o política que pueda ser percibido como un buen bailarín.

También se han visto a políticos en el TikTok, mostrando que tienen un gran aprecio por los gatitos y otras mascotas, mostrando que tienen una gran empatía con los mismos. Y hay más. Aunque hago el esfuerzo, no me puedo imaginar de qué manera un político excelente para la danza o que tenga un gran aprecio por los gatitos, me está demostrando que puede gobernar mejor que otros políticos. Pero, al parecer, los dirigentes de las campañas presidenciales, gubernamentales y municipales están poniendo su fe en esos métodos. Pensando, seguramente, que los jóvenes no van a reflexionar cuál debe ser su voto y que, de cualquier manera, la mayoría no van a votar.

No es un tema que se esté dando solamente entre los políticos. De alguna manera se ha llegado a la falacia de creer que el número de “likes” o de “clicks” tiene una influencia en las decisiones del público. O sea que, a mayor número de “likes” corresponderán mayor número de decisiones favorables. O de votos, en su caso. Lo que de ninguna manera está demostrado.

Hay que respetar a nuestros nuevos ciudadanos. Hay que tratarlos como adultos, como los consideran nuestras leyes, a quienes les confieren la gran responsabilidad de seleccionar a nuestros gobernantes. Sí, hay que darles las explicaciones necesarias, usando su peculiar modo de expresarse, lo cual no quiere decir que no se les digan en los términos adecuados, la profundidad y la importancia de los temas que están en juego. Personalmente, me parece que si a mí, con mi avanzada edad, me dieran como único argumento para votar por alguien, sus capacidades para el baile o su amor por los animales, yo tampoco estaría muy dispuesto a votar por ninguno de los que se están presentando con tales argumentos a la ciudadanía.

Les debemos a los nuevos ciudadanos un trato serio, les debemos aprecio por su rechazo a la hipocresía. Tenemos que tratar de entender sus intereses, sin tratar de que sean como los nuestros, pero sin suponer que solo lo superficial los atrae. Tristemente, en poco menos de tres meses, será difícil lograr un convencimiento a fondo. Pero no será su culpa: la clase política ha pospuesto demasiado la atención a este importante segmento del electorado y es difícil que ahora, en un plazo tan breve y con muy poca preparación, podamos cambiar sus percepciones.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Nosotros, que somos tanto como usted…

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Por Antonio Maza Pereda

En la Edad Media, antes de que las monarquías se volvieran hereditarias, en el reino de Aragón los nobles, así como el alto clero y las corporaciones, hacían un juramento al nuevo rey de la siguiente manera: “Nosotros, que somos y valemos tanto como usted, pero juntos más que usted, lo hacemos Principal, Rey y Señor entre los iguales, con tal de que guarde nuestros fueros y libertades…” Una anécdota interesante, de la cual se pueden obtener algunos criterios para nuestros tiempos democráticos.

En la democracia, podemos decir que los ciudadanos valemos y somos tanto como los gobernantes y que juntos contamos más que ellos. Porque en la democracia cada persona vale un voto. Y también podremos decir a la nueva gobernante que, de acuerdo con nuestras costumbres democráticas, la hacemos Presidenta, Comandante Suprema de las Fuerzas Armadas, así como Jefa de Estado y de Gobierno. También le recordaremos que tenemos derecho a exigirle que defienda a nuestra Nación, nuestras libertades y nuestras leyes.

Efectivamente, nuestro voto no es un cheque en blanco. El hecho de que hayamos elegido a nuestra Presidenta significa una apuesta a que convencerá a la Sociedad. No es un apoyo irrestricto; está sujeto a que nuestra Primera Mandataria cumpla con defender a nuestra nación, así como nuestras libertades y nuestras leyes. Y que estemos convencidos de su desempeño.

Claramente, nos encontramos en nuestra Sociedad con un amplio segmento que no cree en el significado amplio de democracia. Incrédulos, les podríamos decir. Y aun entre quienes aceptan este tipo de gobierno, la mayoría ve la democracia únicamente como un mecanismo para decidir quiénes nos han de gobernar. Pero raramente vemos a la democracia como un modo de vida. En lo político y en lo social hay muchos que aceptan la elección, pero una vez habiendo votado, no están dispuestos a aceptar la decisión de la mayoría. Se dedican a obstaculizar al gobierno elegido democráticamente y se niegan a aceptar sus decisiones.

Este problema fue expuesto magistralmente por un periodista mexicano que usa el nombre de Catón, mediante una pequeña parábola. “Tres personas van en automóvil por un camino vecinal y al llegar a lo alto de una loma, el auto se atasca y no puede seguir. Hay dos opciones: regresarse y hacer un amplio rodeo o bajar los tres, cargar el coche por algunos pasos para poder vencer el obstáculo, y continuar. Uno de los pasajeros se niega a apoyar a los otros, y deciden poner el asunto a votación. Ganan los dos que sí están dispuestos a cargar el auto, pero el que pierde se niega a colaborar. Con lo cual le impone su voluntad a la mayoría”.

La parábola es magnífica: si realmente tuviéramos una mentalidad democrática, estaríamos dispuestos a colaborar con quien resulte elegido, a no ser que esa persona vaya contra nuestras libertades y nuestros derechos de un modo grave. Y no por acatar al triunfador, sino por respetar la voluntad de la mayoría. Para evitar este tipo de conflicto, existe un poder judicial y un poder legislativo que resolverían estas diferencias. Para estos temas, donde haya una diferencia importante, también estaría la figura de una consulta popular o referéndum, así como una auditoría social que vigilara que quien fuera elegido cumpla con la voluntad mayoritaria.

Tristemente, en nuestro país, vemos que los partidos políticos raramente tienen una verdadera vocación democrática. Tanto es así que no se da el uso de la democracia en la vida interna de los partidos. Solo recientemente se han estado usando encuestas para definir algunos niveles de candidatura. Pero las ternas a ser votadas son propuestas por la dirección de los partidos. Y cuando la selección, por ejemplo, de los candidatos a diputados y senadores, se hace por insaculación, los beneficiados en los sorteos, por mera casualidad, son parientes o amigos de los dirigentes de los partidos.

Desgraciadamente, todavía ocurre en nuestra naciente democracia la idea de que los presidentes, elegidos democráticamente, son emperadores sexenales. No basta con que la elección haya sido democrática y limpia; también es fundamental que los elegidos se sujeten a la Ley y a la Sociedad. Asimismo, es importante que comuniquen sus resultados a la ciudadanía, cómo ha sido la moda recientemente, pero esto no basta. Está bien que comuniquen, pero es muy necesario que también escuchen a la Sociedad, reconozcan sus errores, se sujeten a la voluntad del electorado.

Y para nosotros, los ciudadanos de a pie, es muy importante que tengamos como uno de nuestros criterios para elegir, que haya pruebas fehacientes de que los candidatos son verdaderamente democráticos, no solo en el modo de elegir, sino, sobre todo, como un modo de vida.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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