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Opinión

La corresponsabilidad se aprende en casa

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Gloria Judith Ceja Cervantes

¿Qué significa la corresponsabilidad? Es una responsabilidad compartida con una u otras personas. Actualmente vivimos en un momento histórico donde estamos con cambios drásticos sociales y de convivencia que no habíamos imaginado vivir. Las familias tuvieron que reorganizarse y replantearse horarios, prioridades y estilos de vida. Esto vino a beneficiar o a perjudicar. La corresponsabilidad en familia es “el reparto equilibrado de las tareas domésticas y de las responsabilidades familiares, tales como su organización, el cuidado, la educación y el afecto de personas dependientes dentro del hogar, con el fin de distribuir de manera justa los tiempos de vida de mujeres y hombres.”

Hay familias que antes de la pandemia vivían con corresponsabilidad, la mayoría de las familias aprendieron a reorganizarse y a ser corresponsables para sacar adelante las necesidades diarias que se tienen en casa. Tristemente en esta adaptación muchas familias se han fracturado , para otras ha sido un motivo de unión y valoración hacia la madre o padre de familia que día a día hacen todo lo posible por sacar adelante un hogar. El estar más tiempo en casa nos hizo darnos cuenta de toda la logística que conlleva un hogar. Esto les abrió los ojos a muchos, en especial a los esposos y a los hijos.

Antes no se tenía esta cultura y costumbre de que el varón se involucrara en las responsabilidades cotidianas de un hogar, se creció con la idea de que esto sólo le correspondía a las mujeres, incluso hasta se le decía a las hijas que ellas deberían de atender a sus hermanos.

Poco a poco esto ha cambiado, los derechos universales han sido de gran ayuda, los medios de comunicación, el desarrollo profesional de la mujer, y sobre todo el saber que el varón y la mujer somos iguales en dignidad y complementarios en nuestra esencia. Es por ello que la corresponsabilidad se aprende en casa, con el ejemplo , el testimonio cotidiano ante las actividades del hogar.

Mujeres, es importante el diálogo constante, el hablar sobre las necesidades que van surgiendo, fomentemos el diálogo y busquemos tener puestas en común, esto nos va a ahorrar tiempo y evitar futuros conflictos. Varones, no tengan temor por involucrarse en actividades de casa, el ejemplo que le estarán dando a los hijos es invaluable, ellos aprenderán a través de ustedes y se lograran futuros hogares con equilibrio emocional y de trabajo justo.

Aún falta mucho que construir, pero esta pandemia de cierta manera ha ayudado a que las familias desarrollen y cultiven la corresponsabilidad.

Gloria Judith Ceja Cervantes

Familióloga



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Felipe Monroy

Morelia: una sede, dos arzobispos

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Carlos Garfias Merlos, el hombre fuerte de las iniciativas de construcción de paz en la Iglesia en México, está por cumplir medio siglo de servicio sacerdotal. Con este motivo, la Arquidiócesis de Morelia a la que ha servido desde el 2016 ha editado un extraordinario ejemplar biográfico sobre su vida y trayectoria ministerial. El obsequio y reconocimiento diocesano llega en un momento sensible: la Santa Sede ha dispuesto prácticamente a su sucesor y el arzobispo está dispuesto a vivir con plenitud espiritual el Año Jubilar en una dimensión cristiana poco cómoda: la enfermedad y la discapacidad.

Entre los círculos eclesiásticos quizá no fue una sorpresa la decisión del papa Francisco de nombrar a un arzobispo coadjutor para la emblemática Arquidiócesis de Morelia. Desde la pandemia, en 2021, Garfias fue duramente golpeado y afectado por el SARS Cov2, vivió una prolongada y dramática hospitalización; tras la cual, lamentablemente, sobrevinieron una serie de afectaciones de diversa gravedad que el propio arzobispo relata en primera persona con transparencia y perspectiva humanista al final del libro-homenaje.

El singular nombramiento recayó en el también michoacano José Armando Álvarez Cano, de 65 años. Álvarez, quien fue promovido al episcopado por el gran referente de la región eclesiástica de Don Vasco, el cardenal emérito de Morelia, Alberto Suárez Inda, será recibido en plena Cuaresma para coparticipar en el gobierno pastoral con facultades especiales, incluida el derecho a sucesión de Carlos Garfias.

Álvarez Cano cuenta con una positiva trayectoria episcopal; primero en la región mazateca de la sierra oaxaqueña, liderando la ardua misión de la Iglesia en la prelatura de Huautla de Jiménez; y después, trasladado a la costa del Golfo de México en la diócesis de Tampico, Tamaulipas, donde mantuvo la asistencia espiritual a pesar de que, en el máximo pico de la pandemia, más del 40% de los sacerdotes padeció diversas afectaciones del virus.

Su llegada a Morelia evidencia, por otra parte, los oficios e intereses de los obispos mexicanos (en particular del cardenal Suárez) y la Nunciatura apostólica para que esta Iglesia local no se arriesgue a una potencial sede impedida o vacante. Un tema que no es menor puesto que en otros casos no suele haber tanta urgencia; por ejemplo, desde 2022, la sede de la prelatura del Nayar, permanece vacante; o desde el 2023, la arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez tampoco ha recibido noticia del nuevo arzobispo tras la muerte de Fabio Martínez Castilla.

Como sea, a mediados de marzo, la capital michoacana tendrá dos arzobispos: Garfias como diocesano y Álvarez, como coadjutor, que –para favorecer a la diócesis– estarán compelidos a colaborar en “unión de acción e intenciones” y a consultarse en asuntos de importancia. Y, por supuesto, entre los temas centrales, según lo expresan ambos arzobispos, estará la atención a las vocaciones y ministerios (la ‘Pastoral de Pastores’, como la llama Álvarez Cano) y la promoción de proyectos que fortalezcan la educación, la formación y la construcción de la paz.

A pesar de las limitaciones que el conjunto de padecimientos condiciona al arzobispo de las cuatro mitras y dos palios metropolitanos (Carlos Garfias ha sido obispo en Ciudad Altamirano, Nezahualcóyotl, Acapulco y Morelia), ha confiado a sus cercanos su deseo de continuar promoviendo la paz esencialmente en los espacios universitarios y educativos, y a través de uno de los lenguajes más apreciados por los jóvenes: la música.

Y todo parece indicar que ese será uno de los últimos proyectos como titular diocesano pues, como se sabe, Carlos Garfias cumplió 74 años el pasado 1 de enero, lo que sugiere que para el primer día del 2026, éste deberá presentar su renuncia canónica al Santo Padre y, en cuanto sea aceptada, Álvarez Cano pasaría inmediatamente a ser el arzobispo metropolitano. Y a pesar de que se ha sabido de varios casos de obispos coadjutores que fueron trasladados a otra diócesis antes de que se aplicara esta regla sucesoria, parece que en Morelia no será el caso y Álvarez Cano será pleno sucesor del venerable Vasco de Quiroga.

Finalmente, y a propósito del ‘Tata’ Vasco, el egregio primer obispo de Michoacán que aguarda el proceso de su beatificación a 460 años de su muerte. En 2020, el cardenal Suárez Inda recibió del papa Francisco una misiva que, entre otras cosas le aseguraba: “Trataré de acelerar la causa de Vasco de Quiroga”; y es probable que en este año, en el contexto del Jubileo, el Papa reciba del arzobispo Garfias su testimonio personal sobre el drama de su salud y su recuperación encomendada tanto a la patrona moreliana, la Virgen de la Salud, y al venerable Tata Vasco de Quiroga.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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Felipe Monroy

Pueblos, tributos e invasiones

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De pronto, como si estuviéramos en la época de los imperios, escuchamos a distintos líderes anunciar invasiones, exigir tributaciones draconianas o prometer la disolución de pueblos, etnias o comunidades “indeseables”. Pareciera que la política internacional se ha vuelto a simplificar en juegos de poder y sumisión; que los acuerdos y las negociaciones entre naciones dejaron de apoyarse en el mutuo reconocimiento de sus valores histórico-culturales y se reducen al mero intercambio de intereses crematísticos inmediatos, donde no importa “quién eres” sino “qué tienes”.

En este contexto quizá sea pertinente reflexionar sobre la naturaleza y finalidad de los pueblos; de su identidad y el sentido que dan a su tierra y a su patria; o recordar las crudas enseñanzas que nos han dejado las invasiones y las imposiciones comerciales entre naciones. Porque, como humanidad, hemos aprendido mucho de cada ocasión en que las fuerzas pretenden apropiarse de la tierra ajena, exterminando o expulsando a los pueblos que ahí residen; o cuando las arrogancias desprecian las identidades culturales de otros pueblos mientras ambicionan la riqueza de sus suelos.

Hay una fábula china atribuida a Lie Zi de hace 25 siglos en la que se cuenta cómo un anciano convocó a su familia para desmontar las inmensas montañas Taihang y Wangwu para abrir un camino sin rodeos hacia el río Hanshui. Casi todos sus parientes estuvieron de acuerdo; los hijos y nietos comenzaron a remover la montaña una palada de tierra a la vez.

No todos fueron tan optimistas; los más críticos cuestionaron la idea del anciano. Le preguntaron sobre si había hecho cálculos de la fuerza que era necesaria para remover ambas montañas, también le pidieron que explicara cómo iba a ser el proceso de quitar las piedras o dónde tenía pensado vaciar la tierra y los peñascos. La fábula cuenta que mientras la familia hacía largos viajes entre las montañas y el mar para tirar la tierra removida, los sabios de la región se burlaban de ellos; pero el anciano les respondía: “Aunque yo muera, quedarán mis hijos y los hijos de mis hijos; y así sucesivamente, de generación en generación. Y como estas montañas no crecen, ¿por qué no vamos a ser capaces de terminar por removerlas?”

En esta pequeña historia se incluyen dos de las características más importantes de un pueblo. La primera, su apertura al futuro, su esperanza en que con trabajo se puede transformar una visión en realidad; la segunda, la potestad sobre la tierra, el suelo firme que realmente puede ser transformado.

Sin embargo, cuando se pierde, se pervierte o se comercia esa visión o si la comunidad abandona su trabajo y servicio hacia ese futuro, entonces se acaba el pueblo. Se muere de inanición, se asfixia de tedio, envejece su mirada tanto como sus fuerzas. Claro, también hay otra forma en que muere un pueblo: es por medio de la invasión de otro pueblo más poderoso. Y en este siglo, quizá estemos alcanzado el pináculo en ambas estrategias.

Hay pueblos que mueren directamente por envejecimiento, porque pierden por vergüenza o conveniencia su lengua materna o porque no conservan el sentido de la relación que tienen con la tierra bajo sus pies. En la fábula sería como si hijos y nietos no sólo abandonaran la visión del abuelo para encontrar un camino directo al río; sino que abandonaran la misma confianza que el anciano puso en ellos en el futuro, en “los hijos de los hijos”.

Hoy mismo, muchas naciones desarrolladas o en vías de desarrollo viven crisis profundas de identidad por el envejecimiento demográfico, por la falta de hijos en las familias, por el miedo que se ha inoculado en jóvenes a la maternidad y la paternidad, por la romantización del ‘nomadismo’ y la autosuficiencia egoísta, por el utilitarismo lingüístico del mundo económico y mercantil. Porque los han convencido de abandonar toda idea de soberanía y heredad de la tierra, de patrimonio y responsabilidad del otro.

Pero también, es preocupante que las intenciones de dominación, exterminio o expulsión de los pueblos haya retornado al discurso político de manera cínica. Durante siglos, la lógica de dominación residía en la potestad del territorio; así, un rey sólo era rey en tanto tuviera tierras que administrar, y la libertad consistía en que la tributación al poder terrenal para vivir de la tierra no fuera la vida misma. Así, el ideal de la “cantidad” de tierra y de la “calidad” del pueblo se resume en lo que planteaba Kautylia a príncipes y reyes: “Al conquistar, prefiere la vasta tierra estéril en lugar de la pequeña porción de riqueza; todo desierto se vuelve fértil bajo el espíritu del hombre”. El problema, como sabemos, es que esto sólo lleva a una consecución lógica: la guerra.

Ya desde la plenitud de los tiempos, como resultado de la guerra, los pueblos sojuzgados han debido de tributar a los imperios. Dominados por las armas, el lenguaje o el comercio, los pueblos sometidos quedan obligados de “dar al César lo que es del César” hasta casi diluirse; y, sin embargo, siempre habrá algo que les quede como pueblo y que los hará trascender incluso bajo el yugo de los poderosos: es la suma de su lenguaje, su historia, su cultura y sus tradiciones; sus miedos, desafíos y esperanzas; sus creencias y convicciones; y sí, también esa relación mítica e inasible con la porción de suelo a la que sensiblemente le llaman ‘patria’.

Y dicha patria –nos recuerda José Emilio Pacheco– es incomprensible en “su fulgor abstracto”; sólo nos dan sentido sus “diez lugares suyos, / cierta gente, / puertos, bosques de pinos, / fortalezas, / una ciudad deshecha, / gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, / montañas / -y tres o cuatro ríos”. Por ello, en tiempo de renovadas amenazas de tributaciones e invasiones por parte de los grandes poderes bélicos y económicos del orbe, quizá sea oportuno repensar en los pueblos que somos, en los sueños trascendentes que –como el anciano de la fábula– tenemos, en la esperanza que depositamos en las generaciones venideras y en que, en el fondo, no podemos ser dueños de ninguna tierra sino sólo de la relación que creamos con ella.

Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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Columna Invitada

Ingrid, aspirante insaculada

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Por Alejandra Yánez

Compañera. Amiga. Maestra. Consejera. Todo esto y más es lo que Ingrid significa para mí, al igual que un montón de personas más. La conocí en su casa, en un fin de semana, cuando se llevó a cabo una capacitación para activistas que emprendíamos la defensa del derecho a vivir, si mal no recuerdo en el año 2017. Mi esposo me acompañó y me dijo: “te espero en la sala, trataré de dormir”. El amablemente fue conmigo, pero tenía flojera y un poco de frustración. ¿Quién quiere estar un fin de semana completo encerrado en una capacitación jurídica?

Lo que ocurrió fue algo inaudito. Estábamos todos los presentes, incluidos mi esposo, sentados en una mesa tomando apuntes como locos. No queríamos parpadear, no queríamos ir al baño. Queríamos absorber cada segundo de la capacitación. Ingrid es la mujer más entretenida e interesante. Sus clases son un deleite, no quieres que termine de hablar nunca. Puedo afirmar, que es una de las personas de las que más cosas he aprendido. Y no me refiero sólo a lo jurídico, también es un ser extraordinario: es noble, caritativa, inteligentísima y tiene un natural sentido de la rectitud. Ella lo da todo.

El año pasado la acompañe varias veces a marchar junto a las compañeras de CASO 992. Aunque yo no soy una madre abandonada, entiendo el dolor de aquellas personas que sufren violencia intrafamiliar. Hace muchos años, una madre y sus tres hijos decidieron mudarse del departamento donde vivían junto al padre, para vivir en paz. Cuando se consultó con un abogado, le recomendaron a la madre que no dejara el hogar (aún se fuera con los hijos) ya que podría ser acusada de “abandono de hogar” y perder el poco patrimonio familiar que tenía. Con todo el dolor, la madre y los tres hijos recogieron las pertenencias del padre y las llevaron al nuevo inmueble, para seguir alargando la violencia y la tristeza. Yo estuve ahí. Lo vi. Y es que tiene razón Ingrid, pareciera que el concepto de abandono de hogar, por la manera en que está redactado “protege” el abandono del inmueble más no a la familia.

Hay muchas cosas que corregir. Defender a las mujeres abandonadas y a sus hijos es una causa noble, que por empatía y caridad deberíamos abrazar todas las personas. Además, las propuestas de reforma benefician tanto a las mujeres como a los hombres, ya que lo que se busca es castigar el abandono, sea efectuado por hombre o mujer. No se busca satanizar la masculinidad, porque en el colectivo hay muchos hombres. Hombres que en su momento fueron hijos abandonados. Hombres que fueron abandonados también.

Ingrid es una de las personas más geniales que he conocido en mi vida. Lo que me gusta mucho de ella es que, si te dice que va a hacer una cosa, es porque es verdad. Ella no es un pájaro nalgón, es neta. Debido a su formación y gran capacidad, ha pasado por todas las etapas del procedimiento de selección del Comité de Evaluación de la Cámara de Senadores y hoy es ASPIRANTE INSACULADA. Te ruego que reces por ella, mientras esperamos que el INE le dé su registro como candidata.

Por Alejandra Yáñez

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Columna Invitada

Aranceles y más aranceles

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La semana pasada estalló uno de los retos que hemos estado comentando, el más inmediato, el que tiene consecuencias de largo plazo. El tema de los aranceles que el señor Trump está colocando a las exportaciones mexicanas y canadienses. Aranceles que aún no es muy claro si serán por producto o serán generalizados y que tienen por objeto forzar a ambos gobiernos de esos países para tomar medidas en asuntos que los Estados Unidos quieren solucionar. Por otro lado, son problemas que los EE. UU. no han podido resolver por sus propias fuerzas.

Trump supone, en todos los casos, que tanto México como Canadá podrían estar ayudando más de lo que hacen. En este momento lo que propone es un tipo de castigo. Pero estamos en la ignorancia sobre qué es lo que se está pidiendo, en concreto a México o a Canadá. En pocas palabras, están señalando qué resultados se esperan, pero no cuáles serían las medidas para lograrlo. Por ejemplo, piden mayor control de las fronteras, sin decir de qué manera se va a medir y cuáles son las acciones que se espera que estos países lleven a cabo.

En el caso de México, en particular, los dos temas fundamentales son el fentanilo y limitar la migración ilegal. No queda claro por qué México considera que imponer aranceles sea problema para nuestra soberanía o una lesión de la dignidad de nuestro país. De hecho, cualquier país tiene en cualquier momento el derecho de imponer aranceles según le convenga a su economía. Y el asunto no se resuelve pidiendo mantener un diálogo entre iguales o el respeto a la dignidad de nuestro país.

Lo cual, por otro lado, muchas veces esa no es una defensa suficiente. Es verdaderamente raro poder recordar algún caso de una nación fuerte que haya sido detenida en sus acciones contra una nación débil solamente con apelar al respeto a la soberanía del débil y a la dignidad de los pueblos. La triste realidad es que una nación débil no tiene más posibilidad que negociar todo lo que pueda, tratar de obtener la mejor opción posible, pero que finalmente la nación fuerte obtendrá la mayor parte de lo que desea. Y eso es algo sumamente difícil de evitar.

Hemos dicho que en esto tenemos una gran incógnita. ¿Qué es lo que, de fondo, está pidiendo el gobierno de Trump? En esto no nos queda más que especular, porque no se ha hecho una declaración precisa en ninguno de los dos frentes. Supongamos, por ejemplo, que la idea del señor Trump para reducir el problema del fentanilo es pedir que México extradite a un cierto grupo de personas que ellos ya tienen ubicados y que son los que de fondo manejan ese mercado. Y que tal vez entre ellos pudieran estar personas allegadas al gobierno. Claramente, en ese caso sí valdría decir que el gobierno pide que respete nuestra soberanía y que no vamos a aceptar que nos traten de esa manera. El mero hecho de pedir que haya menos fentanilo es mucho más difícil de medir y de exigir.

Por otro lado, supongamos que se quiere mejorar la situación de las empresas de Estados Unidos de tal manera que puedan ser más competitivos en su propio mercado. Y una de las quejas que se han hecho con frecuencia es que México, debido a que tenemos salarios sustancialmente más bajos que los de Estados Unidos, tenemos una competencia que ven como desleal. Y que esa diferencia está provocando cierta cantidad de desempleo en ese país.

¿Podría, por ejemplo, el gobierno de Estados Unidos pedir que las empresas exportadoras de México paguen salarios equivalentes en su poder adquisitivo al que se les paga a los trabajadores de los Estados Unidos? En tal caso, sí podría pensarse en que se tiene un piso parejo para la competencia. No es algo sencillo, pero finalmente no es algo tan difícil de medir. Y puede haber un modo de certificar que eso está ocurriendo.

Obviamente, habría empresas mexicanas que no podrían competir en esas condiciones, pero a lo mejor habría otras que seguramente lo podrían hacer. De hecho, algunas de las compañías automotrices establecidas en México son las más productivas del mundo, precisamente porque tienen mayor automatización y menor uso de personal.

De hecho, no sabemos qué es lo que efectivamente nos están pidiendo. En eso deberíamos tener alguna idea más clara. Da la impresión de que existe un protocolo secreto, que existen peticiones que no conoce el público en general y que efectivamente podrían calificarse de lesivas para nuestra soberanía, el respeto y la dignidad de los mexicanos. Sin embargo, mientras no sepamos eso, no tenemos realmente ninguna base. La noción de que todo se va a resolver con ideas como que tenemos planes A, B, C o más, no garantiza que vamos a resolver la situación.

No se ha hablado de otros problemas de fondo. Verdaderamente, tenemos que ver cuál sería el impacto en nuestra sociedad, de dónde va a financiarse el costo de crear empleos para los cinco millones de emigrantes que piensan deportar. ¿Dónde se obtendrá el dinero para la inversión en esos puestos de trabajo? Tampoco hemos hablado de cuál sería el impacto de dichas deportaciones en las remesas que recibimos de los migrantes.

Lo que necesitamos es más claridad, que tengamos mejor conocimiento de cuáles son las verdaderas exigencias de Trump para poder proponer soluciones. Los aranceles son solo el arma con la que nos amenazan para exigir ciertos resultados. La cantidad que recauden los EE. UU. mediante los aranceles, no basta para resolver el tema del fentanilo ni el de la emigración ilegal. Por otro lado, defender a México amenazando con imponer otros aranceles, no resuelve la situación. Tan es así, que el señor Trump ya dijo que, en tal caso, simplemente subirá a su vez los aranceles. Lo que no sabemos con precisión es qué Trump le está pidiendo al gobierno mexicano. Claramente, nuestro Gobierno no ha confiado en la ciudadanía para mantenernos informados. Por ello, solamente tenemos respuestas vagas. Sí, sabemos cuál es el resultado que quieren. Sabemos con qué nos están amenazando. Pero no que nos piden que hagamos.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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