Connect with us

Columna Invitada

Candidata

Publicada

on

Por Antonio Maza Pereda

Antes de lo esperado, pero como era el resultado que muchos creían que ocurriría, la ingeniera Xóchitl Gálvez resultó ser la candidata del Frente Amplio por México. Se logra lo que en el pasado se llamaba un candidato de unidad de la oposición. Al parecer, más de lo mismo.

Pero hay un aspecto muy importante. Se le da continuidad a una asociación de los tres partidos de oposición más importantes del país, el PRI, el PAN y el PRD, pero con la diferencia importante de que ahora no solo se le da cabida a la ciudadanía, sino que además la triunfadora no viene de los partidos.

Se logra un pacto de civilidad entre partidos con ideologías relativamente diferentes, y al mismo tiempo se vence la desconfianza mutua entre la casta política tradicional y los ciudadanos organizados en distintas instituciones, que no necesariamente tienen una intención política. Esta inclusión de la sociedad civil de alguna manera queda reflejada por qué la candidata triunfadora, aunque ha sido propuesta para distintas posiciones por el Partido Acción Nacional, es percibida por la ciudadanía como alguien que no forma parte la típica casta política: una profesional exitosa, empresaria con el mérito de haber partido de su posición indígena y de clase social muy modesta hasta lograr una carrera universitaria, con cuyos conocimientos construye una empresa rentable. Algo totalmente diverso de lo que nos presentan los políticos tradicionales.

El Frente logra vencer una serie de dificultades, aparentemente difíciles de remontar: los intereses de los partidos, qué se juegan el registro que les permiten acceso a fondos sumamente importantes, las ambiciones personales de sus integrantes y también sus diferencias ideológicas que son aparentemente insalvables. Haber logrado esta asociación no es poca cosa. También es un logro haber creado un método de selección, claramente perfectible, qué finalmente no se pudo llevar hasta las últimas consecuencias, pero qué permite a estos partidos y a los participantes de la sociedad, llegar a una solución aceptable para todos.

Hay quienes señalan como un mal resultado el que no se haya podido concluir hasta las últimas consecuencias el procedimiento que se había propuesto para elegir el candidato. No cabe duda de que hizo falta tener mejor organización, sobre todo en las votaciones ciudadanas. Que no es cosa fácil: el Instituto Nacional Electoral nos ha acostumbrado a que las elecciones ocurran con mínimas fallas, pero hay que reconocer que esto no es nada sencillo. Les falta mucho a nuestros partidos para lograr la capacidad para tener lo que algunos le han llamado las elecciones primarias. Pero para ser una primera vez en que se intenta un acuerdo de esta magnitud, los resultados son bastante buenos. Sobre todo, pensando a que la clase política está acostumbrada al icónico ”dedazo”.

En mi opinión de “ciudadano de a pie”, “sin poder”, me parece que debería haberse tenido más cuidado en el trato a Beatriz paredes. La impresión es qué se le impuso una solución y que no se tomó en cuenta sus méritos. En la carta donde acepta el resultado que de alguna manera le impone su partido, deja ver su desagrado porque el procedimiento se llevó a cabo con criterios mercadológicos. En esto tiene razón. Ojalá se pueda encontrar un modo de recuperar y aprovechar sus capacidades para diseñar e implementar las políticas más relevantes del país.

Y sería muy importante qué esto se extienda a todos los candidatos que compitieron por este puesto, incluso aquellos que no pasaron a la ronda de los foros. No es momento de profundizar en las divisiones, sino el de contribuir a crear soluciones de largo plazo y sobre todo para solidificar el papel relevante que debe tener la sociedad civil en estos casos. Si hoy les une el tratar de descarrilar el proyecto de la 4T, habría que cuestionarse, en caso de que logren derrotarlos, si la unión qué han logrado ahora, se podría sostener si la 4T dejara de ser un factor importante.

Es importante construir unidad hacia el futuro, mejorar los métodos de elección y consulta de los candidatos, hacer institucional el papel de los grupos ciudadanos no políticos y concentrarse en soluciones con un amplio apoyo, de largo plazo y qué resuelvan los temas qué la 4T puso en la palestra. Porque si no se resuelven los problemas que hicieron que una parte importante de la ciudadanía apoyará a la 4T, a futuro seguiremos cayendo en situaciones que son las que menos les convienen a nuestro país.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx



Dejanos un comentario:

Columna Invitada

Reconciliación nacional

Publicada

on

Por Antonio Maza Pereda

Casi por entrar a los debates preelectorales frente a las elecciones del 2024, resulta interesante definir: ¿cuál es el gran tema? Porque se tratan muchos asuntos: la economía y su control por el gobierno, la violencia, la paz, democracia, gobernabilidad y muchos más. Pero, hasta donde me doy cuenta, nadie menciona el tema de la reconciliación nacional.

Probablemente, para que se mencionara ese asunto, algunos deberían de reconocer: ¿qué nos hace falta? La verdad es que todas las tendencias políticas, en mayor o menor medida, han contribuido a una gran polarización que divide a los mexicanos no solo en cuanto a los temas, sino en una auténtica siembra de odio. Y no es que uno espere que la reconciliación sea lo mismo que la unidad. De hecho, no lo es. La reconciliación tampoco es necesariamente la Paz. Porque un país puede tener una paz impuesta, cómo se da en el caso de las dictaduras, perfectas o imperfectas.

La reconciliación no se puede imponer. Esta se logra sobre todo por convencimiento, a nivel de los ciudadanos. Podría darse al nivel de los partidos, pero no es fácil lograrlo: muchas veces los propios partidos tienen profundas divisiones internas y aunque se presentan al público como un grupo con gran armonía, es muy frecuente que se requieran, para cada elección, importantes “operaciones cicatriz”, tratando de sanar las heridas internas.

Deberíamos de empezar por reconocer que todos hemos fallado. Los partidos y sus dirigentes han encontrado mucho más fácil el ataque que el convencimiento. Y como les cuesta mucho trabajo encontrar argumentos sólidos para sustentar sus afirmaciones, es mucho más fácil atacar a sus contrincantes. Hay una regla no escrita en los debates, que dice que el que empieza a insultar es porque se le acabaron los argumentos. Y esto es exactamente lo que nos está pasando.

Pero la ciudadanía también tiene parte de la culpa de este clima de crispación. Al no estar bien enterados de los temas y de la administración pública, también caemos en insultar, cuando se nos acaba la posibilidad de convencer. Porque muchas veces ni siquiera se intenta el convencimiento: lo que se busca es acallar a quien opina distinto y dejarlo silencioso. Un contrincante que sabe argumentar nos resulta extraordinariamente molesto. Y los organismos intermedios, los que están entre el Estado y el ciudadano, no han tenido mejor desempeño.

El punto fundamental para que se empiece a dar una reconciliación, es reconocer nuestras culpas. Como dicen los juristas, nuestras fallas culposas: aquellas que no han sido premeditadas, pero que ocurren por descuido, ignorancia o imprudencia.

Se propone, como parte de este proceso de reconciliación, la creación de comisiones de la verdad. Estas, que han sido establecidas en diversos países, no tienen una trayectoria verdaderamente exitosa. En parte porque, generalmente, se han dado después del triunfo de alguna fuerza política y se ha excluido a quienes opinan diferente. Estrictamente, se les podría llamar comisiones de la vergüenza, porque su propósito es exponer todas las fallas de los derrotados, de tal manera que queden tan apenados que no vuelvan a intentar levantarse y luchar por sus ideas.

Es cierto que sí hay quienes intentan una reconciliación nacional. Desgraciadamente, nos dan gran abundancia de diagnósticos y una gran escasez de propuestas. Y muchas veces dichos planteamientos terminan siendo ideas ciertas, pero poco prácticas, que tardarían mucho tiempo en dar resultados. Por poner un ejemplo, mejorar la educación cívica. Algo ciertamente fundamental, pero es muy difícil esperar resultados en un horizonte menor al de varias décadas.

Para bien o para mal, la solución está en manos de los “sin poder”. Asumir nuestro papel de ciudadanos mandantes, exigiéndole a los mandatarios en todos los niveles que dejen de provocar la división. Necesitamos un plan, pero también debemos estar conscientes de que todo plan para la reconciliación tendrá una larga etapa de acciones provisionales, sujetas a una revisión frecuente y con ajustes permanentes.

También requiere algunos aspectos que, más que de acción, son de actitud. Necesitamos reducir la culpabilización y reconocer hay muy pocos casos donde existe maldad pura. Hay que despersonalizar el diagnóstico, Encontrar las fallas sin buscar necesariamente culpables. Desideologizar el proceso de búsqueda de la Paz. Por supuesto, evitar rencores, venganzas personales o de grupo y otros temas similares.

Y no falta quien propone una amplia amnistía, una especie de “borrón y cuenta nueva”. Un tema sumamente interesante, pero que habrá que tratar en otra ocasión.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

Seguir leyendo

Columna Invitada

Star Wars: la mezcla entre pasado y futuro

En Star Wars, vemos cómo la saga juega continuamente con conceptos de pasado y futuro.

Publicada

on

Por: Ignacio Anaya

Hace poco se estrenó la serie de Ahsoka y, como buen fan de Star Wars, no podía perdérmela, estuviera buena o no. Sin caer en spoilers, en el tercer capítulo ocurre una persecución de naves espaciales y algo peculiar llamó mi atención: los vehículos tenían el diseño de aviones de la Segunda Guerra Mundial, pero, en lugar de volar en el cielo, se encontraban en el espacio. Eso, junto con unos láseres, fue suficiente para brindar al espectador esa dosis de ciencia ficción que espera de la saga.

En Star Wars, vemos cómo la saga juega continuamente con conceptos de pasado y futuro. Aunque la historia se sitúa en “una galaxia muy, muy lejana” y comienza con las palabras “Hace mucho tiempo…”, presenta una visión futurista con tecnologías avanzadas, sistemas políticos complejos y una amplia variedad de especies interconectadas. Desde ese momento, deja claro algo: el tiempo de la saga es mítico, no cronológico. En este sentido, Star Wars muestra un futuro que es al mismo tiempo pasado.

Es aún más interesante el hecho de que la saga comenzó en una historia con un pasado mítico, pero que luego se volvió crucial para comprender la trama posteriormente. ¿Eran necesarias las precuelas? No lo menciono en cuanto a su calidad; me considero parte de la generación que creció con ellas y, personalmente, es mi periodo favorito del universo de Star Wars. Lo que quiero destacar es cómo su existencia reconfiguró, en cierta medida, la manera de entender la saga. En las películas originales había menciones a una guerra de los clones; la Fuerza y los Jedi son un mito y la historia de Anakin Skywalker se encuentra fragmentada. Todo se revela con la aparición de las precuelas, décadas después.

¿Necesitamos saber qué pasó para tener una comprensión profunda? En la medida en que ese universo existe y es comprensible, siempre querremos estar al corriente. Ya sea conscientemente o no, los seguidores de la saga lo saben; por eso, cuando que hay una oportunidad de ver algo nuevo, lo hacemos… y luego llegan las críticas.

Ahora bien, como sucede con muchas narrativas, es difícil escapar del pasado o resistir el impulso de representarlo. Sin esa representación Star Wars no sería el producto final que conocemos. Al principio, mencioné el ejemplo de las naves en la serie de Ahsoka, pero es solo uno de muchos donde se observan elementos similares. En una entrevista con la revista Times el 29 de abril de 2002, un entrevistador preguntó a George Lucas por qué las mujeres en las películas tenían peinados peculiares, haciendo una obvia referencia a la princesa Leia. Lucas respondió: “En la película de 1977 (Una nueva esperanza), trabajé arduamente para crear algo distinto, fuera de la moda. Por eso, opté por un look revolucionario femenino al estilo Pancho Villa, que es lo que es. Los moños básicamente provienen del México de principios de siglo. Luego tuvo tanto éxito que se convirtió en algo icónico. En la nueva trilogía, se aplicó la misma lógica: intentar hacer algo atemporal.”

Además de mostrar la influencia mexicana en la saga, resulta interesante el comentario sobre el uso de estilos del pasado que se sienten atemporales. En una historia con una narrativa situada en un futuro que, al mismo tiempo, es pasado, los juegos temporales propician el anacronismo como estética de ese universo.

Esta combinación entre lo familiar (referencias históricas y culturales) y lo desconocido (tecnologías futuristas) podría interpretarse como nuestra incapacidad para anclarnos por completo en el pasado o proyectarnos plenamente hacia el futuro. Vivimos en un presente perpetuo, donde nuestras percepciones del tiempo y el espacio están en constante cambio. Star Wars, a pesar de su ambientación en “una galaxia muy, muy lejana”, capta este sentimiento al desdibujar las líneas lo que es pasado, presente y futuro.

George Lucas, consciente o inconscientemente, toca una fibra profunda al combinar lo familiar con lo extraño. Al optar por estilos “atemporales”, crea un universo en el que las categorías tradicionales de tiempo se desvanecen. La saga no es solo una obra de ciencia ficción, sino también una reflexión sobre la naturaleza del tiempo, la historia y la identidad. A través de ella, podemos analizar cómo entendemos y nos relacionamos con nuestro pasado y futuro, y de que manera esas percepciones influyen en nuestra experiencia del presente.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

Seguir leyendo

Te Recomendamos