Connect with us

Felipe Monroy

Del boletín del diablo al periodismo que necesitamos

especial

Publicada

on

Este 4 de enero, las efemérides mexicanas celebran a los periodistas. Un reconocimiento a la labor de aquellos que construyen los relatos del acontecer cotidiano y que plasman, aún en nuestros días, los tempranos perfiles de la historia a través de los géneros periodísticos.

Se eligió esta fecha para recordar la muerte del periodista Manuel Caballero, considerado ‘El primer reportero de México’ de quien también se dice introdujo el ‘sensacionalismo’ a las noticias en la difícil época del porfiriato.

En su época temprana, Caballero fue un defensor de la Constitución de 1857 y un acérrimo crítico de la reelección, de la oligarquía porfiriana y en general de la decadencia política de finales del siglo XIX. Fue proclive a tomar partido político sin ruborizarse de sus exageraciones y desequilibradas opiniones.

La investigadora Laura Bonilla recoge algunas de estas joyas de Caballero; primero cuando arremetió contra Lerdo de Tejada: “El Diablo se propone, por consiguiente, enderezar a D. Sebastián por el camino del infierno y cargar con él cuando ya no haya peligro de que trastorne nuestras democráticas regiones y pueda, con calma y resignación, ocupar pacíficamente la caldera de aceite hirviendo […]”. Y después contra el general Díaz: “¡Díaz no aspiraba al poder! ¡Qué sarcasmo! ¿Y por la ambición de quien la República mexicana ha retrocedido medio siglo? ¡No aspiraba al poder! […] ¿Qué respondería ese pobre hombre si hoy se alzara la nación y le combatiera con sus propias doctrinas, y le arrojara de la Presidencia por las mismas causas y con idénticos recursos que él lo hizo […]?”

Caballero, sin embargo, profundizó en el ejercicio de la labor informativa mediante la entrevista, el reportaje descriptivo y los ‘almanaques’. Para los historiadores, de él es la primera entrevista publicada en México y tanto sus reportajes como sus titulares buscaban atraer lectores en las primeras tres palabras del texto y, en una ocasión, prescindió de la palabra para darle aún más sensacionalismo al oficio.

El 17 de noviembre 1889, la edición de El Mercurio Occidental que él editaba llevó la mano entintada en rojo sobre la fotografía del asesino del general Ramón Corona; desde entonces, a la nota policiaca se le conoce en México como ‘nota roja’.

Hoy, a 95 años de la muerte de Caballero, nos resulta peculiarmente intrigante que el periodismo mexicano siga necesitando la transición en el camino de madurez que hiciera aquel: que la opinión partidista, moralista, de fracción, ideologizada e inspirada por las fascinaciones del ego transite a un arriesgado periodismo informativo cuyos principales compromisos estén en la piel de la realidad, en la observación, en la honesta reproducción de las palabras, en el contraste de las ideas y, claro, en la cada vez más difícil misión de hacer atractivas las historias en un mundo de difícil cultura lectora.

Por supuesto, el periodismo de opinión tiene un espacio imprescindible en la construcción de la opinión pública. Pero cada época ha tenido maestros del lenguaje cuyos razonamientos, más que incitar la curiosidad por el saber de sus lectores, pastorean legiones de fanáticos que confirman sus fobias y filiaciones en lo publicado; articulistas que sólo buscan hacer sentir bien a sus correligionarios, validar sus pobres conjeturas y armarlos de palabrería radicalizada.

Las ácidas y sardónicas piezas opinativas de la época temprana de Caballero tuvieron su culmen en ‘Boletín del diablo’, columna en el Monitor Republicano; fue en El Nacional y en El Eco Universal donde el periodista confió en los géneros informativos.

Por supuesto, sería hipócrita desde esta columna reprochar todo ejercicio de opinión; sólo invito al amable lector en este 2021 que arrancamos a que lea y escuche todo lo posible. Y, si al final siente curiosidad en un mundo que es vasto y sus hechos complejos, entonces quédese con esos opinantes; pero si los articulistas le reducen el entorno a respuestas que sólo satisfacen nuestro propio ego, entonces aléjese y, con su libertad, quítele un soldado a la polarización.

Felipe Monroy
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe



Dejanos un comentario:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Felipe Monroy

La reforma de la Iglesia ilumina el ocaso papal

El líder espiritual de la Iglesia tiene varios problemas de salud

Publicada

on

Resulta pesaroso, pero es inevitable tener una conversación sobre el periodo crepuscular del pontificado de Francisco. Los signos están allí: es un venerable anciano con un extenso cúmulo de padecimientos delicados –unos crónicos, otros en crisis recurrentes– que ingresa en la última etapa de su vida. Pero, al mismo tiempo, es el líder espiritual de la Iglesia católica en todo el mundo y jefe de Estado del Vaticano cuyo decaimiento natural obliga a las instancias religiosas y de gobierno a moverse entre amorosas, precavidas y protocolares decisiones.

Los últimos reportes médicos sobre la salud del Papa no dejan lugar a dudas; incluso con una recuperación positiva de los malestares que le han hecho crisis en esta ocasión, es de esperar que su supervivencia navegue entre la fragilidad y la disminución de la vitalidad. El Vaticano, restringido al protocolo institucional, maniobrará con cautela cada tramo de este mar oscuro y, sin embargo, justo gracias al empeño de Francisco, hoy la Iglesia cuenta con una profunda reforma que, se espera, iluminará el ocaso papal.

Desde el primer momento de su pontificado, Francisco puso sus empeños en la reforma estructural y de las actitudes en la Iglesia. Ha insistido en que la reforma debe ser un proceso de conversión, un cambio actitudinal y una “revolución de la esperanza”. Así como Jesús ‘reformó’ la imagen de Dios como un Padre misericordioso; la renovación espiritual y estructural de la Iglesia debía reforzar su misión de servicio, cuidado y acogida siendo auténtica ‘madre y maestra de humanidad’ para tiempos sumamente confusos.

Quizá la parte más difícil del gobierno de Bergoglio ha sido que nueva actitud se vea reflejada en los liderazgos y estructuras jerárquicas, más acostumbradas a resolver inquietudes o conflictos desde el rigorismo disciplinar más que desde la misericordia pastoral; y, sin embargo, la gran inquietud es saber si los cambios alcanzados en este pontificado –en especial por la Constitución Apostólica ‘Praedicate Evangelium’– favorecen un clima distinto en el Vaticano.

A diferencia de la etapa final de vida de Juan Pablo II o de la compleja situación previa a la renuncia de Benedicto XVI (ambas martiriales aunque en sentido distinto); la Curia Romana y la Iglesia católica cuentan con escenarios diferentes en esta etapa postrimera de Francisco: Una reforma del Banco Vaticano; enmiendas en los procesos judiciales y penales del Vaticano y en la secretaría para la Economía; se ha creado una comisión pontificia para la protección de menores; se ha simplificado del proceso de nulidad matrimonial; se crearon nuevos dicasterios (para Laicos, Familia y Vida, y para el Desarrollo Humano Integral) y una secretaría para la Comunicación; se publicaron nuevas medidas contra la negligencia de obispos; y, por si fuera poco, hay estatutos actualizados para diversos organismos pontificios subsidiarios.

La nueva Constitución Apostólica, por ejemplo, ha ‘nivelado’ el estatus de las oficinas vaticanas colocando la conversión personal como base de todo ministerio; hoy, la reducción o fusión de estructuras está enfocada en servir a las personas no a los procesos o a los trámites; incluso bajo el objetivo de priorizar la evangelización de “un mundo descristianizado” se ha cambiado al tradicional ‘guardián de la fe’ (mote popular que guarda un sentido de autopreservación) por un ‘promotor del diálogo teológico’ (cualidades del discipulado misionero post-conciliar y heredero del espíritu latinoamericano de Aparecida y de ‘Evangelii Gaudium’); y, evidentemente, el nuevo rostro de la Iglesia incluye en espacios claves de gobierno y decisión a las mujeres.

Finalmente, en esta compleja etapa, la experiencia sinodal en la Iglesia (a pesar de las intensas críticas) también debería favorecer el involucramiento de más agentes pastorales en una participación más transparente, abierta y colegiada del camino de la institución religiosa. A diferencia del inexpugnable hermetismo del círculo privado entorno a un agonizante Juan Pablo II o de esa triste etapa de los ‘cuervos’ y la “viña devastada por jabalíes” como definió Benedicto XVI al Vaticano antes de su inédita renuncia; hoy, la reforma de la Iglesia promete la alta expectativa de vivir un inevitable momento de declive y transición no sólo con mayor donaire y serenidad, sino con el luminoso y esperanzado compromiso de consolidar el proyecto reformista iniciado por Francisco. Y sólo las alas negras de los buitres podrían ensombrecer esa confianza.

*Director VCNoticias.com

@monroyfelipe

Seguir leyendo

Felipe Monroy

El mecanismo sucesorio en marcha

Publicada

on

Sucede cada vez, aunque siempre de forma distinta: Ante la disminución natural de la vitalidad con la que el Papa atiende el gobierno de la Iglesia universal, se activan los engranajes institucionales de la Curia Vaticana para que la Santa Sede continúe desempeñando los servicios que le competen, pero también se ponen en marcha un mecanismo un poco menos noble: el de las quinielas cardenalicias y la visibilización de los potenciales sucesores de un pontífice menguado.

La reciente hospitalización del papa Francisco y el cuadro clínico ‘complejo’ en el que se encuentra su sistema respiratorio han sido la ocasión propicia para que, prácticamente en cada rincón del planeta, se enciendan las alertas de dos escenarios potenciales: la renuncia de Bergoglio al papado o el inicio de la etapa final de un pontífice tan mermado que, como ya ha sucedido antes, sea la cúpula burocrática vaticana la que configure el orden y el ambiente para construir un sucesor a su medida.

Entre los corrillos eclesiásticos se suele criticar la actitud del aparato curial en la última etapa de vida de san Juan Pablo II. Mientras el mundo se sostenía en un suspiro observando durante días y noches la ventana de la habitación papal en el Palacio Apostólico donde el pontífice polaco agonizaba lentamente, la burocracia vaticana mantenía en operación la dinámica cotidiana no sólo publicando nombramientos episcopales, aceptando renuncias y designando representantes diplomáticos, sino emitiendo mensajes en nombre del pontífice y otras actividades ‘avaladas por el Papa’ de las cuales no quedan registros públicos sino anécdotas y testimonios más o menos vergonzosos.

Por ello, la elección de Joseph Ratzinger como sucesor de Karol Wojtyla fue la decisión lógica debido a que, como dedicado miembro de la Curia romana durante 25 años, sabría dar continuidad al gobierno pontificio tanto como ‘corregir’ aquello que, de primera mano, sabía que debía atenderse. Y, en efecto, Benedicto XVI como gran conocedor de los juegos curiales romanos, transfirió a la Secretaría de Estado al arzobispo de Génova, Tarcisio Bertone, quien fuera años atrás su antiguo secretario en la Congregación de la Doctrina de la fe, necesitaba confiar plenamente en alguien.

Bertone en efecto fue la sombra permanente del pontífice alemán; de hecho, en una anécdota personal, recuerdo al cardenal Tarcisio susurrando las palabras que el papa Benedicto XVI debía contestarme en un brevísimo encuentro que sostuvimos en el vuelo de regreso a Roma tras su viaje a Cuba y México en 2012. Hay que recordar que, justo en ese viaje, Joseph Ratzinger tuvo una caída durante su estancia en Guanajuato y aunque se ocultó prácticamente a todo el mundo, un año más tarde supimos que ahí comenzó su etapa final como pontífice: el traqueteo del mecanismo curial con la polémica de la filtración de documentos privados del Papa sobre los hombros además fue empujando quién sabe hasta dónde la inquietud del pontífice hasta que, por voluntad propia, decidió renunciar al solio papal en febrero del 2013.

El primer discurso de Jorge Mario Bergoglio como papa Francisco (“Los cardenales me vinieron a buscar al fin del mundo”) no dejó lugar a dudas de lo mucho que el colegio cardenalicio sospechaba del aparato curial romano. Con las intrigas, mutuas acusaciones, encubrimientos y malos manejos administrativos y financieros acumulados fue casi natural que se optara por un pastor ‘preservado’ del enrarecido ambiente vaticano pero además, como ha confirmado en varias ocasiones, Francisco recibió la encomienda y la confianza directa de los cardenales para ‘reformar la Iglesia’. Y así lo hizo.

Es por eso que, en esta ocasión, aunque para muchos operadores vaticanos es claro que el papa Francisco se encuentra en una etapa debilitada por su edad y también por sus padecimientos –es uno de los cinco pontífices más longevos de la historia–, el mecanismo sucesorio parece estar funcionando de otra forma.

En primer lugar, se ha planteado la posibilidad de que, al igual que Ratzinger, el papa Bergoglio renuncie voluntariamente; con la ventaja que, en esta ocasión, no habría tanta incertidumbre como en 2013, pues la experiencia ha resuelto no pocas dudas. De hecho, el propio Francisco ha confirmado que ha escrito su renuncia desde el inicio de su pontificado y que podría hacerse efectiva en el momento en que se encuentre impedido para gobernar y dirigir la Iglesia.

Pero lo que quizá realmente causa hoy intriga es respecto al papel que habrá de tomar la Curia Romana y el Colegio Cardenalicio durante esta etapa de un Francisco limitado y disminuido físicamente. Porque no es el mismo tipo de cúpula curial luego de las más de 20 reformas estructurales realizadas por el Papa, por la culminación de la reorientación de competencias de los dicasterios con la Constitución Praedicate Evangelium y, no menos trascendente, por la incorporación de varias mujeres en los órganos de gobierno y decisión vaticanos, posiciones que durante años sólo llevaron cardenales u obispos.

Pero además, también estamos ante el Colegio de Cardenales electores más diverso de la historia y particularmente joven; hay un cardenal de 50 años y otro de 45, por ejemplo, y recordemos que como cardenales tendrían posibilidad de votar y ser votados en un cónclave hasta los 80 años. Con esa posibilidad de poner la mirada en el futuro ¿cuál será la actitud que habrán de tomar en esta etapa naturalmente menguada del pontífice reinante?

Como siempre, en oración por el bienestar del Papa.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

Seguir leyendo

Felipe Monroy

Antiinmigrante, el nuevo evangelio de los políticos cristianos

Publicada

on

En el pasado, alrededor del mundo occidental –pero especialmente en Europa–, algunos movimientos políticos inspirados en la moral cristiana se consolidaron en diversos partidos y agrupaciones cuyos principios y valores intentaban responder a los desafíos de la realidad dentro de los márgenes que la doctrina religiosa enseña. Así, por ejemplo, partidos y personajes políticos de identidad o raigambre cristiana no sólo han participado del proceso y competición política en sus localidades y naciones sino que también, en teoría, una vez en el ejercicio del poder anteponen la doctrina cristiana a la tentación del utilitarismo pragmático.

Sin embargo, un fenómeno cunde en aquellos grupos y personajes en estos días y es detonado esencialmente por la complejidad del fenómeno migratorio moderno: la afirmación de una nueva doctrina ‘cristiana’ antiinmigrante; una que comienza a estrechar alianzas con grupos políticos nacionalistas e integristas, xenófobos y supremacistas, con tal de mantener orden en un precario y artificial sistema político-económico.

Siguiendo el ejemplo norteamericano para granjearse al electorado creyente, el bloque político alemán conformado por la Unión Cristianodemócrata y la Unión Socialcristiana se ha aliado a partidos políticos catalogados como ultranacionalistas, anti islamistas y euroescépticos para endurecer las políticas de migración y asilo; y no es el único caso en Europa o el continente americano. A pesar de su identidad política han decidido dar la espalda a la doctrina humanitaria y cristiana respecto a los migrantes y refugiados a través de legislaciones que no sólo son más estrictas sino que llegan a tener tintes de discriminación, racismo y aporofobia.

La decisión de estos partidos es lógica y pragmática; de hecho, los obispos católicos alemanes confirman que hay una proporción creciente de población que se siente atraída por movimientos políticos discriminatorios, extremistas y radicales: “Observamos con gran preocupación que el pensamiento radical está en aumento e incluso se está convirtiendo en odio hacia los semejantes, especialmente debido a su religión, origen o color de piel”. Estos partidos políticos, para ganarse la simpatía de ese electorado inflamado de miedo y aversión no tienen reparo, por ejemplo, de plantear medidas de “expulsión de personas con antecedentes migratorios bajo el lema de remigración”.

Para la Iglesia católica alemana (también para otras tradiciones cristianas protestantes y evangélicas), el principal problema radica en que esta ideología política extremista cree que pueden distinguirse de manera tajante los pueblos según “su esencia” y sus prácticas culturales.

Este pensamiento conduce invariablemente a la consideración de que un país, una nación o un pueblo está delimitado por esencias “naturales” como la ascendencia o la sangre; y si la noción de “pueblo” termina siendo sólo una comunidad de personas étnica y culturalmente iguales o similares, el nacionalismo racial es la ideología política que mejor puede lucrar el sentimiento de protección supremacista. Y, por desgracia, ahí parecen haber vuelto los movimientos políticos identificados como cristianos pero con una doctrina político-religiosa que les instruye privilegiar al sujeto afín de su propio pueblo-nación (con quien comparte una supuesta identidad esencial) invisibilizando a cualquier otro prójimo.

Frente a este panorama, la doctrina contemporánea de la Iglesia católica ha ponderado, ante todo y por encima de los órdenes del sistema del Estado-Nación, a la dignidad humana; aunque no ha sido un camino sencillo. Por ejemplo, en su último mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado, el papa Benedicto XVI antepuso el principio de que “cada Estado tiene el derecho de regular los flujos migratorios y adoptar medidas políticas dictadas por las exigencias generales del bien común” y depositó la carga de responsabilidad en los inmigrantes de trabajar su “auténtica integración” en la nación de acogida. El pontífice alemán apeló al respeto de la dignidad de toda persona humana, pero su perspectiva mantenía el orden estatal y diplomático como el sistema ideal en el que es posible construir y vigilar los mecanismos de aceptación y protección de las personas en condición de migración.

Por el contrario, el papa Francisco ha sido mucho más crítico con ese orden institucionalizado puesto que “las migraciones ponen de manifiesto frecuentemente las carencias y lagunas de los estados y de la comunidad internacional”, como denunció en su primer mensaje para la misma Jornada de Emigrantes y Refugiados. Para el argentino, los sistemas políticos no son capaces de abrazar “las aspiraciones de la humanidad de vivir la unidad en el respeto de las diferencias, la acogida y la hospitalidad” ni regular todos los medios para hacer posible “la equitativa distribución de los bienes de la tierra, la tutela y la promoción de la dignidad y la centralidad de todo ser humano”.

Entonces, si Benedicto XVI expresaba su confianza en que las instancias políticas pueden desarrollar mecanismos orientados al bien común; Francisco, insiste en que sólo la dimensión humanística y cristiana hace posible la justa distribución de los bienes y la custodia de la dignidad. Como sea, desoyendo a ambos, tanto partidos y liderazgos políticos ‘cristianos’ de naciones de acogida (Estados Unidos o Alemania, por ejemplo) apelan hoy al proteccionismo de “valores nacionalistas”, respaldados por campañas mediáticas y propaganda política, para confirmar este nuevo ‘evangelio’ que privilegia la defensa del poder institucionalizado por encima del servicio a los vulnerables.

Quizá sea un buen momento para recordar que la cristiandad primitiva, en el fondo, siempre fue un pueblo nómada bajo sospecha de los imperios y los órdenes políticos establecidos: que llevó consigo por supuesto su fe, pero también sus expresiones culturales, su identidad grupal y diversos atributos sociales muy a pesar de que las estructuras de poder pretendieron domarla. Después fue estructurante del poder y de la imposición de todas las regulaciones sociales; pero eso también sucedió hace mucho tiempo.

*Director VCNoticias.com  @monroyfelipe

Seguir leyendo

Felipe Monroy

Caso Tultitlán: Radiografía al drama humano

Publicada

on

Todo comenzó con un video de seguridad tomado desde el portón de una casa en Tultitlán, Estado de México. En la escena, un joven de lentes y cabello hirsuto se detiene para sacar una bolsa que abandona junto a las llantas de un automóvil. En el envoltorio hay un bebé de cinco meses de gestación. El recién nacido sobrevive milagrosamente gracias a que los vecinos pidieron rápida asistencia médica y policial. Después de esto, la evolución de los acontecimientos mostró un rostro social que requiere profundo análisis.

El abandono de bebés recién nacidos, por desgracia, es una situación recurrente en prácticamente todo el mundo Por ejemplo, en 2024 se consideró definir como ‘epidémico’ el incremento de casos registrados por año en los Estados Unidos y se urgió a los medios de comunicación a compartir y recordar a la ciudadanía los servicios que ampara la “Ley del Bebé Moisés”, la cual permite a los padres a abandonar a sus recién nacidos en sitios seguros designados como hospitales, estaciones de bomberos o servicios médicos de emergencia sin caer en actos criminales o recibir cargos punitivos. La ley, originada en Texas en 1999, ha buscado responder a favor de los bebés que suelen ser abandonados de forma clandestina y en sitios fuera de vigilancia, condiciones que con frecuencia causan la muerte a los inocentes por falta de auxilio.

En el viejo continente, también hay un mecanismo semejante al Norteamericano y en Europa hay más de 200 “baby boxes” (o ‘buzones de bebés’) donde se permite abandonar a los bebés de forma anónima en un lugar seguro (de hecho, una vez depositados ahí, las cajas se cierran para ser abiertas únicamente por personal policial y de asistencia hospitalaria). Por supuesto, estas medidas tienen sus detractores; principalmente entre grupos que promueven la legalización de terminar con la vida de los bebés antes de nacer y así “evitar” los cuidados que habrían de requerir.

En México, el fenómeno es semejante aunque el panorama sí es muy distinto. Con recurrente frecuencia se conocen noticias sobre bebés abandonados en cajas de cartón, bolsas de plástico o envueltos en mantas, sobre carreteras, en malezas periféricas, en lotes baldíos, frente a clínicas y hospitales o, como en el caso de Tultitlán, al pie de una indistinta calle popular. Ante a este fenómeno, en algunas ocasiones se han promovido leyes semejantes a las europeas y norteamericanas; y también hay varias organizaciones que, desde la caridad, ofrecen el recibimiento de los recién nacidos de mano de sus progenitores que, por diversas razones, no pueden hacerse cargo de ellos.

Sin embargo, el caso de Tultitlán ha sacudido a la opinión pública por la sordidez del conjunto de circunstancias polémicas que lo integran. El joven del video resultó ser el progenitor de la criatura y que posteriormente –convencido por sus propios padres– se entregó a las autoridades en medio de un linchamiento social y mediático en contra de él y de su familia. Se trata de un joven de apenas 18 años que había abandonado su hogar familiar y sus estudios para emprender una trabajosa vida con su novia de 21 años.

Por declaraciones de terceros, se sabe que la joven madre trabajaba en un pequeño local y que el joven tenía problemas para conservar un trabajo; que la mujer además tiene ya un hijo de una relación anterior y que, ante la noticia de su embarazo, ella habría recurrido a la única opción que parece promoverse en el país: el aborto.

En los últimos años, en el país parece no fomentarse ninguna otra opción ante embarazos inesperados que el aborto: tanto por la promoción de su realización injustificada y legalizada, como por la accesibilidad y publicitación de medicamentos abortivos. El impulso y patrocinio para erigir la terminación de la vida de un ser humano en gestación al nivel de un ‘derecho humano’ cuenta con altos mecanismos jurídicos, legislativos y culturales a su favor. Y esto propicia una riesgosa perspectiva de la cual se habla poco: la deshumanización del drama humano, la normalización de desechar o descartar a un bebé en gestación y de la falta de educación respecto al cuidado con las personas vulnerables.

El caso de Tultitlán no termina allí. La madre del bebé abandonado ha decidido denunciar al joven padre asegurando que ella tuvo a su hijo de manera repentina en el sanitario de su trabajo y que le encomendó a él llevarlo a un hospital mientras ella realizaba otras diligencias; por otra parte, la defensa del joven asegura –sin minimizar su propia responsabilidad– que ambos llegaron al acuerdo de abortar al bebé y deshacerse del cadáver.

En todo caso, hay una invisibilización del bebé en gestación y nacido prematuramente; todas las acciones se realizaron salvaguardando los intereses particulares de sus padres, pero no los del menor. Y esto, por extraño que parezca, es lo que la legislación mexicana y la promoción de la cultura de descarte de los más vulnerables ha venido cabildeando en los últimos años tras la ideologización de este tema debido a una polémica resolución en la élite del Poder Judicial.

Tiene razón la presidenta Claudia Sheinbaum al reconocer que detrás de situaciones como las que ha desvelado el caso de Tultitlán hay “causas muy profundas” que se derivan en estas terribles experiencias de abandono y descarte. La mandataria considera que estos casos dolorosos tienen causas a nivel familiar, en la falta de comunicación, en la ignorancia y la falta de información, en la desatención; y considera que, más que la punición, “es más humano atender esas causas”.

Coincido y agrego: para que se atienda humanitariamente este drama, lo primero es identificar quiénes son esos humanos dignos de nuestro humanitarismo; porque si se excluye a alguna de las partes, quizá no sea auténtica nuestra convicción humanista.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

Seguir leyendo
Dios la ciencia las pruebas en amazon

Te Recomendamos