Columna Invitada
Sin propuesta
Antonio Maza Pereda
A pocos días de la decisión de quienes serán las o los candidatos en la próxima contienda electoral 2024, para quienes no están formando parte de los núcleos duros de las diferentes fuerzas políticas, no hay aún muchos motivos para elegir a quién represente mejor nuestros intereses. Los indecisos todavía no saben por cual decidirse. Claro, existen aquellos que son víctimas de las campañas de odio de ambos bandos. Quienes probablemente votarán con su hígado, y no con su razón. Porque ninguno puede declararse ajeno a esta siembra de odio a la que hemos estado sujetos desde hace ya algunas décadas, pero con mayor intensidad en los últimos años.
En buena parte también, porque las ofertas de ambos bandos tienen pocas diferencias. Claro, unos están en contra del actual presidente y otros están totalmente a su favor. Pero curiosamente ambos están ofreciendo cosas muy parecidas, sobre todo en temas de política social. En la oposición tenemos dos posibles precandidatas de ideología socialdemócrata. La que, al menos en el papel, también profesan las corcholatas de la 4T. Porque nadie dice claramente que esté en contra de la democracia, ¡no faltaba más!
Lo que no nos dicen ninguno es como piensan tener los recursos para cumplir con los programas sociales actualmente en curso. Los cuales han sido financiados, en buena parte, mediante el cobro de atrasos en los impuestos por empresas que los evadían. Pero esto, claramente, tiene un límite. Una vez saneada la cartera de deudores, no se puede confiar en que ese ingreso estará disponible. De todo esto no hay propuesta, en ninguno de los bandos. Nos dicen que permanecerán vigentes los programas más populares de la 4T, pero ninguno nos dice cómo se van a financiar. Porque la respuesta es clara: cómo de costumbre será el causante cautivo, el cumplidor, el que no evade impuestos, quién estará sosteniendo las fuentes de su popularidad.
Los foros temáticos de la oposición se han cumplido en tiempo y forma. Pero no han logrado ser noticiosos, al menos en el aspecto de que sus propuestas entusiasmen al electorado y se reflejen en los medios tradicionales. En buena parte porque sus presentaciones han consistido en atacar al presidente saliente. Las corcholatas de la 4T no son muy diferentes: todos coinciden en alabar los resultados de la actual administración. Finalmente, se ha logrado lo que le conviene a nuestro señor Presidente: él y su desempeño son el tema. Nada realmente nuevo.
Ambos le están predicando a los que ya están convencidos. Han hablado para su núcleo duro, pero dudo mucho que el grueso del electorado haya oído algo nuevo. Ni siquiera ha habido críticas o alabanzas que sean novedosas: quien revisa de vez en cuando las redes sociales o escucha alguna vez los noticieros, ya las había escuchado. Seguimos con un largo ayuno de ideas nuevas. Será porque, como dice un afamado politólogo, aún no es el momento de las propuestas. Puede que tenga razón; los sin poder, como su servidor, no tenemos criterios para decir cuándo es el buen momento para proponer cambios que entusiasmen al electorado.
Lo que había sido de esperar, y no se ha dado, es que ambos bandos hicieran una profunda autocrítica de la actual administración y también de las administraciones pasadas, al menos las de este siglo. En todo caso, en el bando de la oposición ha habido una tímida afirmación de que hubo “algunas fallas” en administraciones anteriores. Pero no un análisis a fondo y mucho menos de qué manera nos ofrecerán los controles, los llamados contrapesos, que eviten que esas fallas vuelvan a ocurrir.
Lo que sí ha abundado, en la crítica opositora, son las fallas de la actual administración. Pero su análisis es muy curioso: atacan la ineptitud de los actuales gobernantes, pero no el fondo de sus ideas y sus programas de trabajo. Tal parece que los programas están bien y que, si hubieran estado en manos de funcionarios aptos, todo estaría mejor. Finalmente, la propuesta del bando opositor sigue siendo muy parecida: “quítense ustedes para que lleguemos nosotros”. Así, sin mayor argumento. A la ciudadanía nos están pidiendo un salto de fe; que todos los que hicieron mal en administraciones pasadas, ya vieron la luz y de ahora en adelante serán muy buenos.
Lo que sí se puede decir que es un logro de la oposición es que hayan podido incluir a parte de la ciudadanía organizada: grupos de asociaciones interesados en la cosa pública, pero que no quieren ejercer directamente la función de gobernar. Al menos eso es lo que nos dicen.
Sin duda, algo bueno saldrá de estas discusiones. Pero si nos quedamos ahí, si los que no formamos parte de los núcleos duros de los partidos políticos no actuamos con más fuerza, serán muy escasos los cambios qué podremos ver. La 4T nos ofrece un modelo AMLO 2.0, y la oposición nos ofrece un plan de AMLO sin AMLO ni su gente. Si la ciudadanía, los sin poder, no asumimos nuestro papel de mandantes, los mandatarios de diferentes niveles que se nos están presentando, no harán cosas muy diferentes.
Necesitamos una opinión pública más profunda y diversificada. Necesitamos discusión y análisis, más allá de lo que los “expertos” nos digan. Crear nuevas avenidas de opinión y hacer sentir a la casta política que necesitan hacer un mayor esfuerzo por escuchar nuestras necesidades y mayor creatividad para ofrecernos propuestas que realmente nos entusiasmen.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
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Columna Invitada
Muerte digna sin dolor
Por Ivette Laviada
Es lastimoso tener que reconocer que vivimos en una sociedad en decadencia y esto se intensifica cuando vemos legisladores más preocupados por el exterminio de la población que por velar por el ejercicio verdadero de los derechos humanos y el goce de los mismos.
Al parecer no les preocupa mucho cómo garantizar la salud de los mexicanos, cómo hacer para que vivan y puedan disfrutar de los privilegios que una vida sana conlleva, entendemos que es caro, pero las cosas que valen la pena cuestan y para ello no tenemos presupuesto suficiente; pero, ¿Qué tal para ayudar a facilitar la muerte de nuestros compatriotas? En Morena, una y otra vez han insistido en tratar de llamar derecho a terminar con la vida inocente del bebé concebido, el aborto es y sigue siendo un delito en el país. Ahora van por la eutanasia, y a las pretensiones de los morenistas se han sumado unos pocos de otros partidos.
La iniciativa de “muerte digna sin dolor” es completamente contraria a los derechos humanos; en México la eutanasia y el suicidio asistido están expresamente prohibidos en el Art. 166 de la Ley General de Salud y en el Art. 312 del Código Penal Federal (CPF).
El disfraz que le quieren poner a la eutanasia activa, considerándola como un acto de piedad a solicitud del enfermo para evitarle sufrimiento ante una enfermedad terminal, tiene muchas aristas que hay que considerar.
No es lo mismo regular la voluntad anticipada, cómo ya se hace en varios estados -Yucatán tiene una de las mejores en este ámbito- en la cual un enfermo terminal puede en el ejercicio de su libertad disponer qué medios, terapias o procedimientos quiere o no recibir durante el proceso de su enfermedad a solicitar que el personal médico o incluso un familiar le procure la muerte para “aligerar su dolor”, ya que como lo establece el CPF comete homicidio quien le procure la muerte a otro.
En esta iniciativa se invoca como máxima el libre desarrollo de la personalidad y la dignidad de la persona, pero sesgan lo que entienden por uno y otra, tratando de justificar que es algo bueno que alguien quiera morir para dejar de sufrir, y no se trata de contravenir la libertad de una persona con derecho a elegir qué quiere para su vida, aquí lo que está en juego es que se requiera de un agente externo con permiso para matar y que esto sea legal.
Invocan también el que otros países considerados avanzados ya cuentan con estas leyes, por cierto tan sólo son 7 en Europa y 1 en América, y para nadie es desconocido el invierno demográfico que vive ese continente, y con estas leyes favorecen su extinción, eso sí, tendrán un ahorro considerable ya que mantener enfermedades catastróficas, terminales, etc. le cuestan mucho al estado.
Favorecer la eutanasia nos haría una sociedad utilitarista, condenan a médicos en hospitales públicos a no ser objetores de conciencia si quieren mantener el empleo, se habla de un pequeño comité para aprobar el ejercicio de la eutanasia para un paciente y para nada del decreto de diciembre de 2011 que obliga a los hospitales a contar con Comités Hospitalarios de Bioética, que prestan un invaluable servicio como instancia de análisis, discusión y apoyo en la toma de decisiones respecto a los dilemas éticos que surgen en la práctiva clínica y la atención médica.
A los legisladores les pedimos que mejor se ocupen en cómo garantizar la salud tan cacareada “como en Dinamarca”, que dicho sea de paso allí la eutanasia no es permitida.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Columna Invitada
Crédulos e incrédulos
Por Antonio Maza Pereda
Un serio problema político, y también social, es que muchos de nosotros ya no creemos en nadie. Bueno, esto no es del todo cierto. La mayoría de nosotros tenemos bastante bien seleccionados a quienes creemos y a quienes no creemos. Es muy raro conocer a alguien que sea absolutamente crédulo o totalmente incrédulo.
La mayoría de nosotros creemos cualquier cosa que nos diga un cierto grupo de personas, mientras que a otro grupo diferente, no le creemos absolutamente nada de lo que dice. Y tal vez haya una pequeña cantidad de prójimos a lo que les podemos creer alguna parte de lo que dicen y otra parte no. Por poner algún ejemplo muy actual: una buena parte de los votantes se creen cualquier cosa que digan los miembros de la 4T. Mientras que hay otros que no les creen absolutamente nada: si nos dicen que mañana el sol va a salir, casi seguro lo pondrán en duda. Y, por supuesto, también ocurre qué hay quienes no creen absolutamente nada a los neoliberales, a los que últimamente les han dado en decirles conservadores, mientras que hay los que les creen totalmente cualquier cosa.
Esta manera de razonar (es un decir), es la que algunos le llaman la falacia del argumento ad hominem: cuando aceptamos algún razonamiento, tomando en cuenta quién nos los dice, sin analizar a detalle la argumentación. Y, desgraciadamente, esto está ocurriendo con muchísima frecuencia.
Este fenómeno tiene muchas variantes: los que creen cualquier cosa, porque la dijo el señor presidente. O quienes creen cualquier argumento que proceda de algún comunicador famoso. Hace algunas décadas, un excelente comunicador llamado Jacobo Zabludovsky, gozaba de una gran credibilidad. Cuando había alguna discusión, el argumento de peso era: lo dijo Zabludovsky. Y ahí mismo acababa la discusión.
No faltan algunos que tienen un criterio, que ellos consideran infalible, para saber cuándo alguna argumentación es verdadera: la realidad-dicen- es aquella que coincide con sus pensamientos. Si alguien les dice algo diferente de lo que ellos piensan, ni siquiera se molestan en revisarlo: lo consideran erróneo por necesidad. Cuando lo que les dicen coincide con lo que ellos ya creen, lo consideran una verdad incontrovertible. Como decía un personaje de una caricatura que vi recientemente: “¿Cómo me pueden decir que eso es una mentira, si es lo mismo que yo estoy pensando?”.
Ahora que estamos por entrar en una de las campañas políticas más complejas en los últimos años, nos enfrentaremos con el método para lograr convencernos, a través de la repetición de frases sonoras, eslóganes y lemas bien pensados, más una gran cantidad de ataques personales. Y también de apoyos personales y soportes de influencers. Pero una gran escasez de lógica, de argumentación, de conceptos con validez demostrada.
Esta combinación de mercadotecnia política, con la mezcla de credulidad e incredulidad qué predomina, tiene por resultado que solamente se puede convencer a los que ya están convencidos. Más la actitud, de que no queremos o, peor aún, no sabemos argumentar. En nuestro sistema educativo, por desgracia, tenemos una gran deficiencia en la educación cívica, sobre todo en los aspectos de tipo político y social. Estamos lastimosamente desarmados frente a falacias de todo tipo. Y esto no se resuelve en poco más de medio año qué nos queda antes de tomar una de las decisiones más importantes que pueden tomar los votantes mexicanos.
Según lo que dice una de las escuelas más prestigiadas en aspectos empresariales, a la mayoría de los hombres y mujeres modernos, y en particular a los tomadores de decisiones, no les interesa que los formen: lo que desean es que los informen. Y puede ser que esta escuela tenga razón. Lo que nos ofrecen la mayoría de los medios, y en particular las páginas de política, es una enorme dosis de información con poco análisis, escaso criterio para validar los hechos que se nos presentan y sobre todo sus consecuencias de corto y largo plazo. Y esa combinación tiene una alta probabilidad de error.
La solución, por supuesto, sería enseñar al electorado a ubicar las diferentes falacias, aprender a distinguirlas de los razonamientos sanos y poder tomar decisiones en consecuencia. Lo cual no es fácil de llevar a cabo en las pocas semanas que nos quedan antes de las elecciones federales del 2024.
No cabe duda de que a muchos nos da temor analizar las situaciones que enfrenta el país. Temor a que nos ataquen, temor a equivocarnos y a quedar mal. Y es cierto que hay algunos que ni siquiera quieren hacer el esfuerzo: existe un grave caso de flojera para analizar. Y también es cierto que, en muchos casos, algunos quisieran hacer ese esfuerzo, pero carecen de método.
En nuestro medio existen algunos, muy pocos, cursos de análisis político. La mayoría de ellos con un enfoque totalmente descriptivo: explicando las distintas fuerzas políticas, sus plataformas públicas, sus capacidades y su historial. Pero difícilmente se incluye en esos cursos herramientas de pensamiento crítico, de análisis, de síntesis y sobre todo el entendimiento a fondo de los diferentes tipos de falacias y cómo se aplican en las distintas fuerzas políticas.
Hay una gran necesidad. ¿Estaremos los ciudadanos sin partido, el votante de a pie, el no alineado, en la capacidad de dar a conocer visiones diferentes de lo político y social, de aquellas que nos están preparando los magos de la mercadotecnia política?
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx