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Análisis y Opinión

Un asunto de dignidad

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En estos días se discutirá y sancionará un diferendo apreciativo sobre los márgenes de la acción sanitaria y humanitaria en El Salvador que quizá pueda tener efectos en otras latitudes, incluido México. El tema es complejo pero en el fondo, hay un diferendo ante la permanente atención, vigilancia y decisión médica pertinente que buscó salvaguardar la vida de una mujer embarazada y la del ser en su vientre.

Se juzga al sistema local de proveer asistencia médica profesional durante varios meses para procurar el bienestar integral a las dos personas. Los quejosos plantean que hubiera sido mejor invisibilizar la existencia de una bebé discapacitada desde el inicio (aunque nació y murió después, no sin antes recibir nombre e identidad) y permitir que, desde la opinión –personalísima pero ciertamente inexperta y alienada por abogados– de la paciente, se impidiera al personal médico a pensar, ofrecer opciones u obrar conforme a su conocimiento, su profesión y su conciencia. La mujer murió años más tarde y su historia hoy es utilizada como una estrategia, como un relato de intereses contrapuestos.

Estos asuntos son, por desgracia, sumamente comunes en nuestra vida contemporánea. En el estilo de vida, poder y privilegio que hoy campea en el mundo, las personas están más cerca de ser mercancías (adquiribles, consumibles y descartables) que de ser comprendidas en su complejidad irrepetible y en su absoluta dignidad sin importar sus particulares orígenes, sus condiciones, su hado o ventura.

Existe una antigua fábula china sobre un supuesto ‘hombre compasivo’ de quien se dice pescó una tortuga para hacer sopa con ella: “como no quería que alguien llegara a decir que él había dado muerte a un ser viviente, encendió fuego, hizo hervir agua en una olla, colocó una pértiga de bambú encima de la olla a manera de puente y le hizo a la tortuga una promesa: ‘Si consigues atravesar el puente, te dejaré en libertad’”. La fábula relata que la tortuga puso toda su voluntad e hizo lo imposible al atravesar el puente sobre el agua hirviendo… pero el hombre, aplaudiendo su hazaña, le pidió a la tortuga que regresara “para ver mejor cómo había logrado la proeza”.

La fábula enseña que, los discursos disfrazados de compasión son aún más pérfidos. Esto nos lleva a pensar que, aunque los discursos actuales aboguen por las libertades, los derechos o el reconocimiento de las diversidades de la humanidad contemporánea –incluso son socialmente aceptadas las ideas de trascendencia y armonización plural social mediante gestos de solidaridad, responsabilidad y amor– siguen existiendo narraciones que sólo defienden el propio privilegio, el egoísmo, el utilitarismo o el pragmatismo económico, la comodidad del fuerte frente a la anulación del débil o la indolencia ante los fácilmente descartables, los que nadie extrañará en “este mundo atestado de humanidad, agresivo, competitivo y eficientista”.

Hoy, mientras algunos se distraen con luces en el cielo, por fortuna hay gremios enteros defendiendo a trabajadores sexagenarios, a minorías arrinconadas, a mujeres violentadas, a personas e historias desaparecidas, a niños agredidos o utilizados, a jóvenes sometidos o corrompidos, a localidades envenenadas y a usuarios engañados. La única razón que alimenta el espíritu de esas luchas sociales es ese asunto de dignidad que perfora las conciencias, conmueve corazones y motiva a la acción en esa larga marcha hacia el bien común.

Pero ¿qué sucede cuando la dignidad humana es relativizada? ¿Qué sucede cuando se anteponen supuestos políticos, económicos o ideológicos que condicionan este principio humano? Hay quienes insisten que la lucha obrera, ecológica, comunitaria o social debe estar sujeta a las condiciones políticas; otros que la dignidad de la vida humana debe estar limitada por las condicionantes de la economía y el mercado; otros más llegan a afirmar que la indignación social sólo es válida desde una sola orientación ideológica. Y aún así se llaman compasivos.

Lo que atestiguamos en estos días –desde el utilitarismo bélico internacional o las agendas de interés económico supranacionales– es la evidencia que descarta aquella fantasía laicista de los Estados neutrales. Las opciones formales políticas o económicas tanto de las tiranías como las democracias son decisiones éticas y hasta morales, pero jamás neutrales: ¿Cuáles son las fronteras de la sanidad pública? ¿Cuáles son los límites de la acción contra el negocio de la droga? ¿Dónde se separa el bien común del privilegio? ¿Qué o quién define el grado de dignidad de una persona humana? Porque si quienes deciden se parecen al hombre de la fábula, se llamarán compasivos mientras contemplan a los miserables luchar por su vida bajo las reglas injustas y las condiciones imposibles que ellos mismos han definido.

Director VCNoticias.com @monroyfelipe



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Análisis y Opinión

La riqueza de las empresas familiares

Según cifras del INEGI, el 97% del número total de empresas de México son microempresas

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En un mundo tan inestable como el de hoy, -donde las empresas públicas nacen y desaparecen o se funden con otros corporativos-, las empresas familiares representan estabilidad, pues son el patrimonio de una familia.

Muchas de las grandes marcas icónicas europeas y norteamericanas, -que están rodeadas de glamour-, como las bebidas espirituosas finas, ropa de larga tradición, productos de piel, relojes y otro tipo de bienes, son familiares y tienen raíces que pueden llegar a dos o tres siglos de vida.

Por lo que toca a las microempresas en México, estas son totalmente familiares.

Según cifras del INEGI, el 97% del número total de empresas de México son microempresas y por ello tienen tanto peso social y representatividad y generan el 70% de las oportunidades laborales.

Sin embargo, la estructura organizacional de las empresas familiares constituyen una importante debilidad, puesto que se mezclan consideraciones subjetivas de tipo familiar, que luego impactan negativamente en la operación del negocio.

La empresa consultora Advanced Management Consulting Group, también conocida como AMCG, ha identificado esta grave problemática, pues mencionan que el 70% de las empresas familiares desaparecen con la muerte de su fundador y dicen que del 30% de las empresas restantes, que son las que sobreviven, solo el 13% sobreviven a la tercera generación. Y de ese número, apenas tres o cuatro por ciento llegan a la cuarta generación.

El problema parece ser la tendencia a contaminar la operación de la empresa con condicionantes de la relación familiar e incluso, con los conflictos.

Además, el modelo familiar, que generalmente tiene que ver con estructuras de liderazgo paternalista, termina transfiriéndose al negocio y cuando existe un liderazgo muy fuerte del fundador, al pasar la autoridad a un sucesor, que es un miembro de la familia que incluso puede ser de otra generación, podría ser que se propicie una lucha por el control y los beneficios que se derivan del liderazgo.

Tal y como lo manifiestan los directivos de la empresa Advanced Management Consulting Group a sus clientes, la solución está en la institucionalización de la operación, totalmente alejada de las condicionantes familiares, donde el objetivo fundamental sea la eficiencia y la eficacia y detrás de ésto, la rentabilidad.

El modelo que da forma y eficiencia a la operación de una empresa familiar es precisamente el “modelo de gobierno corporativo”, que es el que garantiza decisiones objetivas orientadas a la competitividad y la rentabilidad.

El gobierno corporativo blinda la sucesión, para que se dé de forma madura entre un fundador con poder y control incuestionable y la organización institucional que llevará la operación de la empresa, lo cual garantiza larga vida y sucesiones generacionales sólidas e institucionales.

¿A usted qué le parece?

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Análisis y Opinión

La importancia del litio… y de un plan

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El litio, del que tanto se ha hablado en los últimos meses, es un metal que cobra mucha importancia a nivel mundial debido a su capacidad para la creación de baterías de iones lo que lo convierte en una de las principales alternativas para dejar atrás los contaminantes combustibles fósiles, de allí que no sólo México sino muchos países en el mundo, vuelvan la mirada hacia este metal.

La transición de autos de combustión a eléctricos es, probablemente, la mayor transformación en la industria automotriz del siglo XXI, por ello aquí cobran relevancia la creación y desarrollo de baterías de iones de litio, ¿se imagina de cuántos miles de millones de pesos de derrama económica estaríamos hablando?

Mientras más se desarrollan las tecnologías, encontramos más y mejores formas de almacenar la energía, por lo que cada vez es menos necesario mantener un combustible quemándose “eternamente” para generarla, lo que sin duda es un gran paso en cuanto al cuidado ambiental se refiere.

Laptops, relojes, celulares, bicicletas y hasta en medicinas también se utiliza este metal ligero, por ello no es fortuito que el Gobierno federal apueste por el denominado Plan Sonora que pudiera ser ese punto de inflexión que incluso, y sin afán de exagerar, pudiera llegar a cambiar la política energética del país y reducir la dependencia de los combustibles fósiles.

Y es que los planes de que Sonora se posicione como la punta de lanza de un ambicioso proyecto, no sólo se ciñen al litio, sino a ser un referente de energías limpias en el país para cumplir con el nuevo y ambicioso compromiso del gobierno federal de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 35 por ciento para 2030.

Para muestra está que el mes pasado el presidente Andrés Manuel López Obrador inauguró la primera etapa de la planta fotovoltaica de Puerto Peñasco, en Sonora, que será una central con capacidad de generación en corriente alterna de hasta 457.211 MW, con una producción anual de energía eléctrica de 1041.74 GWH.

Y es que en resumen el proyecto busca crear parques solares en la frontera de México con Estados Unidos, así como la construcción de redes de transmisión de energía que permitan exportar energía eléctrica a California y otros estados de la Unión Americana, es decir, está pensado como un motor de desarrollo para México.

Pero no sólo eso, el Plan Sonora pretende -además de destacar la actividad minera con énfasis en la producción de litio y generar energía fotovoltaica- la licuefacción de gas para la exportación, la modernización del Puerto Guaymas como infraestructura de soporte para el hub de transporte vía marítima y la construcción de plantas automotrices para vehículos eléctricos.

Como puede verse, Sonora está destinado a convertirse en un motor del país en el que están puestas muchas esperanzas que, hay que decirlo, están acordes a las políticas ambientales a nivel mundial.

Si al Gobierno federal se le ha criticado mucho en el pasado por su resistencia a dejar las fuentes de energía contaminantes, esta vez hay que reconocerle que el proyecto que impulsa en Sonora para meterse entre los países que apuestan por las nuevas tecnologías, es sumamente ambicioso y da muestra del interés que tiene por no quedarse en el pasado.

Es mucho el trabajo que falta, pero las condiciones están dadas, se tiene un plan y ahora toca desarrollarlo. Ya veremos cómo avanza en la ejecución, pero por lo pronto, podemos quedarnos con las buenas nuevas.

Twitter @campudia

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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