Opinión
Crisis periodística
Lo digo con toda simpleza: En el fondo siempre será más dolorosa la crisis en los periodistas que la crisis en los medios de comunicación. Los medios de comunicación pueden padecer un sinnúmero de peligros que amenazan su supervivencia (el más grave siempre será la viabilidad económica); sin embargo, cuando los periodistas entramos en crisis, la sociedad misma está en riesgo.
Es una aseveración temeraria, pero voy a explicarla más adelante.
Es cierto que los medios de comunicación se encuentran frente a desafíos mayúsculos y se hace urgente una transformación radical en su auto concepción. No sólo los cambios culturales, tecnológicos y económicos urgen a los medios a cambiar sus dinámicas laborales y de relación con sus audiencias o lectores; el nacimiento de una sociedad cuyo narcisismo e hiper suspicacia van de la mano con el consumo de auto satisfacción “informativa” sugieren vastos espejismos de popularidad a directivos y dueños de medios, trampas de las que es muy difícil salir.
En México hay que añadir a esta lista de desafíos la compleja relación con el poder político y las nuevas condiciones que el gobierno federal ha impuesto a este -muchas veces tóxico- vínculo. Una muy larga tradición de connivencia, de desencuentros muchas veces simulados y condiciones de franca persecución. Ahora mismo, muchos medios de comunicación tradicionales y otros tantos emergentes esperan con paciencia abyecta la gracia del gobierno federal para contratarles publicidad, para divulgar campañas institucionales o para construir contenidos a la medida de la administración.
Algunos de esos medios “nacionales” tienen ediciones menores a los diez mil ejemplares o redacciones con menos de cinco periodistas; hay medios de comunicación “grandes” que no cuentan con corresponsales en las principales ciudades de la República y recuperan la información gracias a publicaciones ciudadanas en redes sociales. Durante años se ha agudizado el despido constante de informadores en diferentes medios y ciudades sin que todavía encontremos reemplazos en esos vacíos. Por ello, no es raro que la ciudadanía no confíe en sus medios ni los apoye; y que, por el contrario, favorezca con su suscripción digital a productores de cuestionables video-noticiarios que, más que comunicar o informar, refuerzan las filias y fobias de sus seguidores.
Y, sin embargo, insisto en que la crisis más dolorosa no es la de los medios de comunicación sino la de los periodistas. Quienes ejercemos este oficio y esta profesión aún estamos dilucidando cuál es o cuál debe ser nuestro papel en la sociedad que está fuertemente influenciada por el descrédito de cualquier autoridad y en la soberbia de sus propias búsquedas y seguridades.
Ha sido muy sencillo culpar a los saltos tecnológicos de esta distancia entre el periodista y su comunidad (audiencia). Los informadores se empeñan mucho en actualizarse en las tecnologías y herramientas de comunicación modernas; pero, por muy modernos que sean los soportes de información, la credibilidad del periodista no se compra con software.
La crisis que debe preocupar a la sociedad no está en los medios, sino en los periodistas y en particular la identidad de los profesionales del oficio periodístico. ¿Quiénes somos y para qué realizamos este servicio? ¿Qué deseamos ser para la sociedad, qué queremos que suceda en nuestras comunidades? ¿Cuál debe ser nuestra actitud ante el poder (y no sólo ante sus administradores)? El veterano periodista colombiano, Javier Darío Restrepo, lleva años insistiendo en que el periodismo debe volverse “indispensable” a los ojos de la sociedad y no sólo el ruido de fondo cotidiano que generan millones de personas con un dispositivo o herramienta de comunicación.
Pero ¿cómo ser ‘indispensables’ en una sociedad donde los usuarios tienen acceso casi ilimitado a todas las fuentes de información (reales y falsas), en una economía que premia la docilidad de la prensa ante el poder (incluso ante la fantasía de su propio poder) y en una cultura que prefiere radicalizarse en sus certezas (aunque sean erróneas) en lugar de arriesgarse a conocer algo nuevo y a confiar en alguien más?
Esa es la verdadera crisis periodística para la cual no hay respuestas fáciles ni atajos. Hace falta reencontrarnos con nuestra identidad en los márgenes de los siempre desafiantes cambios sociales y culturales. Hoy, ante tantos conflictos en la prensa y en sus profesionales, quizá sea oportuno recordar que el trabajo del periodista no es indispensable porque diga la verdad absoluta sino porque siempre mantiene la sana duda y busca permanentemente el sentido a la realidad; la naturaleza del periodismo no está en su poder sino en su servicio; y su supervivencia no yace en su economía sino en su credibilidad.
@monroyfelipe
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Felipe Monroy
Erotismo virtual y las cavernas del desierto
La compra, venta y suscripción de material pornográfico o semi-pornográfico en diversas plataformas digitales es un fenómeno que se ha instalado en la sociedad contemporánea de una forma peculiarmente natural, normalizada incluso. Sin embargo, hay mucho qué reflexionar sobre los efectos que este fenómeno provoca sobre la autopercepción personal, las valoraciones sociales en torno a la dignidad de las personas y las cualidades del auténtico bienestar integral.
Hay voces que, en favor del negocio a través del cual se prostituye la imagen, el nombre o la vida íntima de las personas, afirman que el intercambio de estas ‘mercancías’ no corrompe el cuerpo de quien se vende o no pone en peligro su integridad física; por el contrario, otros consideran que el comercio indiscriminado del cuerpo, la imagen y la identidad (especialmente de mujeres) repercute negativamente en varios aspectos de la vida al supeditar la libertad, identidad y dignidad humana a los mecanismos más deshumanizantes del mercado.
Parece que sólo desde una lógica racionalista del mercado y desde la perspectiva de que es inevitable la autoexplotación de la dignidad personal es posible justificar los bienes que este modelo de negocio. Por el contrario, las iglesias y religiones, al operar bajo lógicas diferentes, suelen ser muy críticas a aquellas actividades comerciales. Por eso ha sorprendido la entrevista publicada en People de la joven ‘Sophie Rain’, de 20 años, quien asegura haber ganado 43 millones de dólares por vender su contenido en la plataforma OnlyFans al tiempo de “conciliar sus valores cristianos”.
Para la joven, el publicar contenido sexual o erótico explícito para adultos no afecta su fe porque es asidua a los servicios religiosos de su congregación. En la entrevista señala que “el Señor es muy indulgente y me puso aquí. Él me puso en la Tierra por una razón y yo sólo estoy viviendo cada día”. En la entrevista, se da a entender que su adhesión e identidad cristiana también está ligada a la caridad de la comunidad religiosa recibida por su familia y por ella, cuando era niña. Y esta declaración recuerda a un par de anécdotas del siglo IV de ciertos monjes cristianos que se retiraron a las cavernas del desierto a vivir de forma ascética y cuya forma de vida era ejemplo para los pueblos aledaños.
La primera historia es sobre Paesia, una joven que perdió a sus padres y quedó huérfana; inicialmente hizo de su casa un hospicio para recibir a los monjes y sacerdotes de Escete (Egipto). Cuando gastó todos sus bienes, la joven comenzó a pasar penurias, “entonces algunos hombres perversos la buscaron y la alejaron del buen propósito, ella comenzó a obrar mal hasta prostituirse”. Los monjes buscaron al famoso abba Juan Colobos (340-410 d.C.) y le contaron lo que sucedía con aquella hermana que había sido tan buena y generosa con los frailes mientras tuvo recursos: “Mostrémosle ahora nosotros caridad a ella, ayudándola”.
El monje fue a verla. Con el dinero por vender su cuerpo y juventud, Paesia ahora vivía en un pequeño palacete con muchos criados y recibió a Juan Colobos con cierto orgullo y vanagloria. El monje, al verla lloró y ella le preguntó por qué. “Veo a Satanás jugando en tu rostro, ¿no he de llorar?”, dijo el religioso. La joven se conmovió, reconoció el mal que se hacía a ella misma y preguntó al monje si había una ‘penitencia’ para purgar sus errores. Juan Colobos la llevó al desierto, en una cueva “hizo una pequeña almohada en la arena y haciendo la señal de la cruz le indicó: ‘Duerme aquí’… hacia la medianoche, mientras hacía sus oraciones, el monje vio un camino luminoso que bajaba desde el cielo hasta donde ella estaba, y vio a los ángeles de Dios que llevaban su alma”. La historia concluye que una hora de penitencia de la joven había valido más que la penitencia de los muchos monjes que se habían alojado en su hogar: “habían pasado en ella largo tiempo, pero no habían mostrado el ardor de la suya”.
Otra historia cuenta una anécdota del abba Timoteo, presbítero y un monje cenobita también de Escete. El religioso conocía el caso de una mujer que daba en limosna todo el dinero que hacía vendiendo su cuerpo a hombres lujuriosos; preguntó a su maestro el abba Pastor qué opinaba. El anciano monje le dijo: “Ella no permanecerá en ese negocio porque el fruto de la fe se manifiesta en ella”. Pasó el tiempo y la madre de la mujer acudió a ver al padre Timoteo para buscar orientación pues su hija había incrementado tanto sus clientes como las ganancias, aunque seguía dando todo en limosna.
La madre también le dijo al sacerdote que su hija le había dicho que deseaba acudir a ver al fraile para pedirle, con vergüenza por sus pecados, que los monjes pidieran a Dios por ella. Timoteo no sabía qué hacer y pidió nuevamente consejo al anciano abba Pastor. El viejo monje le dijo: “Ve tú, más bien, a encontrarla a ella. No sé por qué has esperado tanto”; y así hizo Timoteo. La historia concluye con el encuentro del presbítero y la mujer comprendiendo sus respectivos errores, ayudándose mutuamente a agradar a Dios.
Existen muchísimas historias ancestrales de los monjes del desierto y aunque pertenecen a una era ya extinta, en ocasiones guardan enseñanzas incluso para nuestra época. Las historias anteriores tienen una similitud más allá del tema: es cierto que –como dice la estrella de la plataforma de contenido sexual explícito– la fe no se pierde incluso en estas condiciones de comerciar con el cuerpo y su dignidad íntima; pero sólo la cercanía personal, desinteresada y humilde de los pastores o religiosos, fraternalmente preocupados por sus semejantes, es el vehículo para que se reconozcan las verdaderas afectaciones a la persona en su integridad (física, moral, espiritual, identitaria) por estar sujetas a este negocio que subarrienda la dignidad y trastorna a sus consumidores.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
Felipe Monroy
Estamos solos en esto
Las identidades ideológicas, religiosas o partidistas siempre serán una fuerza influyente dentro de las estrategias político-operativas para mantener o conseguir el poder; su efectividad depende usualmente de dos factores: de la dureza en las fronteras en la identidad del grupo y en el tamaño simbólico de sus enemigos reales o imaginados. Y si hay algo que agrava la vida democrática de una nación es la exacerbación de ambos factores.
Por un lado, los conflictos internos en las cúpulas del poder político en México tienen su origen en el propio interés por incrementar o mantener el control. El deseo de orden y estabilidad dentro de las filas del poder produce el estrechamiento de las fronteras de los que se consideran a sí mismos como “puros” frente a los que considera “viciados” o “corrompidos”.
Hemos visto en las últimas semanas cómo se multiplican y recrudecen las pugnas dentro de los grupos en el poder político en México: a través de acusaciones y recriminaciones mutuas se busca deslegitimar a los hermanos por la heredad del trono. El poder acumulado es una tentación natural y ya sin el riesgo de salir a buscarlo, el principal objetivo de los nuevos liderazgos será erigirse como esa identidad que merece el ejercicio de dicho poder o, por lo menos, la potestad para repartirlo a quienes se alineen mejor a la identidad del liderazgo establecido.
Como se ve, quien pertenece a un grupo de poder aún puede crear otras fronteras más íntimas de los privilegiados mientras radicaliza la dureza en la identidad del grupo interno e incrementa el tamaño de sus enemigos con las periferias del poder de los que hasta hace poco fueron correligionarios. Incluso en los estrechos círculos de poder, un grupo que se identifica a sí mismo como ‘más fiel’ o ‘más consciente’ se autoconvence y predica a sus prosélitos: “Estamos solos en esto”.
Por otra parte, los proscritos del poder (eso que algunos insisten erróneamente en llamar “la oposición”) tienen la opción de buscarlo y hacerse de él básicamente de la manera correcta que es acompañando una lucha política por los auténticos clamores sociales; sin embargo, casi siempre prefieren el camino sencillo al usurpar discursivamente las cualidades morales de algún conflicto irracional para auto erigirse como el único remedio. También ellos, al igual que sus adversarios, dicen “estamos solos en esto” antes de emprender auténticas y desaforadas cruzadas identitarias.
Respecto a esto, las capacidades mercadológicas de la nueva política ‘emocional’ han revelado cuán exitosas son las campañas mediáticas y electorales que ya no buscan el diálogo atemperado o debates racionales y argumentados, sino que vencen a través del puro enardecimiento de las masas a través de eslóganes agresivos y panegíricos llenos de autoelogios.
La búsqueda de poder para estas ‘oposiciones’, por tanto, se torna en una carrera por hallar y atizar voces minoritarias para convocarlas a batallas absolutas contra estructuras de poder existentes o contra los cambios sociales. Es en este tipo de motivaciones donde reside un fermento de polarización emocional de uso político: exacerbando las divisiones sociales (señalando y acentuando las diferencias), propugnando por hiperregulaciones (ejerciendo presión legislativa o punitiva contra aquellos que no piensan y obran como ellos desean) y minando los valores democráticos más básicos como la equidad, la pluralidad, la diversidad, la argumentación dialógica y la inclusión de las voces en el concierto de negociación política.
Es imperativo que toda la estructura social entre en dinámicas propositivas de resolución de conflictos, sin obviarlos o eludirlos. Las injusticias están allí: los crímenes y las carencias, los privilegios de unos y las precariedades de otros, los abusos y las víctimas. Faltan los espacios de pluralidad dialogante donde ningún liderazgo azuce a sus huestes con la idea de que “están solos” en el “verdadero” “rescate” de una patria o un pueblo.
Porque la exacerbación de estas identidades pseudo-heróicas reconfigura los conflictos políticos en batallas morales; donde todas las estrategias para superar las conflictividades se encuentran atravesadas por mecanismos socio-psicológicos como el temor, la escisión, la obediencia y la sumisión irrestrictas; y donde los discursos se plagan de agresividad, superioridad y desprecio.
La administración del poder no es una tarea sencilla, siempre se debe mantener un sano temor de que los cuadros internos no se perviertan en actos de corrupción por operar en la cúspide del privilegio o que la creación de ‘niveles’ o círculos concéntricos en torno al centroide del poder no sólo sirva para la gestión funcional y operativa del mismo sino como la jerarquización de clanes o camarillas de ‘puros’ y ‘defensores’ de inasibles ideales.
Pero además, la búsqueda de poder también debe mantener un sano temor de que sus tácticas no alimenten viejos o nuevos fanatismos, fuerzas integristas que dibujan sus propios monstruos enemigos para hacerse pasar por políticos heroicos. Nada es más peligroso que eso.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
Columna Invitada
Apartidismo
De un artículo anterior, surgieron algunas preguntas de mis lectores. “¿Por qué la obstinación en el apartidismo?” “¿Por qué la insistencia en la necesidad de una oposición apartidista?” A lo cual le di una respuesta relativamente breve, diciendo que la razón de ser de los partidos, es obtener el poder para un grupo y lograr que gobierne. Pero al mismo tiempo es su mayor tentación: la corrupción.
Obviamente, tuve algunas observaciones que vale la pena aclarar. Partiríamos de una cita famosa de un político inglés, del siglo XIX, Lord Acton, quien decía, y cito: “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Claramente, no es el único que ha opinado así. Se encuentran algunas citas parecidas en Maquiavelo y en Rousseau, uno de los ideólogos de la Revolución Francesa. Así como en Mijaíl Bakunin, uno de los fundadores de la corriente moderna del anarquismo.
Lo que se puede criticar aquí es lo absoluto del dicho. Es decir, que no hay ninguna otra opción: que quien tiene poder absoluto, siempre se volverá absolutamente corrupto. Lo que no necesariamente ocurre. Pero también es cierto que es una gran tentación. Claramente, cuando alguien tiene el poder absoluto, es decir, un poder sin contrapesos, un poder sin frenos, verdaderamente requiere ser un verdadero santo para no abusar de ese poder.
El modelo actual de nuestra democracia, no solamente en nuestro país, sino en el mundo entero, es muchas veces tener un poder concentrado en partidos políticos. Desde quien tiene un partido único, hasta quien permite cantidades inmanejables de partidos políticos. Finalmente, se busca concentrar poder, sea a través de las votaciones, o a través de alianzas.
Habría que desarrollar un modelo donde el papel de los partidos fuera diferente. Donde no tuvieran que estar conectados necesariamente con el ejercicio del poder, sino solamente el de concentrar, concertar y combinar las elecciones para poder elegir a quienes deben de gobernar según la ciudadanía. Y una vez hecho esto, dejar de tener un papel en el gobierno en cualquiera de los tres poderes. Claramente, podemos pensar que esto es una utopía. Y también es cierto que es difícil lograr una reforma integral de los partidos políticos. Hay que discutir si el papel de los partidos debe ser temporal, actuando solamente mientras duren las elecciones.
Tenemos que lograr tener “un piso verdaderamente parejo” para todos los participantes. Lo cual, hoy en día, cuesta mucho trabajo lograr. Los partidos existentes han estado recibiendo cantidades importantes de recursos que les han permitido desarrollar capacidades que les permiten estar en ventaja ante sus contrincantes.
Para tener “un piso parejo”, habría que eliminar la posición competitiva, construida por años y décadas de estar recibiendo recursos, que les han permitido crear ventajas que son difíciles de remontar por quienes crean un nuevo partido. En esta utopía, podría pensarse en una moratoria de, por lo menos, unos cinco o diez años, durante la cual los funcionarios de administraciones anteriores a todos los niveles tendrían prohibido participar en los partidos políticos y en las elecciones. Para que no puedan aprovechar un prestigio que fue generado a través de fondos financiados por la ciudadanía y por sus impuestos.
También, obligar a los partidos a cambiar de nombre, colores e imagen, porque eso ha sido resultado de una inversión que hizo la ciudadanía para permitirles operar. Y podría haber otros cambios parecidos. Pero reconozco que esto, verdaderamente, es difícil. Pero el concepto es adecuado. Deberíamos tener una idea clara de cómo se podría crear ese “piso parejo” para los partidos reformados. Se necesitaría también una auditoría ciudadana, independiente de los partidos, que se asegurara de que estas reglas se cumplan.
Y, desde luego, leyes que pudieran hacerse cumplir por jueces adecuadamente preparados para ello. No es fácil, hay que reconocerlo. Hay que tratar de ver hasta dónde se puede llegar, porque esto tiene grandes dificultades. Por un lado: ¿dónde hay ciudadanos que no hayan participado en los niveles importantes de decisión de los partidos existentes, que se formen y tengan la disponibilidad para poder encauzar la democracia con nuevas instituciones? Por otro lado, que tengan conocimiento de la política y de la democracia para poder mejorarla.
Habría que pensar en una transición. Es claro que no podemos aspirar a un remedio rápido, ni completo. Sería una labor de ir construyendo poco a poco lo necesario. Apostar también a la educación de la ciudadanía, para que pueda exigir, a quienes estén desarrollando esas nuevas posibilidades y a quienes los auditen, que reformen esta parte de la democracia. Finalmente, habría que confiar en que esto será posible, gracias al sentido común del votante. Creer lo que en algún momento dijo Abraham Lincoln: que “no se puede engañar a todos durante todo el tiempo”. Ese sentido común, nutrido por un conocimiento profundo de lo que significa ser ciudadano. Eso es lo que puede modificar nuestra situación.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Columna Invitada
Seguro navideño: el mejor presente
Sé que este no es un tema fácil. Como ingeniero civil, académico y especialista en resiliencia, entiendo perfectamente lo que significa luchar para que los recursos siempre alcancen. He visto cómo negocios enteros, hogares y familias quedan vulnerables porque nadie se anticipó financieramente un accidente, una enfermedad o, peor aún, una ausencia inesperada.
Hoy quiero ser directo contigo. Estamos en fechas decembrinas donde la mayoría prefiere gastar en cosas pasajeras. Pero, ¿y si hoy decides invertir en algo que realmente proteja financieramente tu vida y la de los tuyos? Porque cuando todo falla, el seguro es la única herramienta que avanza y te permite reconstruir.
Datos duros: El riesgo de no estar asegurado
En México:
• Solo el 2.7% del PIB proviene del sector asegurador, muy por debajo del 8.9% promedio mundial. Esto refleja una falta de cultura de prevención y resiliencia financiera.
• El 56% de los trabajadores están en la informalidad, sin acceso a seguros básicos como gastos médicos o vida.
• Los accidentes en el hogar representan el 20% de las consultas en hospitales públicos (INEGI, 2022). Caídas, quemaduras y cortaduras son las más comunes.
Y en el sector profesional y empresarial:
• El 40% de las pequeñas empresas no sobrevive al primer año después de un evento catastrófico porque no tienen seguros (AMIS, 2021).
• Los gastos médicos mayores son una de las principales causas de endeudamiento familiar. Tan solo una hospitalización puede superar los 50 mil pesos por enfermedad leve y más de 500 mil pesos en casos graves.
• En México, solo 2 de cada 10 profesionistas independientes (como arquitectos, ingenieros, médicos o abogados) cuentan con un seguro de vida o de responsabilidad civil profesional.
El sector profesional: Entre la vulnerabilidad y el riesgo
Como profesionista, tu capital más valioso eres tú mismo: tu capacidad de generar ingresos y tu conocimiento. Pero, ¿qué pasa si un accidente te deja inhabilitado por meses o, peor aún, si una ausencia inesperada deja a tu familia sin sustento?
• Accidentes laborales y personales pueden ocurrir en cualquier momento. Un resbalón en casa, un choque o una caída simple pueden dejarte fuera de circulación.
• El 70% de los mexicanos no cuenta con seguro de gastos médicos (AMIS, 2023). Esto significa que una emergencia de salud golpea directamente tus finanzas, obligándote a usar ahorros o endeudarte.
Los profesionistas no estamos exentos. A menudo, postergamos estas decisiones, convencidos de que “a mí no me va a pasar”. Pero la realidad es otra.
No todo se arregla con “salir adelante”
En mi experiencia, he visto cómo las consecuencias económicas de un imprevisto son las que más duelen:
Familias que venden su casa para cubrir gastos funerarios o médicos.
Hijos que abandonan la escuela porque falta el ingreso del proveedor principal.
Negocios que cierran porque no hay recursos para reiniciar operaciones.
Todo esto es evitable. Un seguro no es para ti, es para los que dependen de ti. Es tu manera de asegurarles que tendrán un futuro estable, pase lo que pase.
¿Cuánto cuesta protegerte? Menos de lo que crees
Existe la idea equivocada de que los seguros son caros. La realidad es que hoy en día hay opciones para todos los presupuestos:
Un seguro básico de vida puede costar menos de $15 pesos diarios.
Un seguro de gastos médicos menores comienza en $800 pesos anuales e incluye consultas, accidentes y hasta hospitalización básica.
Seguros de responsabilidad civil profesional protegen tu patrimonio si algún error en tu trabajo causa daños a terceros.
Si puedes gastar en cafés, suscripciones digitales o salidas, entonces estás en condiciones de pensar en proteger tu vida, tu familia y tu profesión.
La resiliencia no es suerte, es planeación
La muerte, un accidente o una enfermedad no avisan. La diferencia entre quienes se levantan y quienes no radica en la preparación financiera.
Invertir en un seguro no es un lujo, es un acto de responsabilidad. Es una forma de decirles a los que amas: “No importa lo que pase, ustedes estarán bien”.
Hay planes, programas, oportunidades, no todo es cerrado. Todo se puede. Hagámoslo juntos.
¿Y si mañana no estás?
Hazte esta pregunta con toda seriedad:
¿Tu familia tendrá cómo salir adelante?
¿Tu negocio podrá sobrevivir?
¿Quedarán protegidos o vulnerables?
La vida es incierta, pero tu amor y responsabilidad no deberían serlo.
No lo dejes para mañana
Hoy tienes la oportunidad de proteger lo que más importa: tu futuro, tu familia y tu patrimonio. Actúa antes de que sea demasiado tarde.
Llama, cotiza y decide. Porque cuando llegue ese día —y llegará—, tu legado será la tranquilidad que les dejaste.
Porque resiliencia no es resistir el golpe, es estar preparado para levantarse sin perderlo todo.
El seguro es el mejor presente que puedes dar.
Mtro. Guillermo Moreno Ríos
Ingeniero civil, académico, editor y especialista en Gestión Integral de Riesgos y Seguros. Creador de Memovember, Cubo de la Resiliencia y Promotor del Bambú.
incide.guillermo@gmail.com
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
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