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Análisis y Opinión

De la gasolina al auto eléctrico

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Los cambios radicales son lentos pero definitivos.

Del libro impreso en papel, al libro electrónico, la evolución es continua. Es asunto de hábitos.

Sin embargo las energías limpias, -comparadas con los hidrocarburos-, representan la oportunidad de frenar los adversos y peligrosos efectos del cambio climático sobre nuestro planeta, pero también sobre nuestra salud.

Quizá las dos razones que más pesan en la decisión de adquirir un auto eléctrico en lugar de uno con motor de combustión interna, -o sea de gasolina-, es el precio del vehículo por una parte y la disponibilidad de carga eléctrica en recorridos largos. Por ello, en la mayoría de los países líderes el impulso a las energías limpias en el ámbito automotriz, se ha enfocado como política de estado, lo cual lleva como objetivo facilitar al ciudadano la decisión de compra, y por otra parte, garantizar el suministro de energía eléctrica a estos automotores.

En el ámbito corporativo las circunstancias no son diferentes. Por tanto, es el Estado quien ha asumido en todo el mundo el compromiso de estimular la utilización de “energías limpias”, ofreciendo estímulos fiscales a las empresas ensambladoras de autos para que ofrezcan los autos con precios accesibles al comprador y además, crear una red de puestos de carga de energía eléctrica.

Sin embargo, en México el actual gobierno ha manifestado políticas contradictorias respecto a las energías limpias y al cambio climático.

Mientras el mercado automotriz mundial evoluciona hacia el auto eléctrico, el gobierno de la 4T se esfuerza por desarrollar la producción de hidrocarburos, como lo es la construcción de la planta de Dos Bocas, en Tabasco y la compra de la refinería Deer Park, en Texas, además de solapar la ineficiencia y poca productividad de PEMEX, que hoy tiene una operación deficitaria.

En contraste, frente a las continuas reconvenciones de la comunidad internacional respecto a la actitud negligente de nuestro gobierno frente a los compromisos firmados por los gobiernos anteriores, -para cumplir con las políticas ambientalistas de la agenda verde-, este gobierno da respuestas ambiguas y poco comprometidas.

Aunque la Secretaría de Energía, SENER, estima que para el año 2036 en México habrá 4.9 millones de autos eléctricos circulando, lo cual representará el 14% del total del parque vehicular, vemos que en la realidad cotidiana la AMDA, que es la Asociación Mexicana de Distribuidores de Autos, ha dado a conocer que en el año 2022, -del total de un millón noventa mil autos nuevos vendidos-, sólo se comercializaron 5,631 unidades totalmente eléctricas, lo cual representa el 0.5% del total.

La realidad es que no se perciben políticas gubernamentales que estimulen la producción de autos eléctricos y menos aún, la demanda de este tipo de unidades.

Los autos y camiones híbridos representan una oportunidad de transición entre el modelo tecnológico de motores de combustión interna y los motores eléctricos, en un contexto donde el suministro de energía eléctrica para el sector automotriz es totalmente ineficiente.

Por tanto, es el sector empresarial quien debe asumir iniciativas de desarrollo de automotores eléctricos. Por lo ponto, la empresa lechera Grupo Lala y la cervecera Grupo Modelo, han empezado a renovar su parque vehicular con camiones eléctricos.

Grupo Modelo inició este proyecto en diciembre del 2021 y para el 2025 espera tener en circulación 400 vehículos eléctricos.

Del mismo modo la iniciativa privada, -con responsabilidad social-, debe tomar iniciativas para impulsar la compra de automotores eléctricos.

Conforme avance el consumo de unidades movidas por electricidad, entonces veremos que los precios unitarios al último consumidor disminuirán, por efecto de la oferta y demanda.

A la vez, la instauración de centros de recarga eléctrica en las plazas comerciales y además la promoción de unidades de negocio dedicadas al suministro de energía eléctrica para consumo automotriz, así como lugares de recarga en carreteras, seguramente impulsarán la compra de este tipo de autos.

La transición del sistema de combustión interna automotriz, al transporte a través de unidades movidas por electricidad, en los países del G20, -al cual pertenece México-, es una prioridad. Hay prisa por dejar de utilizar hidrocarburos en unidades de transportación, pues la tendencia destructiva que lleva el cambio climático genera grandes preocupaciones en las más importantes economías del mundo.

Ante la visión simplista y caprichosa de este gobierno, la iniciativa privada debe tomar iniciativas y asumir el liderazgo de este cambio de modelo de transporte, -con visión comercial, económica y tecnológica-, pero también con responsabilidad social.

Sólo así se logrará proteger la ecología y el medio ambiente de este país, pues este será nuestro legado para las nuevas generaciones.

¿A usted qué le parece?

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx



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Análisis y Opinión

Con el pueblo, siempre

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Ha comenzado el viaje escalonado de los obispos de México al Vaticano para visitar al papa Francisco. En estos diez años de pontificado y, desde la última visita ad limina del 2014, ha pasado mucha agua bajo el puente en la relación del episcopado mexicano con el sucesor de Pedro, y aunque sin duda quedará para la historia la interpelación de Bergoglio a los obispos en la Catedral de México donde les pidió enfrentar sus diferencias con madurez y carácter, hay algo que el pontífice no deja de reiterar cada vez que se encuentra frente a los jerarcas católicos mexicanos: conminarlos de una y mil formas para verdaderamente estar e interceder por el pueblo.

En 2014, por ejemplo, en la primera visita ad limina que hicieron los mexicanos al Papa argentino, éste les entregó un discurso bien redactado donde les decía: “La fidelidad a Jesucristo no puede vivirse sino como solidaridad comprometida y cercana con el pueblo en sus necesidades, ofreciendo desde dentro los valores del Evangelio”. Pero de viva voz les reiteró: “Ustedes con su pueblo, siempre […] La única recomendación que yo les diría es ésta, de corazón… Trascender, en la oración al Señor ese negociar con Dios del obispo por su pueblo. No lo dejen. […] Y cercanía con su pueblo”.

En febrero del 2016, durante su viaje apostólico a México, el Papa se reunió con el episcopado en la Catedral capitalina y ofreció un profuso y profundo mensaje a los pastores con una decena de peticiones muy concretas aunque quizá la principal interpelación fue: “No pierdan tiempo y energías en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubs de intereses o de consorterías […] ¿Acaso se ha diluido, se ha olvidado, la necesidad de regazo que anhela el corazón del pueblo que se les ha confiado a ustedes? […] Sean capaces de contribuir a la unidad de su pueblo”.

Aquel texto y aquella improvisación de Francisco en México ha sido una de las intervenciones más exhortativas dirigidas a un cuerpo episcopal: “Sean obispos de mirada limpia […] no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa […] No se dejen arrastrar por las murmuraciones y las maledicencias […] No se dejen llevar por la vana búsqueda de cambiar de pueblo […] No se cansen de recordarle a su pueblo cuánto son potentes las raíces antiguas […] Les ruego no caer en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas […] los invito a cansarse, a cansarse sin miedo en la tarea de evangelizar”.

Ahora, siete años más tarde, en la segunda visita ad limina del episcopado mexicano a Francisco, el tema sigue siendo el mismo: Cercanía con el pueblo. Es una recurrencia del pontífice frente a la jerarquía mexicana y que seguro tiene un trasfondo simbólico porque con ningún otro episcopado él ha insistido tanto en este punto.

Por ejemplo, las únicas dos recomendaciones que dio Francisco en 2015 a los obispos norteamericanos versaron en torno a la formación de sus sacerdotes “para que no caigan en la tentación de convertirse en notarios y burócratas” y la acogida a los inmigrantes. Y punto, no dijo más: “No es mi intención trazar un programa o delinear una estrategia. No he venido para juzgarles o para impartir lecciones”.

Otro enorme episcopado es el brasileño y con ellos tampoco ha sido tan conminativo. Tanto en 2013 en Río de Janeiro como en el reciente mensaje de abril pasado, Francisco les ha pedido compromiso con la formación religiosa y la reconciliación del país: “Los obispos no pueden delegar este cometido”, fue lo más imperativo de su mensaje. En la visita ad limina de los obispos españoles en 2014, Francisco sólo les hizo una gentil sugerencia: “Os invito, pues, a manifestar aprecio y a mostraros cercanos a cuantos ponen sus talentos y sus manos al servicio del programa del Buen Samaritano, el programa de Jesús”.

Entonces ¿por qué esta obsesión temática del Papa con los obispos mexicanos? La respuesta fácil –facilona en realidad– es que Bergoglio recibe informaciones o percibe que los obispos mexicanos no están suficientemente próximos a sus comunidades, que se encuentran bajo pertrecho de los funcionarios de sus curias episcopales, que no salen de las celebraciones litúrgicas cómodas y de una retórica nostálgica en sus homilías, que prefieren velar por las tres C (capilla, colegio y club) en lugar de las tres T (tierra, techo y trabajo), que se enfrascan en ideas y prolijos proyectos de papel pero que no alcanzan a aplicarse a ras de suelo o que se involucran más en la pragmática política de las élites que en los dramas atemporales de su pueblo.

La otra perspectiva es, además de más compleja, creo más interesante y oportuna: Quizá Francisco ve en el pueblo mexicano una fortaleza e identidad que ha sabido sobrevivir en el tiempo a pesar de las muchas tragedias e intervenciones en su historia, una voz ancestral (semilla del Verbo) que se niega a morir, un periplo nacional marcado por una fe maternal y una multifacética adaptabilidad cultural (mestizaje simbólico que va del sincretismo a la inculturación) que pueden enseñar mucho frente a un siglo que se asoma pleno de integrismo, polarización, fanatismo y agresividad.

Por ello, los obispos mexicanos tienen una gran oportunidad de ser observadores al recorrer íntimamente sus pueblos escuchando sus testimonios, oportunidad de reflexionar sobre la piel de la realidad y no en el mundo de las ideas, oportunidad para poner manos a la obra en acciones pequeñas –diminutas incluso– pero indispensables para la dignidad y el rescate de la Creación y las creaturas.

Entre el clero hay un dicho: “Ante la duda: genuflexión”; indicaba que, cuando no se sabe qué hacer en la liturgia, lo mejor es hincarse. Algo así quizá deba resonar en el corazón de los obispos cuando se enfrenten a alguna indecisión o inquietud: “Ustedes con su pueblo, siempre”, grabado a fuego en el alma.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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Análisis y Opinión

Sucesión 2024: Estridencia sin proyecto

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Bien lo dijo José Mujica: los pecados políticos de la izquierda y de la derecha no son ni su progresismo ni su conservadurismo, sino su infantilismo y su actitud reaccionaria frente a los cambiantes desafíos sociales. Por si fuera poco, las condiciones de polarización –ese fenómeno que todo mundo parece comprender pero pocos intentan escudriñar– alimentan la lucha política sólo de mayor radicalidad e insensatez y vacían el diálogo político. Hoy, ni duda cabe, las cúpulas políticas y partidistas prefieren simplificar al ciudadano su responsabilidad cívico-electoral negándole la oportunidad de pensar, discernir y valorar propuestas políticas privándolo de ellas.

Resulta además ofensivo para la ciudadanía escuchar que los diferentes grupos políticos antagónicos realizan supuestas ‘estrategias’ o ‘narrativas’ de intencionalidad electoral (es decir, para convencer a potenciales electores o colaboradores políticos) cuando lo único que se evidencia es el cálculo egoísta de su propia supervivencia.

Entre sus discursos hay una permanente justificación de sí mismos (‘somos lo máximo porque somos diferentes’) pero no existe una real definición de qué es lo que son verdaderamente. Así, por ejemplo, aunque todas las ‘corcholatas’ del oficialismo afirman que desean dar continuidad a la Cuarta Transformación en el fondo aún no se sabe con claridad qué significa aquello: ¿Será la estructuración administrativa o el estilo de gobierno? ¿O el posicionamiento ético-político o la valoración moral respecto a lo correcto e incorrecto de la sociedad? Es decir, ¿el auténtico sucesor político de López Obrador lo es por el estilo o por el programa? Y, si fuera por el programa, ¿cuál sería ese?

Sucede igual –o quizá mucho peor– en los que se identifican como oposición. Para muchos sin duda ha sido un avance importante el pacto cupular de los más diversos personajes, líderes y partidos opositores al régimen para anunciar un conglomerado político (revestido por el color del INE y de las marchas ciudadanas) y así revelar su intención de juntar votos para contrarrestar al partido oficialista y a sus aliados. En sus discursos manifiestan que desean terminar y revertir todo lo realizado por la actual administración; pero en el fondo aún no se sabe con claridad qué significa aquello y peor, con qué desean reemplazarlo. De hecho, no importa cuántas veces repitan la palabra ‘unidad’ si no definen las cualidades de la misma. Es decir, ¿el auténtico antagonismo al lopezobradorismo lo es por el estilo o por el programa? Y, si fuera por el programa, ¿cuál sería ese?

Hasta el momento, por desgracia para la madurez democrática a la que aspira el país, todos los sectores políticos caen en los pecados mencionados por Mujica: en infantilismo, es decir, que todos sus deseos, objetivos y voluntades políticas parecen reducidas a caprichos y arbitrariedades; o en actitud reaccionaria, es decir, que los actores políticos no sólo carecen de propuestas hacia adelante sino que, retrógrados y rancios, buscan echar atrás todo sin miramientos.

Por supuesto, habrá quienes justifiquen la hiper simplificación de la próxima sucesión presidencial y claramente hay una extendida sociedad convencida –o subordinada por los algoritmos que condicionan su consumo mediático– de que las definiciones políticas en México son simplonas; sólo una pequeña fracción ciudadana superará la estridencia maniquea y comprenderá que la realidad social no está simplificada en blanco y negro; y ellos serán quienes habrán de exigir más claridad de las propuestas políticas, especialmente en las controversias actuales o históricas de la vida social en el país.

Es lamentable –pero comprensible por la cultura radicalizada en que vivimos– que las cúpulas y la clase política prefieran reducir las complejidades sociales en decisiones monocromáticas, y a la sociedad en partidarios y adversarios (o aliados y enemigos) sin ofrecer ni bases de pensamiento ni propuestas realmente amplias; y es triste cuando los periodistas y analistas se sumen a ese reduccionismo y al sectarismo extremo. Ojalá que, en estas condiciones, el pueblo mexicano y la ciudadanía puedan levantarse de entre la estridencia y exijan más diálogo sobre los proyectos, sobre las visiones del país, sobre los proyectos de nación.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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