

Opinión
Divide y vencerás, ¿será?
Como ya se veía venir, a Mi Viejito Lindo se le salió de control el problema del feminicidio, todo gracias a su habilidad de querer tapar con la rifa del no avión, y por eso ya todos se olvidaron de ésta y hasta del charolazo de más de mil quinientos millones que les pasó a los empresarios.
Por más que intentó, ya nadie habla de esto, el avión pasó a segundo plano, y en realidad qué bueno, porque una simple rifa de 20 premios de 20 millones cada uno, no tiene por qué ser el tema central de la agenda del país.
A Mi Viejito Lindo le encanta poner en tribuna banalidades, qué tal cuando le pidió disculpas a España por las atrocidades de la conquista, generó mucho de qué conversar con los amigos, o ahora que ya está tramitando la cancelación de la excomunión del cura Hidalgo, mientras el país se le está desmoronando en las manos.
Y a pesar de que sigue insistiendo en que hay medicinas, las protestas de lo papás de los niños con cáncer van en aumento, y sale nuestra flamante secretaria de Gobernación al más puro estilo gubernamental a defender a su patrón, diciendo que si alguien no tiene medicinas le den el nombre del paciente, hospital, cuál medicina necesita, qué doctor lo atiende, en qué cama está, si le cambiaron las sábanas, de qué color tienen los ojos los papás del niño y ella se encarga de mandarle el medicamento necesario, eso sí por triplicado por favor y se recibe en ventanillas solamente en días hábiles y en horario restringido.
Si le sumamos a estas protestas las marchas de los pacientes de VIH, la de un día sin batas por los estudiantes de medicina asesinados en Puebla por un sombrero, los reclamos de los padres de los jóvenes golpeados del Bar 27 y esto sólo de esa última semana, más las muertes heredadas donde destacan los 43 de Ayotzinapa que prometió resolver y no ha podido, podemos concluir que el pueblo está “feliz, feliz, feliz” y todas estas manifestaciones publicas son en agradecimiento a la excelente labor que ha realizado al frente del país.
Y vamos de mentira en mentira, esta semana sale perfectamente peinada y maquillada, con unas cejas perfectamente delineadas y ya sin clips en el dobladillo, mi queridísima científica de cabecera, Claudia Sheinbaum, a presumir que las investigaciones y pesquisas realizadas por ella y sus compinches permitieron detener en Atizapán a los presuntos asesinos de la niña Fátima, mientras que todos los noticieros entrevistan a la tía del presunto culpable, que fue quien habló para decirle a la policía del Estado de México que los tenía en su casa; no cabe duda que contestar el teléfono y anotar una dirección es un arduo trabajo de investigación que sólo una mente brillante podía realizar.
Y para continuar echándole leña al fuego, Mi Viejito Lindo responde a una pregunta expresa sobre la atención a los feminicidios, que trabaja en esto todos los días, que no es como los anteriores que sólo recibían una tarjetita con las cifras y que no tiene ningún cargo de conciencia y para variar, sacó a uno de sus villanos preferidos del cajón y lo culpó.
Y sus huestes, ni tardos ni perezosos salen al quite y empiezan a publicar en redes tal cantidad de burradas que por falta de espacio no las ponemos aquí, pero lean los mensajes en Twitter de Gerardo Fernández Noroña y Martí Batres.
En un gran descubrimiento psico-social nos revela: “… que es lo que sucede, que como hay una molestia, no es que haya malestar social, la gente está contenta, el malestar es de los grupos de poder, los grupos de intereses creados que se resisten a los cambios”, ahora resulta que ya podemos tener molestias sin tener malestar, así como tenemos medicinas sin comprarlas, qué engañados nos tenían los neoliberales, “fuchi caca”.
Por más que nos dice que los problemas de seguridad los atiende a diario a las 6 AM, aunque luego cuando alguien le pregunta de algún operativo nos sale que no está informado, vamos de mal en peor y sigue montado en su macho con lo de “abrazos no balazos” y que el problema se va a solucionar de raíz.
Al inaugurar las nuevas instalaciones de la Guardia Nacional, reitera que por ningún motivo se deben de violar los derechos humanos de los delincuentes, aunque ellos violen los de toda la población día a día.
Nos receta una homilía dominguera digna de cualquier ministro de culto, donde busca la bondad del ser humano e invita a los malosos a ser mejores seres humanos, pidiéndoles que piensen en sus mamacitas y no las hagan sufrir, pero de acabar con la impunidad no dice nada.
La violencia está generalizada en el país, existen alrededor de 100 asesinatos por día, de ellos poco más de 10 son feminicidios, los cuales no son más que la culminación de una vida llena de vejaciones y maltratos, cuánto sufrimiento hay en una mujer antes de ser asesinada por aquel que la violentó y abusó de ella.
Las mujeres convocan el 9 de marzo al Paro Nacional “el 9 ninguna se mueve” y nuestra No Primera Dama, que no aceptó el cargo ya que su papel de mujer liberada no iba con eso, a velocidad de un rayo se unió al movimiento.
Inmediatamente empezó a recibir felicitaciones de los seguidores de su marido, aplaudiendo su excelente decisión, que sólo una mujer tan culta y comprometida como ella tenía la sensibilidad de entender esto.
Pero al parecer muy amablemente Mi Viejito Lindo en menos de 15 minutos logró convencerla de recular y desacreditar el paro, aduciendo que estaba organizado por los f1f1s neoliberales, y aquellos que la felicitaron, volvieron a hacer exactamente lo mismo: felicitarla, sin duda seres pensantes y comprometidos con ellos mismos.
Las mujeres tienen permiso de faltar el 9 a trabajar como lo han comunicado gran número de empresas y algunas dependencias del gobierno se han sumado, nuestras fuerzas armadas también declararon franco ese día para todas.
Bueno, hasta Olga Sánchez Cordero se sumó, no sabemos si acordado previamente con Mi Viejito Lindo o en franca disidencia, y les dio permiso a las mujeres que trabajan en la secretaría a su cargo, eso si, ella no puede dejar de trabajar ya que la importancia de su cargo no se lo permite.
Imagínese qué sería de este país si la mismísima secretaria de Gobernación no trabajara un día, se convertiría en un país corrupto y violento, y eso no lo queremos ¿o sí?
El dolor de las mujeres aunado al hartazgo de la población por la violencia en que se vive día a día ha logrado que la sociedad se una a esta causa de las feministas de “ni una más”.
Esta amalgama que se está creando en un pueblo tan solidario como el nuestro, no lo va a poder fracturar con artimañas de chairos, fifís, conservadores, neoliberales y demás enemigos imaginarios para poner a unos en contra de los otros, aquí creemos que “el divide y vencerás no va a ser posible”.
Los invito a reflexionar este 9 de marzo, qué hemos hecho y qué debemos hacer para que las mujeres vivan sin miedo y sí que sean felices, felices, felices.
Domingo Días.
domingo.dias@yahoo.com.mx
Twitter: @domingodias7
www.domingodias.com
• “Un año más para que esto cambie por completo”, AMLO 1/11/19. Que emoción en tan sólo 246 días México será otro.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
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Felipe Monroy
75 años de una guía ética hoy abandonada

Al final de la Segunda Guerra Mundial, ante las heridas aún abiertas en incontables pueblos y la sombra de incertidumbre sobre cómo se habrían de mediar los conflictos que dejaron pendientes las campañas bélicas, la asamblea general de las Naciones Unidas realizó la histórica sesión plenaria 183 del 10 de diciembre de 1948 en la que se aprobó y se instruyó publicitar globalmente una novedosa Declaración Universal de Derechos del Hombre; un documento que nació con una expectativa mítica sobre la paz necesaria, fundamentada “en el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.
Hoy, a 75 años años de aquella guía ética, no sólo es evidente que el juego geopolítico abandonó rápida y totalmente estos principios –la Guerra Fría, las invasiones imperialistas y los conflictos del mundo multipolar son prueba vergonzosa e irrefutable de esto–; sino que la cultura política contemporánea y hasta el propio organismo internacional parecen desandar el camino iniciado hace tres cuartos de siglo.
La Declaración tiene treinta artículos y un preámbulo con siete consideraciones pertinentes para comprender la necesidad y la urgencia de velar por la dignidad humana y por los derechos fundamentales inalienables de lo que denomina “familia” humana. El documento sintetiza con claridad meridiana que “los actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad” proceden del desconocimiento o menosprecio de los derechos humanos; que sólo con “fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres” se abre camino al progreso social y la mejoría del nivel de vida bajo una más amplia libertad.
Y, sin embargo, la cultura política actual ha relativizado a tal punto el valor de la vida humana y su dignidad que hay proyectos políticos respaldados por las propias Naciones Unidas que limitan la libertad de expresión y de conciencia, que privatizan y comercializan los derechos humanos básicos, que dejan en manos del tecnocapitalismo alienante la naturaleza, la biología y la identidad humana.
Por ejemplo, la Declaración afirma que todo ser humano tiene derecho a la vida, a la seguridad de su persona y al reconocimiento de su personalidad jurídica “en todas partes”, pero actualmente se regatea este derecho argumentando innumerables colisiones de otros intereses de placer y satisfacción socioeconómicos.
El documento también exige que nadie sea sometido ni a esclavitud ni a servidumbre pero, por las crisis económicas, hay políticas públicas que abogan por la limitación de derechos laborales y sindicales; el texto además estipula que nadie debe ser desterrado y se enarbola el derecho a la migración pero las deportaciones y las políticas antiinmigratorias de perfil conservador son populares hasta en grupos que se identifican como humanistas.
En la actualidad, gracias a los titanes de tecnología digital y las políticas intrusivas en nombre de una falsa seguridad nacional se ha normalizado el espionaje y el usufructo de los datos de la vida privada de los individuos; la libertad de pensamiento, conciencia y religión son permanentemente condicionadas a ideologías de ocasión mediante figuras de persecución y control que incluso pretenden constreñir el lenguaje vivo de los pueblos.
Es más, algunos que se autodenominan como ‘libertarios’ desprecian ideológica y prácticamente artículos enteros de esta Declaración Universal como la obligación de los Estados a proveer seguridad social, protección laboral y sindical, asistencia médica básica y especial para madres e infantes, educación gratuita, servicios sociales, etcétera.
Otros, que se autodenominan ‘progresistas’, rechazan principios distintos pero también consagrados en esta Declaración; como el derecho preferente de los padres a escoger el tipo de educación que deben recibir sus hijos o aquel que afirma textualmente que “la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”. Algunas políticas públicas, además, promueven mecanismos de atención excluyente (especialmente en lo referente a la justicia social) fundadas en la división y clasificación diferencial en lugar de procurar condiciones de justicia que garanticen igual protección de la ley sin distinción ni discriminación.
En la actualidad, la reflexión de la pertinencia y utilidad social de los derechos humanos se basa en un pragmático utilitarismo individual en donde cada persona tiene capacidad para que se le reconozcan y garanticen sus derechos ‘igualmente’ a otra; pero, siempre y cuando no lo sean ni los reciban colectivamente. Es decir, que cada quien tiene condiciones para potencialmente ser reconocida en su dignidad humana mientras los otros no lo sean realmente. Es la parábola de la puerta abierta y las diez personas que ‘en principio’ pueden libremente cruzar el umbral pero que aquella se cierra cuando las primeras tres lo hacen. En la actualidad se aplica la idea de que los derechos humanos deben ser en igualdad para todos, pero como diría Orwell: “algunos son más iguales que otros”.
Es claro que la Declaración Universal nació de la necesidad de imaginar utopías o al menos condiciones para que el miedo, el terror y la miseria no fueran utilizados nuevamente como discursos o recursos políticos. Quizá esa misma motivación sigue siendo pertinente 75 años más tarde.
*Director Siete24.mx @monroyfelipe
Felipe Monroy
Desafío de gobierno en la Iglesia Católica

La Iglesia católica es una institución única en su especie; el liderazgo del sumo pontífice y de los obispos en las regiones más apartadas del planeta han representado el ejercicio de la doctrina, el magisterio y la tradición cristiana en cada época desde hace dos milenios; y la actual no es la excepción. Sin embargo, la relativización de prácticamente todos los principios y valores institucionales para guiar el pensamiento y la acción de las comunidades ha golpeado especialmente a la Iglesia católica de este siglo.
Acudimos a la quinta o quizá sexta oleada en este pontificado que los voceros anti Francisco sincronizan sus dardos contra el obispo de Roma; además de los cardenales que calcularon los tiempos mediáticos para cuestionar la validez histórico-dogmática de un nuevo modelo de escucha y diálogo al interior de la Iglesia, una serie de artículos publicados en medios más bien críticos del jesuita latinoamericano (como el texto del filósofo Lamont publicado a finales de octubre pasado bajo el título: “El Papa Francisco como hereje público: la evidencia no deja dudas”) recrudecen los ataques que buscan tener un lugar en la conversación erudita sembrando la idea de que Bergoglio habría cometido herejías a través de algunos discursos, respuestas o documentos.
El otrora cardenal prefecto de Doctrina de la Fe, Gerhard Müller, ha mantenido un intenso activismo contra las decisiones pontificias: criticó la realización del Sínodo de la Sinodalidad reduciéndolo a ‘palabrería’, ha definido a los colaboradores de Bergoglio como ‘propagandistas’ y hasta ha afirmado condescendientemente que a pesar de que Francisco “ha difundido repetidas herejías, él no ha caído en ninguna herejía formal que le impida continuar en el cargo”.
Francisco tuvo paciencia; pero –mientras más avanzan sus limitaciones físicas propias de la vejez y enfermedad; y se encienden los motores de la sucesión pontificia– ha quedado claro que mantener y hasta auspiciar el veneno de quienes le han cuestionado todo desde el inicio, ya no será tolerable. Las medidas que el Vaticano ha tomado recientemente contra sus más aguerridos opositores ejemplifican esta nueva etapa. Francisco ha recordado al mundo católico el peso de la mano pontificia contra dos norteamericanos: la investigación y posterior destitución del obispo texano Strickland; así como la revocación de los privilegios romanos al cardenal Raymond Burke.
Es raro que el pontífice tome con dureza las riendas, pero la historia enseña que –al menos en materia jurisdiccional– en algún momento del pontificado se hace eficaz esa frase de san Bernardo de Claraval: “Convengamos en que, según el derecho eclesiástico, el Papa tiene todo el poder cuando lo exige la necesidad”. Hay que mencionar, que Francisco no es el único y no será el último en tomar esa potestad “cuando la necesidad o una notoria utilidad lo requiere”.
Desde el caótico primer Concilio Vaticano se aprobó la doctrina de la infalibilidad del Papa; de manera burda, la idea de reconocer en el pontífice tal poder supremo parece simple y pragmática, casi política, para garantizar autoridad, mando y obediencia de un episcopado ya sumamente diverso, nativo, plural y seducido por el racionalismo de mediados del siglo XIX. Sin embargo, la doctrina sobre la infalibilidad papal no podía provenir de las inquietudes coyunturales sino de su dimensión mística en la historia de la salvación.
Recojo la reflexión del sacerdote jesuita Rafael Faría, allá en 1945: “Si el Papa enseñara el error, el infierno –esto es, el demonio, espíritu de error y mentira– prevalecería sobre la Iglesia, lo que va contra la promesa de Cristo… Cristo le ofreció a Pedro que su fe no desfallecería, y lo encargó de confirmar en ella a sus hermanos. Pero ¿cómo podrá confirmarlos en la fe, si él mismo los induce al error?… Cristo impuso a todos los hombres, bajo pena de condenación, la obligación de creer; pero repugna que Cristo nos obligue a creer el error. Resulta claramente que Jesucristo hizo infalible al Jefe supremo de su Iglesia”.
Aún antes, en un documento catequético español de 1821 se advertía que el pontífice enfrentaría con regularidad a “ocultos e hipócritas enemigos” que “sin correr el velo misterioso con que se cubren, no pueden negar abiertamente la autoridad del Papa; protestan que no quieren en nada perjudicarla y que sólo intentan distinguir sus verdaderos derechos de las falsas pretensiones”. Esta catequesis (publicada para reconvenir al episcopado español de riesgos de autosuficiencia en la confirmación episcopal) advertía que la unidad de la Iglesia se pone en riesgo cada vez que surgen ministros eruditos que dicen estar “dispuestos a reconocer la autoridad papal con tal de que ‘no se oprima la sana doctrina’”.
Esto último, reflexionan los autores, permite decir que la doctrina efectivamente está oprimida y, por tanto, que se justifica la autorización de rehusar la obediencia al Sumo Pontífice. Para los detractores, los planteamientos del pontífice son sólo “invenciones humanas” y que, por el contrario, sólo ellos son auténticos custodios de la pureza e integridad de la doctrina.
En todo caso, que el Papa recurra a estas medidas también revela que otros recursos se han agotado; que el entusiasmo por escucharlo, seguirlo o respaldarlo no es tan sólido como hace diez años. Que escasea la creatividad tanto teológica como pastoral para neutralizar a los opositores al pontífice. Y ese es otro problema porque, se advierte en varias regiones del mundo –por lo menos en México–, los obispos locales han abandonado la producción de discurso o de gestos que confirmen la unidad: casi no escriben cartas pastorales ni personales ni conjuntas, casi no participan en los medios de comunicación formales, sus procesos son más programáticos que paradigmáticos y hay una obsesión con las estructuras pero un descuido en el lenguaje. Y ahí es donde se pierde o se gana un gobierno.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe