Análisis y Opinión
El Juego del Calamar: La farsa del cristal y el acero
No es simple coincidencia que la popular serie ‘El Juego del Calamar’ (Hwang Dong Hyuk, 2021) y la multipremiada cinta ‘Parásitos’ (Bong Joon Ho, 2019) provengan del mismo ambiente y entorno: una sociedad asfixiada por las dinámicas del capital, la desigualdad, el utilitarismo y el mercado. Son oscuras representaciones de la comedia humana esclavizada por los imperativos del dinero y la crispación.
Es cierto que ambas producciones (junto al poderoso fenómeno K-Pop) han puesto a Corea del Sur en el radar del mainstream cultural; sin embargo, sus historias no sólo reflejan los perfiles de la nación asiática; por el contrario, con sagacidad, desnudan la naturaleza más oscura del neoliberalismo ideológico sobre la persona humana: las consecuencias de una doctrina de satisfacción y autopreservación sustentada en el deseo individual.
Quizá por ello, ‘El Juego del Calamar’ ha sido tan rápidamente adoptada por la gran audiencia. Es fácil empatizar con todo lo que allí ocurre, el espectador se ha identificado tan rápido que la producción de disfraces y parafernalia de la serie se comercializa prácticamente en cada crucero citadino; niños y adolescentes practican en los patios los juegos de la historia; y, casi todas las culturas han recreado con sátira cómo serían los juegos en su propio contexto. Así, una matrioshka gigante asesina aniquila rusos en el juego ‘luz verde, luz roja’ o un mexicano casi sufre un colapso de ansiedad desenvolviendo un mazapán sin romperlo como en el juego de las galletas de azúcar y los británicos han sugerido que uno de estos juegos mortales podría ser su famoso ‘Bulldog’.
Que tanta gente se sienta identificada sólo puede significar que compartimos las angustias del mismo sistema. Un régimen neoliberal de autoexplotación que el filósofo Byung-Chul Han ha criticado ácidamente: “La explotación a la que uno mismo se somete es mucho peor que la externa, ya que se ayuda del sentimiento de libertad… La gente está volviendo su agresión contra sí misma. Esta autoagresividad hace que los explotados no estén tan inclinados a la revolución como a la depresión”.
En la serie, casi todos los personajes podrían encajar en aquella descripción: La libre elección de cada jugador los conduce una y otra vez a intentar remediar sus singulares conflictos sometiéndose a pruebas autodestructivas cuyo improbable y casi inaccesible escenario final es la cúspide de cierto privilegio que les permiten los dueños del dinero. Nadie los ha obligado, por eso no hay contra qué rebelarse; nadie habrá de morir con virtud o indignación ante el sistema, por el contrario, perecerán sorprendidos por la súbita conciencia de su deprimente existencia. Dice Byung-Chul Han: “Resulta muy difícil rebelarse cuando víctima y verdugo, explotador y explotado, son la misma persona”.
‘El Juego del Calamar’ es una pequeña muestra de lo grave y profundo que la esencia del ser humano puede ser trastocada bajo el neoliberalismo y el sistema tecno-capitalista. La desigualdad se muestra ostentosamente sin que nadie repare en ella; la muerte de uno se reduce a la acumulación de bienes en otro; al nombre lo sustituye el número y el uniforme; el éxito individual conduce inexorablemente a hacerse verdugo del prójimo; la insatisfacción provoca hartazgo en el débil y aburrimiento en el poderoso, al primero lo obliga a sobrevivir mientras el segundo crea distracciones obscenas. En todo caso, nos identificamos en la asfixia que provocan las deudas o la búsqueda de inalcanzables, en la salvaje competencia por la supervivencia, en el inconsciente y anónimo canibalismo con el que nos descuartizamos permanentemente en las redes sociales o en nuestros personales ‘campos de trabajos forzados’.
La reclusión en ‘El Juego del Calamar’ parece una prisión de cristal y acero: sólida y diáfana. Y a lo largo de la serie, estos dos elementos irán mostrándose como sutiles símbolos de este nuevo sistema de opresión. A veces evidentes y otras más figurativas, las características del acero y el cristal (versatilidad y resistencia; transparencia y pureza) irán acompañando el drama pero también revelando su farsa. Acero y cristal se encuentran en la cruel muñeca robótica y su implacable juicio a través de sus prístinas pupilas; en los cristales de azúcar que ceden ante el punzón de la aguja; en los pesados grilletes y la guillotina; en las dramáticas canicas; en el puente de vidrio; en el cuchillo homicida; en el cofre transparente donde se acumula la vida de los perdedores en forma de dinero; en el ventanal voyerista donde se asoman las desgracias ajenas o en la máscara del verdugo mayor.
La cúspide de estos elementos son, sin embargo, las máscaras de impenetrable cristal dorado que sólo los poderosos pueden usar; dueños de la cárcel figurativa, cárcel de metal y cristal donde los miserables persiguen la subsistencia de sus sueños.
Sólo dos personajes evitan casi todo el tiempo ‘jugar ese juego donde todo el mundo hace trampa’, aunque en la frontera del miedo ceden a su posición original de debilidad y de poder. El primero y el último concursantes son quienes, paradójicamente, al final de la travesía se reconocerán como último y primero del juego; reconocerán que ni el cristal es siempre transparente y ni el acero siempre sólido; y eso los conduce a su actitud final: el cinismo o la resiliencia.
La resiliencia conlleva actos heroicos tan sutiles que el héroe casi no se distingue: Un hombre que auxilia y se permite recibir ayuda, que ante la impaciencia no usa el filo del metal sino la más suave de las armas, que protege al anciano y al débil, que que confía en el liderazgo de otro sin dejar de reconocer y cuidarle sus debilidades humanas. Es un hombre que se indigna frente a la injusticia pero se comprende incapaz de ciertas decisiones morales, es un jugador que perdona, que expresa ternura, que sufre por su propia monstruosidad, que recapacita y tiende la mano. Es, será, el único personaje que se sacrificará sin cálculos ni venganzas sino con el honesto deber de ayudar al desconocido.
Frente a la farsa tecno-capitalista, el héroe promueve la colaboración; frente a la sociedad de autoexplotación, se permite la contemplación y la moderación; frente al cristal y el acero, el héroe abraza la lágrima y la piel, la sangre y el sudor; frente al miedo, la esperanza; frente a la autopreservación, el sacrificio; frente al cinismo, la caridad.
Pero, como apuntó Byung-Chul Han “la era de la prisa no tiene acceso a la belleza ni a la verdad. Sólo en una contemplación prolongada, incluso en una moderación ascética, las cosas descubren su belleza, su esencia fragante”. Por ello, el héroe requerirá un año entero para contemplar y privarse de todos los bienes para finalmente sentir el peso de su deber en la realidad que sigue sufriendo injusticias en la jungla de cristal y acero. Su última elección es esa ‘esencia fragante’ que revela el incuestionable camino hacia la ardua virtud.
Director VCNoticias
Análisis y Opinión
Rabbuní, del turismo religioso a la experiencia transformadora
Ciudad de México.- El pasado 25 de marzo, un simbólico día para la comunidad católica puesto que celebra la Anunciación del Señor, se realizó una premiere del filme Rabbuní, un documental que sigue la singular experiencia de un grupo de mujeres peregrinas a Tierra Santa interrumpida por las intempestivas acciones bélicas entre Hamás e Israel en octubre de 2023.
La elección del día para su premiere no pudo ser más acertada porque el mundo católico conmemora el Misterio de la Encarnación de la Palabra en el seno de una mujer (la Virgen María), momento en el cual se inicia una nueva historia para la humanidad.
El documental sigue la experiencia de un grupo de mujeres participantes del taller de oración en Tierra Santa impartido por la predicadora y guía Marian Reynoso, y acompañadas espiritualmente por el sacerdote Legionario de Cristo, Juan Solana, director y fundador del Centro Magdala, un espacio que es al mismo tiempo casa de huéspedes, destino bíblico arqueológico y santuario espiritual a las orillas del Mar de Galilea.
Tierra Santa es, ante todo, un gran destino de turismo religioso. Según el ministerio de Turismo de Israel, hasta antes del inicio de la guerra de 2023 (y de la pandemia de 2020), se alcanzaron picos de hasta 5 millones de visitantes internacionales por año, de los cuales el 20% aseguró que su ingreso al país se debía a un peregrinaje espiritual o a un ‘tour’ basado en la fe.
En materia de credos, 1.5 millones de los turistas religiosos refirieron tener una identidad cristiana y el resto se reparte entre creyentes judíos y musulmanes.
El Centro Magdala y los Talleres de Oración por supuesto buscan captar e incentivar algo del inmenso volumen de turistas y peregrinos que año con año (incluso en situaciones tan adversas como la pandemia o los conflictos bélicos) llegan a estos destinos espirituales y trascendentales para las tres principales religiones monoteístas: cristianos, judíos y musulmanes.
Sin embargo, en palabras tanto de Reynoso como de Solana, la intención de sus servicios es que el turismo religioso sea oportunidad de una experiencia auténticamente transformadora. Y el documental refleja justo esa singularidad.
A la mitad del peregrinaje de estas mujeres a Tierra Santa para participar del taller de oración de Marian Reynoso junto al Centro Magdala en octubre de 2023, estalló el conflicto bélico entre Israel y Hamás.
Fue entonces que la producción audiovisual que se realizaba sobre los talleres, que seguía los recorridos turísticos-espirituales de las mujeres en Israel y que tenía sentido de registro y divulgación publicitaria se convirtió en un pequeño documental de espiritualidad, oración, confianza, abandono y resignificación del peregrinaje a los lugares sagrados de la fe.
El propio productor audiovisual, Ramiro Martínez, refiere en el documental: “Nos cayó de sorpresa que, en ese momento, estábamos en un país que empezaba a entrar en guerra”. A pesar de las comprensibles limitaciones técnicas, el filme refleja cómo cambió el panorama en el territorio usualmente acondicionado para comodidad de los turistas, tras las incursiones guerrilleras de Hamás y el despliegue de la masiva maquinaria bélica israelí.
Un cambio de ambiente que supuso afectaciones logísticas para las peregrinas y para los facilitadores de los servicios de acompañamiento. Sin embargo, esas nuevas condiciones, al mismo tiempo, ayudaron a profundizar la actitud espiritual de las participantes ante la adversidad.
Finalmente, el documental quizá involuntariamente refleja dos aspectos de reflexión relevantes para nuestra época: la revaloración de ciertas cualidades atribuidas tradicionalmente a la feminidad y la resolución entre la propiedad y la apropiación de la Tierra Santa.
Sobre el primero: El documental muestra aspectos poco valorados en nuestros días de la singularidad y autenticidad del genio femenino, cualidades que son verdaderas fortalezas ante la incertidumbre. Más allá de las fuerzas físicas, políticas o económicas, la feminidad muestra valor y carácter en el consuelo, el acompañamiento, en la cercanía y la confianza, en compartir la esperanza, en la expresión de amor incondicional, en el respeto y en el cuidado de lo que es bueno, justo y bello.
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Sobre lo segundo: El histórico conflicto sobre la propiedad de los territorios en los que se asientan los centros espirituales y religiosos de Tierra Santa, así como todas las estratagemas políticas y económicas que utiliza el poder para avasallarlos, dominarlos, robarlos y usufructuarlos, tienen una frontera simbólica de inevitable derrota: la fe de los creyentes y peregrinos.
Dentro de la identidad, conciencia y libertad religiosa de los fieles no hay dominio de ningún poder temporal; para ellos, Dios es el dueño de la tierra, de los hombres, del destino y de la salvación de lo que en su voluntad está predicho. Y así lo experimentaron las peregrinas del documental pues, cuando el mundo estalló en guerra, la auténtica paz se mantuvo en sus corazones.
*Director VCNoticias.com
ARH
Análisis y Opinión
Carta pastoral para un continente con miedo
Europa se hunde vertiginosamente en el miedo y la incertidumbre; el sistema político que le dio brillo y relevancia global se agota, y la crisis se hace evidente porque los liderazgos ya no hablan con eufemismos. Y todos sabemos que, cuando escasea la creatividad, refulge la fuerza bruta; pero también crece la soberbia, la autorreferencialidad, la agresiva autopreservación y el desprecio por el extraño.
Sin embargo, un breve pero profético texto católico en castellano y euskera desde el Cantábrico oriental ofrece esperanza para un continente sumido en el miedo.
Hoy los líderes europeos ya no esconden su más claras ambiciones en sus discursos y emiten epítetos contra fuerzas ajenas que categorizan como amenazas: Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, quiere “ReArmar Europa” para reforzar militarmente al continente, invertir en armas y en defensa para “los tiempos peligrosos”; Emmanuel Macron, desembolsó la carta nuclear para ponerla en una aparente mesa de unidad europea; el aún canciller alemán Scholz habla sobre la “disuasión nuclear” pero también respalda lo que el canciller electo, Friedrich Merz, ya prometió: “aumentos masivos en gastos de defensa”.
Esto que declaran los líderes europeos confirma la máxima política: “El poder que se critica es el poder que no se tiene, pero que se desea”. El problema, sin embargo, es que la comunidad europea no sabe qué es lo que desea. El líder de la izquierda francesa, Jean-Luc Mélechon lo sintetiza así: “Europa, como nunca en la historia, está humillada”.
Es en este contexto en el que nace una singular carta pastoral titulada ‘El contraste paciente’ de los obispos del País Vasco y de la Provincia de Navarra en España; el documento parte de una importante autocrítica a las lecturas que desde la modernidad y la razón instrumental se hacen de la crisis antropológica y cultural contemporánea porque, aunque comparten la convicción de que “la herencia cristiana ha perdido capacidad para interpretar el presente y orientar el futuro” y constatan el fin de la alianza “entre el trono y el altar”, también advierten que la visión que reduce la complejidad de la misión cristiana a un mero enfrentamiento contra las fuerzas del mal, alimenta las guerras y la lógica de la confrontación. Recupero un fragmento iluminador:
“La mentalidad del ‘nosotros contra ellos’ se sustenta en una convicción fundamental: nuestro bando posee la razón y cuenta con la bendición divina para justificar el combate. Es una fe que se alimenta de la confrontación y que necesita caricaturizar al adversario y sostenerse en tensiones reales o imaginadas, en enfrentamientos sucesivos, algunos justificados o inevitables. Su núcleo es la certeza de que Dios –o la razón, o la verdad, o todo a la vez– está de nuestra parte y ello justifica combatir al adversario por cualquier medio… En esta perspectiva, pertenecer al bando divino debería garantizar la victoria” (26-29).
Los obispos recuerdan en este texto que la relación entre la comunidad creyente y el mundo, a lo largo de la historia y en diferentes contextos políticos y culturales, ha tenido que oscilar entre la denuncia que confronta y el testimonio que transforma; y, para el momento agudo de conflicto que vive Europa (aunque seguro aplica para otras realidades contemporáneas) es necesario un “testimonio paciente”.
El mensaje es profundamente contraintuitivo a las tensiones epocales que vivimos: es necesario trascender a los bandos, a veces con el silencio elocuente, procurando un testimonio coherente de vida, sin fomentar confrontaciones entre ‘justos’ e ‘injustos’, siempre buscando amar al enemigo y recordando que “en el llamado a la conversión, elverdadero enemigo lleva nuestro nombre”.
Los obispos comprenden que es más fácil simplificar, que no es sencillo cambiar de convicciones ni dejar el bando de quienes alimentan la confrontación; pero exhortan a dar un primer paso: a optar por los márgenes, a construir fraternidad desde la cercanía a los más vulnerables, integrando su voz y necesidades a la sociedad que los olvida, los desprecia y los instrumentaliza en sus narrativas bélicas en pos “del poder que se desea” y que los líderes políticos sienten que se les esfuma entre los dedos.
Como en otras crisis epocales, en el que los poderes buscan el dominio por vía de la guerra o la hegemonía; el testimonio humilde y paciente de los pueblos guarda un poder trascendente, transformador por vía de la paciencia y del habitus (prácticas y costumbres); son esos testimonios los que al final contrastan auténticamente con las sociedades construidas sobre el miedo, el resentimiento y la autopreservación. Ojalá a Europa le quede esa reserva de virtud y paciencia.
Análisis y Opinión
Nada es gratis
Por Antonio Maza Pereda
A veces la ciudadanía espera demasiado de los gobiernos. Partimos de un sofisma: que tenemos un gobierno rico. Y, por lo tanto, podemos seguir exigiendo cada vez más del Estado. Continuando el argumento, decimos que el ciudadano ya no puede dar más al gobierno. Claramente, no estamos dispuestos a contribuir en mayor medida. La realidad es que al gobierno no le alcanza para pagar lo que la sociedad le requiere. Aun en el supuesto caso de que se pudiera reducir la corrupción drásticamente. Lo cual requeriría mucho tiempo. Vamos a pensar en algunos temas que preocupan al ciudadano:
• Tenemos una educación deficiente. Las mediciones internacionales nos señalan que ocupamos un lugar muy bajo en las mediciones de la educación entre los diversos países. Si queremos mejorar nuestra capacidad educativa, hay que hacer un gran esfuerzo para capacitar a centenares de miles de profesores y mejorarles sus sueldos, para que no necesiten trabajos adicionales, sea en el sector educativo o en otros sectores, para poder cubrir sus gastos. Equipar las escuelas y mejorar sus instalaciones. Pagar a los profesores el tiempo fuera del aula, para que se actualicen, preparen sus clases, rediseñen y califiquen los exámenes, de modo que requieran al alumno pensar con mayor profundidad, en vez de tener evaluaciones por opción múltiple o similares, que requieren poco tiempo del maestro. Eso, en cuanto a gasto en dinero.
• Otros gastos: los padres y madres de familia deben gastar tiempo en colaborar con los profesores y supervisar la labor de sus hijos. Lo cual les reduciría su tiempo laboral, y disminuiría su ingreso, o acortaría su descanso, lo que les limitaría su productividad y, a mediano plazo, sus ingresos. Además, el gobierno debe pagar a especialistas en educación que diseñen y supervisen nuevos métodos de enseñanza. Y nada de eso es gratis.
• Otro ejemplo: el asunto de la seguridad ciudadana. Tenemos un número muy bajo de policías. Japón, uno de los países con más alto sentido cívico y respeto por el Estado de derecho, tiene 2.1 agentes por cada mil habitantes, mientras que, en México, donde no podemos presumir de respeto por la ley, tenemos solo 0.8 policías por cada mil habitantes, menos de la mitad por persona que en Japón. Eso, solamente en el número de elementos. Hay que considerar el equipamiento, entrenamiento e instalaciones de la policía, más su remuneración, que hace que cada agente pueda ser más eficaz. Y todo eso, por supuesto, cuesta. Al ciudadano le cuesta el tiempo y esfuerzo dedicado a denunciar las transgresiones a la ley y colaborar con los agentes del orden. Además del esfuerzo de vigilancia y auditoría ciudadana, que cuesta en tiempo y preparación del ciudadano. De nuevo, eso no es barato.
• El asunto de la salud: otro campo donde tenemos deficiencia. Hay un severo déficit de especialistas qué ha hecho que, en ocasiones, se inauguren hospitales y después no se puedan operar por no tener el personal necesario. Poner al día la infraestructura es un tema recurrente. El costo de medicamentos más avanzados, que todavía no se usan en México, es otra área. Otros aspectos como la logística de abastecimiento, el personal de apoyo de enfermería y mantenimiento de las instalaciones, deficiente en muchos casos, hacen que no haya una actividad eficaz. Además de la programación de cirugías que, en ocasiones, es excesivamente tardada. Por otro lado, es necesario que la población contribuya con hábitos de higiene, prevención de las enfermedades y apego a los tratamientos, para que la labor del médico pueda ser eficaz.
Se podría continuar con más ejemplos. Todos ellos tienen algo en común: nada es gratis. Todo va a costar en términos de recursos gubernamentales y también en esfuerzo de la población. Si, como ciudadanos, no estamos conscientes de esto, nos vamos a encontrar con que no hay recursos suficientes para dar atención mínima a la población. Desgraciadamente, es muy difícil que se mejore la situación en estos y otros temas sin una reforma fiscal y un cambio de fondo en la actuación de los gobiernos, apoyada por una participación mucho más activa de los ciudadanos.
Curiosamente, como lo vimos en las campañas electorales recientes, ninguno de los candidatos quiso tratar el asunto de que el gobierno requiere de mayores recursos, tanto en dinero como en apoyo ciudadano. Por un lado, los políticos no quieren dar un papel más importante a la ciudadanía, más allá de su participación con el voto. Por el otro, ninguno se arriesga a volverse impopular al dejar claro el hecho de que se necesitan, y se seguirán necesitando, mayores recursos.
Ustedes y yo, ciudadanos, ¿estamos dispuestos a tomar la iniciativa de exigir más, pero también estar dispuestos a dar más? ¿Estamos preparados para pasar de una actitud de adolescente, que siempre está dispuesto a pedir algo más, pero poco dispuesto a tomar sus responsabilidades, para pasar a una actitud de adultos? Claramente, estamos en el momento de hacernos responsables, en mucha mayor medida, de las necesidades de nuestro país. Si no estamos dispuestos a hacerlo, no tendremos derecho a quejarnos.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Análisis y Opinión
Omnipotencia del Legislativo
Por Antonio Maza Pereda
La rama legislativa de nuestro Gobierno tiene una rara percepción de la realidad. Para ellos su modo de resolver problemas o dificultades, consiste en legislar. Lo cual está bien, para eso los hemos elegido. Lo que no es claro es que, para ellos, con tener una ley ya basta: si el Ejecutivo la promulga y la aplica, el problema ya está resuelto. Para la Sociedad solamente nos queda obedecer. ¿Qué podría salir mal?
La realidad es que eso no es así. Muchas leyes no se cumplen. Hay quien dice que, si la mitad de las leyes que tenemos se cumplieran, seríamos un país de los más avanzados. Cuando una de las leyes que nos obsequia el legislativo no se está cumpliendo, la solución de esos padres y madres de la patria es aumentar la penalidad. Y de esto abundan los ejemplos: a los casos de feminicidios, violaciones y otros tipos de violencia hacia la mujer, les han venido aumentando la penalidad. Lo triste es que no hay una relación entre esos aumentos de penalidad y la reducción de la violencia contra la mujer. Las penas son cada vez más largas, en tal manera que muy pronto esas penalidades serán irrelevantes, porque sobrepasan la esperanza de vida de la población.
Pero tal parece que nuestros representantes se consideran omnipotentes, de algún modo. Basta con que prohíban algún comportamiento indeseable, para que el asunto quede resuelto. Está faltando entender a fondo las situaciones delictivas. Las leyes, ¿realmente concuerdan con los requerimientos, con las necesidades de la Sociedad? Porque si se prohíben comportamientos que la Sociedad no condena, es extraordinariamente difícil hacerlos exigibles. La población no estará inclinada a colaborar ni a denunciar esas conductas. Y luego, está el problema de tener la capacidad de aplicarlas, capturando y condenando a quien delinque. Un tema en el cual no se le ha invertido por décadas: mientras que aumenta el número de leyes, no ha crecido al mismo ritmo la inversión en el personal encargado de hacerlas cumplir. Una inversión, tanto en el número de agentes de la ley como en su capacitación y equipamiento. Cada vez que se establece una nueva ley, debería hacerse el estudio de cuál va a ser el costo de hacerla cumplir. Y de eso, no se preocupan nuestros representantes. En su omnipotencia, piensan que basta con que exista el ordenamiento, para que la situación se haya resuelto.
Han habido algunos asuntos menores donde se actuó de una manera diferente. Por ejemplo, en la Ciudad de México se estableció un reglamento que prohibía tener saleros en las mesas de las fondas y restaurantes. Ello con el loable propósito de contribuir a reducir el número de los hipertensos y, por consecuencia, reducir la mortalidad por enfermedades cardíacas y el costo de atender a los afectados. A los pocos días de promulgar ese ordenamiento, fue claro que no había la posibilidad de hacerlo cumplir. Sencillamente, no hay el número de inspectores que pudieran ejercer una vigilancia adecuada en todos y cada una de las fondas y restaurantes. Se canceló el reglamento y se trabajó con las organizaciones gremiales de estos negocios para que, de modo voluntario, retiraran los saleros de las mesas y se entreguen únicamente a petición de los parroquianos. El resultado es importantísimo: se está cumpliendo el propósito qué tenía el reglamento sin necesidad de tener inspectores que lo hagan cumplir.
En estos últimos días se está discutiendo en el Congreso un reglamento para que las futbolistas profesionales reciban el mismo salario que el que reciben los hombres. Es muy claro que nuestros representantes no entienden la economía del fútbol profesional. Los ingresos de los clubes deportivos no dependen de la voluntad de esas organizaciones. Ese dinero depende de la asistencia del público a los estadios, los cuales tienen un límite. Además, dependiendo de la cantidad de personas que ven los partidos a través de los medios, esos clubes reciben una parte muy sustancial de sus ingresos, en ocasiones muy superiores a lo que reciben por la asistencia a los estadios. En la medida que haya muchos espectadores en dichos medios, las compañías que transmiten los partidos pueden cobrar por su tiempo, en proporción al número de telespectadores. Y esto no es todo: los jugadores y los equipos ofrecen a las compañías la posibilidad de tener su publicidad en los uniformes de los jugadores, con lo cual hay otros ingresos. Y todavía puede haber ingresos adicionales cuando los jugadores recomiendan productos o servicios. En algunos países hay consultores qué ofrecen multiplicar por 10 los ingresos de los jugadores de los deportes de exhibición, a través de diferentes medios publicitarios. Claro, pidiendo un 30% de comisión por esos ingresos adicionales.
Esto se ha ido creando a lo largo de los años en el negocio del fútbol profesional. El fútbol femenino profesional aún no llega a desarrollar estos tipos de ingresos de manera que pudieran permitir realmente una paridad en los ingresos de las jugadoras. En cierto modo la solución está en nosotros, en el público. En la medida en que asistamos a los estadios, aumentemos el número de horas que dedicamos a ver los juegos de las jugadoras profesionales, se podrá cobrar más a las televisoras y se podrán obtener ingresos fuertes por la publicidad.
Estoy seguro de que es de justicia que las futbolistas profesionales ganen tanto o más que los hombres. Pero la solución no está en las leyes. Nada de esto se ha tomado en cuenta en ese ordenamiento. Creo que es un ejemplo de qué los congresistas no analizan a fondo los temas en los que están estableciendo nuevas leyes y reglamentos. No se trata de que nuestros senadores y diputados se vuelvan expertos en todo, pero la rama legislativa recibe ingresos muy sustanciales de los cuales se podría pagar la investigación necesaria para poder tener leyes que puedan cumplirse. Y de esto, al parecer, no se habla.
No basta con tener leyes. Algo nos está fallando. Se necesita entender los problemas de fondo, diseñar los ordenamientos que de veras resuelvan. Hay que convencer a la población de la necesidad de esa ley, hay que instrumentarla para que pueda cumplirse y poner los medios necesarios para que su aplicación sea exitosa.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
ebv
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