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Opinión

Trump, destructor de la paz

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La decisión del presidente Donald Trump para trasladar la embajada de los Estados Unidos a Jerusalén -la disputada capital de Israel- no sólo provoca un enardecimiento innecesario en la diplomacia internacional, sino que llama a una abierta guerra del mandatario norteamericano contra las delicadas convenciones internacionales cuyas intenciones en principio son trabajar por la paz, el cuidado del medio ambiente y el respeto de las culturas.

En 1967, Israel invadió y ocupó de manera violenta el territorio donde miles de palestinos habían ya forjado una identidad y cultura; a través de acciones militares criticadas por la comunidad internacional, el gobierno israelita despojó a los palestinos de sus hogares y aún hoy se da noticia permanente de los abusos de policías contra las colonias donde viven casi 400 mil ciudadanos de origen árabe y de la discriminación religiosa que las autoridades mantienen contra todos los creyentes no judíos ortodoxos.

En un conflicto de esta naturaleza, la posición de la comunidad internacional fue de prudencia cuando la ONU recomendó a sus países miembros a no situar sus embajadas en Jerusalén pues, aunque Israel la considera su capital, los países de la ONU no deseaban respaldar la manera cómo esta nación se hizo del conflictivo territorio.

Israel ha sido aliado incondicional de los Estados Unidos desde que éste reconoció la creación de su Estado en 1948; incluso ha ido en solitario -también contra toda la comunidad internacional- para apoyar el bloqueo norteamericano contra Cuba desde la década de los sesenta. Es por ello por lo que, desde 1995, el Congreso norteamericano autorizó el traslado de su embajada a Jerusalén, pero no se había concretado “por seguridad nacional”, por “prudencia diplomática” y para no alimentar un conflicto gratuitamente.

La búsqueda de paz aún en una situación tan compleja ha sido una política internacional inalienable de la Santa Sede que, desde 1964, con el Papa Paulo VI quiso dar ejemplo de tolerancia, respeto y ejercicio de libertades con la peregrinación del pontífice a la llamada Tierra Santa. Todos sus sucesores desde entonces han realizado sendas peregrinaciones a esta ciudad en los primeros meses de su pontificado; Francisco, por ejemplo, fue más allá y sembró olivos de paz en ambos lados de una ciudad que se tensaba por conflictos religiosos y lamentó que en Israel hubiera “terrorismo y persecución religiosa de guante blanco”.

Incluso por los conflictos de libertad religiosa que el propio Departamento de los Estados Unidos ha denunciado desde 2010 sobre la discriminación legal y estatal contra no judíos; y en 2013 la UNESCO condenó las medidas ilegales de Israel en Jerusalén contra la libertad de culto y acceso de los musulmanes a las sagradas mezquitas del islam. La reacción de Israel fue abandonar la UNESCO junto con -quién más- los Estados Unidos de la era Trump.

Hay que recordar que en Jerusalén se encuentran diversos centros sagrados para las tres religiones monoteístas más importantes del mundo: El Templo de Salomón y recintos del Torá para los judíos; todos los espacios donde predicó Jesús, fue crucificado y resucitó para los cristianos; y el sitio donde el profeta Mahoma subió al cielo para los musulmanes. Y si bien, el gobierno israelita inicialmente favoreció la libertad de culto en esa ciudad, las sublevaciones árabes del 2003 motivaron a que las autoridades limitaran los derechos civiles y religiosos de los palestinos.

La sola declaración de Trump sobre el traslado de su embajada a Jerusalén ha propiciado que el movimiento islamista Hamás llame a “tres días de ira” contra Israel, también la Organización por la Liberación de Palestina declaró que la medida de Trump es “el beso de la muerte para la paz”.

En sintonía con varios líderes de la comunidad internacional, el papa Francisco, durante su tradicional audiencia de los miércoles, hizo un comentario final en el que dejó un fuerte llamado para que sea el empeño de todos respetar el status quo de la ciudad de Jerusalén, conforme a las pertinentes resoluciones de las naciones unidas. Francisco ha recordado que Jerusalén es una ciudad sagrada para cristianos, judíos y musulmanes; por tanto, tiene una vocación especial para la paz; y ha pedido que por ello se preserve esa identidad. Un deseo que se aleja rápidamente mientras los líderes de la región comienzan a reaccionar a la gratuita provocación de Trump.

La opinión emitida en este texto es responsabilidad del quien lo emite y no representa la opinión ni la postura de Siete24.mx ni de deportes.siete24.mx

 



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Columna Invitada

Democracia y bien común

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Por Antonio Maza Pereda

Para que haya verdadera democracia, la Sociedad debe, debemos, aceptar algunos criterios básicos: el respeto a los derechos de todos los seres humanos, el aprecio de la dignidad de cada uno y el trabajo en pro del bien común. Este último es el criterio fundamental de la vida política. Donde no se busca, no se puede hablar de democracia. Su búsqueda es el valor que regula la vida política.

Cuando no hay consenso en estos criterios y en particular sobre el significado del bien general, es difícil la duración de la democracia. Pero, por otro lado, siempre estará presente la duda: ¿qué significa bien? ¿A qué le llamamos lo común? Pero no es algo que pueda definirse fácilmente con un libro de texto.

El problema viene del relativismo ético o de una interpretación rígida, limitada, de lo que verdaderamente se puede considerar como bien común. Y hay otro aspecto que está en la esencia misma de su definición: con frecuencia soluciones que pueden considerarse como un bien a corto plazo, pueden resultar ser dañinas a largo plazo. Y viceversa. Por ejemplo: algunas de las críticas a los apoyos sociales vienen precisamente de esto. Con frecuencia los sectores marginados requieren ayuda urgente, de cortísimo plazo. Pero si no se opera en paralelo en una promoción auténtica de las personas, a largo plazo, se deteriora la capacidad de esos grupos apoyados.

Este asunto requiere una reflexión muy profunda, algo que no debería sujetarse a los tiempos electorales: debería ser una tarea permanente y de largo plazo. A lo cual, muchas veces, la clase política no se siente inclinada.

¿Tenemos claro qué es el bien común de nuestra Sociedad? ¿Sabemos cómo incluir a las minorías en ese concepto de bien común? ¿Tenemos incentivos apropiados para reforzar la actuación de la clase política a favor del bien común?

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Felipe Monroy

Debate cósmico: la fe y la ciencia reanudan un diálogo perdido

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La ardiente búsqueda de la verdad no puede apagarse jamás con la supuesta frialdad de los datos científicos; de hecho, la ciencia es un ardor aún más intenso con el cual la humanidad no sólo ha iluminado las oscuridades más profundas de nuestra existencia sino que también ha alimentado a las mentes más brillantes a continuar explorando las lindes del cosmos y, entre ellas, la trascendencia, la fe y la existencia de Dios.

Esto es lo que nos ofrece ‘Dios – la ciencia – las pruebas’ cuyo innegable éxito en las librerías de Europa (más de 350 mil copias vendidas) revela el interés permanente de las personas –y sobre todo de los cientos de miles de lectores que se han emocionado con estas páginas– por comprender por qué la ciencia no sólo no desmiente la existencia de Dios sino que, por el contrario, la prueba.

Durante milenios, el desarrollo técnico y científico de la humanidad no estuvo distante de las perspectivas religiosas o de la existencia de Dios; sin embargo, ese diálogo permanente entre lo trascendente y lo terrenal se ha visto interrumpido apenas en las últimas dos centurias hasta llegar al punto de que una dimensión humana tan profunda como la fe parece no tener lugar en el ámbito de la ciencia.

El pensamiento occidental moderno parece poner una infranqueable barrera entre la fe y la ciencia; como si sus búsquedas particulares fueran incompatibles o, peor, irreconciliables. No obstante, los autores Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies comparten argumentos con los cuales esta distancia entre la fe y la ciencia podría no ser tan radical.

Esta falsa ruptura entre la fe y la ciencia la vemos y escuchamos en prácticamente todos los espacios de diálogo social y, en el fondo, se encuentra en los cimientos de la crisis antropológica contemporánea, la cual vuelve imposible el diálogo profundo y significativo sobre nuestra compleja naturaleza.

Por ello, se debe celebrar una audacia como las que los autores nos proponen en estas páginas; porque debaten de una manera directa y generosa, pero respetuosa y honesta, con aquellos que no piensan de la misma manera. Su propuesta es simple pero elegante y llena de argumentos que ponen a nuestra consideración: La ciencia moderna, al menos con los últimos avances científicos y tecnológicos, aportan inúmeras pruebas de la existencia de Dios.

Podemos asegurar que la tesis de este libro provoca todo tipo de reacciones, menos la indiferencia; por ello ha generado interesantes y hasta álgidos debates entre los más diversos gremios como de investigadores, académicos, filósofos, teólogos y, principalmente, en los areópagos populares, donde científicos creyentes y no creyentes, agnósticos, ateos y teístas, aportan sus propias reflexiones sobre cómo los más vanguardistas descubrimientos científicos nos obligan a repensar la existencia de Dios.

En este renovado debate, los científicos ateos y agnósticos tienen un nuevo escenario para dialogar y debatir pues, como lo demuestra el prólogo del Premio Nobel de Física, Robert Woodrow Wilson (uno de los científicos que descubrió la radiación cósmica de fondo, lo cual fortaleció la teoría cosmológica del Big Bang), los autores sólo nos ofrecen a mirar con una perspectiva fresca y apasionada todo esfuerzo humano para alcanzar la verdad y honrar lo que en su momento afirmó el otro Nobel de Física, Richard Feynman: “Los mejores científicos están abiertos a la posibilidad de que puedan estar equivocados, y están dispuestos a cambiar de opinión ante nuevas pruebas”.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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Columna Invitada

Gobernar para todos

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Por Antonio Maza Pereda

Una frase hecha, frecuentemente usada por todos los políticos, en el momento en que toman posesión de su cargo. Pero que, desgraciadamente, no siempre se cumple. La realidad es que, casi siempre, los triunfadores gobiernan para quienes los eligieron y, a veces, ni siquiera para ellos.

Gobernar para todos es trabajar para las necesidades de toda la Sociedad. Es entender que ganar la elección no significa abandonar a los que no les dieron el voto. Aceptar que las elecciones es únicamente un modo de ponerse de acuerdo en la Sociedad, pero no significa que, durante el período de gobierno, no se tome en cuenta más que a un grupo de los electores.

Hay que crear mecanismos que hagan visibles las opiniones de la sociedad, sin que se olvide a nadie. Desgraciadamente, en el Congreso, donde se deberían armonizar las diferencias entre distintas tendencias, casi siempre las discusiones ocurren “en lo obscurito”, con poca participación ciudadana. Sin amplia difusión.

Muchas veces falta el interés ciudadano en la discusión. Incluso a los más interesados no les queda más que conocer la opinión publicada. Más allá del sesgo de los medios para destacar únicamente lo noticioso y olvidar lo demás, también falta un nivel de discusión más elevado. La tecnología de comunicación permite armar grupos de discusión y difundirlos ampliamente. De manera que ya no hay pretexto.

Depende de nosotros, los ciudadanos sin partido, asegurar que, en las discusiones del gobierno, se tome en cuenta el bien de todos, que todas las voces sean escuchadas, más allá de diferencias ideológicas o políticas.

¿Es cierto que nuestros funcionarios gobiernan para todos? ¿Tenemos mecanismos para recoger ampliamente las opiniones de los ciudadanos? ¿Cómo se puede aumentar el interés de los electores por los asuntos públicos?

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Columna Invitada

Otros contrapesos

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Antonio Maza Pereda

Comentaba anteriormente los contrapesos en la democracia y su papel en la política. Es claro que, sin límites, un sistema de gobierno fácilmente puede convertirse en una tiranía. La democracia prevé tres poderes que se deben supervisar mutuamente para evitar caer en una dictadura.

Hay, sin embargo, otros limitantes al poder del Gobierno. Muchos de ellos son organismos intermedios u organizaciones no gubernamentales. Solamente a manera de ejemplos, sin intentar agotar el tema, podríamos hablar de los siguientes:

Autoridad electoral, Auditoría del Estado, Comisión de derechos humanos, Banco Central, que generalmente son nombrados por los propios poderes del Gobierno. Desgraciadamente, cuando son nombrados por el partido gobernante, se cae con frecuencia en una simulación, porque el dirigente tiende a servir al partido que lo nombró y pierde imparcialidad.

La prensa y los medios de comunicación deberían ser un lugar crítico, que informara imparcialmente a la población. Sin embargo, el poder del Gobierno para cooptar a los medios, mediante presupuesto de publicidad y amenazas de quitar permisos de operación, limita su libertad.

Sindicatos, obreros y patronales, actúan como defensores de sus gremios. Cámaras empresariales tienen el mismo objeto. Un contrapeso poco mencionado tiene que ver con la información y la academia. Cuando el único dueño de la información es el Gobierno, y no se toman en cuenta otras opiniones, cualquier reclamo ciudadano es fácilmente ignorado.

Y hay más contrapesos. Algunos incluso con una vida transitoria, pero muy importantes en su momento. Un gobierno poco democrático tratará de influir o dominar esos límites. Es función del ciudadano apoyarlos y sostenerlos.

¿Son suficientemente fuertes los contrapesos al gobierno en nuestro país? ¿De qué modo puede la Sociedad evitar que sean absorbidos y anulados por los partidos políticos? ¿Cómo desarrollar la conciencia ciudadana sobre la importancia de estos limitantes?

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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