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El mediocampista que jugó con un milagro bajo el corazón: la fe que sostuvo a Alberto García Aspe El mediocampista que jugó con un milagro bajo el corazón: la fe que sostuvo a Alberto García Aspe

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El mediocampista que jugó con un milagro bajo el corazón: la fe que sostuvo a Alberto García Aspe

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En México, pocas figuras del fútbol han encarnado con tanta claridad la mezcla de disciplina, carácter y fe como Alberto García Aspe. Para muchos, su nombre evoca la imagen del futbolista, el mediocampista férreo, preciso, incansable. Para otros —los que conocen su vida fuera de la cancha—, representa algo todavía más profundo: un hombre marcado por un milagro, sostenido por una devoción que lo acompañó silenciosamente en cada partido.

Su historia, justo en estos días en que México celebra a la Virgen de Guadalupe, nos recuerda que la fuerza interior de una persona puede cambiar su destino más que cualquier aplauso o estadística.

Un corazón flechado por la Guadalupana

Antes de ser un referente del fútbol mexicano, García Aspe vivió un proceso que él mismo ha descrito como una conversión, un despertar interior en el que la Virgen de Guadalupe tuvo un papel central. No fue un episodio aislado ni un gesto simbólico. Fue un camino profundo en el que —en sus propias palabras— María “flechó su corazón”.

Esa experiencia dio origen a una devoción que lo acompañaría durante décadas: la imagen de la Guadalupana, discretamente guardada bajo su camiseta de juego, pegada al pecho como un recordatorio silencioso de que nada se logra solo con fuerza física; todo se sostiene con gracia, gratitud y propósito.

Muchos vieron al jugador implacable. Pocos sabían que debajo del uniforme latía un corazón sostenido por una fe viva que le daba equilibrio en medio de la presión, la fama y la exigencia profesional.

Un milagro que marcó su vida

García Aspe ha hablado abiertamente de un milagro que transformó su vida espiritual y que reforzó su devoción a la Virgen de Guadalupe. Para él, no fue un simple suceso extraordinario, sino el punto en el que entendió que su carrera, su familia y su propósito estaban entrelazados con algo más grande que el éxito deportivo.

Hace algunos años, durante una concentración previo a una liguilla del fútbol mexicano, su esposa se puso muy mal y llegó de emergencia al hospital para acompañarla y que pudiera ser intervenida quirúrgicamente. Durante el traslado al quirófano platicaron con una enfermera de nombre Guadalupe quien les comentó que todo saldría bien, después de la cirugía en donde “a Dios gracias todo salió bien”, buscaron a la enfermera, sólo conocían su nombre. Tras la búsqueda se dieron cuenta que no existía ninguna enfermera con dicho nombre en el hospital.

Ese milagro se convirtió en un ancla emocional, una certeza interior que lo acompañó en los momentos difíciles y que le permitió mantener una postura serena y equilibrada en un medio donde muchos pierden el rumbo.

Disciplina fuera y dentro de la cancha

Si algo definió su carrera fue la disciplina. Pero esa disciplina no nació solo del entrenamiento: nació de su vida espiritual.

Los pilares que hoy sostiene —la oración, la Eucaristía, la confesión, el ayuno, la lectura de la Biblia— formaron un marco interior que le dio claridad para tomar decisiones, medir sus acciones y mantenerse congruente con sus valores.

En la cancha, esa congruencia se traducía en liderazgo sin protagonismos, temple en los momentos de crisis y respeto por el rival. Fuera de ella, le permitió construir una vida familiar estable, discreta y profundamente cuidada. Su fe no lo separó del fútbol; al contrario, lo sostuvo dentro de él.

El contraste que inspiró a muchos

A quienes llegaron a conocerlo de cerca siempre les llamó la atención el contraste: un jugador rudo, directo, competitivo… y un hombre de espiritualidad suave, devota, profundamente humana.

Ese contraste, lejos de ser una contradicción, era la explicación.

Su fortaleza nació de su fe.
La disciplina nació de una vida ordenada interiormente.
La serenidad nació de saber que no jugaba solo.

Muchos jóvenes futbolistas encontraron en él un ejemplo técnico y un modelo de integridad. Demostró que se puede competir al más alto nivel sin sacrificar valores, sin perder el piso y sin convertir la fama en un centro de gravedad.

La familia como su verdadero campeonato

Dentro de los capítulos menos conocidos de la vida de García Aspe está su profundo compromiso con su familia. Ha sido reservado al respecto —y eso mismo dice mucho.

En un mundo donde la exposición se ha vuelto moneda corriente, él eligió la discreción como acto de amor y protección. Sus decisiones profesionales estuvieron marcadas por un principio: nada vale más que el hogar.

Ese cuidado es, quizá, una de las partes más valiosas de su legado.
Un recordatorio de que el éxito verdadero se mide en los vínculos que se fortalecen, no en los reflectores que se encienden.

Reinventarse cuando el estadio se apaga

El retiro profesional ha golpeado con fuerza a muchos atletas. En su caso, la transición fue un acto de madurez y de propósito. Pasó por roles de directivo, analista, mentor y formador de jóvenes. Pero, sobre todo, cultivó su vida interior.

La fe que lo acompañó en su carrera se volvió el mapa para lo que vino después.
Y así demostró que el valor de una persona no depende de la permanencia en los escenarios, sino de la solidez de su vida interior.

Un legado que trasciende goles y estadísticas

Hoy, García Aspe es recordado como uno de los mediocampistas más icónicos del fútbol mexicano. Pero su historia va más allá del fútbol. Es la historia de un hombre que:

  • Encontró un milagro en su camino
  • Puso su vida bajo el amparo de María
  • Construyó una familia fuerte
  • Se reinventó con humildad
  • Dejó un testimonio de fe que inspira sin imponer

En un país que celebra a la Virgen de Guadalupe, la vida de Alberto García Aspe nos recuerda que la fe no se trata de superstición, sino de dirección; no se trata de fuerza, sino de sentido.

Y que a veces, para llegar a la meta más importante, necesitamos escuchar la voz que habla en silencio, justo donde inicia el corazón.

Síguelo en sus redes sociales

Si esta historia te inspiró, te invitamos a seguir a Alberto García Aspe en sus redes sociales, donde continúa compartiendo reflexiones, momentos personales y el testimonio de la fe que ha guiado su vida dentro y fuera de la cancha. 

Acompáñalo y sé parte de la comunidad que encuentra en su voz un recordatorio de que la disciplina, la familia y la fe siguen siendo caminos firmes para construir una vida con sentido.

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La vida suena; niña de 12 años vence al cáncer

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La vida suena; niña de 12 años vence al cáncer
Foto ISSSTE

Ciudad de México.— El sonido metálico recorrió el pasillo del Hospital Regional de Alta Especialidad en Torreón, Coahuila. Una niña de 12 años tomó la cuerda con firmeza y tocó la campana que marca el cierre de un tratamiento oncológico. Su sonrisa abrió un espacio de alivio después de meses de hospitales, cirugías y quimioterapias. Aquella escena resumió el trayecto de una familia que apostó por la vida y de un equipo médico que acompañó cada paso.

Llegada que cambió el rumbo

La menor ingresó al hospital por un dolor abdominal que se volvió persistente. El equipo médico realizó tomografías y análisis que permitieron identificar un tumor maligno en el ovario. La noticia trazó un camino complejo, aunque con una ruta clara: atender sin demora y sumar especialistas de distintas áreas para responder a un diagnóstico que exigía precisión.

Equipo completo para una meta única

El hospital integró a pediatría, cirugía, oncología, nefrología, neumología, cardiología hematología y otras especialidades. El trabajo coordinado abrió paso a evaluaciones constantes para medir cada avance. La niña enfrentó seis meses de tratamiento que incluyeron tres cirugías, una de ellas urgente, además de seis sesiones de quimioterapia.

Durante el proceso, el área de psicología dio acompañamiento a la familia para sostener la rutina hospitalaria y el impacto de cada etapa clínica.

El día que la campana sonó

La menor concluyó el protocolo oncológico después de superar cada intervención y cada estudio. Cuando el equipo confirmó la recuperación, la familia se reunió en el pasillo donde se encuentra la campana que los pacientes tocan al terminar su tratamiento.

La niña levantó la vista antes de jalar la cuerda. El sonido se extendió mientras el personal médico, de enfermería y de apoyo celebró alrededor. “Me trataron muy bonito. Gracias a mis pediatras, doctores, enfermeras, internos, limpieza y cocina. Son parte de mi familia ahora”, expresó la menor.

Historia que fortalece a un hospital joven

El caso alcanzó un significado especial para el Hospital Regional de Alta Especialidad, una unidad reciente en Torreón. Su directora, la doctora Margarita Martínez Moreno, afirmó que el momento representó el esfuerzo conjunto entre el equipo clínico y la familia de la paciente.

Mientras, la oncóloga pediatra Cristina Romero Luna señaló que la experiencia confirma la capacidad del hospital para atender escenarios complejos y avanzar hacia nuevos retos.

La historia permaneció en el hospital como un mensaje de lo que ocurre cuando la salud logra abrir caminos de esperanza.

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Deportado dos veces, hoy es uno de los grandes chefs de México

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Deportado dos veces, hoy es uno de los grandes chefs de México

A Eduardo “Lalo” García nadie le regaló un lugar en la cocina. Antes de convertirse en uno de los chefs más influyentes del país, fue niño jornalero en los campos de Estados Unidos, migrante indocumentado, lavaplatos con documentos falsos, preso, cocinero autodidacta, deportado dos veces y, finalmente, un hombre que aprendió a transformar el dolor en algo que alimenta.

Su historia empieza lejos de las mesas elegantes, muy antes de Máximo Bistrot, mucho antes de que los críticos lo celebraran. Empieza en los surcos de tierra, con las manos de un niño que trabajaba como adulto.

Un niño entre surcos y madrugadas

Lalo, originario de Guanajuato, tenía cinco años cuando su familia cruzó a Estados Unidos para unirse a la ruta agrícola. Su infancia transcurrió entre naranjas, limones, cebollas, manzanas, pepinos y hongos —siguiendo la misma ruta migrante de miles de familias latinoamericanas que sostienen el sistema alimentario estadounidense sin que casi nadie lo note.

No fue a la escuela. No aprendió a leer ni a escribir de niño. Aprendió algo más duro: resistir.

Su trabajo consistía en llenar cubetas, redimir fichas a cambio de monedas y cargar costales más grandes que él. “Era mi versión de jugar videojuegos”, diría años después. Un juego de sobrevivencia. Un juego en el que no podía perder.

Esas cicatrices que menciona todavía las tiene en las manos.

@savethechildren_mx Eduardo García, mejor conocido com chef Lalo y embajador de Save the Children, nos contó para #ElPoderDeUnSueño cómo fue que lo que pasó en su niñez lo motivó a ser uno de los mejores chefs del mundo hoy. Lalo es nuestra inspiración día a día y la de miles de niños que cómo él, quieren ser chefs y cocinar a toda su familia 👨‍🍳👩‍🍳 ¡Gracias Lalo por enseñarnos que el poder de un sueño es posible! #chef #cocina #lifestory ♬ sonido original – Save the Children Mx

Encontrar la cocina… y también los errores

A los catorce años, su familia se mudó a Atlanta. Allí consiguió trabajo lavando platos en un restaurante. Se movía rápido, entendía todo a la primera, y en cuestión de meses pasó de la tarja a la estación de ensaladas.

Un compañero puertorriqueño lo vio y le dijo algo que jamás había escuchado: “Tú eres talentoso.”

Ese comentario cambió algo en él.

Pero la vida de un joven indocumentado en un país ajeno es frágil. En ese camino aparecieron compañeros equivocados, decisiones impulsivas y una cadena de errores que terminaron en un asalto a una licorería, un arresto y una condena: un año en una prisión de condado y tres años en una cárcel de máxima seguridad en Georgia.

Cuando las autoridades migratorias descubrieron su estatus irregular, lo deportaron por primera vez. Año 2000.

Volvió a México sin saber qué hacer con su vida.

Cruzó de nuevo… para despedirse de su padre

Dos semanas después de su deportación, recibió una llamada que lo partió en dos: su padre estaba muriendo de cáncer.

Sabía que regresar a Estados Unidos como indocumentado era un riesgo que podía destruir lo poco que tenía, pero lo hizo. Cruzó con documentos falsos por el puente de Nuevo Laredo. Esta vez no buscaba trabajo. Buscaba a su padre.

Y aunque los médicos dijeron que viviría dos semanas, vivió seis años más. Ese tiempo fue un regalo, pero también un espejo: Lalo sabía que no pertenecía a ningún lado. No era “de allá” ni de “aquí”.

Durante esos años trabajó como cocinero, aprendió por observación, estudió libros de Charlie Palmer y Charlie Trotter, experimentó con técnicas francesas, limpió, quemó, repitió. Nunca fue a una escuela culinaria. Su escuela fue la vida que lo había golpeado sin piedad.

En 2007, agentes migratorios aparecieron en su lugar de trabajo. Lo tomaron por sorpresa, pero él ya lo esperaba. Fue detenido y deportado por segunda vez. Esta vez, con prohibición permanente para volver a Estados Unidos.

Volver a México… y cocinar con memoria

En México comenzó desde cero. Pasó por Los Cabos, luego llegó a Ciudad de México. Allí encontró un lugar donde su historia —por primera vez— no lo marcaba como un crimen, sino como un ingrediente de su identidad.

Entró a Pujol, uno de los mejores restaurantes del país. Y algo hizo clic.

La cocina mexicana estaba cambiando. Una nueva generación apostaba por el origen, por el producto local, por la milpa, por los campesinos, por honrar la tierra. Sin saberlo, Lalo llevaba esa historia tatuada desde niño: la historia de quienes siembran y cosechan sin ser nombrados.

En 2011 abrió Máximo Bistrot junto a su esposa Gabriela. Eran cuatro empleados, un local pequeño y un sueño sencillo: cocinar bien.

Nada más. Nada menos.

Años después, Máximo sería considerado uno de los mejores restaurantes de México. Su cocina —francesa en técnica, mexicana en alma— se hizo un imán para críticos, amantes de la comida y viajeros que buscaban más que platos bonitos: buscaban verdad.

El chef que decidió que sus empleados no tendrían que migrar

Un día, mientras Máximo crecía, Lalo notó algo que le tocó el corazón:
sus empleados estaban construyendo casas con el sueldo que ganaban.

Muchos de ellos habían sido migrantes. Habían trabajado en los mismos campos y cocinas que él. Habían enviado dinero por años para construir algo en su pueblo. Ahora, por primera vez, podían vivir bien sin irse de México.

Entonces tomó una decisión que cambiaría su misión:
crecer el negocio para generar trabajo digno, para que otros no tuvieran que repetir su historia de migración dolorosa.

Actualmente dirige varios restaurantes, asociaciones en México, Londres y Dubái, y emplea a más de 130 personas. Y aunque su nombre aparece en premios, listas y guías culinarias, él nunca olvida quién fue.

Uno no es su peor decisión

Lalo suele decir algo que resume su vida:

“No me escondo de nada de esto porque quiero que la gente sepa quién soy.”

Su historia es incómoda. Difícil. Real.
Pero también es profundamente humana.

Nos recuerda que una persona no es su error. No es la etiqueta que un sistema le coloca. No es su peor día. Es su capacidad de levantarse, transformarse y servir.

Eduardo García no es solo un chef famoso.
Es la prueba de que las segundas oportunidades existen.
Que las manos que siembran también pueden crear belleza.
Que volver a casa puede sanar una vida entera.
Que la dignidad no la da un papel, sino el trabajo honesto.
Y que, al final, todos los grandes caminos empiezan igual: con una historia que duele… y que se decide no dejar ahí.

¿Dónde seguir a Lalo García?

Para conocer más de su trabajo, su cocina y su visión del mundo:

  • Instagram de Máximo Bistrot: @maximobistrot
  • Instagram personal: @eatlalo
  • Libro recomendado: The Migrant Chef (Laura Tillman) – una mirada profunda y humana a su vida y su obra.
  • Sitio web: www.maximobistorot.com.mx
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Neydy Casillas: mexicana que defiende la dignidad humana en pasillos del poder global

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Neydy Casillas: mexicana que defiende la dignidad humana en pasillos del poder global

Hay personas que no buscan reflectores, pero su trabajo ilumina más de lo que imaginan. Personas que entienden que la dignidad humana no es un concepto abstracto, sino el fundamento sobre el que se sostiene la justicia, la libertad y la convivencia entre los pueblos. Una de esas voces es la de Neydy Casillas Padrón, abogada mexicana que, desde los escenarios más complejos del derecho internacional, ha levantado la mano para recordar que los derechos humanos nacen de la persona… no de las agendas.

Su historia no empezó en una gran capital del mundo, sino con una convicción sencilla: defender el valor de cada vida humana, incluso cuando el ambiente alrededor parecía empujar en otra dirección. Hoy, como Vicepresidenta de Asuntos Internacionales de Global Center for Human Rights, su voz resuena en organismos como la ONU y la OEA, donde trabaja incansablemente para que la dignidad humana no sea negociada ni reinterpretada según modas o intereses políticos.

Detrás del traje profesional, hay una historia profundamente humana.

Los principios que nacen en casa

Neydy nació en Guanajuato y vivió parte de su infancia y juventud en Jalisco en un entorno donde las palabras “justicia”, “respeto” y “familia” no eran discursos, sino prácticas cotidianas. Desde pequeña entendió que las personas valen por lo que son, no por lo que el mundo diga que valen. Esa visión marcaría su carrera.

Cuando inició su camino en el derecho, descubrió algo que sería decisivo: los temas de familia y vida rara vez tenían defensores preparados en los espacios internacionales, a pesar de que afectan a millones. Esa ausencia encendió en ella una inquietud que pronto se transformaría en misión.

Una mexicana en los organismos internacionales

Es la menor de cinco hijas de la familia que formó Francisco Casillas y Maria Elena Padrón. Su trayectoria profesional tardó poco en abrirse paso más allá de México.

Neydy representó a nuestro país en espacios tan relevantes como:

  • La Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer en la ONU.
  • La Comisión de Población y Desarrollo.
  • Delegaciones ante la Organización de Estados Americanos (OEA).
  • Litigios estratégicos ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Era un mundo exigente, muchas veces adverso y marcado por intereses ideológicos. Pero allí descubrió algo que también la marcaría: la enorme distancia entre lo que dicen los organismos y lo que viven realmente los pueblos.

Mientras algunos debates se llenaban de términos técnicos y resoluciones ambiguas, las familias —las reales, las que trabajan, educan, acompañan, crían— quedaban fuera del radar. Neydy entendió que hacía falta una voz que recordara lo esencial: los derechos humanos no son construcciones políticas, sino salvaguardas para proteger a la persona frente a los abusos del poder.

La defensa de la dignidad en tiempos de confusión

Una de las características más notables de Neydy Casillas es su claridad. No habla para agradar. Habla para recordar lo que no puede olvidarse.

En un tiempo en el que se pretende redefinir conceptos fundamentales —vida, familia, libertad, maternidad, identidad— su postura es firme:

“Los derechos humanos no pueden depender de ideologías pasajeras. Su raíz es la dignidad humana, y esa dignidad es inherente a cada persona”.

Para muchos delegados con los que trabaja, la figura de Neydy se ha convertido en un punto de referencia. Alguien capaz de leer documentos complejos, analizar implicaciones jurídicas y, aun así, aterrizar todo en el bien concreto de comunidades, países y familias.

Es también una crítica abierta a la creciente ideologización de algunos organismos internacionales. No desde el enojo, sino desde la responsabilidad. Cuando observa que se empujan políticas que reducen la soberanía de los pueblos o que priorizan agendas económicas sobre necesidades humanas, ella levanta la voz. Y lo hace con rigor jurídico, no con slogans.

El Global Center for Human Rights: un espacio para devolver sentido

En su rol actual dentro del Global Center for Human Rights, Neydy trabaja con equipos de abogados, investigadores y diplomáticos para impulsar la defensa integral de la persona humana.

Su visión estratégica busca:

  • Recuperar el sentido original de los derechos humanos.
  • Denunciar las imposiciones de organismos que se alejan de la realidad de los pueblos.
  • Defender la vida humana en todas sus etapas.
  • Proteger la libertad religiosa y la libertad de expresión.
  • Salvaguardar a la familia como núcleo esencial de la sociedad.

Su labor incluye informes, asesorías, participación directa en negociaciones, intervenciones públicas y estrategias jurídicas que buscan equilibrar la balanza en espacios donde ciertas voces suelen ser ignoradas.

Quienes la han visto trabajar dicen que su fortaleza está en la combinación de tres cualidades: rigor jurídico, profundidad humana y serenidad. Esa mezcla le ha permitido entrar en conversaciones difíciles con diplomacia, sin dejar de lado convicciones firmes.

Lo que inspira su trabajo: la persona concreta

Para Neydy, la dignidad humana no es un eslogan. Es una realidad vivida.

Su enfoque parte de una pregunta simple y profunda:

¿Cómo impacta esta decisión en la vida real de una persona?

Ese cuestionamiento la ha llevado a defender con fuerza:

  • A los no nacidos, cuya vida muchas veces se coloca en debate político.
  • A las mujeres, que necesitan apoyo real, no soluciones simplificadas.
  • A las familias, que enfrentan presiones culturales y económicas crecientes.
  • A las personas que sufren persecución por motivos de fe.

Cuando le preguntan por qué sigue en una lucha que a veces parece desigual, ella responde con convicción:

“Porque la dignidad humana nunca pasa de moda. Aunque algunos quieran olvidarlo”.

Una voz para los pueblos que no siempre son escuchados

Uno de los aportes más valiosos de Neydy ha sido visibilizar la realidad de países que no tienen suficiente presencia diplomática o mediática. América Latina, África, Europa del Este y regiones del Caribe enfrentan decisiones tomadas en salas donde rara vez hay representación de su cultura o necesidades sociales.

Ella ha insistido en que:

  • Los organismos internacionales deben servir a las naciones, no imponerles agendas.
  • La soberanía de los pueblos es indispensable para garantizar justicia y libertad.
  • Las políticas globales deben respetar el tejido social y jurídico de cada país.

Esta defensa ha resonado especialmente en diplomáticos jóvenes que buscan recuperar el sentido original del trabajo multilateral: cooperación, no imposición.

Su impacto humano: un ejemplo para una generación que busca causas auténticas

Más allá de tratados y resoluciones, la historia de Neydy conecta porque muestra algo urgente: todavía existen personas que creen que el bien común vale la pena.

No trabaja para ser protagonista; trabaja para que la verdad lo sea. Para que las familias vivan en paz. Que los más vulnerables tengan voz. Para que los pueblos no sean rehenes de intereses ajenos.

Y, sobre todo, para demostrar que incluso una sola persona puede influir en estructuras enormes cuando tiene claridad moral y preparación profesional.

Su vida recuerda que, en tiempos de confusión, la coherencia es revolucionaria.

La importancia de una voz que recuerda lo esencial

La historia de Neydy Casillas es un recordatorio poderoso de que la dignidad humana no es negociable. La familia importa. Que la vida importa. La verdad importa. Y que, a pesar del ruido del mundo, siguen existiendo personas capaces de entrar en los espacios más complejos sin perder el corazón.

En una época donde se relativiza casi todo, su voz devuelve claridad. Y en un mundo donde muchos jóvenes sienten desesperanza, su ejemplo demuestra que sí es posible trabajar por un ideal que valga la pena.

Por eso, su historia conecta. Porque invita a ver que incluso desde los rincones más grandes del poder global… sigue habiendo lugar para la esperanza.

Síguela y conoce su labor

Te invitamos a seguir de cerca su trabajo y su visión sobre la dignidad humana, la libertad y la protección de la familia:

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Vencer el cáncer a los seis años: la historia de Miguel

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Vencer el cáncer a los seis años: la historia de Miguel
Foto Intagram brendapalmuty

Brasil.— El primer signo que modificó la vida de la familia apareció en diciembre de 2023 cuando Brenda Palmuty observó que su hijo Miguel tenía hinchazón en el cuello, las axilas y la ingle: era cáncer. A partir de ese momento comenzó una búsqueda médica que definió el año siguiente y que originó un registro detallado en redes sociales para informar, solicitar apoyo y acompañar a otras familias en situaciones similares.

Hoy Miguel tiene seis años y vive con sus padres después de superar un diagnóstico que exigió atención especializada, desplazamientos constantes y una red de apoyo que se amplió con el paso de los meses.

Diagnóstico que abrió una nueva etapa

Los exámenes médicos confirmaron que Miguel padecía linfoma de Hodgkin, un cáncer que afecta el sistema linfático. La noticia llevó a la familia a buscar tratamiento en el Hospital de Amor en Barretos, São Paulo. Cada avance, cada traslado y cada consulta quedaron documentados en el perfil de Instagram de Brenda, donde expresó agradecimiento a Dios y explicó la importancia de actuar con rapidez ante cualquier síntoma.

En una de sus primeras publicaciones escribió: “Cumpliendo la misión más hermosa que Dios nos ha encomendado. Nos dirigimos a Barretos para otro viaje, con el corazón firme en la fe y el alma en paz”.

Importancia de detectar señales y buscar atención inmediata

Brenda relató que el diagnóstico llegó sin advertencias previas. Expresó que nunca imaginó que Miguel tendría cáncer y señaló lo difícil que resultó enfrentar la situación. A partir de esa experiencia insistió en la necesidad de que los padres observen cualquier cambio físico en sus hijos. “Es importante que estemos atentos a los síntomas”, señaló al explicar que en muchos casos el diagnóstico llega tarde.

La madre compartió su intención de alertar a otros padres y brindar acompañamiento a familias que atraviesan procesos oncológicos pediátricos. En varias publicaciones reiteró que su experiencia podía servir para evitar retrasos en diagnósticos y para generar información entre quienes desconocen los signos iniciales.

Meses de tratamiento y registro constante

El tratamiento de Miguel contempló quimioterapias sucesivas y evaluaciones periódicas. Durante ese periodo surgieron episodios de fiebre que provocaron entradas al hospital. Brenda explicó que cada fiebre obligaba a actuar con rapidez y que en ocasiones los planes cambiaban por completo.

En un texto mencionó su temor ante la posibilidad de retrasar el regreso a casa: “El mañana pertenece sólo a Dios y debemos confiar en Él”.

Las publicaciones mostraron fotografías del hospital, mensajes de agradecimiento, decisiones médicas y momentos familiares. Cada post funcionó como diario, evidencia y herramienta de comunicación con quienes seguían la historia desde distintas ciudades. Ese archivo digital permitió reconstruir la secuencia de hechos y dar claridad sobre los avances del tratamiento.

Venció al cáncer

El 13 de agosto de 2024 Miguel recibió la última sesión de quimioterapia. El 27 de agosto la familia volvió a casa. Posteriormente los exámenes confirmaron que estaba libre de cáncer. Miguel continuó con revisiones y con el catéter que formó parte del proceso de seguimiento.

Regresar a la escuela después del tratamiento

Regresar a la escuela marcó un momento significativo. Miguel preguntaba con frecuencia por su colegio y sus amigos. La familia decidió enviarlo después de recibir autorización médica. Brenda explicó que confiaban en la institución desde antes del diagnóstico.

El regreso ocurrió en 2024 frente a cámaras. Sus compañeros organizaron un recibimiento con globos amarillos y aplausos. Las maestras formaron un pasillo para acompañar su entrada. El video mostró el reencuentro con su mejor amigo, Teo, quien lo abrazó y pronunció una frase que quedó registrada: “Amigos para siempre”. Esa escena se viralizó en 2024.

El regreso no solo significó la reintegración a la rutina escolar. Para la familia funcionó como un indicador de que Miguel podía retomar actividades que había interrumpido por el tratamiento. La comunidad educativa expresó apoyo y la escuela reafirmó su papel como espacio de contención y continuidad.

Viralización del regreso y reacción social

El video del regreso de Miguel al colegio generó un impacto amplio en redes sociales. Usuarios de distintos países enviaron mensajes centrados en la recuperación de Miguel, en el gesto de su amigo y en la importancia de la amistad durante procesos largos de tratamiento.

La viralización otorgó visibilidad a la historia y al mensaje constante de su madre sobre la detección oportuna. También abrió canales de comunicación con familias que atravesaban procesos similares y que encontraron en la historia un espacio para compartir dudas, miedos y experiencias.

Entre cuidados y decisiones sobre la vida cotidiana

Aunque la recuperación avanzó, la familia enfrentó decisiones complejas después del tratamiento. En un mensaje, Brenda relató que Miguel presentó fiebre antes de acudir al cumpleaños de un amigo. Expuso la disyuntiva entre permitirle participar o evitar el riesgo. La familia optó por asistir.

En la publicación explicó que buscaban darle a Miguel la oportunidad de vivir experiencias propias de su edad sin dejar de cumplir los cuidados necesarios.

Esa salida representó para la familia un cambio en la forma de enfrentar la nueva etapa. Miguel inició actividades con más confianza, aunque con controles médicos permanentes. El mensaje de Brenda subrayó que la vida cotidiana retomaba su curso y que la vigilancia médica continuaba como parte del proceso.

Mensaje a otros padres y madres

Las publicaciones de Brenda incluyeron reflexiones sobre lo aprendido durante el año de tratamiento. Señaló que el cáncer modificó la rutina familiar y que cada día posterior representó una nueva oportunidad. En uno de sus textos escribió: “Tengo mucho que mostrar”, al invitar a otros padres a informarse y a no posponer consultas médicas ante síntomas persistentes.

También dedicó mensajes a quienes la acompañaron. A su esposo le escribió: “Dios ya había marcado nuestras vidas con un propósito”. A la escuela le agradeció el recibimiento a Miguel y la manera de integrar a los alumnos. Para los padres de los compañeros les dirigió un mensaje especial por el apoyo mostrado durante la reintegración escolar.

Nueva etapa para Miguel y su familia

Miguel tiene seis años y continúa con controles médicos. La familia asiste a revisiones periódicas, vacunas y consultas que forman parte del protocolo posterior al tratamiento contra el linfoma de Hodgkin. Brenda señaló que cada año adquiere un significado distinto y que observan cada fecha relacionada con el tratamiento como un punto de referencia.

El archivo digital que construyó durante el proceso funciona como crónica familiar y como testimonio público sobre la importancia de acompañar a un niño durante una enfermedad de larga duración.

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