Opinión
La respuesta a la pregunta de ayer no es algo sencillo
Ayer le hice esta pregunta: ¿Qué respondería si su hijo le dijere que quiere ser barbero?
Ahora le pregunto algo relacionado con la respuesta que usted daría: ¿Piensa que le sería fácil responderle a su hijo, en relación con su aspiración?
Le daré hoy mi punto de vista el cual, sin duda, será diferente a lo que usted piense al respecto. Sin embargo, al margen de la posición que ambos tengamos al respecto, debo decir antes de cualquier otra cosa, que no es fácil articular una respuesta adecuada la cual, más que a usted y a mí, debe satisfacer al hijo que nos ha comunicado su decisión.
Lo primero que debo reconocer, es que en México tenemos ideas que podríamos calificar de absurdas y/o despectivas en relación con ciertos oficios.
En un muy buen porcentaje de familias mexicanas, todavía prevalece la idea de que el éxito de los hijos estaría soportado en una licenciatura en alguna rama del conocimiento como la medicina, ingeniería, contabilidad y administración entre otras.
El éxito del hijo lo medimos pues, en el Título que mostrará orgullosos los padres que consideran, al obtener ese codiciado documento, que el futuro económico y social está asegurado. Ahora, parecerían decirse, podemos morir tranquilos porque sus hijos se han titulado de esto o lo otro.
Todo lo demás que salga de esa forma de juzgar las profesiones arriba mencionadas, es visto con cierto desdén cuando no franco desprecio. Qué el hijo quiere ser Técnico en Aire Acondicionado o en Electricidad Industrial, es visto como un verdadero fracaso.
Imaginemos ahora la situación descrita en la colaboración de ayer: Papá, quiero ser peluquero o carnicero o algún otro oficio de los que en las nuevas condiciones demográficas están de moda.
El cambio cultural que debió haberse concretado en los padres para aplaudir la decisión del hijo que decidió alejarse de la ruta normal en cuanto a qué profesión seguir, aparte de ser profundo toma tiempo.
Y como dije arriba, de los más de 25 millones de familias en México, un buen porcentaje todavía ven el Título como el boleto seguro al éxito económico. Poco importan los altos niveles de profesionistas desempleados, o el altísimo número de los que se desempeñan en un campo muy alejado de lo estudiado para millones de padres mexicanos que por razones diversas, siguen viendo las cosas con base en ideas que, si bien fueron útiles y adecuadas para el México de hace todavía 20 o 30 años, hoy la economía y la nueva composición demográfica han empezado a requerir y premiar, a algunos viejos oficios que se realizan bajo nuevos enfoques.
Aceptar esto de buena gana para un hijo en el cual teníamos fincadas grandes esperanzas, al menos es mi caso, no lo veo tan fácil.
Ahora bien, poco importa lo que yo piense, o usted; hoy y durante no pocos años, la realidad establecerá las nuevas condiciones bajo las cuales, nuestros hijos y nietos van a vivir y a desempeñarse profesionalmente.
Juzgar sus decisiones con base en lo que nosotros vivimos y con base en las expectativas que nuestras familias nos inculcaron como las adecuadas, tampoco me parece correcto.
Abramos nuestra mente y respetemos lo que hijos y nietos decidan; el futuro es de ellos y hoy, dado lo que hemos alcanzado y los pocos logros obtenidos frente a lo que soñamos, no tenemos autoridad para imponerles qué estudiar y qué profesión u oficio escoger.