Columna Invitada
Unidad, divino tesoro
Por Antonio Maza Pereda
Estamos apenas en los inicios de las precampañas y ya empieza a haber señales de que la unidad en las diferentes fuerzas políticas va a ser una mercadería muy escasa. En la 4T el factor de unidad es el señor Presidente. Él es quien pone orden, quien establece los criterios, quien logra que las ambiciones personales y de facción se mantengan más o menos alineadas. No es cosa fácil: si en el PRD, uno de los antecesores de MORENA, se hablaba de las nueve tribus, esto se ha complicado con la absorción de personas procedentes de otras fuerzas políticas, sobre todo los que proceden del PRI. Es claro que ya están más visibles los pleitos entre las “corcholatas” y que las patadas ya no son nada más “bajo la mesa”, sino que algunas ya empiezan a trascender a los medios tradicionales.
En la alianza opositora después de los primeros shows de unidad, los llamados Diálogos Ciudadanos, ya hay la amenaza de una interrupción de relaciones del PRD y también el anuncio de que uno de los contendientes por la nominación, ya ha renunciado. Con lo cual baja la probabilidad de que la precandidata Xóchitl Gálvez sea la nominada por la oposición.
Es relativamente fácil achacar este fenómeno a las ambiciones personales. Sin duda hay una buena parte de real en esto: en la historia política de nuestro país la mayoría de las disensiones han ocurrido por razones personales y muy raramente por razones que pudieran tener alguna lógica o que estén basadas en una filosofía política.
La gran pregunta, para los dos grupos contendientes, es cómo lograr la unidad. Incluso MORENA, que no tiene aparentemente un problema en este sentido, gracias a la popularidad del señor Presidente, tampoco puede confiarse a que siempre tendrá esa fuerza de unión. Es triste decirlo, pero lo que está ocurriendo no es nada nuevo. Somos un país sin unidad. Lo que pasa es que esto se notaba poco, porque las fuerzas políticas trataban de mantener lo más ocultos posible sus diferendos. Tal vez nos estamos dando cuenta con mayor claridad porque gracias a la gran capacidad de comunicación que tiene toda la población, es mucho más difícil ocultar las dificultades entre grupos. Por otro lado, la siembra sistemática de odio ha sido abierta y es muy notoria porque ocurre desde la presidencia, desde las conferencias cotidianas y en cadena nacional.
Es bastante claro que hemos tenido divisiones entre las clases sociales, por razones de género, raciales y por muchas otras causas. Solo que no eran tan claras. Los discriminados normalmente soportaban su situación e incluso tenían miedo de hacer notar su disconformidad, por temor a empeorar su situación. Ya no es así.
Ante esto no es ocioso hacernos la pregunta: ¿qué es lo que nos une a los mexicanos? Hay algunas respuestas, pero generalmente son en temas poco significativos a nivel social. Nos une, y seguramente todos estaremos de acuerdo, cierto tipo de música, nuestra manera peculiar de divertirnos y de una manera muy amplia el gusto por los espectáculos deportivos. Nos une la gastronomía. Pero aun en esto tenemos nuestras diferencias: no siempre es así.
Nos gustaría pensar en qué nos unen de una manera más sólida, nuestra cultura, construida a través de una jerarquía de valores. Nos une nuestro aprecio por la familia, qué se intensifica de manera importante en nuestros emigrantes, qué se sacrifican diariamente para contribuir al sostenimiento de los que se quedaron atrás, así como nuestro deseo de que nuestros hijos avancen en lo económico y en lo social, para lo cual muchas familias se sacrifican de una manera importante. También nos unen una buena parte de nuestras creencias que en otro tiempo se concentraban en la peculiar espiritualidad comunitaria de los mexicanos. Mayormente, pero no exclusivamente, en torno a la Iglesia católica.
Todos esos son motivos más sólidos de unidad, pero desgraciadamente cada vez están siendo menos importantes. ¿Dónde están los obstáculos para poder construir una convivencia pacífica y productiva? Muchos hablarán de la ambición cada vez más desmedida que ha entrado a suplantar una buena parte de esos valores tradicionales. Y hay algo de razón en esto.
También nos estorban algunos mitos, que en muchos casos contribuyen a la separación entre los mexicanos. Como el mito de que somos un país rico. Sin tomar en cuenta hechos muy claros, por ejemplo: que tenemos muy poca tierra cultivable, de la cual menos de la mitad tiene riego; que tenemos un bono demográfico envidiable, comparado con los países europeos, pero tenemos una población con educación deficiente.
No hemos logrado, en más de 200 años de independencia, construir un verdadero estado de derecho. La impunidad no se ha logrado abatir. Vivimos una situación de profunda desconfianza hacia las autoridades, desconfiamos prácticamente de casi todas las fuerzas sociales del país. Ninguna ideología política, ningún sistema de gobierno, puede darle unidad a este país. Tenemos que aceptar que nunca tendremos total unidad.
No podemos aspirar a la unanimidad, a que toda la población acepte un cierto grupo de ideas. Para eso está la democracia: un sistema que permite administrar la falta de unidad mediante sistemas y acuerdos que permiten que podamos seguir colaborando a pesar de que no estamos realmente de acuerdo en todo. Pero sí estamos de acuerdo en que necesitamos tener mecanismos para que, independientemente de que no alcancemos la unidad, se puedan seguir tomando decisiones qué respeten las necesidades de las minorías y den cumplimiento a los deseos de las mayorías. Un equilibrio difícil, pero necesario. Y tal vez podríamos empezar a construir una mejor situación, en la medida en que pensemos que esto tiene alguna probabilidad de cumplirse.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Columna Invitada
Cuando la coyuntura se vuelve destino
Para INCIDE existen momentos en los que los temas no se eligen: se imponen, porque la realidad habla con demasiada claridad para ignorarla. La revisión de las ediciones de este año confirma que no abordamos asuntos aislados, sino un mismo proceso observado desde distintos ángulos. Agua, ciudad, infraestructura, economía, juventud, marco legal y gobernanza dejaron de ser temas separados para convertirse en un solo sistema.
Hoy es evidente que las decisiones postergadas ya generan consecuencias y que discusiones antes técnicas se han transformado en asuntos de estabilidad social, viabilidad económica y futuro territorial.
De la urgencia al límite
Al inicio el agua apareció como preocupación estructural; después como problema operativo; más tarde como derecho; y finalmente como factor de gobernabilidad. No como crisis episódica, sino como resultado acumulado de crecimiento desordenado, rezagos históricos, planeación desconectada de la realidad y decisiones postergadas durante décadas.
Por eso dejó de ser un tema exclusivo de organismos operadores o ingenierías especializadas. Se convirtió en una variable que condiciona inversión, cohesión social y continuidad del desarrollo.
La ciudad como protagonista del problema
Algo similar ocurrió con la infraestructura y el territorio. La obra dejó de entenderse como sinónimo de progreso automático. La conversación se desplazó hacia la calidad, el sentido y la resiliencia de lo que se construye.
Movilidad, normatividad urbana, ordenamiento territorial y servicios básicos comenzaron a leerse como un mismo sistema. Las ciudades ya no son solo escenario: son actores que pueden amplificar o mitigar los riesgos que enfrentan.
El contexto internacional tocó la puerta
El viraje más evidente fue económico. La región dejó de analizarse en clave local para entenderse como parte activa de Norteamérica. Nearshoring, cadenas de valor, energía, minería y comercio dejaron de ser promesas abstractas para convertirse en presiones reales.
La lectura fue clara: las oportunidades mal gestionadas también generan riesgos. Atraer inversión sin infraestructura adecuada, sin agua, sin energía confiable, sin talento y sin reglas claras no es estrategia; es improvisación costosa.
El futuro dejó de ser discurso
Otro cambio relevante fue la manera de hablar de juventud y relevo. Se abandonó el lenguaje aspiracional para asumir una realidad incómoda: los modelos actuales se están agotando y alguien tendrá que tomar decisiones en escenarios más complejos que los de hoy.
La profesionalización, la capacitación continua y la certificación dejaron de ser complementos para convertirse en condiciones mínimas de competitividad. Sin capital humano preparado, no hay continuidad institucional ni desarrollo sostenible posible.
Cuando la omisión también es riesgo
En paralelo, el análisis normativo y de gobernanza se volvió constante. No como debate ideológico, sino como diagnóstico práctico. La ley suele ir detrás de los hechos, y cuando eso ocurre, los costos los pagan las ciudades, los sectores productivos y la sociedad.
La regulación, la mejora administrativa, la certidumbre jurídica y la corresponsabilidad social aparecieron como infraestructura invisible, pero determinante. Sin reglas claras, el desarrollo se fragmenta; sin gobernanza, la sostenibilidad se debilita.
Entre la gestión y la contienda
México entra al 2026 en un entorno de crecimiento moderado, alta exposición externa y una complejidad política cada vez mayor. A este escenario se suma un factor determinante: el calendario electoral del 2027 comienza a imponerse sobre la conversación pública y, con ello, sobre la toma de decisiones que deberían concentrarse en lo esencial.
En este contexto, la economía deja de ser ya el único indicador relevante. Conforme se acerca el relevo político, la atención institucional se desviará hacia la contienda, mientras problemas estructurales quedarán en segundo plano.
Para Sonora, las fortalezas existen, pero no son automáticas ni permanentes. Además de competir por inversión y talento, el mayor riesgo es la distracción de un relevo político no puede ni debe significar borrón y cuenta nueva. La continuidad técnica, la institucionalidad y la responsabilidad pública serán el verdadero factor de competitividad en un entorno cada vez más exigente.
Lo que viene no será un tiempo de certezas, sino de decisiones y caprichos forzados por la presión del contexto que marcarán el rumbo del estado mucho después de la coyuntura electoral. Esperemos que los políticos estén a la altura, que el sector productivo actúe con visión y que la sociedad no renuncie a exigir un verdadero bienestar conjunto.
Cerramos este año con la convicción de que aún estamos a tiempo.
Deseamos una Feliz Navidad y que el próximo año sea, de verdad, un buen año para todos.
Mtro. Guillermo Moreno Ríos
Ingeniero civil, académico, editor y especialista en Gestión Integral de Riesgos y Seguros. Creador de Memovember, Cubo de la Resiliencia y Promotor del Bambú.
[email protected]

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Columna Invitada
Inteligencia artificial y temores
Probablemente, las innovaciones tecnológicas más sonadas en los años 2024 y 2025 tienen que ver con la inteligencia artificial. Algo que no es realmente nuevo, aunque este nombre sí lo es; el término es novedoso y atractivo desde el punto de vista mercadológico.
Estas innovaciones están generando miedos, que se están usando para hacer crecer este negocio. Buscan convencer al público en general de que, si no entra rápidamente a la inteligencia artificial, perderá sus negocios o su empleo. Por otro lado, también usan los miedos aquellos que se oponen a estas innovaciones, diciendo que usar la inteligencia artificial es dejar abierta toda la información de la empresa para ser mal usada. Además, organizaciones sociales enfatizan el problema ético que pueden causar estas nuevas tecnologías. Siendo temas importantes, el problema es que esos temores nos impiden ver las ventajas de estas innovaciones. Nos ocupamos de evitar los daños, cuando habría que pensar en los beneficios que podrían traer para todos.
Hay campañas impresionantes orientadas a la población, sobre todo a la clase media educada. Tratan de convencernos de que quienes tienen más de 40 años ya están fuera de la jugada. “No tienen las capacidades que poseen los jóvenes para entrar a estas tecnologías”, nos dicen. Y se están creando grandes cantidades de cursos donde específicamente se afirma: “Estamos buscando personas de más de 40 años y que no tengan conocimientos de cómputo”. Y ofrecen, por ejemplo, una maestría en inteligencia artificial dedicándole 30 días, 15 minutos por día, con lo cual le van a dar el equivalente a ese grado. Es de esperarse que se necesite más que eso.
Recientemente se congregaron, en el Vaticano, 50 expertos en una reunión sobre el asunto. Entre sus presentaciones, predominaron las llamadas a cuidar la ética, pidiendo reconocer que hay riesgos, así como pidiendo reglamentación y la intervención de diferentes autoridades para limitar estos males. Riesgos interesantes, pero que ocurren en todo tipo de comunicación. Con la diferencia del enorme alcance y velocidad de estos nuevos instrumentos. Por otro lado, muchas empresas están prohibiendo a sus empleados utilizar la inteligencia artificial, y han vetado todo lo que se estaba manejando con estos instrumentos. Alegando que no hay una certeza de que esa información no pueda ser mal utilizada.
Los mencionados expertos hablaron debeneficios de la inteligencia artificial. Señalaron aspectos muy positivos. Se habla de la mejora en la salud, educación accesible, sostenibilidad ambiental, eficiencia en los procesos y, aunque parezca raro, promoción de la paz. En términos muy genéricos, sin entrar a detalle como lo hicieron en el campo de los peligros de la inteligencia artificial. Habrá que estudiar a fondo los posibles beneficios de esta.
Hay que profundizar en esto y discernir sus consecuencias. Este es el nuevo mundo que se nos está presentando. No es la solución abandonar esta innovación. No es sensato usar los miedos para obstaculizar o hacer más rápida la adopción de estas tecnologías. Hay que balancear, en nuestros análisis, los riesgos, y los beneficios. Y, sobre todo, estar preparados para aprovecharlos. No son los miedos el mejor consejero para aceptar las innovaciones de tipo tecnológico o en cualquier otro campo. Un tema para debatir, participar y opinar. Se necesitan más opiniones. Las de otros, como usted y yo, reflexionando con sentido común, sobre nuestro papel en este tema.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
Columna Invitada
PAN salado
TU DECIDES
Por Pablo Mier y Terán
Hubo un tiempo en que el PAN sabía a pan. Pan recién horneado, con corteza firme y migajón reconocible. Uno podía estar de acuerdo o no con su receta, pero al menos identificaba los ingredientes: doctrina, oposición clara, un aire de congruencia moral y política. Hoy, en cambio, muchos ciudadanos muerden el PAN y hacen el mismo gesto que cuando el bolillo salió salado, duro o, peor aún, con sabor a otra cosa.
La escena frente a la sede nacional del partido fue reveladora. No llegaron adversarios ni militantes de otros colores, sino guanajuatenses y organizaciones civiles que, durante décadas, fueron clientela fiel del horno panista. Gente que no fue a pedir candidaturas ni puestos, sino algo más básico: que el PAN vuelva a parecer PAN. Su reclamo fue simple y devastador: en Guanajuato el partido está entregando el estado, electoral e ideológicamente, a Morena, traicionando los principios que decía defender, libia es tibia se quejaron los manifestantes; Romero, no queremos tu mugrero, decían a gritos.
Traducido al lenguaje de la panadería: cambiaron la receta sin avisar al cliente. Prometían pan artesanal y ahora sirven un producto industrial, hecho con moldes ajenos y sabores importados. Vida, familia y libertades fundamentales —los ingredientes estrella del PAN durante décadas— aparecen hoy en la etiqueta, pero ya no se sienten en el paladar. Y cuando el sabor no coincide con el discurso, el consumidor deja el pan en la mesa.
El problema no es solo local. Mientras en Chile la derecha, por ser coherente con sus principios y su carisma fundacional, acaba de ganar una elección presidencial con un discurso duro pero reconocible, aquí el PAN presume formar parte de un “resurgimiento derechista” continental sin decidirse a serlo de verdad. Quiere la foto internacional, pero no el compromiso interno. Quiere decir “somos oposición”, mientras vota, gobierna o legisla como si pidiera permiso para no incomodar a la 4T.
El contraste es brutal. En Chile, el péndulo político se movió porque la izquierda gobernante se moderó hasta perder identidad, y la derecha supo capitalizar el hartazgo. En México ocurre algo inverso y más triste: la izquierda gobierna sin moderarse y conserva el poder, mientras la oposición se diluye, se acomoda o se mimetiza. El resultado es un PAN que ya no confronta, no propone con claridad y, peor aún, no se reconoce a sí mismo.
Por eso el reclamo de Guanajuato duele más que cualquier encuesta. No es un ataque externo, es una crítica desde la mesa familiar. Los manifestantes recordaron que el PAN nació de una doctrina, no de una coyuntura, y que un partido fundado por uno de los Siete Sabios de México no puede sobrevivir solo a base de cálculo electoral y silencios convenientes. Cuando un partido olvida a quién representa, termina representando a nadie.
El PAN de hoy parece ese pan que nadie pidió: ni suficientemente conservador para quienes creían en su ideario, ni auténticamente liberal para atraer nuevos comensales. Salado, desabrido y con una textura rara, como si hubiera pasado demasiado tiempo en el anaquel del poder local.
La política, como bien dijeron los propios manifestantes, se sostiene con coherencia entre doctrina, plataforma y representación. Cuando eso se rompe, el pan se echa a perder. Y no importa cuántos logotipos o slogans se le pongan encima: si no recupera el sabor original, la gente buscará otra panadería. O, peor aún para Acción Nacional, dejará de consumir pan.

Pablo Mier y Terán @pablomieryteran
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Columna Invitada
México en movimiento, un país que acoge historias de tránsito, destino y retorno migratorio
Por: Malcom Aquiles
Durante décadas, México se ha convertido en un territorio de intensa movilización de personas dentro y fuera del país, éstos flujos se integran de manera diversa y hacia distintos destinos, por ello es considerado como un país de origen, tránsito, destino y retorno de migración.
La vecindad geográfica con Estados Unidos, coloca a México como el principal corredor migratorio del mundo, lo que implica un reto en la búsqueda por garantizar los derechos de todas las personas que se encuentran en el territorio. En el 2023, las autoridades registraron un incremento en el volumen de personas provenientes de Honduras, Colombia, China, Cuba e incluso Estados Unidos, equivalente al 44% de las Tarjetas de Residencia Temporal (TRT) emitidas ese año.
Pero, ¿qué provoca estos movimientos de población? La mayoría de ellos se derivan de la búsqueda de oportunidades laborales y mejora económica, aunque también hay casos de reunificación familiar, así como desplazamientos relacionados con la huida derivada de la inseguridad, violencia y desigualdad.
Cada vez son más los casos de personas que acuden a México en la búsqueda de protección internacional, como refugiados, para lo cual, nuestro país se rige por la Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político (LRPCAP), en la que destacan seis principios: no devolución, no discriminación, interés superior de la niñez, unidad familiar, no sanción por ingreso irregular, y confidencialidad.
De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en el primer trimestre de 2024 se registró un récord histórico de 360,146 eventos de personas en situación migratoria irregular. De estos, el 60% correspondió a hombres adultos, el 28% a mujeres adultas y el 12% a niñas, niños y adolescentes (NNA), en igual proporción entre ambos sexos. Además, uno de cada cuatro eventos involucró a personas de Venezuela, mientras que el 30% se distribuyó entre ciudadanos de Honduras, Guatemala y Ecuador.
Ante este contexto de movilidad, debemos agregar la cantidad de personas que han sido devueltas de Estados Unidos, que conforme a datos de la Unidad de Política Migratoria (UPM), en enero de 2025, se trató de 14,309 mexicanas y mexicanos. Las entidades receptoras de estas personas, fueron Tamaulipas (4,182), Sonora (3,031) y Baja California (2,756).
Una situación lamentable y alarmante, tiene que ver con las 1,302 niñas, niños y adolescentes que fueron devueltos en el mismo periodo, de los cuales 674 viajaban solos. La situación podría incrementarse al considerar que existen alrededor de 12.2 millones de mexicanos de primera generación viviendo en el país vecino y otros 13.6 millones de segunda generación.
Con motivo del Día Internacional del Migrante, el 18 de diciembre, vale la pena preguntarnos: ¿por dónde empezar? La respuesta pasa por la sensibilidad, por asumir que las personas migrantes no son cifras ni amenazas, sino vidas en tránsito que necesitan seguridad, empatía y oportunidades. Una de las claves está en fortalecer la capacitación de las y los funcionarios públicos en materia de movilidad humana, con especial atención a la niñez y la adolescencia.
Además, existen diversas organizaciones, como World Vision México, que brindan ayuda humanitaria en diferentes sentidos, partiendo de la entrega de paquetes de alimentos básicos, artículos de higiene y limpieza, insumos de higiene menstrual y kits de higiene personal y familiar.
Dejemos de mirar con recelo a las personas en situación migratoria, de señalarnos como quienes vienen a arrebatarnos las oportunidades laborales y fomentemos un espacio de unión y confianza con ellos, pues la calidez con la que recibamos a quienes llegan puede marcar una diferencia profunda en sus vidas. Cuando se les ofrecen herramientas socioemocionales, oportunidades educativas y espacios seguros, especialmente a las niñas, niños y adolescentes, la frontera entre un futuro esperanzador y uno marcado por la vulnerabilidad se transforma.
Al final, cada gesto importa, porque detrás de cada movimiento migratorio hay un corazón que late, una historia que se sostiene y una esperanza que busca dónde echar raíces.

Malcom Aquiles Pérez
Director de incidencia en Políticas Públicas y Movilización World Vision México
Antropólogo social de formación, cuenta con más de diez años de experiencia en gestión de proyectos y desarrollo de capacidades a equipos para las etapas de diagnóstico, diseño, monitoreo y evaluación.
La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx
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