ECOS de la Familia
La mujer en la familia
Por Ivette Laviada
¿Por qué hoy se presenta como un desafío el que la mujer se desarrolle plenamente en el seno de la familia? ¿por qué las generaciones pasadas no se hacían este planteamiento?
¿Qué ha cambiado? O mejor preguntar ¿cuándo y qué factores contribuyeron a pasar de un extremo a otro?
La mujer en los 50’s le daba un sí al matrimonio, tenía apertura a la maternidad, se realizaba en la educación de los hijos y la atención al marido, su papel en la sociedad era central, pues al ser transmisora de valores la familia giraba en torno a ella, ocupándose de la administración del hogar aprovechaba cuanto podía.
Si la mujer estaba tan cómoda en este ambiente, ¿qué pasó?
La revolución sexual marcó un cambio para la mujer, al punto de cuestionarse si el matrimonio y la maternidad la estaban oprimiendo.
¡La mujer del nuevo milenio se encuentra confundida! no sabe qué hacer, el mundo le dice que salga de casa y su corazón que debe cuidar de los hijos y del marido; sin embargo, para muchas es menester la conciliación de la familia y el trabajo.
Las mujeres hemos logrado muchas cosas: desempeñarnos en labores y profesiones muy variadas, obtener reconocimiento por lo que hacemos, influir en distintos medios como el social, cultural, empresarial o político, pero para muchas de nosotras lo más importante seguirá siendo nuestra familia.
Hay muchas que están insertadas en la sociedad, pero profundamente insatisfechas, el stress, la depresión, los divorcios van evidenciando los problemas, quizá se ha abusado en la búsqueda de la libertad autónoma, abandonando esposo e hijos.
No todas las mujeres tenemos la vocación al matrimonio, es verdad, pero sí que para una amplia mayoría es parte de nuestra misión.
La mujer para descubrir su misión debe tener un conocimiento profundo de sí y de los que la rodean, tiene mucho que ver con la experiencia del amor.
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Parte de nuestra naturaleza se manifiesta en la capacidad de donación que tenemos hacia los que amamos, poseemos el don de universalidad, pues no importa raza, condición social, edad o cualquier otra, el ser mujer nos caracteriza.
Conocemos la importancia de jerarquizar, ¿cómo invertimos nuestro tiempo? ¿qué tanto le damos a nuestro esposo, hijos, trabajo? De esto depende conciliar vocación y profesión.
El espíritu de lucha es algo que poseemos, baste ver como sacamos adelante a nuestros hijos, como mantenemos en pie nuestro matrimonio, como realizamos las más grandes proezas en nombre del amor a los nuestros.
Contamos con una inteligencia emocional que nos permite empatizar con los demás, poner el sello humano en cuanto ambiente toca, poseemos la gracia para hacer de lo ordinario algo extraordinario y de lo cotidiano una pasión.
Tenemos la intuición, el sexto sentido que nos hace percibir que hay detrás de una mirada o una acción, estamos pendientes de los gritos de la vida que nadie oye.
El don de diversidad de dones nos describe porque podemos estar en muchas cosas a la vez, pendientes del esposo, hijos, casa, oficina, apostolado, estudios, amigos, etc. Nuestra cercanía a Dios, de rodillas, logra que cuando no queramos querer sigamos queriendo.
La mujer es muy importante para la sociedad, promover su desarrollo, su educación, su cuidado y su salud nos favorece a todos porque lo que está en juego es la familia, la primera escuela de la vida, donde aprendemos lo que es el ser humano: amar, compartir, enfrentar el dolor, superar los obstáculos, desarrollar las capacidades y convivir en comunidad.