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La narrativa meritocrática, ¿lastre para erradicar la pobreza en México?

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Foto Cuartoscuro

Ciudad de México.— Tras un sexenio federal en el que se ha seguido la consigna de poner a los pobres en primer lugar, continúa siendo una inquietud el tema de la erradicación de las diversas pobrezas en las que se encuentra buena parte de la sociedad mexicana. Carencias alimentarias, falta de acceso a empleo digno, falta de un sistema popular de atención sanitaria y hospitalaria. Es decir, no sólo las pobrezas relativas (sobre las cosas que carecen ciertas personas o familias en un entorno semejante de otras) sino en las carencias estructurales que no sólo afectan a las familias de menos recursos sino a todos los estratos socioeconómicos en largos periodos de tiempo.

En este contexto, este octubre ha salido al público el libro ‘Pobres porque quieren’ de Máximo Jaramillo en el que desmonta “la falacia de la meritocracia”. En palabras del propio autor, en México, como en muchas partes del mundo, persiste la creencia arraigada de que las personas en situación de pobreza son responsables de su propia condición. Esta idea, resumida en la frase “pobres porque quieren”, es más que una simple expresión; es el reflejo de una narrativa profundamente enraizada en la sociedad: la narrativa meritocrática.

¿Cada quién merece lo que trabaja?

Jaramillo afirma sin ambages que se trata de una visión simplista de la desigualdad: “Cuando se escucha que ‘el pobre es pobre porque quiere’, por equivalencia, eso significa que ‘los ricos son merecedores de su riqueza’. Es decir, lo interesante de la desigualdad en México es que se supone es ‘legítima’. O al menos así es de acuerdo con la narrativa meritocrática, esta idea de jerarquización de las sociedades, según la cual las personas que están en la cima de la estratificación social se encuentran ahí por sus méritos”.

Pero el autor se cuestiona: “¿En realidad la riqueza del top 10 de multimillonarios mexicanos en la lista de Forbes merece haber crecido 45% durante el sexenio actual? ¿Los méritos de dichas personas son miles de millones de veces mayores que los de alguien en situación de pobreza?”

Para el investigador, la narrativa meritocrática justifica la posición de los ricos argumentando que poseen más talento, que se esfuerzan más y que cuentan con mayor creatividad para resolver sus proyectos; al mismo tiempo, culpa a los pobres de su situación y siembra perspectivas de que sus carencias son producto de su pereza, sus malos hábitos o de una falta de voluntad o ambición. Sin embargo, un estudio reciente realizado en la Ciudad de México revela que esta narrativa es mucho más compleja y matizada de lo que parece a primera vista: “Un cúmulo cada vez más amplio de evidencia científica demuestra que ‘origen es destino’ para la inmensa mayoría de quienes nacen en un hogar en pobreza”.

Matices meritocráticos

Bajo este análisis de las condiciones sociales, se desmontan muchas de las convicciones que se tienen respecto a la ‘voluntad’ de los pobres para permanecer en la pobreza. El autor ejemplifica con percepciones manifiestas de varios entrevistados: “Cada quien es libre de hacer lo que quiera; si todos quisieran salir adelante […] ahí sí habría igualdad […] El futuro depende de uno mismo”, comparte el autor el testimonio de una de las entrevistadas.

Pero incluso en aquellas personas que aceptan que existe cierta responsabilidad social para favorecer el combate a la desigualdad no dejan de considerar que son las cualidades y esfuerzos individuales las que importan para romper condiciones de precariedad: “Uno de los entrevistados aseguró que ‘los pobres no tienen las mismas condiciones de oportunidades que las demás personas’ pero a su parecer ‘esas personas han caído en el conformismo de la situación de pobreza’, nos comentó”.

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El dilema de los subsidios

La investigación de Jaramillo también explora las opiniones respecto a las políticas sociales, los subsidios y los mecanismos de asistencia diferencial para personas de bajos recursos o menores oportunidades de desarrollo.

Según el autor, son muchas las voces que aseguran que consideran que la política social no es sino un mecanismo clientelista para intercambiar favores por votos; también critican que el recurso económico entregado por instancias del Estado desincentiva el trabajo, el esfuerzo personal y hasta la honradez.

Entre los entrevistados hay opiniones reiteradas sobre que “los programas de política social no son más que paliativos, y cosas populistas” y recomendaciones de que el gobierno no debe apoyar económicamente a las personas en vulnerabilidad: “la idea no sería tanto darles dinero, porque no sabemos a dónde va a parar”.

Urge un nuevo discurso

El investigador concluye que hay una inmensa “fuerza” de la narrativa meritocrática en México “que incluso las variantes de percepciones y preferencias de las personas que se alejan de ella, no llevan a las personas a adoptar una posición opuesta a la meritocracia”.

En su libro, Máximo Jaramillo plantea el gran reto que tiene la sociedad mexicana en desmontar la narrativa meritocrática y sugiere construir una narrativa “alternativa, coherente y sólida que reconozca la complejidad de la pobreza y la desigualdad en el país”. Pues, a su parecer, “mientras esta narrativa alternativa no se consolide, la visión meritocrática seguirá influyendo en la percepción pública y en el diseño de políticas sociales, perpetuando así ciclos de desigualdad y estigmatización”.

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ebv

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