México
Emergencia educativa requiere integralidad de lo intelectual, el afecto y la acción comprometida, plantea Card. Tolentino de Mendonça
Ciudad de México.— En un encuentro con especialistas en comunicación y representantes de la prensa en la capital de la República, el Cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación de la Santa Sede, compartió tres asuntos fundamentales en la educación contemporánea que merecen atención urgente: la convicción de que la educación es un derecho y un deber, la crisis de salud mental en las escuelas después de la pandemia y el reconocimiento del papel fundamental de los educadores en la construcción de las experiencias personales y, por tanto, de la sociedad misma.
Luego de escuchar algunas de las preocupaciones sobre los fenómenos actuales que afectan la educación, la paz y la cultura en México, el cardenal destacó la urgencia por comprender una visión integral de la educación, no sólo limitada a lo académico, sino también al desarrollo humano, espiritual y emocional de los estudiantes y maestros.
Tolentino de Mendonça recordó que la educación es un derecho humano fundamental, respaldado por la Iglesia y por la Declaración de los Derechos Humanos. Reafirmó que no solo es un derecho de los niños, sino un deber de la comunidad entera y subrayó la importancia de que los Estados y las instituciones colaboren para garantizar acceso equitativo a la educación.
A pregunta expresa, el también responsable de la vinculación de la educación católica en el mundo compartió su personal preocupación respecto a la salud mental en crisis post-pandemia; con sensibilidad reflexionó sobre el impacto de la pandemia en la salud mental de los jóvenes y también de los maestros. Mencionó la necesidad de romper el tabú sobre este tema y ofrecer apoyo psicológico trasversal en centros educativos y en el seno familiar. El prefecto resaltó que, más allá de las dificultades académicas, los estudiantes enfrentan problemas emocionales y psicológicos que deben ser atendidos con urgencia.
A través del diálogo horizontal, el cardenal apeló a tomar conciencia sobre el rol muchas veces desvalorizado de los maestros; llamó la atención sobre el descuido social y generalizado hacia los profesores, quienes desempeñan un papel crucial en el desarrollo de la sociedad. Comentó que, con frecuencia, cuando los adultos son interrogados sobre sus principales referentes personales suelen responder que algún maestro de su infancia o juventud tuvo un impacto importante en su vida, impactando mucho más que las figuras políticas, por ejemplo. Lamentó, por tanto, el desajuste que experimentan muchos maestros ante los cambios rápidos en los procesos educativos y la sobrecarga burocrática. También reconoció con pesar que su valor social ha disminuido injustamente.
Finalmente, el cardenal insistió en la visión sobre la Educación integral y humanística que propone la Iglesia; afirmó que la educación debe formar no sólo profesionales competentes, sino personas íntegras. Destacó la importancia de armonizar la educación con la mirada puesta en atender la inteligencia, el corazón y las manos, es decir: en la acción como los pilares de una verdadera formación, donde los valores humanos y morales son esenciales para enfrentar los desafíos del presente y futuro.
“Las escuelas no pueden ser sólo espacios de transmisión de conocimiento técnico, sino lugares donde se forme a seres humanos íntegros, con valores claros y un corazón bien orientado”, afirmó.
Pidió también a los periodistas a considerar las palabras del Papa Francisco en su convocatoria del Pacto Educativo Global pues también involucra a los medios de comunicación social: “Son grandes educadores hoy, pero tenemos que ser sociedades donde las figuras de los educadores sean reconocidas, donde su trabajo sea salvaguardado y nosotros como sociedad alcancemos ideas más claras sobre el deber de educar. Y esto es un diálogo que la Iglesia quiere hacer con los gobiernos, con los responsables de la educación”.
ebv