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El sacerdote de los pobres: La vida y obra de Gustavo Gutiérrez
Para Gutiérrez, la pobreza era más que un desafío social, era un escándalo que atentaba contra la dignidad humana.
Ciudad de México.- El mundo despide al sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, una figura central en la historia de la Iglesia Católica en América Latina y defensor incansable de los pobres.
Pionero de la Teología de la Liberación, Gutiérrez falleció a los 96 años, dejando un legado de lucha por la justicia social y la dignidad humana.
Su partida fue confirmada por la orden dominica del Perú, a la que pertenecía, señalando que “ha partido a la casa del Padre”. Sus restos serán velados en el histórico convento Santo Domingo de Lima, donde sus enseñanzas y su ejemplo perdurarán.
A lo largo de su vida, Gutiérrez dedicó su intelecto y su fe al servicio de los más desfavorecidos.
Con su obra “Teología de la Liberación. Perspectivas”, publicada en 1971, rompió esquemas y presentó una visión renovada del cristianismo, centrada en los pobres como protagonistas de la fe.
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Para Gutiérrez, la pobreza era más que un desafío social, era un escándalo que atentaba contra la dignidad humana, algo inaceptable a los ojos de Dios. Su obra se convirtió en una piedra angular de los movimientos sociales y religiosos que clamaban por equidad en un continente sacudido por la desigualdad y las dictaduras.
Aunque su pensamiento generó controversia, especialmente por su interpretación desde un prisma marxista, Gutiérrez siempre defendió que su teología no contradecía la doctrina social de la Iglesia, sino que la enriquecía.
Su propuesta era clara: el evangelio exige un compromiso real con los marginados.
Como sacerdote, Gutiérrez no se limitó a la teoría, sino que trabajó en una parroquia de un barrio humilde de Lima, compartiendo la vida cotidiana con aquellos a quienes defendía desde el púlpito y la pluma.
El reconocimiento a su labor no tardó en llegar, aunque también estuvo acompañado de retos.
En la década de 1980, la Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo la dirección del futuro papa Benedicto XVI, elogió su dedicación a los pobres, pero expresó preocupación por algunos aspectos de su enfoque.
Sin embargo, Gutiérrez nunca dejó de ser fiel a su convicción de que el amor a los pobres es el núcleo del mensaje cristiano.
Su influencia trascendió las fronteras de la Iglesia.
En 2003, fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, junto con el periodista Ryszard Kapuscinski, en reconocimiento a su aporte a la justicia y la dignidad humanas.
Gutiérrez también fue aclamado en el Vaticano, donde en 2014 recibió una ovación por su participación en la obra “Pobre para los pobres”, escrita por el cardenal Gerhard Müller, con un prólogo del papa Francisco.
El papa Francisco, admirador de Gutiérrez, lo describió como un “teólogo fiel” que nunca dejó de lado su amor preferencial por los pobres.
En una carta enviada por el pontífice en su 90 cumpleaños, Francisco destacó su “servicio teológico y su amor por los descartados de la sociedad”.
Mismo que se convierte en un testimonio que refleja el respeto y aprecio que Gutiérrez despertó en los más altos niveles de la Iglesia.
Hoy, el legado de Gustavo Gutiérrez sigue vivo en los corazones de aquellos que, como él, creen en una Iglesia que debe estar al servicio de los más necesitados.
Su vida fue un testimonio de humildad, fe y dedicación a una causa mayor.
Su ejemplo es un recordatorio de que la verdadera grandeza se mide no en títulos o poder, sino en el impacto que dejamos en los demás.
Como dijo el cardenal Carlos Castillo: “Agradecemos a Dios por haber tenido un sacerdote teólogo fiel que nunca pensó en el dinero, ni en los lujos, ni en creerse superior”.
Gutiérrez nos deja una lección que trasciende la teología: la transformación del mundo comienza cuando ponemos al ser humano en el centro, sobre todo a los que más lo necesitan.
Que su legado inspire a nuevas generaciones a seguir luchando por un mundo más justo y solidario.
ARH