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Columna Invitada

¿Verdaderamente, necesitamos una oposición?

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La respuesta es sí, pero no cualquier tipo de oposición. Los partidos que actualmente están haciéndola de oposición, están en una situación de implosión. ¿Qué quiere decir eso? Que se vuelven pequeños y más pequeños, cada vez menos y menos relevantes, menos prestigiados. Y eso no puede durar mucho. Los partidos satélites, los que forman parte de la alianza gobernante, tampoco tienen mucho futuro. Seguirán en la medida que les permitan vivir y les convengan a la 4T.

Por otro lado, se está proponiendo la creación de nuevos partidos. No queda muy claro quiénes serían los más adecuados. Es claro que eso no basta. Habrá que tener un sistema para crear nuevos partidos, porque son útiles para organizar a la ciudadanía en las elecciones. Pero más allá, es importante tener formaciones ciudadanas, lo que algunos tratadistas llaman las “organizaciones intermedias”. Que no son el Estado, que es la expresión máxima de la organización de la sociedad. Pero tampoco son la familia, que es su célula, sino que tienen un lugar intermedio. Lo que necesitamos es una oposición apartidista. ¿Qué significa esto? Una oposición que no dependa de los partidos y que, de alguna manera, rechace ser parte de estos.

¿Cuál es la razón de fondo de no querer tener una oposición apartidista? La esencia de los partidos políticos es obtener y consolidar el poder. Crear una base que les permita gobernar. Para eso existen. Si no tienen esa idea, ciertamente no sirven como partidos. La función de los partidos es, precisamente, ganar elecciones. Y ahí está también su gran tentación. Es que, al final de cuentas, quien busca gobernar, busca la gobernabilidad.

No hay gobernabilidad más completa que la de los totalitarismos. Que son, justamente, formaciones políticas que buscan eliminar cualquier posible oposición o contrapeso para poder gobernar de manera absoluta. De esto se dan diferentes variantes. Y otras maneras de gobierno, incluyendo diferentes tipos de tiranía. Esa es la gran tentación de los partidos políticos. Claro, también están lo que se llaman los poderes fácticos. Asociaciones empresariales, por ejemplo. Grupos de asociaciones que viven de las mercedes del gobierno y que dependen de ello. El famoso cuarto poder, el poder de la prensa, que también forma parte de este tipo de oposición, de alguna manera. Y otros más: grupos corporativos, religiosos y hasta algunos de la delincuencia organizada.

Pero lo que necesitamos, de lo que estamos hablando, es que en la Sociedad Civil, la que no es parte de los partidos, y que no depende de ellos, puede y debe tener otras funciones. Con sus ventajas y sus desventajas. Entre otras que, por definición, está atomizada, muy dividida, muy dispersa, y carece de organización, que es probablemente la mayor de sus debilidades.

Este concepto de una oposición apartidista no es común y no existe en muchos países. Es necesario desarrollar estos conceptos, de los que hay poca experiencia, pero que son fundamentales. ¿Cuáles serían las funciones que uno esperaría de una oposición apartidista? Por supuesto, se daría por hecho que no tratan de obtener el poder para sí mismos, sino que buscan instruir y conducir a la sociedad, a los ciudadanos, para que participen en política desde su lugar, en organizaciones intermedias. Algunos ejemplos:

Análisis de la situación política y social del país. Actualmente, lo que tenemos es casi un monopolio estatal de la información, más algunas fuentes adicionales, entre otras, la prensa, los medios organizados, las redes sociales. Necesitamos cambiar el papel que tienen los partidos en la difusión y análisis de la información. Los partidos, como es costumbre, siempre negarán lo positivo que ha hecho su opositor y también destacarán lo negativo. Es fundamental tener información sin sesgo o, al menos, diferentes modos de interpretarla.

Educación política y social de la ciudadanía, del votante. Que conozcamos las bases de la política y de lo social. Entender las consecuencias de las leyes y de la propia Constitución, de manera de poder informar y discutir de modo informado.

Un gobierno en la sombra. Algo que existe en algunos países, que a veces lo aplican los propios partidos políticos, y que en México no se ha logrado consolidar, aunque ha habido algunos intentos. La función del gobierno en la sombra es analizar lo que el gobierno está ofreciendo y lo que está logrando. Proponer opciones. Analizar las consecuencias de los hechos del gobierno, en los tres poderes de la Unión. Estaría formado por especialistas y ciudadanos comunes que se dediquen precisamente a analizar la labor del gobierno.

Agenda ciudadana. Actualmente, su definición está en manos del gobierno y de los poderes fácticos. Y han sido extraordinariamente exitosos para influir en el votante. Buscar el monopolio de esa agenda, es fundamental para cualquier gobierno autoritario. Necesitamos tener alternativas, evitar ese monopolio y dar a la ciudadanía otras opciones. Y esto se crea analizando, básicamente, cuáles son las prioridades de la ciudadanía y las del país.

Debate civilizado, bien informado, sin tendencias de tipo partidista, hasta despersonalizado, donde no se trate de atacar a las personas. Evitar el ataque personal, que nos ha hecho muchísimo daño en nuestro país. Cuando se ataca a un gobernante porque tiene el pelo blanco, o porque tiene kilos de más o de menos, hemos perdido la base, la noción de debatir. Se trata de evaluar sus propuestas, sus resultados, sus actuaciones, pero de un modo despersonalizado. Tener un debate civilizado, evitando cualquier ataque a las personas, que es una de las formas más usadas de falacia que se usa en la política mexicana.

Auditoría ciudadana de la labor de los gobiernos, con auditores que no tengan una relación ni dependencia del gobierno. De manera que puedan dar una opinión desinteresada. El gobierno tiene sus propios medios para hacer su auditoría; es una evaluación pagada por ellos mismos. Falta una auditoría independiente.

Será un largo camino, la solución no es sencilla, pero es imprescindible. No podemos pensar en salir de una situación tan estancada como la que estamos teniendo, sobre todo pensando en que se está dejando de escuchar a un porcentaje muy importante de la ciudadanía. Presenciamos la decadencia de una oposición partidista y una ciudadanía en confusión, con temor, y sin ver de qué manera puede contribuir al bienestar del país, sin pasar por el yugo de los partidos políticos. Tenemos que salir de esta situación. Y los partidos, viejos y nuevos, no nos sacarán de ella.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Pirotecnia: una tradición que exige conciencia, no indiferencia

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Cada diciembre en México se enciende algo más que pólvora: se enciende la conversación eterna entre tradición y seguridad. Nadie niega que los fuegos artificiales han acompañado nuestras celebraciones por siglos; forman parte de la memoria colectiva y de la estética festiva del país. Pero también es cierto que, detrás de ese brillo, siguen existiendo riesgos que ya no podemos minimizar.

No se trata de atacar a quienes aman la tradición ni de convertir en villano a quien recuerda su infancia con un “cuetito en la mano”. Esto no va de nostalgia. Va de responsabilidad. Va de preguntarnos, como adultos, como padres y como sociedad: ¿cuánto dolor ocasiona lo que seguimos normalizando?

Hermosillo es un ejemplo claro del reto. Durante muchos años, Protección Civil decomisaba alrededor de 200 kilos de pirotecnia clandestina cada temporada. Con la regulación más estricta y la prohibición de pirotecnia sonora, el año pasado se decomisaron solo 25 kilos. Un avance enorme, sí, pero también una señal de alerta: el problema no desapareció, solo se hizo más pequeño… y más disperso. 

Basta un artefacto para causar una tragedia

Y aquí es donde debemos ser honestos sin ofender a nadie:
¿Quién compra la pirotecnia? Los adultos.
¿Quién pone el dinero? Los padres.
¿Quién la manipula la mayoría de las veces? Los hijos.

La ecuación está desequilibrada desde el origen.
No es un tema de prohibición; es un tema de decisión familiar.

Durante años me tocó ver de cerca lo que muchos prefieren no imaginar: niños con quemaduras en las manos, en la cara, en los ojos; adolescentes que pierden movilidad o audición; casas enteras consumidas por un globo de Cantoya que cayó donde no debía. 

La estadística nacional coincide:

  • El 60% de los lesionados por pirotecnia son menores entre 5 y 14 años.
  • Las zonas más afectadas son manos (30%), ojos (28%) y rostro (15%).

Ante esos datos, cualquier argumento romántico se queda corto.

La tradición es valiosa, pero ninguna tradición debería sostenerse sobre el sufrimiento de los más pequeños. No es coherente que como sociedad hayamos avanzado en temas de equidad, salud mental, educación y seguridad vial, pero sigamos aceptando prácticas que lesionan a quienes más deberíamos proteger, porque curiosamente, la regulación avanzó porque algunas personas se preocuparon más por los perritos que por los niños o las personas autistas.

El riesgo de la pirotecnia no es una exageración. Tampoco es una persecución. Es una realidad que cada año se cobra vidas en todo el país: explosiones en talleres clandestinos, incendios en viviendas, abarrotes con venta ilegal, menores lesionados por artefactos defectuosos. Hablar de esto no es ser aguafiestas; es ser sensato.

Y aquí la reflexión indispensable:

¿De dónde sale el dinero para comprar pirotecnia?

Del bolsillo de los padres.
Por eso la decisión es profundamente familiar.

No importa si el niño insiste, si “todos los vecinos compraron”, si “es nomás tantito”.
Lo que para un menor es un juego, para un adulto debe ser un análisis de riesgo.

Celebrar, sí.
Poner en peligro a los hijos, jamás.

La regulación actual en Hermosillo demuestra algo importante: cuando la autoridad actúa, el riesgo disminuye. Pero el cierre definitivo del círculo depende de la familia. No de la policía, no del municipio, no de los inspectores, no de las campañas: de la decisión del adulto que entrega o no el billete.

El mayor acto de amor en diciembre no es comprar luces que explotan, sino garantizar que tus hijos regresen a casa sanos, completos y sin cicatrices.

La tradición puede continuar, pero la inconsciencia no.
Hoy Hermosillo está dando pasos. Falta que cada hogar dé los suyos.

Pasemos unas felices posadas y disfrutemos el Guadalupe – Reyes que ya se aproxima.


Mtro. Guillermo Moreno Ríos
Ingeniero civil, académico, editor y especialista en Gestión Integral de Riesgos y Seguros. Creador de Memovember, Cubo de la Resiliencia y Promotor del Bambú.
[email protected]

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Un México que pierde su humanidad… y cómo recuperarla

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Por Alessandra García Villela

En medio de los avances tecnológicos, la hiperconexión y el ritmo acelerado con el que vivimos, pareciera que México –y el mundo– ha comenzado a perder algo esencial: su humanidad. Cada vez es más común ver cómo decisiones públicas, conversaciones sociales e incluso debates cotidianos olvidan un principio fundamental: la dignidad de la persona humana. Cuando ese valor se desplaza del centro, todo lo demás se distorsiona. Y entonces, cualquier cosa parece negociable.

La historia reciente nos lo demuestra. Cuando olvidamos la dignidad humana, dejamos de proteger a quienes más lo necesitan: a las mujeres que enfrentan violencia todos los días, a los niños que crecen sin oportunidades, a los adultos mayores sin acompañamiento, a quienes viven en pobreza extrema, a los enfermos sin acceso a atención digna, a los migrantes que arriesgan todo por sobrevivir y, también, a quienes aún no nacen. Lo mismo ocurre con el medio ambiente: cuando dejamos de reconocer que el ser humano tiene un valor intrínseco, se vuelve más fácil destruir aquello que sostiene su vida.

No es casualidad que los países con mayores niveles de desarrollo sean justamente aquellos donde la dignidad humana es la base de sus políticas públicas. México no será la excepción. Para aspirar a un país más justo, más seguro, más próspero y más unido, necesitamos regresar a ese principio elemental.

Duele profundamente ver un país dividido, enfrentado, roto en bandos que parecen imposibles de reconciliar. Duele porque cuando dejamos de reconocer la dignidad del otro, lo convertimos en enemigo, en alguien “cancelado”, en alguien que —según algunos— ya no tiene derecho a opinar, a cuestionar, a participar. Pero un México así no puede avanzar. La dignidad humana nos recuerda que cada persona, incluso quien piensa distinto, merece ser escuchada y respetada. México nos necesita unidos, no idénticos; unidos en reconocer el valor irrenunciable de cada uno. Solo así podremos construir un país donde la diferencia sume, no divida, y donde la esperanza tenga más fuerza que el miedo.

Desde la Red de Jóvenes Activadores en Actívate, una plataforma que impulsa la participación ciudadana para transformar nuestro entorno, el mensaje es claro: si queremos un México mejor, no basta con quejarse, hay que actuar. Y actuar desde convicciones firmes.

Los primeros pasos en el activismo a veces provocan miedo, pero debe prevalecer la determinación. Un país más humano solo es posible si reconocemos, defendemos y promovemos el valor de cada persona, sin excepciones. Esa certeza me llevó a alzar la voz, a comprometerme con causas sociales y a trabajar con jóvenes de todo el país que comparten el mismo anhelo: construir un México más digno.

Cuando la dignidad humana está en el centro, todo cambia. Luchamos por una educación de calidad, porque sabemos que transforma vidas. Impulsamos el emprendimiento y el empleo digno, porque reconocemos la capacidad creadora de las personas. Defendemos los derechos humanos, porque no hay progreso posible sin justicia. Protegemos a los niños y a los no nacidos, porque su valor no depende de circunstancias externas. Cuidamos del medio ambiente, porque entendemos que el bienestar humano está ligado al equilibrio ecológico. Y acompañamos a los más vulnerables, porque su dignidad es tan grande como la de cualquiera.

Esta visión no es teórica; es práctica y transformadora. En Actívate lo hemos comprobado. Un ejemplo es la campaña del Cangrejo Azul, un proyecto que logró movilizar a miles de ciudadanos para proteger una especie en peligro de extinción y su ecosistema. ¿Por qué funcionó? Porque lo hicimos con convicción, con creatividad y partiendo de un principio sencillo: si cuidamos la vida –toda vida–, cuidamos nuestro futuro.

Hoy México necesita recuperar esa mirada humanista. Necesita líderes, ciudadanos y autoridades que recuerden que cada decisión pública tiene rostro, historia y consecuencias reales en vidas concretas. Necesita jóvenes que no se cansen de participar, de cuestionar y de proponer.

La pregunta que nos queda es simple pero urgente: ¿qué pasaría si, como país, decidiéramos colocar nuevamente la dignidad humana en el centro de todo? Tal vez descubriríamos que las respuestas que buscamos –seguridad, justicia, desarrollo, unidad– comienzan justamente ahí.

Porque un México más humano no es un ideal lejano: es un proyecto posible, y empieza con cada uno de nosotros.

El objetivo es que cada mexicano se reconozca responsable del otro, que entendamos que nuestro país no se sostiene solo con instituciones, sino con personas que deciden involucrarse, acompañarse y construir juntas. Si asumimos que todos somos corresponsables de un mejor México —desde lo que hacemos en casa hasta lo que impulsamos en lo público— entonces podremos transformar realidades. Un país verdaderamente humano nace cuando cada uno de nosotros reconoce que su vida está ligada a la dignidad y la esperanza del que tiene a lado.

Alessandra García Villela
Coordinadora Jr. de la Red de jóvenes activadores

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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¿Está lejos nuestra Paz?

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Tras las consecuencias de los asesinatos de alto impacto en Michoacán en las semanas pasadas, han ocurrido algunas secuelas que tienen que ver con esa situación. Como el desarrollo de grupos cívicos locales en esa y otras entidades, así como las manifestaciones de la generación Z que ocurrieron hace días en varios Estados.

Manifestaciones relativamente pequeñas, aunque significativas en impacto simbólico. El éxito de estas manifestaciones se puede medir por números. Sin embargo, la medida del éxito más importante es la preocupación que ha mostrado el gobierno federal frente a las mismas. No las ha ignorado: las ha tomado en cuenta y trata de desacreditarlas en declaraciones públicas. Estos eventos son un síntoma de un malestar más profundo: la desconexión entre la gobernanza y la participación social.

La solución al problema de la Paz difícilmente puede venir del gobierno, no importa su signo, sin que haya una participación decidida y relevante de la sociedad civil, sobre todo de la mayoría que somos los ciudadanos sin partido. Eso es lo más importante en este asunto. ¿Será que la ciudadanía no se está haciendo cargo de su papel político? Como estamos, no se logra el mandato democrático que obliga a los gobiernos a gobernar para todos. Tenemos que lograr romper con el ciclo de la polarización cada vez más creciente, buscar una reconciliación nacional entre todas las personas de buena voluntad, que se encuentran en todos los partidos políticos y en los ciudadanos sin partido. 

¿Qué debería estar haciendo la ciudadanía? Primero, saber qué está ocurriendo, estar informada. Una vez teniendo esto, interpretar, entender bien qué significan estas cosas y además reflexionar sobre las causas y las posibles soluciones que pudiera haber. Esta es una labor totalmente personal. Además, a través de grupos pequeños, se comunica, se comenta, se discute la situación. En algunos casos, esos grupos se pelean y generalmente se vuelven a reconciliar. Pero se expone la situación. Buscan que se comparta el conocimiento y la gama de soluciones que estas situaciones pudieran tener.

De diversas maneras: desde las comunicaciones personales, grupos pequeños de vecinos o de amigos y conocidos, a través de las redes sociales. Hasta las manifestaciones, para dar a conocer las inquietudes de los ciudadanos. Más allá de manifestar su oposición, dar a conocer cuál es su propuesta.  Y no importa si estas propuestas están listas y acabadas. En todo caso, se tendrían que someter a debate. De hecho, actualmente no se está debatiendo: se está insultando. Hay que exponer sus razones, convencer a través de un debate cuáles son sus méritos.

Proponer es el centro de toda solución al problema de la Paz. Es necesario que la solución no venga meramente del enojo, del ataque, de la manifestación. Se requiere una propuesta. Y eso es lo que nos está haciendo falta. Le hace falta a la oposición. Le hace falta a la ciudadanía sin partido. Nos hace falta a todos. Tenemos que dejar de agredir a las personas, evitar rigurosamente el ataque personal. Enfrentar las situaciones. Entenderlas, debatirlas y proponer soluciones. Y esto está en nuestras manos. En manos de la ciudadanía.

Algunos, en los partidos políticos, están tan embebidos en conservar su cuota de poder, que no pueden ver más allá. Mientras la ciudadanía, ustedes y yo, no les mostremos nuestro descontento, difícilmente llegaremos a una solución de la Paz, que sea satisfactoria para la gran mayoría.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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El Trauma detrás de la Violencia

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Por Amalia Osorio Vigil

Si algo duele, es escuchar sobre la normalización de la violencia, ¿qué significa esto?, que, por ser común, se cree que es normal, esto aunado a las creencias que lamentablemente todavía se escuchan como: “por ser mujer”, “es lo que me tocó”, “así me demuestra amor”, “lo hace porque me quiere”, todo esto enmarcado en una sociedad que todavía permite y tolera lo intolerable, lo inadmisible.

Hay muchos factores detrás de la violencia, realidades que viven millones de mujeres, a veces desde la conspiración del silencio, la soledad, el sufrimiento interno, el abandono, el sentimiento de culpa absurda al pensar que hay algo malo en ellas y que se lo merecen.

Vivir violencia deja huellas visibles y evidentes, y un sinfín de huellas invisibles y ocultas, eso que se vive al interior, que sólo ella ve, siente y escucha, esto que paso a paso va consumiendo el bienestar y la calidad de vida de quien lo padece.

Haber vivido violencia puede causar depresión, temor, ansiedad, angustia, culpa absurda, vergüenza, impotencia, desesperación, desolación, desesperanza… debajo de todo esto hay una realidad: trauma psicológico, con síntomas y manifestaciones en el presente.

Cuando hablamos del trauma existen muchas miradas, abordajes, coincidencias y diferencias, sin embargo, hay elementos que nos permiten dimensionar la gravedad y el impacto en la salud física, emocional y mental, de cada persona que lo vive.

Las mujeres que viven violencia están expuestas al trauma desde la primera vez; pudo haber sido un evento único, múltiple, repetido o prolongado: violencia es violencia, la cual casi siempre se presenta dentro de un ciclo que se repite y muchas veces se piensa que será la última vez que suceda y que habrá un cambio significativo de parte de quien ejerce la violencia, sobre todo después de la reconciliación, disculpa y atenciones brindadas, por esto a una mujer generalmente le lleva muchos intentos poder realmente moverse de este ciclo, se requiere toda una red familiar y social de apoyo que acompañe, valide y respalde este proceso.

Cuando hablamos de trauma psicológico, hablamos que lo que se vivió o se vive, ha estado acompañado de estrés agudo, estrés traumático continuado, estrés postraumático y en muchos casos ya de un Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), esto significa que en la vida cotidiana la mujer vive en alerta, en modo sobrevivencia, condicionada, activándose en el presente con cualquier detonante o disparador, reviviendo y re experimentando lo vivido, ya sea mientras permanece en ese ciclo o también cuando ya se movió y logró salir de él, porque en el trauma no se recuerda la experiencia, se revive.

Sin embargo hoy se sabe que hay esperanza, que hay posibilidad y que si como sociedad creamos las condiciones adecuadas, podemos apoyar en el proceso de rompimiento de ese ciclo, de esa relación violenta y hoy también gracias a psicoterapias y diversos abordajes basados en ciencias, en la intervención para remitir el trauma y que la mujer pueda recuperar su vida, con calidad, bienestar, confianza y así poder reconstruirse y retomar su vida.

Por eso es necesario prevenir, hablar, levantar la mano, pedir ayuda, sembrar en las nuevas generaciones una consciencia de la verdadera igualdad, recuerda, aquí estamos para ti.

Dra. Amalia Osorio

Fundadora y directora general de Desarrollo Humano Integral Ágape, empresa comprometida con la persona, la familia y la sociedad, dentro de sus servicios est án: psicoterapia de ni ños, adolescentes, pareja y familia, tanatología, psicotraumatología, capacitación y consultoría empresarial y educativa, impartición de diplomados, cursos, talleres y conferencias. Con más de 25 años de experiencia en favorecer el desarrollo.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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