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‘Ready Player One’: Reseña
Hollywood, Califonia.- Cuando Steven Spielberg presentó ‘Ready Player One’ en su premiere en el Teatro Dolby, lanzó la siguiente sentencia: “recuerden que esto no es un filme, es una película”, invitando a la experiencia de asirse al asiento y desde ahí saltar a la pantalla como forma de escape, con palomitas y refresco de combustible.
Para los que crecimos en la década de los años 70 y 80, Steven es el forjador de sueños en pantalla. ‘Encuentros cercanos del tercer tipo’, ‘E.T.’, ‘Los cazadores del Arca Perdida’ y ‘Tiburón’ –sumándose las producidas por Spielberg, como ‘Gremlins’, ‘Poltergeist’, ‘Los Goonies’ y ‘Regreso al futuro’- no sólo forjaron un universo de magia, sino que contagió a cientos con la idea de dedicar sus vidas al cine.
Sí. Spielberg nos volvió soñadores, pero también nos advirtió de los peligros, donde los adultos siempre deberían ser cuestionados cuando tenían acceso a máquinas del tiempo, seres extraterrestres o incluso proteger comunidades amenazadas por tiburones gigantes, fantasmas o duendes.
En ‘Ready Player One’, basada en la novela de Ernest Cline, la advertencia de Spielberg también llega: ten cuidado a qué le dices realidad y cuánto tiempo inviertes en accederla, tocarla y disfrutarla.
Mas lo anterior no significa que no te puedas divertir con las posibilidades que la tecnología de realidad virtual, VR, nos pueda ofrecer. La historia de ‘Ready Player One’ sucede en el no tan lejos 2045, cuando la humanidad está inmersa en usar los lentes y guantes, conectados al Internet del futuro, donde un mundo llamado OASIS nos aguarda con todas las posibilidades de existencia.
En OASIS, “uno puede ser quien desea ser”, asumiendo avatares que tornan a una persona en guapos guerreros, cuerpos fisiculturistas o semblantes de amazona… ¿qué tal lucir como una caricatura anime?
Spielberg juega con OASIS y no cae en la tentación del libro de Cline de sobrepoblar su mundo con personajes arrancados de sus películas emblemáticas; pero sí le da la posibilidad al flamante DeLorean de ‘Regreso al futuro’ (1985), de ser el auto del protagonista de ‘Ready Player One’, Wade Watts, un joven que invierte la mayor parte de su tiempo –como la mayoría de los habitantes de la Tierra- en su experiencia de realidad virtual.
La historia de la que Wade (Tyle Sheridan) quiere ser héroe y triunfador, se rige con las reglas de un videojuego. La meta es encontrar tres llaves que puedan abrir una tercia de pistas y así poder encontrar el “Easter Egg” (joya escondida) que le den además de millones de monedas, el control total de OASIS, cortesía el creador de esta realidad y mundo alterno llamado James Halliday (Mark Rylance).
La película sigue la aventura de Wade, como Parzival (nombre de su avatar) y su alianza con Art3mis (Olivia Cooke) y tres competidores más, quienes al paso que van resolviendo pruebas, tienen detrás a la corporación controladora actual de OASIS, que no desea que les arrebaten la propiedad y cuyo líder Nolan Serrento (Ben Mendelsohn) no ama a la cultura pop que Halliday despliega en cada esquina.
‘Ready Player One’ está llena de invitaciones a la nostalgia, como un regalo hecho para el geek o nerd que se fue y al adulto que sigue atesorando esos iconos de la imaginación de la niñez y la adolescencia, incluso su música. Palabras como Atari, Godzilla, He-Man, Stephen King, Iron Giant, cubo Rubik, Space Invaders y Chucky, son parte del abecedario de esta película, que exige la pantalla más grande para disfrutarse y encontrar cada personaje y referencia, así como poder escuchar ritmos a la Van Halen, Bee Gees, Blondie y New Order.
Pero más allá de la aventura y nostalgia, Spielberg nos recuerda que puede darnos mensajes importantes en medio de la diversión, sin jamás sentarnos en el pupitre a aleccionarnos. Si bien la maravilla del ingenio humano se celebra en ‘Ready Player One’, igualmente se festeja su capacidad de conectarse a través de un roce de piel, sonrisa o guiño presencial.
Es en el encontrar al otro que experimenta su propia soledad, donde Spielberg da el empujón con su película, sobre la urgencia de que dos personas estén juntas una vez que encontraron temas en común por compartir. Después de todo, la experiencia humana se trata de eso, de reconocerse como parte de un todo, que aun cuando puede ser señalado por un joystick, siempre será más divertido que alguien apriete el botón de FIRE por ti.
Porque el cine es para siempre…