Historias que Conectan
María del Carmen Alva López: la voz que acompaña desde el alma
Cuando el silencio se vuelve compañía
Hay personas que no necesitan gritar para hacerse escuchar. Que no buscan reflectores, pero terminan iluminando el camino de miles. Que acompañan sin invadir, y sanan sin prometer milagros. Una de esas voces es la de María del Carmen Alva López, fundadora del Instituto IRMA, escritora y conferencista, cuya misión ha sido dar consuelo a quienes han vivido la pérdida más difícil de nombrar: la de un hijo en el vientre o poco después de nacer.
En una era donde lo viral suele ser ruidoso y superficial, el mensaje de Mari Carmen ha encontrado eco profundo en miles de personas que buscan respuestas más allá de las frases hechas. Su crecimiento en los organismos de ayuda social y en las redes ha sido discreto pero genuino, como todo lo que ha construido. No busca agradar a todos, sino conectar con quien necesita escuchar una verdad que muchas veces no se dice: se puede sanar, incluso en medio del dolor más desgarrador.
De la pedagogía al acompañamiento del alma
Formada como pedagoga y con estudios de maestría en Ciencias de la Familia, Mari Carmen encontró en el acompañamiento terapéutico no solo una vocación, sino una misión de vida. Su recorrido profesional la llevó a especializarse en uno de los temas más complejos y delicados: el duelo por pérdida gestacional y perinatal.

Lejos de quedarse en la teoría, su entrega tomó forma concreta en el año 2000 con la creación del Instituto para la Rehabilitación de la Mujer y la Familia A.C. (IRMA), una organización pionera en México que brinda atención emocional a mujeres, hombres y familias que han atravesado la muerte de un hijo en etapa gestacional o perinatal, un duelo que se vive en cualquier circunstancia ya sea por pérdida natural, espontánea o inducida. (la palabra aborto nos la han bloqueado en redes, por eso consideré no utilizarla)
Desde entonces, el Instituto IRMA se ha convertido en un espacio de contención y reconstrucción emocional, con programas terapéuticos que han acompañado a más de nueve mil personas. Y todo esto ha sucedido sin reflectores mediáticos, sin campañas virales, sin escándalos. Solo con presencia, verdad y ternura.
Una influencia que se construye con coherencia
A diferencia de los influencers tradicionales, María del Carmen no mide su impacto en seguidores, sino en corazones tocados. Su presencia digital, a través de las cuentas institucionales de IRMA y su perfil personal, se caracteriza por la coherencia entre lo que vive, lo que piensa y lo que comunica.
En su cuenta de Instagram, comparte invitaciones a charlas donde se abordan temas como salud mental materna y paterna, ansiedad, duelo, resiliencia, autocuidado y amor propio. En Facebook, es frecuente verla en videos cortos donde explica, con palabras sencillas, conceptos profundos que ayudan a resignificar el dolor. Sus apariciones públicas en conferencias, radios y talleres están disponibles en línea como pequeñas joyas de sabiduría emocional que cruzan generaciones.
Lo notable es que nunca ha intentado construir una “marca personal” en el sentido moderno del término. Ella es su mensaje, y eso basta para que su voz resuene con autenticidad en el alma de quien la escucha.
Un modelo de atención, investigación, manuales, publicaciones en blogs, para quienes se quedan con el corazón roto
Uno de los grandes aportes de María del Carmen al mundo del acompañamiento emocional ha sido junto con su equipo documentar lo aprendido, las experiencias, diseñar y perfeccionar un modelo de atención, trabajar en red, en alianzas institucionales, medir y evaluar la intervención, crear espacios formativos, lo que se ha convertido en referente en el ámbito hispano. En sus contenidos no hay juicios, sólo comprensión; no hay ideología, solo humanidad.
No solo acompaña a quienes han atravesado una pérdida, también educa a familiares, amigos y profesionales sobre cómo estar presentes para otros en momentos en que las palabras sobran y el silencio duele. Como ella misma lo ha dicho en conferencias: “Acompañar no es hablar, es sostener la mirada, respetar el proceso, ofrecer el corazón”.
Este enfoque empático ha sido fundamental para construir comunidad, tanto dentro como fuera de la Fundación. Personas que en otro momento se sentían aisladas, han encontrado en su trabajo un punto de encuentro, un lenguaje común, una forma de recuperar la esperanza.
IRMA: un espacio para sanar con dignidad
Lo que comenzó como una visión, hoy es una institución con programas sólidos como REGINA y SOPHIA, donde se ofrece terapia individual, grupal y formación para profesionales. Cada caso atendido es una historia que merece ser escuchada, acompañada y transformada.
El instituto IRMA no solo ofrece servicios terapéuticos, sino que se ha convertido en un centro de referencia en América Latina por su modelo profesional y humano. Desde su sitio web, cualquier persona puede acceder a orientación y acompañamiento, incluso desde fuera de México.
Gracias a IRMA, muchas mujeres han aprendido que no están solas, que el dolor no tiene por qué vivirse en la sombra, y que la esperanza puede florecer incluso después de una tormenta.
🤍 ¿Dónde seguirla y conocer más de su labor?
Si esta historia resonó contigo, te invitamos a conocer más del trabajo de María del Carmen Alva López y su equipo:
- 🌐 Sitio web oficial: www.irma.org.mx
- 📘 Instagram personal: @maricarmenalvalopez
- 📘 Facebook institucional: Instituto IRMA A.C.
Apóyalos, compártelo y recomiéndalo. Porque hablar del duelo también es una forma de amar.
🌱 Conclusión: cuando sanar se convierte en misión
María del Carmen Alva López no se propuso ser influencer. Lo suyo ha sido otro camino: el del consuelo persistente, el de la presencia silenciosa, el de la verdad que no impone, sino acompaña. Y sin embargo, ahí está: inspirando desde el alma a miles de personas, muchas de ellas desconocidas, que han encontrado en su voz una forma de volver a empezar.
Quizá por eso su influencia es más profunda que muchas otras. Porque mientras unos construyen seguidores, ella construye sentido. Y eso no se mide en likes, se mide en vidas que se levantan de nuevo.
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Historias que Conectan
El mediocampista que jugó con un milagro bajo el corazón: la fe que sostuvo a Alberto García Aspe
En México, pocas figuras del fútbol han encarnado con tanta claridad la mezcla de disciplina, carácter y fe como Alberto García Aspe. Para muchos, su nombre evoca la imagen del futbolista, el mediocampista férreo, preciso, incansable. Para otros —los que conocen su vida fuera de la cancha—, representa algo todavía más profundo: un hombre marcado por un milagro, sostenido por una devoción que lo acompañó silenciosamente en cada partido.


Su historia, justo en estos días en que México celebra a la Virgen de Guadalupe, nos recuerda que la fuerza interior de una persona puede cambiar su destino más que cualquier aplauso o estadística.
Un corazón flechado por la Guadalupana
Antes de ser un referente del fútbol mexicano, García Aspe vivió un proceso que él mismo ha descrito como una conversión, un despertar interior en el que la Virgen de Guadalupe tuvo un papel central. No fue un episodio aislado ni un gesto simbólico. Fue un camino profundo en el que —en sus propias palabras— María “flechó su corazón”.

Esa experiencia dio origen a una devoción que lo acompañaría durante décadas: la imagen de la Guadalupana, discretamente guardada bajo su camiseta de juego, pegada al pecho como un recordatorio silencioso de que nada se logra solo con fuerza física; todo se sostiene con gracia, gratitud y propósito.

Muchos vieron al jugador implacable. Pocos sabían que debajo del uniforme latía un corazón sostenido por una fe viva que le daba equilibrio en medio de la presión, la fama y la exigencia profesional.
Un milagro que marcó su vida
García Aspe ha hablado abiertamente de un milagro que transformó su vida espiritual y que reforzó su devoción a la Virgen de Guadalupe. Para él, no fue un simple suceso extraordinario, sino el punto en el que entendió que su carrera, su familia y su propósito estaban entrelazados con algo más grande que el éxito deportivo.

Hace algunos años, durante una concentración previo a una liguilla del fútbol mexicano, su esposa se puso muy mal y llegó de emergencia al hospital para acompañarla y que pudiera ser intervenida quirúrgicamente. Durante el traslado al quirófano platicaron con una enfermera de nombre Guadalupe quien les comentó que todo saldría bien, después de la cirugía en donde “a Dios gracias todo salió bien”, buscaron a la enfermera, sólo conocían su nombre. Tras la búsqueda se dieron cuenta que no existía ninguna enfermera con dicho nombre en el hospital.

Ese milagro se convirtió en un ancla emocional, una certeza interior que lo acompañó en los momentos difíciles y que le permitió mantener una postura serena y equilibrada en un medio donde muchos pierden el rumbo.
Disciplina fuera y dentro de la cancha
Si algo definió su carrera fue la disciplina. Pero esa disciplina no nació solo del entrenamiento: nació de su vida espiritual.
Los pilares que hoy sostiene —la oración, la Eucaristía, la confesión, el ayuno, la lectura de la Biblia— formaron un marco interior que le dio claridad para tomar decisiones, medir sus acciones y mantenerse congruente con sus valores.

En la cancha, esa congruencia se traducía en liderazgo sin protagonismos, temple en los momentos de crisis y respeto por el rival. Fuera de ella, le permitió construir una vida familiar estable, discreta y profundamente cuidada. Su fe no lo separó del fútbol; al contrario, lo sostuvo dentro de él.
El contraste que inspiró a muchos
A quienes llegaron a conocerlo de cerca siempre les llamó la atención el contraste: un jugador rudo, directo, competitivo… y un hombre de espiritualidad suave, devota, profundamente humana.
Ese contraste, lejos de ser una contradicción, era la explicación.
Su fortaleza nació de su fe.
La disciplina nació de una vida ordenada interiormente.
La serenidad nació de saber que no jugaba solo.
Muchos jóvenes futbolistas encontraron en él un ejemplo técnico y un modelo de integridad. Demostró que se puede competir al más alto nivel sin sacrificar valores, sin perder el piso y sin convertir la fama en un centro de gravedad.
La familia como su verdadero campeonato
Dentro de los capítulos menos conocidos de la vida de García Aspe está su profundo compromiso con su familia. Ha sido reservado al respecto —y eso mismo dice mucho.

En un mundo donde la exposición se ha vuelto moneda corriente, él eligió la discreción como acto de amor y protección. Sus decisiones profesionales estuvieron marcadas por un principio: nada vale más que el hogar.

Ese cuidado es, quizá, una de las partes más valiosas de su legado.
Un recordatorio de que el éxito verdadero se mide en los vínculos que se fortalecen, no en los reflectores que se encienden.
Reinventarse cuando el estadio se apaga
El retiro profesional ha golpeado con fuerza a muchos atletas. En su caso, la transición fue un acto de madurez y de propósito. Pasó por roles de directivo, analista, mentor y formador de jóvenes. Pero, sobre todo, cultivó su vida interior.

La fe que lo acompañó en su carrera se volvió el mapa para lo que vino después.
Y así demostró que el valor de una persona no depende de la permanencia en los escenarios, sino de la solidez de su vida interior.
Un legado que trasciende goles y estadísticas
Hoy, García Aspe es recordado como uno de los mediocampistas más icónicos del fútbol mexicano. Pero su historia va más allá del fútbol. Es la historia de un hombre que:
- Encontró un milagro en su camino
- Puso su vida bajo el amparo de María
- Construyó una familia fuerte
- Se reinventó con humildad
- Dejó un testimonio de fe que inspira sin imponer
En un país que celebra a la Virgen de Guadalupe, la vida de Alberto García Aspe nos recuerda que la fe no se trata de superstición, sino de dirección; no se trata de fuerza, sino de sentido.

Y que a veces, para llegar a la meta más importante, necesitamos escuchar la voz que habla en silencio, justo donde inicia el corazón.
Síguelo en sus redes sociales
Si esta historia te inspiró, te invitamos a seguir a Alberto García Aspe en sus redes sociales, donde continúa compartiendo reflexiones, momentos personales y el testimonio de la fe que ha guiado su vida dentro y fuera de la cancha.
Acompáñalo y sé parte de la comunidad que encuentra en su voz un recordatorio de que la disciplina, la familia y la fe siguen siendo caminos firmes para construir una vida con sentido.
- Twitter (X): https://x.com/betogarciaaspe8
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La vida suena; niña de 12 años vence al cáncer
Ciudad de México.— El sonido metálico recorrió el pasillo del Hospital Regional de Alta Especialidad en Torreón, Coahuila. Una niña de 12 años tomó la cuerda con firmeza y tocó la campana que marca el cierre de un tratamiento oncológico. Su sonrisa abrió un espacio de alivio después de meses de hospitales, cirugías y quimioterapias. Aquella escena resumió el trayecto de una familia que apostó por la vida y de un equipo médico que acompañó cada paso.

Llegada que cambió el rumbo
La menor ingresó al hospital por un dolor abdominal que se volvió persistente. El equipo médico realizó tomografías y análisis que permitieron identificar un tumor maligno en el ovario. La noticia trazó un camino complejo, aunque con una ruta clara: atender sin demora y sumar especialistas de distintas áreas para responder a un diagnóstico que exigía precisión.
Equipo completo para una meta única
El hospital integró a pediatría, cirugía, oncología, nefrología, neumología, cardiología hematología y otras especialidades. El trabajo coordinado abrió paso a evaluaciones constantes para medir cada avance. La niña enfrentó seis meses de tratamiento que incluyeron tres cirugías, una de ellas urgente, además de seis sesiones de quimioterapia.
Durante el proceso, el área de psicología dio acompañamiento a la familia para sostener la rutina hospitalaria y el impacto de cada etapa clínica.
El día que la campana sonó
La menor concluyó el protocolo oncológico después de superar cada intervención y cada estudio. Cuando el equipo confirmó la recuperación, la familia se reunió en el pasillo donde se encuentra la campana que los pacientes tocan al terminar su tratamiento.

La niña levantó la vista antes de jalar la cuerda. El sonido se extendió mientras el personal médico, de enfermería y de apoyo celebró alrededor. “Me trataron muy bonito. Gracias a mis pediatras, doctores, enfermeras, internos, limpieza y cocina. Son parte de mi familia ahora”, expresó la menor.
Historia que fortalece a un hospital joven
El caso alcanzó un significado especial para el Hospital Regional de Alta Especialidad, una unidad reciente en Torreón. Su directora, la doctora Margarita Martínez Moreno, afirmó que el momento representó el esfuerzo conjunto entre el equipo clínico y la familia de la paciente.
Mientras, la oncóloga pediatra Cristina Romero Luna señaló que la experiencia confirma la capacidad del hospital para atender escenarios complejos y avanzar hacia nuevos retos.
La historia permaneció en el hospital como un mensaje de lo que ocurre cuando la salud logra abrir caminos de esperanza.
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Deportado dos veces, hoy es uno de los grandes chefs de México
A Eduardo “Lalo” García nadie le regaló un lugar en la cocina. Antes de convertirse en uno de los chefs más influyentes del país, fue niño jornalero en los campos de Estados Unidos, migrante indocumentado, lavaplatos con documentos falsos, preso, cocinero autodidacta, deportado dos veces y, finalmente, un hombre que aprendió a transformar el dolor en algo que alimenta.

Su historia empieza lejos de las mesas elegantes, muy antes de Máximo Bistrot, mucho antes de que los críticos lo celebraran. Empieza en los surcos de tierra, con las manos de un niño que trabajaba como adulto.
Un niño entre surcos y madrugadas
Lalo, originario de Guanajuato, tenía cinco años cuando su familia cruzó a Estados Unidos para unirse a la ruta agrícola. Su infancia transcurrió entre naranjas, limones, cebollas, manzanas, pepinos y hongos —siguiendo la misma ruta migrante de miles de familias latinoamericanas que sostienen el sistema alimentario estadounidense sin que casi nadie lo note.
No fue a la escuela. No aprendió a leer ni a escribir de niño. Aprendió algo más duro: resistir.
Su trabajo consistía en llenar cubetas, redimir fichas a cambio de monedas y cargar costales más grandes que él. “Era mi versión de jugar videojuegos”, diría años después. Un juego de sobrevivencia. Un juego en el que no podía perder.
Esas cicatrices que menciona todavía las tiene en las manos.
@savethechildren_mx Eduardo García, mejor conocido com chef Lalo y embajador de Save the Children, nos contó para #ElPoderDeUnSueño cómo fue que lo que pasó en su niñez lo motivó a ser uno de los mejores chefs del mundo hoy. Lalo es nuestra inspiración día a día y la de miles de niños que cómo él, quieren ser chefs y cocinar a toda su familia 👨🍳👩🍳 ¡Gracias Lalo por enseñarnos que el poder de un sueño es posible! #chef #cocina #lifestory ♬ sonido original – Save the Children Mx
Encontrar la cocina… y también los errores
A los catorce años, su familia se mudó a Atlanta. Allí consiguió trabajo lavando platos en un restaurante. Se movía rápido, entendía todo a la primera, y en cuestión de meses pasó de la tarja a la estación de ensaladas.
Un compañero puertorriqueño lo vio y le dijo algo que jamás había escuchado: “Tú eres talentoso.”
Ese comentario cambió algo en él.
Pero la vida de un joven indocumentado en un país ajeno es frágil. En ese camino aparecieron compañeros equivocados, decisiones impulsivas y una cadena de errores que terminaron en un asalto a una licorería, un arresto y una condena: un año en una prisión de condado y tres años en una cárcel de máxima seguridad en Georgia.
Cuando las autoridades migratorias descubrieron su estatus irregular, lo deportaron por primera vez. Año 2000.
Volvió a México sin saber qué hacer con su vida.
Cruzó de nuevo… para despedirse de su padre
Dos semanas después de su deportación, recibió una llamada que lo partió en dos: su padre estaba muriendo de cáncer.
Sabía que regresar a Estados Unidos como indocumentado era un riesgo que podía destruir lo poco que tenía, pero lo hizo. Cruzó con documentos falsos por el puente de Nuevo Laredo. Esta vez no buscaba trabajo. Buscaba a su padre.
Y aunque los médicos dijeron que viviría dos semanas, vivió seis años más. Ese tiempo fue un regalo, pero también un espejo: Lalo sabía que no pertenecía a ningún lado. No era “de allá” ni de “aquí”.
Durante esos años trabajó como cocinero, aprendió por observación, estudió libros de Charlie Palmer y Charlie Trotter, experimentó con técnicas francesas, limpió, quemó, repitió. Nunca fue a una escuela culinaria. Su escuela fue la vida que lo había golpeado sin piedad.
En 2007, agentes migratorios aparecieron en su lugar de trabajo. Lo tomaron por sorpresa, pero él ya lo esperaba. Fue detenido y deportado por segunda vez. Esta vez, con prohibición permanente para volver a Estados Unidos.
Volver a México… y cocinar con memoria
En México comenzó desde cero. Pasó por Los Cabos, luego llegó a Ciudad de México. Allí encontró un lugar donde su historia —por primera vez— no lo marcaba como un crimen, sino como un ingrediente de su identidad.
Entró a Pujol, uno de los mejores restaurantes del país. Y algo hizo clic.
La cocina mexicana estaba cambiando. Una nueva generación apostaba por el origen, por el producto local, por la milpa, por los campesinos, por honrar la tierra. Sin saberlo, Lalo llevaba esa historia tatuada desde niño: la historia de quienes siembran y cosechan sin ser nombrados.

En 2011 abrió Máximo Bistrot junto a su esposa Gabriela. Eran cuatro empleados, un local pequeño y un sueño sencillo: cocinar bien.
Nada más. Nada menos.
Años después, Máximo sería considerado uno de los mejores restaurantes de México. Su cocina —francesa en técnica, mexicana en alma— se hizo un imán para críticos, amantes de la comida y viajeros que buscaban más que platos bonitos: buscaban verdad.
El chef que decidió que sus empleados no tendrían que migrar
Un día, mientras Máximo crecía, Lalo notó algo que le tocó el corazón:
sus empleados estaban construyendo casas con el sueldo que ganaban.
Muchos de ellos habían sido migrantes. Habían trabajado en los mismos campos y cocinas que él. Habían enviado dinero por años para construir algo en su pueblo. Ahora, por primera vez, podían vivir bien sin irse de México.
Entonces tomó una decisión que cambiaría su misión:
crecer el negocio para generar trabajo digno, para que otros no tuvieran que repetir su historia de migración dolorosa.
Actualmente dirige varios restaurantes, asociaciones en México, Londres y Dubái, y emplea a más de 130 personas. Y aunque su nombre aparece en premios, listas y guías culinarias, él nunca olvida quién fue.
Uno no es su peor decisión
Lalo suele decir algo que resume su vida:
“No me escondo de nada de esto porque quiero que la gente sepa quién soy.”
Su historia es incómoda. Difícil. Real.
Pero también es profundamente humana.
Nos recuerda que una persona no es su error. No es la etiqueta que un sistema le coloca. No es su peor día. Es su capacidad de levantarse, transformarse y servir.
Eduardo García no es solo un chef famoso.
Es la prueba de que las segundas oportunidades existen.
Que las manos que siembran también pueden crear belleza.
Que volver a casa puede sanar una vida entera.
Que la dignidad no la da un papel, sino el trabajo honesto.
Y que, al final, todos los grandes caminos empiezan igual: con una historia que duele… y que se decide no dejar ahí.
¿Dónde seguir a Lalo García?
Para conocer más de su trabajo, su cocina y su visión del mundo:
- Instagram de Máximo Bistrot: @maximobistrot
- Instagram personal: @eatlalo
- Libro recomendado: The Migrant Chef (Laura Tillman) – una mirada profunda y humana a su vida y su obra.
- Sitio web: www.maximobistorot.com.mx
Historias que Conectan
Neydy Casillas: mexicana que defiende la dignidad humana en pasillos del poder global
Hay personas que no buscan reflectores, pero su trabajo ilumina más de lo que imaginan. Personas que entienden que la dignidad humana no es un concepto abstracto, sino el fundamento sobre el que se sostiene la justicia, la libertad y la convivencia entre los pueblos. Una de esas voces es la de Neydy Casillas Padrón, abogada mexicana que, desde los escenarios más complejos del derecho internacional, ha levantado la mano para recordar que los derechos humanos nacen de la persona… no de las agendas.
Su historia no empezó en una gran capital del mundo, sino con una convicción sencilla: defender el valor de cada vida humana, incluso cuando el ambiente alrededor parecía empujar en otra dirección. Hoy, como Vicepresidenta de Asuntos Internacionales de Global Center for Human Rights, su voz resuena en organismos como la ONU y la OEA, donde trabaja incansablemente para que la dignidad humana no sea negociada ni reinterpretada según modas o intereses políticos.
Detrás del traje profesional, hay una historia profundamente humana.

Los principios que nacen en casa
Neydy nació en Guanajuato y vivió parte de su infancia y juventud en Jalisco en un entorno donde las palabras “justicia”, “respeto” y “familia” no eran discursos, sino prácticas cotidianas. Desde pequeña entendió que las personas valen por lo que son, no por lo que el mundo diga que valen. Esa visión marcaría su carrera.
Cuando inició su camino en el derecho, descubrió algo que sería decisivo: los temas de familia y vida rara vez tenían defensores preparados en los espacios internacionales, a pesar de que afectan a millones. Esa ausencia encendió en ella una inquietud que pronto se transformaría en misión.
Una mexicana en los organismos internacionales
Es la menor de cinco hijas de la familia que formó Francisco Casillas y Maria Elena Padrón. Su trayectoria profesional tardó poco en abrirse paso más allá de México.
Neydy representó a nuestro país en espacios tan relevantes como:
- La Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer en la ONU.
- La Comisión de Población y Desarrollo.
- Delegaciones ante la Organización de Estados Americanos (OEA).
- Litigios estratégicos ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Era un mundo exigente, muchas veces adverso y marcado por intereses ideológicos. Pero allí descubrió algo que también la marcaría: la enorme distancia entre lo que dicen los organismos y lo que viven realmente los pueblos.
Mientras algunos debates se llenaban de términos técnicos y resoluciones ambiguas, las familias —las reales, las que trabajan, educan, acompañan, crían— quedaban fuera del radar. Neydy entendió que hacía falta una voz que recordara lo esencial: los derechos humanos no son construcciones políticas, sino salvaguardas para proteger a la persona frente a los abusos del poder.
La defensa de la dignidad en tiempos de confusión
Una de las características más notables de Neydy Casillas es su claridad. No habla para agradar. Habla para recordar lo que no puede olvidarse.
En un tiempo en el que se pretende redefinir conceptos fundamentales —vida, familia, libertad, maternidad, identidad— su postura es firme:
“Los derechos humanos no pueden depender de ideologías pasajeras. Su raíz es la dignidad humana, y esa dignidad es inherente a cada persona”.
Para muchos delegados con los que trabaja, la figura de Neydy se ha convertido en un punto de referencia. Alguien capaz de leer documentos complejos, analizar implicaciones jurídicas y, aun así, aterrizar todo en el bien concreto de comunidades, países y familias.
Es también una crítica abierta a la creciente ideologización de algunos organismos internacionales. No desde el enojo, sino desde la responsabilidad. Cuando observa que se empujan políticas que reducen la soberanía de los pueblos o que priorizan agendas económicas sobre necesidades humanas, ella levanta la voz. Y lo hace con rigor jurídico, no con slogans.
El Global Center for Human Rights: un espacio para devolver sentido
En su rol actual dentro del Global Center for Human Rights, Neydy trabaja con equipos de abogados, investigadores y diplomáticos para impulsar la defensa integral de la persona humana.
Su visión estratégica busca:
- Recuperar el sentido original de los derechos humanos.
- Denunciar las imposiciones de organismos que se alejan de la realidad de los pueblos.
- Defender la vida humana en todas sus etapas.
- Proteger la libertad religiosa y la libertad de expresión.
- Salvaguardar a la familia como núcleo esencial de la sociedad.
Su labor incluye informes, asesorías, participación directa en negociaciones, intervenciones públicas y estrategias jurídicas que buscan equilibrar la balanza en espacios donde ciertas voces suelen ser ignoradas.
Quienes la han visto trabajar dicen que su fortaleza está en la combinación de tres cualidades: rigor jurídico, profundidad humana y serenidad. Esa mezcla le ha permitido entrar en conversaciones difíciles con diplomacia, sin dejar de lado convicciones firmes.
Lo que inspira su trabajo: la persona concreta
Para Neydy, la dignidad humana no es un eslogan. Es una realidad vivida.
Su enfoque parte de una pregunta simple y profunda:
¿Cómo impacta esta decisión en la vida real de una persona?
Ese cuestionamiento la ha llevado a defender con fuerza:
- A los no nacidos, cuya vida muchas veces se coloca en debate político.
- A las mujeres, que necesitan apoyo real, no soluciones simplificadas.
- A las familias, que enfrentan presiones culturales y económicas crecientes.
- A las personas que sufren persecución por motivos de fe.
Cuando le preguntan por qué sigue en una lucha que a veces parece desigual, ella responde con convicción:
“Porque la dignidad humana nunca pasa de moda. Aunque algunos quieran olvidarlo”.
Una voz para los pueblos que no siempre son escuchados
Uno de los aportes más valiosos de Neydy ha sido visibilizar la realidad de países que no tienen suficiente presencia diplomática o mediática. América Latina, África, Europa del Este y regiones del Caribe enfrentan decisiones tomadas en salas donde rara vez hay representación de su cultura o necesidades sociales.
Ella ha insistido en que:
- Los organismos internacionales deben servir a las naciones, no imponerles agendas.
- La soberanía de los pueblos es indispensable para garantizar justicia y libertad.
- Las políticas globales deben respetar el tejido social y jurídico de cada país.
Esta defensa ha resonado especialmente en diplomáticos jóvenes que buscan recuperar el sentido original del trabajo multilateral: cooperación, no imposición.
Su impacto humano: un ejemplo para una generación que busca causas auténticas
Más allá de tratados y resoluciones, la historia de Neydy conecta porque muestra algo urgente: todavía existen personas que creen que el bien común vale la pena.
No trabaja para ser protagonista; trabaja para que la verdad lo sea. Para que las familias vivan en paz. Que los más vulnerables tengan voz. Para que los pueblos no sean rehenes de intereses ajenos.
Y, sobre todo, para demostrar que incluso una sola persona puede influir en estructuras enormes cuando tiene claridad moral y preparación profesional.
Su vida recuerda que, en tiempos de confusión, la coherencia es revolucionaria.
La importancia de una voz que recuerda lo esencial
La historia de Neydy Casillas es un recordatorio poderoso de que la dignidad humana no es negociable. La familia importa. Que la vida importa. La verdad importa. Y que, a pesar del ruido del mundo, siguen existiendo personas capaces de entrar en los espacios más complejos sin perder el corazón.
En una época donde se relativiza casi todo, su voz devuelve claridad. Y en un mundo donde muchos jóvenes sienten desesperanza, su ejemplo demuestra que sí es posible trabajar por un ideal que valga la pena.
Por eso, su historia conecta. Porque invita a ver que incluso desde los rincones más grandes del poder global… sigue habiendo lugar para la esperanza.
Síguela y conoce su labor
Te invitamos a seguir de cerca su trabajo y su visión sobre la dignidad humana, la libertad y la protección de la familia:
- Global Center for Human Rights: https://globalcenterforhumanrights.org
- Entrevistas y reflexiones: Puedes encontrar varias en Aceprensa y WCFC Costa Rica.
- Redes profesionales: LinkedIn, donde comparte avances y análisis.
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