Felipe Monroy
El silencioso poder de la educación
Debemos aceptar y asumir que vivimos en un mundo fragmentado (casi pulverizado) por la posverdad y el relativismo; estos dos fenómenos parecen no tener capacidad de “crear cultura” sino que, por el contrario, desarticulan y disuelven los andamiajes culturales y las convenciones que dan sentido a la sociedad humana.
A pesar de ello, afortunadamente existe un trabajo fundamental que a menudo permanece invisible pero que construye los cimientos más sólidos de una sociedad: la labor educativa y cultural. Y constituyen una labor propiamente dicha porque son actos concretos, son servicios, trabajos y actos específicos que se ejercen personal y comunitariamente, porque ‘educación y cultura’ no son condiciones humanas o categorías de definición sino acciones que se expresan de formas creativas y diversas, pero acciones.
Bajo esta convicción ha trabajado durante varios años la Dimensión de Educación y Cultura del Episcopado Mexicano: la transformación social y la conversión personal no dependen de las ideas grandilocuentes sino de los más humildes servicios: de la labor sencilla pero productiva; del encuentro y el diálogo, pero encarnados; con el compromiso que no sólo se expresa sino que tiende manos.
La Dimensión de Educación y Cultura, hoy comandada por el arzobispo emérito Alfonso Cortés por la renovación de confianza que los obispos le han dado, representa más que una simple estructura organizativa; es un ecosistema de esperanza y construcción colectiva. Durante 12 años –y bajo liderazgos que han sido reconocidos dentro y fuera del país como los cardenales Alberto Suárez Inda y Felipe Arizmendi Esquivel; así como el obispo Enrique Díaz– ha logrado desplegar una estrategia sistemática y profunda que trasciende lo meramente institucional, conectando fe, cultura y desarrollo social.
Sus esfuerzos se articulan en múltiples frentes: diálogos, encuentros, talleres y publicaciones que buscan regenerar el tejido social desde sus raíces más profundas. El documento “Educar para una Nueva Sociedad” simboliza esta visión: no se trata sólo de transmitir conocimientos, sino de formar ciudadanos conscientes, críticos y comprometidos.
La colaboración ha sido su principal estrategia. No se ha limitado a espacios eclesiales, sino que ha tendido puentes con organizaciones diversas: académicas, empresariales y sociales. Nombres como CNEP, Mexicanos Primero, Fundación Slim o Coparmex revelan una aproximación integral e interdisciplinaria.
El papa Francisco, en múltiples ocasiones, ha enfatizado la importancia de una educación que no sea meramente instructiva, sino transformadora. En su exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, el pontífice señaló que la educación debe ser un “processo di umanizzazione” (proceso de humanización) lo que precisamente ha buscado este organismo de servicio.
A lo largo de estos años, el trabajo de la Dimensión ha atendido la geográficamente diversa República mexicana y ha demostrado una comprensión profunda de la realidad nacional en toda su complejidad. No se trata de un proyecto homogéneo (porque las respuestas únicas responden a cierta cerrazón de criterios), sino de respuestas contextualizadas y sensibles a los grandes desafíos socioculturales y antropológicos que el siglo XXI en cada espacio de convivencia y necesidad humana.
Durante estos años, la prudencia y el trabajo en equipo han sido sellos distintivos en el trabajo pastoral en educación y cultura. Frente a la tentación de confrontar al mundo desde la autorreferencialidad y la dureza de espíritu, se ha ofrecido diálogo y apertura; frente al protagonismo mediático, han optado por una construcción silenciosa y efectiva. Es que la educación y la cultura no son instrumentos ni herramientas al servicio de las ideologías; son el reflejo de los actos humanos más nobles para entender y explicar el mundo. A diferencia del utilitarismo político, que manipula los procesos culturales y educativos de una sociedad para asegurarse un poder y un conflicto; el trabajo de los liderazgos educativos eclesiales han apostado por el verdadero sentido de esos oficios: equilibrio, diálogo y reconciliación.
En tiempos de fragmentación, donde el lenguaje belicista y la autorreferencialidad amenazan con destruir el tejido social, el trabajo educativo y cultural se erige como un bastión de esperanza. Su labor no es una abstracción teórica, sino una práctica concreta de transformación social. Por ello, los proyectos que desde hace una década promueve la Dimensión Episcopal de Educación y Cultura están orientados a acrecentar la memoria y el servicio de ambos procesos humanizadores y desterrar toda idea de considerarlos como privilegios, derechos diferenciales al alcance de los bienes precedentes.
Educar es un acto de amor social, un compromiso ético con la dignidad humana, una apuesta por formar ciudadanos capaces de construir comunidades más justas, inclusivas y fraternales; la cultura es ese trabajo silencioso pero profundamente significativo que nos recuerda que la verdadera revolución no ocurre con gritos o confrontaciones, sino mediante el paciente cultivo de la inteligencia, la sensibilidad y el compromiso social.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
Dejanos un comentario:
Felipe Monroy
Nuevos símbolos carnífices: Apps, cybertrucks y Trump Towers
¿Cómo afectarán los hechos de Nueva Orleans y la explosión de la Cybertruck al próximo gobierno de Trump?
Cuando el ultranacionalista serbio Gravilo Princip disparó contra el archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del imperio austrohúngaro, en Sarajevo –territorio bosnio– y el día de San Vito –aniversario de una histórica derrota serbia–, comprendía que los actos perpetrados ese 28 de junio estaban cargados de simbolismos que conducirían a enardecer los ánimos de la población eslava del sur en busca de la independencia. Lo que quizá no intuyó él ni el resto de los conspiradores fue que ese acto encendería lo que hoy conocemos como la Primera Guerra Mundial. El detonante fue ese crimen en medio de una compleja articulación de equilibrios y tensiones políticas y diplomáticas.
Hoy, en el arranque de este 2025, dos trágicos acontecimientos han cimbrado a los Estados Unidos y a buena parte del mundo debido no sólo a los actos terroristas que han dejado 16 muertos y varias decenas de heridos en Nueva Orleans y en Las Vegas, sino por los peculiares símbolos que enmarcan a los atentados.
Sobre el primer atentado en Louisiana se sabe que Shamsud-Din Jabbar, reservista y militar texano enviado a la guerra en Afganistán entre 2009 y 2010, rentó una camioneta en Houston a través de la App Turo, una aplicación de alquiler de autos bajo el modelo de economía colaborativa, en la que la empresa no tiene flota de vehículos sino que conecta a propietarios (anfitriones) con usuarios (huéspedes). El exmilitar condujo más de 600 kilómetros hasta Nueva Orleans, colocó un par de explosivos improvisados a la vista de la gente y hacia las 3 de la mañana del primero de enero utilizó la camioneta para atropellar a decenas de personas que aún celebraban el inicio del año en las calles del famoso ‘Barrio Francés’.
Aún en medio de la conmoción, en Las Vegas, Nevada, a las 8:40 de la mañana, un vehículo eléctrico conocido como ‘Cybertruck’, producido por la empresa Tesla del magnate Elon Musk, se estacionó frente a la torre del Trump International, hotel del presidente electo, y estalló provocando media docena de heridos. Las versiones periodísticas afirman que el conductor, Matthew Livelsberger, un militar norteamericano, también veterano de la guerra en Afganistán, rentó en la misma App Turo el famoso vehículo eléctrico del que el tecno-magnate sudafricano, patrocinador de la campaña del republicano y titular del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental trumpista, se siente inmensamente orgulloso. El veterarno condujo más de mil kilómetros hasta las puertas de la Trump Tower, inició una conflagración con gasolina provocando el estallido e inmolándose en el acto con las letras doradas del nombre presidencial en el fondo.
Estos sucesos a sólo 20 días del cambio de gobierno en EU han marcado un punto de quiebre no sólo en la política de seguridad interna sino, como sabemos, en la política exterior, militar y económica de la nación norteamericana. Trump, de entrada, dijo que ambos atentados convierten a los Estados Unidos en “el hazmerreír del mundo” y sabemos que sus batallas simbólicas contra las nuevas potencias globales no ocultan las agresivas agendas unilaterales del magnate como sucedió en su primer mandato.
Por su parte, el multimillonario Musk –que ha entrado en una guerra ideológica contra varias estructuras económicas, políticas y culturales del globalismo–, antes de mostrar afección por las víctimas de los atentados, dejó en claro que su principal preocupación fue defender la calidad de su aristado y gris vehículo futurista: “Malditos idiotas eligieron el vehículo equivocado”, escribió en X, su personal y particular plataforma de divulgación (antes Twitter). También se apresuró a elogiar el vehículo como “contención de la explosión”.
Nuevamente, como en el 2001, tras los atentados en las Torres Gemelas de Nueva York, los norteamericanos saben que se dirigen a una renovada situación de emergencia. Los actos terroristas no sólo provocan el espanto, las heridas y la muerte de las personas sino que erigen nuevos símbolos de guerra y unidad. Una unidad bajo una nueva identidad que hoy se pone en pie de guerra para luchar por “Hacer a Norteamérica Grande Nuevamente”. Pero, ¿contra quién entrará en conflicto total la nueva administración trumpista? ¿Contra el Estado Islámico (el FBI ya vinculó a Jabbar con ISIS), los musulmanes o la migración? ¿Contra la desregulación de las aplicaciones de ‘economía colaborativa’? ¿Contra las afecciones, adicciones y traumas que persisten en la mayoría de los veteranos de las invasiones norteamericanas de este siglo?
¿Cuáles serán los nuevos símbolos carnífices, de azote y fuego, que habrán de vincularse a estos crímenes, en medio de esta moderna compleja articulación de equilibrios y tensiones políticas y diplomáticas? Ni duda nos quepa: lo veremos antes de que concluya este mes.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe
Parece un suspiro, pero llevamos ya una cuarta parte del siglo XXI y cada vez quedan más distantes los recuerdos y aprendizajes de los tiempos antes del fin del milenio pasado. Este 2025 anticipa momentos y planteamientos sociales que sin duda repercutirán en la comprensión del devenir universal.
No podemos dejar de mencionar el inicio del segundo periodo presidencial de Donald Trump en Estados Unidos el próximo 20 de enero. No sólo por el personaje que llega al poder y los efectos que ha prometido a sus vecinos y socios; sino cómo y por qué un personaje así ha vuelto al mando a pesar o gracias a estar sumido en un sinfín de polémicas.
Este estilo mediático, confrontativo, disruptivo y agresivo hasta la provocación de violencias (ahora se le denomina como ‘egopolítica’) no sólo repercutirá en norteamérica sino que ya también anticipa que jugará un papel importante en los procesos electorales que sucederán en el año que comienza: Ecuador, Bolivia, Chile, Honduras, Argentina (el legislativo), Filipinas, Polonia, Alemania, etcétera.
Los procesos europeos, por ejemplo, serán importantes porque sin duda repercutirán en la actitud europea ante la reconfiguración del poder en Europa del Este y el Medio Oriente: la renovación dinástica en Bielorrusia, la guerra en Ucrania, las fronteras de la OTAN, los proteccionismos nacionalistas y el nuevo poder islamista en Siria tras el derrocamiento de Bashar al-Assad. Todo ello aderezado por la agudización de conflictos bélicos domésticos, la migración y la moderna expoliación de las viejas colonias europeas.
Este 2025 será un año de intensa reflexión sobre el renovado individualismo consumista y sobre la distancia emocional de la propia patria; los cuales repercuten directamente en el sentido de colectividad y comunidad. A la sociedad privilegiada –inmersa en las posibilidades tecnológicas del trabajo, la inversión, el peculio y el infoentretenimiento–, parece no preocuparle las necesidades comunitarias concretas como salud, seguridad, movilidad y justicia social, desarrollo regional, bienestar y derechos colectivos; estos pasan a un segundo orden de relevancia. El Reporte de Solidaridad Global del 2024 indicó que las generaciones de jóvenes (15-24) y adultos jóvenes (25-34) abrazan más las cualidades de la globalización sin fronteras (viajes, experiencias, expresiones y consumos) frente a los productos culturales, oportunidades y desafíos de sus propias identidades y comunidades nacionales.
Y esto que sucede a niveles individuales y familiares, también se replica en esferas más amplias. Este 2025 será un año clave en la reconfiguración de los organismos globales e internacionales; si retoman un liderazgo de referencia ante las problemáticas mundiales (ecología integral, armamentismo nuclear, hiperconsumismo y desregulación económica, ideologías anticientíficas) o si, por el contrario, sólo se limitan a justificar ideologías de los capitales y el poder. También este año será el fin de la presidencia de Luis Almagro al frente de la Organización de Estados Americanos; el uruguayo lideró el organismo durante una década en medio de grandes acusaciones sobre la forma en que se utilizan los recursos de algunas naciones poderosas para la imposición de agendas ideológicas que atentan contra la soberanía de otros países miembros.
Y respecto a los procesos electorales bajo nuevos modelos democráticos o post-democráticos (nuevos populismos, egopolítica, ideologización y polarización emocional), en México se celebrarán las primeras elecciones de miembros del Poder Judicial de la Federación. La histórica medida alcanzada por un congreso dominado en cuotas mayoritarias para el partido en el gobierno no deja de recibir críticas y polemizaciones; no sólo por la manera en cómo se alcanzó la reforma, sino por el destino de la misma. Aún entre los propios impulsores de la transformación hay inquietudes sobre qué tipo de nación se desarrollará cuando los jueces, magistrados y ministros sean elegidos en un proceso presumiblemente ciudadano; y no por las vías a veces oligárquicas a veces plutocráticas y a veces meritocráticas favorecidas por el carrierismo nepótico a las que se estaba acostumbrado.
Por si fuera poco, México además tendrá un año complejo en materia económica. Los anuncios realizados sobre cómo el gobierno habrá de apretar la disciplina en el ejercicio presupuestal indican que se hacen previsiones cautelosas sobre lo que quizá llegue a suceder en esa compleja triada que las ‘maganomics’ (la economía de la política trumpista) ha creado sobre México para presionarlo: fentanilo, migración y aranceles.
Como ya hemos hablado, este 2025 también se celebrará el Jubileo Ordinario en Roma y la proyectada visita del papa Francisco a Turquía para la celebración del 1700 aniversario del Concilio de Nicea. Ambos eventos serán importantes pero el aniversario del Concilio tiene una relevancia especial porque a partir de aquel no sólo se comenzó a reconocer poderes y potestades para regular la organización de la institución religiosa, sino que por la vía de la participación y el consenso se llegó a converger en un signo de fe trascendente, el cual ha sido indispensable para el devenir de la historia universal y que incluso en nuestros días continúa alimentando las razones éticas y morales en varios conflictos en los que se anteponen derechos, privilegios y usufructos de las élites por encima de la naturaleza y la dignidad humana, reflejos de la divinidad del Dios-hombre, semejante a todos nosotros excepto en el pecado.
Insistiría en que esto último es relevante para el orden global actual toda vez que, por lo menos en la última década, los conflictos y presiones para aceptar e integrar obligatoriamente formas utilitarias de la existencia humana provienen de misántropos ideólogos económicos como los que lideran grandes corporaciones financieras y que directamente sugieren o indican a las naciones cómo implementar políticas públicas para reducir la población (por las vías que sean) con tal de mejorar las ganancias y privilegios de élites cada vez más estrechas. Tanto la celebración del Jubileo como del aniversario del Concilio Niceno irán en contrasentido a la propuesta tecno-política y de la cultura del descarte promovida por los nuevos industriales y financieros de la hipertecnificación; el resto del siglo parece depender de en qué medida, la infinita, irrenunciable e intrínseca dignidad humana es asumida por las colectividades, reconocida por los poderosos y respetada por todos.
Qué sea un esperanzado y luminoso 2025 para todos ustedes.
*Director VNoticias.com
@monroyfelipe
Felipe Monroy
Jubileo 2025: Llevar esperanza a donde se ha perdido
Este 24 de diciembre ha comenzado el Jubileo Ordinario que la Iglesia católica celebra cada cuarto de siglo desde hace más de 500 años. Se trata de un momento muy esperado para los fieles católicos pero también para la ciudad de Roma, hogar de las magnas basílicas pontificias y, evidentemente, la capital urbanística del catolicismo occidental. Durante todo un año, la ciudad se convierte en una renovada sede de peregrinaciones de todos los rincones del planeta.
La celebración se extenderá hasta el 6 de enero de 2026 y, durante este periodo, se realizarán actos inscritos en tradiciones centenarias orientados a facilitar a los peregrinos de las Puertas Santas y las Iglesias Jubilares a obtener la Indulgencia Plenaria (acercamiento a la confesión, tomar la Sagrada Comunión, rezar por las intenciones del Papa y realizar obras de misericordia y penitencia); pero también se han programado eventos especiales y encuentros que reflejan las realidades e identidades eclesiales que en los últimos 25 años no necesariamente aparecían en el panorama social o no bajo las mismas dimensiones de sentido y relevancia.
El último jubileo ordinario sucedió durante el pontificado de Juan Pablo II en el año 2000, mucha agua ha pasado bajo el puente. Los jubileos son además oportunidades para que se intenten acciones simbólicas y se instauren nuevas tradiciones en la Iglesia católica. Hace un cuarto de siglo sucedió el histórico perdón pontificio en nombre de toda la Iglesia; en 1975 se avanzó en el ecumenismo y diálogo interreligioso al celebrar el retiro de las excomuniones a la Iglesia de Bizancio y con la invitación de monjes budistas a los actos del jubileo.
En 1950, el papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de María y reformó al Colegio Cardenalicio con pastores representantes de casi todas las partes del mundo (antes casi todos los cardenales eran italianos y algunos pocos europeos). En otros jubileos se han realizado grandes obras civiles y religiosas (como las famosas escaleras entre Piazza Spagna y la iglesia de la Santísima Trinidad del Monte); también, por ejemplo, durante el jubileo de 1750 se instituyó la realización del Vía Crucis en el Coliseo Romano, tradición que continúa hasta nuestros días.
Este 2025 se ha inaugurado ya una obra civil para conectar el Castel Sant’Angelo con la Via della Conciliazione (calzada que conduce del río Tíber a la Plaza y Basílica de San Pedro) pero quizá lo más simbólico del Jubileo se concentrará en los encuentros, espacios y eventos.
Por ejemplo, se abrirá un espacio para una ‘Conferencia para religiosas comunicadoras de alto perfil’, un encuentro que reconoce la labor profesional, divulgadora y comunicativa (una de las actividades esenciales de la era de la información) realizada por una comunidad aparentemente anticuada (mujeres que libre y voluntariamente eligen un estilo de vida entregado en obra y oración por el servicio al prójimo y la adoración a Dios).
Para este evento y decenas más, Roma espera recibir a cientos de miles de servidores, fieles y organizaciones. Desde catequistas, seminaristas, sacerdotes, diáconos, obispos, misioneros, religiosas y religiosos; hasta comunicadores, artistas, deportistas, educadores, voluntarios, jueces y abogados; líderes sociales, empresariales y luchadores de movimientos populares; miembros cofrades y de organizaciones religiosas muy disímiles. Y además, el papa Francisco ha elegido tres situaciones humanas que han sido centrales en su pontificado y cuyos dramas buscarán reivindicación y consuelo en las fiestas jubilares: presos, migrantes y personas en condición de pobreza.
Hasta el momento ya hay más de un centenar de diócesis italianas y europeas que han organizado formalmente su peregrinación para acudir a las Puertas Santas aunque también el pontífice argentino ha descrito el verdadero sentido del Año Jubilar y que todos los cristianos pueden seguir desde sus propias localidades: “Con la apertura de la Puerta Santa damos inicio a un nuevo Jubileo. Cada uno de nosotros puede entrar en el misterio de este anuncio de gracia… Hay esperanza para cada uno de nosotros”.
Y también ha rematado en la misa de Navidad: “Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia. Llevar esperanza allí, sembrar esperanza allí”.
Llevar y sembrar esperanza en nuestras propias comunidades, localidades y naciones; no podríamos desear algo mejor en tiempos tan convulsos.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
Felipe Monroy
Navidad y tinieblas
Vivimos bajo un permanente agobio por las malas noticias; desde las más inmediatas y próximas hasta las globales y trascendentes. Cuando no son hechos de conflictos políticos y de carencias más básicas de justicia en nuestro propio territorio, son las violencias internacionales y los angustiantes efectos de la destrucción de nuestro hogar planetario los que oscurecen el panorama de nuestros días cotidianos y de la humanidad entera.
Este 2024 ha confirmado que la maldad producida en nombre de casi todas las creencias y convicciones tiene pocas resistencias; sin alarmismos ni dramatismos podríamos asegurar que el mal viaja por anchas carreteras de alta velocidad y encuentra los vehículos de poder más eficientes para replicarse, para extenderse y para arraigarse sobre las instituciones sociales y los grupos humanos. Y, sin embargo, si no brillara una pequeña luz de esperanza entre tanta oscuridad; no habría mucho sentido de seguir adelante.
Nunca ha habido tiempos realmente sencillos, el ser humano vive entre guerras y desastres permanentes. Con las mejores intenciones se reinventa la política y la tecnología para apaciguar los dominios de la maldad y la carencia. Y en general, la humanidad lo ha hecho bien: la ciencia y la tecnología no sólo han facilitado muchos aspectos de la vida, han alargado la expectativa de la misma y han conjurado muchos de los males que la naturaleza no alcanza a remediar para todas sus creaturas; y, por otro lado, la política y las instituciones se han complejizado y especializado intentando atender un mundo cada vez más complejo.
Pero también hay que reconocer que los relatos más simples y más ancestrales son los que siguen configurando buena parte de los mínimos sociales de justicia, bondad, caridad y esperanza. Estos relatos provienen de expresiones humanas fundamentales y trascendentales, son las expresiones de la fe. Aunque en ocasiones también estas sean utilizadas como armas de exclusión, división, castigo y condena.
Sin duda, en su nombre, se han ejercido actos terribles y en la historia se pueden enumerar copiosos ejemplos; casi siempre en cada uno de estos actos maliciosos, esas expresiones religiosas vienen acompañadas por rasgos de fanatismo, fundamentalismo e integrismos; por lógicas de poder, gloria terrena y por jactancias de dominio sobre los débiles.
Sin embargo, cuando se habla de las historias de las principales religiones del mundo solemos olvidar que sus actos de ayuno y templanza van de la mano con la compasión y sed de justicia social; que la confianza en el destino ulterior no está desligada de las responsabilidades personales cotidianas; que las obras más grandes de la fe involucran la devolución de la dignidad a los pobres, la atención de los desvalidos, la asistencia a los enfermos y la lucha junto a los marginados; que la liberación de cada persona y de los pueblos tiene que ver con un rescate integral de esas oscuridades en que el mundo cae frecuentemente.
Por ello, casi todas las religiones tienen un fermento de esperanza; y, en particular, la religión cristiana no puede dejar de contemplar en el Nacimiento de Jesús (la Natividad, la Navidad), el primordial ejemplo de esa virtud. Desde hace siglos, algunas tradiciones cristianas cantan himnos de la Navidad destacando el oscuro escenario como el ambiente en el que el Salvador nació (aunque no necesariamente se ajustan a los textos evangélicos): a mitad de la noche, en una cueva o un pesebre, en un sitio prestado, vulnerable, incluso riesgoso; nacido en una tierra agitada por el poder o como hijo en un pueblo sometido.
Pero para estos relatos es allí, en ese sombrío mundo al descampado, donde la luz nos regala la esperanza. Por ello hasta ahí acuden ricos y pobres, magos y pastores, al encuentro que les devuelve la esperanza, aunque no siempre es sencillo reconocerla. En los relatos algunas veces se dice que llevaban puestos los ojos en el cielo (el símbolo es la estrella que les indica el camino) o también que recibieron seráficas instrucciones; pero en el fondo son un pueblo que es guiado hacia una promesa; y, sin embargo, al llegar descubren que no es en ningún trono o ninguna celestial peana sino sobre el más humilde de los recintos de la tierra donde reside la verdad que anhelan.
Para el mundo cristiano, la contemplación de la Encarnación de Dios en ese humillado rincón del mundo y de la historia no sólo otorga sentido a la “rica pobreza” y la “preciosa miseria” sino que, en el humano peregrinar sobre las tinieblas de cada época, siempre habrá una luz que brilla en nombre de las voces olvidadas, de los que padecen los actos ignominiosos del poder y la vanidad; para rescatar, para iluminar las cíclicas tinieblas.
Así lo dice el himno navideño de Romano de Emesa de hace mil quinientos años, que pone en voz de María, madre de Jesús, el sentido de esta esperanza: “Por los aires, por los frutos de la tierra y los hombres que la habitan, te ruego, niñito mío: reconcilia al mundo… Salva al mundo, salvador; que por eso has venido. Toda tu obra restáurala; por esto has brillado… Y ustedes –dice ahora María dirigiéndose a la humanidad–, abandonen la tristeza: yo he parido la alegría del mundo. Para saquear el reino del dolor he venido”. Lo que nos hace pensar que en este reino de dolor, en este permanente agobio por las malas noticias, incluso para nosotros, en estos tiempos tan oscuros, brilla la esperanza.
Feliz Navidad.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
-
Mundohace 2 días
Caso Beatriz: CIDH reconoció humanidad y dignidad de Leinani
-
Felipe Monroyhace 2 días
Nuevos símbolos carnífices: Apps, cybertrucks y Trump Towers
-
Cinehace 3 días
¿Sigues de vacaciones? Te recomendamos ver “Una pequeña confusión”
-
Cienciahace 1 día
¿Cómo cuidar la salud de los niños en este regreso a clases?