Felipe Monroy
Ni meme ni expresión religiosa: es tedio pendenciero
A cuarenta días de las votaciones, las campañas electorales deberían estar en un momento álgido de discusión, de confrontación y debate, incluso se permitiría una dura invectiva entre contendientes; y, sin embargo, no son los perfiles de las candidaturas ni sus discursos o sus acciones de campaña las que generan la conversación social. A falta de una discusión entre personajes que representan proyectos, tenemos episodios –más o menos– estériles que evidencian mera provocación e ignorancia.
Es claro que el episodio de la tristemente célebre playera que muestra la representación de la muerte en actitud de silenciar a alguien mientras un mensaje sentencia que “un verdadero hombre nunca habla mal de López Obrador” es una provocación para generar toda una conversación que, paradójicamente, se aleja de la necesaria discusión en torno a los proyectos centrales en disputa.
Las reacciones parecen más abundantes de lo necesario: Los obispos de México emitieron un extraño comunicado en cuyo discurso se mezcla la cultura de la muerte, el juicio de amparo y el año jubilar por la vidente del Sagrado Corazón para cuestionar indirectamente la exótica propaganda de la playera; los comunicadores, analistas y hasta el presidente de la República rascaron en lo profundo las esquizofrénicas relaciones entre el poder político y el religioso en el país para explicar si este episodio habla de libertad religiosa, de exaltación de la violencia o de apología del crimen; los propagandistas de ocasión aprovecharon para infundir miedo a través de interpretaciones histéricas; y una vocera de la administración federal intentó convencer que todo fue un meme mientras insulta la inteligencia de todos, junto a la suya propia.
Se podría escribir un libro entero sobre las interpretaciones simbólicas, antropológico-religiosas, políticas, crítico-discursivas o histórico-contextuales de la playera en cuestión; se podría reflexionar intensamente sobre los elementos fascistoides subyacentes que se conjuntan bajo la mera existencia de un instrumento comunicativo así y, por supuesto, se podría analizar con seriedad el juego de la propaganda, la comunicación política, el fetichismo de los símbolos del poder y las instituciones ideológicas en pugna al respecto de este episodio. Pero de lo que no habla, paradójicamente, es del modelo de país que se encuentra en disputa: No parece haber ningún hilo conductor interesante entre los contendientes políticos, su personalidad y temple, sus fundamentos político-ideológicos o sus habilidades técnico-operativas con la transversalidad de sus proyectos en la realidad y el escenario deseable de la administración y la política pública.
Nadie está realmente hablando del proyecto de nación o de la naturaleza de las decisiones que habrán de tomarse desde el poder político, el cual se habrá de legitimar a través del voto popular y democrático. Justo ahora, cuando se necesita nutrir el “espacio público de lo político” para conversar, discutir y dirimir las convergencias y diferencias entre los proyectos electorales en colisión; todo el “espacio mediático e informativo” entra en estado de autopreservación de su privilegio de vociferación mientras las autoridades intentan recuperar el “espacio político del Estado” (no parece ser coincidencia que las vocerías del episodio fueran el partido político del ejecutivo nacional y dos funcionarios de comunicación de la federación).
En síntesis. Por supuesto no es un tema de fe ni de religión, mucho menos un asunto de ministros de culto o asociaciones religiosas registradas ante el Estado mexicano. La playera en cuestión no emite un mensaje religioso concreto; aunque claro que puede haber interpretaciones sobre que la calavera encapuchada y amenazante sea efectivamente una representación de la “Santa Muerte”. Si la efigie en cuestión estuviera reconocida ante el Estado mexicano como el símbolo de una asociación religiosa, el uso de dicha imagen por parte de un partido político y un funcionario federal sería objeto de sanción. Pero las expresiones populares de dicha cultura han sido tan menospreciadas e infravaloradas, proscritas de las relaciones formales religiosas que justo han sido catalogadas como ‘desviaciones sectarias’ u otros apelativos con los que se busca invisibilizar en lugar de comprender ese extraño fenómeno que alcanza a diversos sectores sociales.
Tampoco es un meme cuya naturaleza carece de fuente y propósito; son evidentes tanto el origen como la utilidad política de su discurso. Ahora bien, sin duda será necesario hablar de la histórica asociación simbólica de la calavera y la muerte con discursos de agresividad y violencia, de superioridad y de sacrificio individual por el bien colectivo; ahí, sobre la playera, también hay trazos de machismo y conservadurismo rancio, de ‘calificación de actitudes masculinas’ y disciplinarismo dogmático.
Lo dicho, ante perfiles políticos insulsos y anecdóticos en las campañas electorales, el tedio pendenciero sustituye la confrontación política con símbolos que no se entienden pero se usan para incendiar la conversación: la playera de la muerte que manda silenciar es un ejemplo, pero también está la falsa fotografía de supuestos tatuajes diabólicos que tiene una contendiente de origen judío a la que también le agrandan artificialmente la nariz con consabidas connotaciones racistas y discriminatorias.
La única pregunta que vale la pena ahora hacerse es: ¿Quién realmente podría tener el carácter para meter en cintura a tanto lenguaraz?
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
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Felipe Monroy
Obispos de México: Un nuevo horizonte
El próximo 11 de noviembre, los obispos católicos de México comenzarán una muy relevante Asamblea Plenaria en la que, además de tratar asuntos de largo aliento (el Proyecto Global de Pastoral 2031+2033 y la Novena Continental Guadalupana hacia los 500 años de las Apariciones Marianas en el Tepeyac), están por renovar el Consejo de Presidencia del organismo colegial y, con él, definir el estilo de gobierno y representación de la Iglesia católica ante el Estado mexicano y el gobierno de Claudia Sheinbaum.
Luego de dos trienios bajo la presidencia del arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, los obispos del país llegan al encuentro para ponderar los perfiles episcopales con los que deberán ofrecer y sostener un diálogo urgente y necesario tanto con las autoridades civiles como con las organizaciones sociales que se encuentran en tensiones máximas en una infinidad de temas diversos, aunque en el fondo sólo se trate de una misma clase de conflicto: el juego de la legitimidades que representan.
Este asunto es muy importante porque las figuras de autoridad que hoy están en disputa en el concierto nacional cuestionan la participación del resto de liderazgos sociales según sus adhesiones populares, cualidades jurídicas, capacidades técnicas o de recursos económicos; sin embargo, el papa Francisco ha recordado que, el papel de la Iglesia católica es recordar y promover “que todas las acciones se pongan bajo el ‘dominio político’ del corazón: que la agresividad y los deseos obsesivos se aquieten en el bien mayor que el corazón les ofrece y en la fortaleza que tiene contra los males; que la inteligencia y la voluntad se pongan también a su servicio sintiendo y gustando las verdades más que queriendo dominarlas como suelen hacer algunas ciencias; que la voluntad desee el bien mayor que el corazón conoce, y que también la imaginación y los sentimientos se dejen moderar por el latido del corazón”.
Como se ve, el centro de las reflexiones episcopales sin duda estará la nueva encíclica del papa Francisco Dilexit nos, en particular el numeral anterior y el 88, el cual invita a los pastores a no agobiarse por dividirse entre su misión y las actividades externas recurrentes como “reformas estructurales vacías de Evangelio, organizaciones obsesivas, proyectos mundanos o reflexiones secularizadas”. El Papa pide a los creyentes y en especial a los pastores a no caer en un “engañoso trascendentalismo desencarnado”.
Es decir, será imperante que la próxima directiva de la CEM concilie el sentido evangelizador y misionero en cada una de sus declaraciones y comunicados políticos; puesto que, incluso desde la precisión técnica en su interpretación jurídica o sociológica de la realidad del país, hasta ahora no suelen ofrecer sino su posición jerárquica como único argumento legitimador de su opinión. Francisco ya se los había insistido directamente a los obispos mexicanos y ahora lo universaliza en su encíclica: a la Iglesia no le compete dar soluciones técnicas a la sociedad, tampoco puede quedarse en meras reflexiones secularizadas; en el fondo, el Papa exhorta a los cristianos salir de ese ‘engranaje perverso’ porque “el mayor riesgo en esa misión es que se digan y se hagan muchas cosas pero no se logre provocar el feliz encuentro con ese amor de Cristo que abraza y que salva”.
Frente al contexto nacional, donde hay un hartazgo frente a la improvisación, la pérdida de equilibrios y el irrespeto a la ley, los obispos tienen oportunidad de no sucumbir ante la tentación de considerar al próximo Consejo de Presidencia como un instrumento de colisión o confrontación política sino de abrirse a una mayor colegialidad y participación transparente de las comunidades que integran los servicios de la CEM; que sus instancias de cohesión y vinculación vuelvan a ofrecer un servicio permanente, de tiempo completo; que integre sin ambages los talentos y trabajos que se hacen hacia adentro y hacia afuera del episcopado. Y para ello, será imprescindible elegir sin prisas esa nueva mesa del Consejo de Presidencia.
Recientemente, el presidente saliente de la CEM confesó que, aunque los estatutos internos le permiten proponer una terna de candidatos, no ponderará a ningún hermano obispo a tomar el testigo. Esta actitud de Cabrera quizá atempere los ánimos internos después de que, en algunas instancias episcopales, causaron molestia ciertos casos en que no se respetaron ni los estatutos ni las formas respecto a las ternas y las propuestas directivas.
Con todo, los obispos que suenan para presidir el colegio episcopal en los próximos tres años son: el arzobispo de Xalapa, Jorge Carlos Patrón Wong (66 años), quien ha demostrado tener un buen control de su provincia y además tiene una importante experiencia de siete años junto al papa Francisco en la sección de Seminarios de la Congregación para el Clero (dos temas urgentes en el seno del catolicismo son las vocaciones y su formación sacerdotal); el arzobispo de Durango, Faustino Armendáriz Jiménez (69 años), biblista con larga experiencia episcopal en Matamoros y Querétaro, y quien recién vivió un intenso mes en el Sínodo de la Sinodalidad, el proyecto más audaz del papa Francisco para revitalizar la actitud misionera y evangelizadora de la Iglesia.
Otros obispos que también reciben comentarios positivos en los círculos eclesiásticos son aquellos que ya participan en el actual Consejo de Presidencia: el recién promovido al importante arzobispado de León, Jaime Calderón (58), por su conocimiento del drama migratorio en el sureste mexicano; el hoy vicepresidente del organismo, Gustavo Rodríguez Vega (69), quien podría mantener el estilo dialogante y atemperado de Cabrera, además de que su experiencia en la pastoral de construcción de paz se torna indispensable en un momento como el que vive el país; y el tesorero, Jorge Alberto Cavazos (62), actual arzobispo de San Luis Potosí.
Entre las voces eclesiásticas también se ha hablado de optar por perfiles con todavía más experiencia y que puedan ofrecer vías de diálogo directo con articuladores del gobierno de Sheinbaum; sin embargo, también se estila que no se elija a un presidente de la CEM que cumpla la edad de retiro en el trienio porque, de lo contrario, se daría una señal de ‘presión’ al Papa para no disponer de su separación del cargo y el nombramiento de su sucesor. En las elecciones episcopales serán evidentemente relevantes los nombramientos del nuevo vicepresidente y del secretario general.
Por si fuera poca tarea, los obispos mexicanos están por renovar varias de las sedes arquidiocesanas. Los arzobispos de Guadalajara, México, Acapulco, Tlalnepantla, Morelia, Monterrey, Chihuahua, Puebla y Oaxaca han presentado o están por presentar su renuncia al Papa en el próximo trienio; aún no se concreta el nombramiento del arzobispo de Tuxtla Gutiérrez; y antes de que termine el 2026, por alcanzar la edad de retiro canónica, los obispos de Xochimilco, Cancún-Chetumal, Mazatlán, Tepic, Zamora, Puerto Escondido, Querétaro, Texcoco, Valle de Chalco, La Paz, Tula, Coatzacoalcos, Zacatecas, Tlaxcala, San Cristóbal de las Casas, Irapuato, Lázaro Cárdenas y Tehuantepec, quizá puedan ya tener sus respectivos sucesores.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
Felipe Monroy
Los márgenes de la independencia editorial
A días de la elección presidencial en Estados Unidos, ha saltado a la opinión pública una información proveniente de las decisiones editoriales en uno de los titanes de la industria periodística norteamericana: El propietario de The Washington Post, Jeff Bezos, exigió al equipo editorial del diario de abstenerse de respaldar, a través de las páginas del medio, a cualquiera de los candidatos a la presidencia. En el pasado reciente, directivos y editores del periódico han mostrado cierta afinidad y apoyo a la candidata demócrata, Kamala Harris; y por ello, la nueva instrucción de neutralidad editorial fue interpretada como un velado y sutil apoyo a Donald Trump, candidato republicano; o, cuando menos, en una señal de bandera blanca.
Es un hecho que, en medio de contiendas políticas importantes, los medios de comunicación suelen tomar partido por algún liderazgo: en ocasiones por intereses comunes (es decir, por identidad ideológica) y en otras, por concesiones o acuerdos de mutuo usufructo (por mero pragmatismo económico o político). Pero, lo ocurrido en el Post obliga a reflexionar sobre este viejo dilema: ¿Cuál es el márgen de independencia editorial que tienen los trabajadores de un medio de comunicación? ¿Todo su trabajo debe estar condicionado a las voluntades y deseos de los dueños de los medios? ¿Cómo garantizar que los medios de información sean auténticos espacios de construcción narrada para una sociedad informada y no sólo un instrumento de deseos e intereses de sus propietarios o financiadores?
Esta reflexión en México tiene por lo menos dos dimensiones: el acceso a la información es un derecho social; y la libertad de prensa y expresión, son todavía derechos intrínsecos a la persona que el Estado está obligado a reconocer y no sólo beneficios ‘garantizados’ por el Estado. Esto tiene dos implicaciones en los trabajadores de los medios de comunicación en México: que ni el Estado ni el medio pueden limitar el derecho de las audiencias a recibir los mejores esfuerzos informativos de los periodistas; y que los derechos de los periodistas no están limitados por las voluntades del Estado ni de los dueños de los medios.
Dicho así, suena sencillo pero, como nos demuestra la historia, es más fácil enunciarlo que ponerlo en práctica. En principio es muy positiva la decisión de que el medio no tome particular orientación política pero ¿hasta dónde debe llegar la influencia del propietario en esta toma de decisión? Los profesionales de la información: directores, editores, columnistas, reporteros, ¿deberían tener una voz también en esa resolución puesto que una determinación de ese estilo podría afectar la gestión y la relación del medio con sus lectores o audiencias?
Nuevamente, parece una verdad de perogrullo que un medio de comunicación no tenga inclinaciones o favoritismos políticos (que intente la objetividad informativa) pero las largas dinámicas históricas en el medio podrían provocar colisiones por el cambio abrupto de políticas editoriales en la redacción. Obviamente, la primera consecuencia visible serían renuncias o inconformidades abiertas por parte de los periodistas; y ello, no sólo va en detrimento de la gestión del dueño del medio sino del medio en sí y del trabajo de sus colegas.
Ahora bien, también es prudente que la gestión y dirección de un medio de comunicación mantenga una moderada independencia de los intereses políticos de terceros; y eso se logra a través de un lenguaje directo pero no agresivo, de una dirección editorial contundente pero no pendenciera. Los conflictos públicos entre el poder político y los medios de comunicación son inevitables; sin embargo, la maledicencia agresiva contra los distantes o la zalamería irracional con los cercanos siempre serán un problema para mostrar profesionalismo y trascendencia de la misión informativa.
Finalmente, hay una cuestión importante respecto a la toma de decisión de un medio de comunicación respecto a su línea editorial: hay circunstancias en las que la neutralidad es imposible. Frente al crimen, la violencia, la guerra, la agresión, la discriminación, el odio, la corrupción y demás fenómenos indeseables y remediables en la sociedad, no puede permitirse una ambigüedad ética o moral. Las agresiones contra los inocentes, la discriminación de los disidentes y la corrupción social (el máximo egoísmo) no pueden ser relativizadas por los medios o los periodistas. Los valores democráticos como la participación, la equidad, la justicia y la libre asociación parten o requieren de libertad de conciencia, expresión y prensa. Si la prensa decide no apoyar dichos principios democráticos, en el fondo renuncia a su libertad y a su misión central, que no es congraciarse con ciertos grupos de poder, sino construir credibilidad en el servicio de informar a la sociedad.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
Felipe Monroy
Dilexit nos: La ‘carta de amor’ del Papa a un mundo sin corazón
En el undécimo año de su pontificado, el papa Francisco ha publicado su cuarta Encíclica bajo el nombre Dilexit Nos (Nos amó) dedicada al “amor humano y divino del Corazón de Jesucristo”. Se trata una obra tanto novedosa en su lenguaje como en su aproximación teológica e histórica después de haber entregado al mundo cristiano Lumen fidei, carta escrita a ‘cuatro manos’ con el papa Benedicto XVI para cerrar la trilogía de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad; Laudato si’, la profunda obra teológico-económica sobre el cuidado de la Casa Común desde la ecología integral; y Fratelli tutti, el tratado de la dimensión política de la fraternidad y amistad social.
Con Dilexit Nos, Francisco crea un puente de diálogo con Deus caritas est, de su predecesor pues, como apuntó Benedicto XVI en 2005: “El amor siempre será necesario… no hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre… siempre habrá soledad… y los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial”.
Francisco ofrece ahora una encíclica centrada en el ‘corazón’; pero no sólo como una realidad biológica, psicológica o antropológica del ser humano sino como una realidad que pertenece a lo místico (un núcleo divino que está detrás de toda apariencia, auténtico y sincero) y a lo mítico (un principio unificador de la realidad y de la historia total, un armonizador de cada historia personal con lo sempiterno donde todo tiene un sentido a pesar de la fragmentación que percibimos).
Para el pontífice argentino, la humanidad hoy necesita recuperar estas dos dimensiones del corazón porque “nos asalta la tentación de navegar por la superficie, de vivir corriendo sin saber finalmente para qué, de convertirnos en consumistas insaciables y esclavizados por los engranajes de un mercado al cual no le interesa el sentido de nuestra existencia”.
El papa Francisco ya había comentado en algunas intervenciones que el mundo contemporáneo se había “descristianizado” pero ahora va más allá: “viendo cómo se suceden nuevas guerras, con la complicidad, tolerancia o indiferencia de otros países, o con meras luchas de poder en torno a intereses parciales, podemos pensar que la sociedad mundial está perdiendo el corazón”.
Es por esto que el pontífice hace esta especie de ‘carta de amor’ al corazón: a lo que simboliza en el ser humano (amistad, ternura, cuidado, emoción, etc.) y a la dimensión del misterio con el que Dios ama a la humanidad entera con un corazón humano.
En esta encíclica, el Papa también hace una crítica a las actitudes de ciertos líderes espirituales y religiosos, así como a fieles de ‘actitud elitista’, que en el afán de expresar una “purísima adoración al Dios altísimo… miran con desprecio todo lo que fuera humano, afectivo, corpóreo” y recuerda que desde Pío XII se le denominó como “falso misticismo”. Una tendencia que, por cierto, parece crecer entre jóvenes curas rigoristas y de una fe ‘etérea’. Francisco también alerta sobre otras espiritualidades modernas “sin cuerpo” del mundo secular: un ‘buenismo universal’ de conceptos inasibles y asépticos o espiritualidades vacías del drama humano.
Con esta encíclica, el Papa también comparte un recorrido histórico de la devoción y culto al Corazón de Jesús: sus resonancias entre los cristianos primitivos, el papel que jugó en configuración teológica católica, el simbolismo que se actualiza en cada época de la era cristiana y la inspiración de su significado en devociones monásticas, místicas, poéticas y prácticas para diversos santos y santas católicas de la historia.
Hay además un tema que merece una mención: esta encíclica del 2024 está escrita con una audacia lingüística que rompe las formas tradicionales de estos documentos. Como se sabe, históricamente el pontífice utilizaba el ‘nos mayestático’, que es una figura gramatical para referirse a uno mismo en primera persona del plural y se estila aún entre algunos monarcas o jerarcas eclesiásticos. Con el tiempo, esa figura se sustituyó en los documentos pontificios por el “nosotros como plural incluyente”; y casi toda la encíclica Dilexit nos está escrita así.
Sin embargo, hacia el final del texto, Francisco experimenta con un estilo narrativo difícil: escribir en segunda persona. Pasa de expresar: “Propongo que desarrollemos…” (una expresión a la que invita y se incluye) a “Cristo te pide… no tengas vergüenza… que te atrevas a contar a los otros que te hace bien haberlo encontrado… te envía a derramar el bien y te impulsa por dentro… harás el bien… podrás sentir que él te llama… De alguna manera tienes que ser misionero… Si te atreves, él te iluminará. Él te acompañará y te fortalecerá, y vivirás una valiosa experiencia…”. Con esto, el Pontífice Máximo se abaja a hablarle de tú a quien lea u oiga, y también se habla un poco a sí mismo, como si su corazón le hablara a su razón. Y quizá ese sea un buen ejemplo.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
Felipe Monroy
Gustavo Gutiérrez (1928-2024): la fe en Cristo, si no es liberadora, no es
Ha fallecido el sacerdote Gustavo Gutiérrez Merino, llamado ‘El Padre de la Teología de la Liberación’; religioso peruano que ingresó al final de su vida en la Orden de los Predicadores que, en el contexto del Concilio Vaticano II y el aggiornamento de la Iglesia católica del siglo XX quiso voltear a ver una realidad lacerante: ¿Cómo anunciar a Dios, la idea del ‘Padre amoroso, justo y bueno’, en contextos donde la pobreza y el abuso arrancan la dignidad humana sistemática y estructuralmente?
Su más distinguida obra es Teología de la Liberación. Perspectivas (1971, con varias revisiones e introducciones en los años 80); en ella se abrió la reflexión en todos los niveles eclesiales y eclesiásticos para conciliar la fe cristiana con la justicia social y, muy especialmente, con el compromiso preferencial por los pobres. Gutiérrez se formó en teología y filosofía en Lovaina (Bélgica) y en Lyon (Francia); y recibió el orden presbiteral en 1959.
Para Gutiérrez, la evangelización de los pueblos está íntimamente relacionada con la liberación estructural de las imposiciones que sojuzgan y empobrecen a las personas en las sociedades desiguales; por tanto, compartir la Palabra de Dios en condiciones de pobreza implica luchar contra dichas carencias y contra la opresión, buscando una justicia estructural, comunitaria y social; pero no sólo.
El sacerdote basó su aproximación social y teológica desde las herramientas de análisis sociológico; pero también bajo una espiritualidad bíblica profunda; y, sin embargo, fue duramente cuestionado por la alta jerarquía católica acusándolo de ‘marxista’ y ‘comunista’. Como se sabe, muchas esferas de poder eclesiástico durante el pontificado de san Juan Pablo II estuvieron marcadas por la convicción ideológica de “derrocar al comunismo”; incluso se censuró y condenó a varios teólogos, sacerdotes y pensadores que buscaron abrir diálogo para defender los derechos de los pobres y marginados desde espacios más estructurales que el asistencialismo o la caridad.
En 1984, por ejemplo, la entonces Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe dirigida por el cardenal Joseph Ratzinger publicó la instrucción ‘Libertatis nuntius’ en la que categóricamente acusa a la ‘Teología de la Liberación’ como una “interpretación innovadora del contenido de la fe y de la existencia cristiana que se aparta gravemente de la fe de la Iglesia, aun más, que constituye la negación práctica de la misma”.
Sin embargo, el propio Gutiérrez consideró que la interpretación que Roma hacía del concepto de ‘Teología de la Liberación’ era prejuicioso y superficial; de hecho, en su propio libro explica los tres niveles de significación del término de liberación:
1. Una liberación expresa en medio de los conflictos de los procesos económicos, sociales y políticos; 2. Una liberación del hombre en el proceso de su historia en el que el ser humano asume conscientemente su propio destino; y 3. La radicalidad de confiar en que Cristo aporta la liberación integral: “Cristo salvador libera al hombre del pecado, raíz última de toda ruptura de amistad, de toda injusticia y opresión, y lo hace auténticamente libre. Estamos ante tres niveles de significación de un proceso único y complejo que encuentra su sentido profundo y su plena realización en la obra salvadora de Cristo”.
Existe una anécdota famosa sobre cierto reportero que, al reconocer al padre Gutiérrez, le solicita una entrevista. Su primera pregunta fue: “¿Es usted marxista?” Y el sacerdote le respondió: “Soy Cristiano”. La segunda pregunta, con un poco de mayor insistencia: “Pero, ¿es usted un seguidor de Karl Marx?” Y el padre Gustavo contestó: “Soy un seguidor de Jesucristo”. Como el periodista no encontró pie para la polémica que buscaba, abandonó la entrevista. Durante décadas, el religioso vivió ese prejuicio dentro y fuera de la Iglesia.
Con todo, a lo largo de su vida, Gutierrez fue, a pesar de las críticas contra su persona, un activo defensor de los derechos humanos y sociales, un religioso orante y servicial; y un influyente pensador para la Iglesia en América Latina, especialmente en la celebración de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.
Por sus aportaciones al pensamiento, el padre Gutiérrez recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003 y su legado es ya universal porque la preocupación por los pobres ha pasado de ser una cuestión meramente asistencial a convertirse en un pilar fundamental de la doctrina social de la Iglesia Católica. Fue justo bajo este acento que el papa Francisco reivindicó el trabajo y la obra del religioso peruano.
Las preocupaciones éticas y morales de la Iglesia católica hoy pasan por las propias advertencias que hiciera Gutiérrez casi medio siglo atrás. Algo marcha mal cuando los diez hombres más ricos del mundo han duplicado sus fortunas mientras los ingresos del 99% de la población mundial se deterioran a niveles paupérrimos (según evidencia el estudio de OXFAM después de la pandemia de COVID-19). Es decir, desde esta aproximación teológica, las políticas de desarrollo macroeconómico bajo la tiranía de las leyes del mercado impactan más que las carencias materiales de millares de pueblos, afectan la relación espiritual con el Creador y en la salvación integral de las personas.
Por ello, la Iglesia católica contemporánea hoy considera la “opción preferencial por los pobres” como un imperativo teológico más que una responsabilidad cultural o política; que dicha opción es uno de los criterios fundamentales para el discernimiento eclesial y, finalmente, que es la urgente llamada a resolver las causas estructurales de la pobreza.
Francisco universalizó los planteamientos del padre Gustavo Gutiérrez al recordar que “mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo”, como explica en Evangelii Gaudium.
Que descanse en paz, el padre Gustavo Gutiérrez, una voz emergida del continente latinoamericano que ha llevado la opción preferencial por los pobres a ser una corriente teológica universal en estos tiempos de desigualdad global: para que los creyentes transformen su realidad desde y con los pobres, para que la Iglesia se asuma auténticamente pobre; y para que, desde esa convicción, el seguimiento de Jesús cuente con esa mística primigenia de permanecer junto a los excluidos y los marginados.
*Director VCNoticias.com @monroyfelipe
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